Principios de la educacion sexual a la edad preescolar

Principios de la educación de la sexualidad en la edad preescolar.
Carácter socializador y personalizado:
El ser humano es, en esencia, social. La relación que se establece entre el ser humano y la sociedad, en esta etapa, se produce a partir de la apropiación por parte de los niños y niñas en su relación con los adultos (intersubjetivo),  de la cultura de la que la humanidad ha ido acumulando, convirtiéndola de esta manera en algo suyo matizado por sus vivencias personales (intrasubjetivo) donde juega un papel primordial la familia y sobre todo las figuras de apego (que en este caso suele ser la madre). Con respecto a esto, F. González Rey, al referirse a esta relación plantea: “Esta comunicación con la madre se manifiesta básicamente por canales sensoriales, a través del tono muscular de esta, la suavidad de sus palabras, su temperamento, el ritmo de movimientos y muchos otro indicadores que expresan el estado emocional materno…” (González Rey, 1995: 125).
Es por ello que tiene vital importancia en la educación de la sexualidad de los niños y las niñas el proceso interactivo y comunicativo con el adulto, ya sea en el marco familiar o en el círculo infantil, aspecto que la educadora debe tener claro al asumir su rol en la dirección del proceso educativo, y al orientar a la familia.
Desde el primer año de vida los procesos y cualidades psíquicas se van formando bajo la influencia de las condiciones de vida, la enseñanza y la educación.
En ese proceso interactivo los niños y las niñas comienzan a configurar la identidad y el rol de género en una relación sistémica; la autoconciencia, autovaloración y la autopercepción  que tienen los infantes de su pertenencia sexual les proporciona un sentimiento de pertenencia en virtud del significado que este le atribuya. Todo esto se produce en un proceso de interiorización   de la cultura de la sexualidad la cual es transmitida por los adultos, y estará mediada por su óptica personal a partir de sus vivencias de cómo experimenta lo masculino y lo femenino.
 Se trata de convertir al sujeto en un ente activo dentro del proceso,  donde el niño y la niña construyan su identidad sobre la base de modelos flexibles que posibiliten un crecimiento individual, facilitando que esta cobre un sentido para el sujeto hasta que tenga una significación personal, un compromiso afectivo cognitivo y conductual.
De aquí que el/la educador/a juegue un papel primordial en la educación de la sexualidad de los niños y las niñas de esta edad. Ellas, por un período largo de tiempo, asumen un rol afectivo-educativo, con un mayor nivel de preparación en el orden pedagógico y psicológico, que la familia, por lo que deben  orientar acertadamente a esta, logrando su estrecha vinculación, tanto en el trabajo como en el círculo infantil y las vías no formales. La familia constituye un modelo de aprendizaje social de los infantes, es fundamentalmente en su seno donde se reproducen los sentimientos, códigos, modelos y patrones de conducta, donde se interiorizan los primeros elementos de esa cultura de la sexualidad que irá asumiendo a lo largo de toda su vida en función de su óptica individual.
Carácter Humanista.
En el perfeccionamiento de la educación preescolar se plantea como principio que el niño constituye el centro del proceso docente educativo y esto significa que  debe convertirse en sujeto del proceso. Es primordial en esta etapa respetar la individualidad del infante, propiciar el desarrollo de su independencia y creatividad, aprovechar al máximo sus potencialidades así se posibilitará sentar las bases para la autodeterminación y el desarrollo pleno de su sexualidad, no imponer ni dirigir autoritariamente la conducta de los niños y las niñas lo cual exige la utilización de modelos educativos flexibles que amplíen la zona de desarrollo próximo, dándole  la posibilidad al sujeto de desarrollar sus potencialidades, para tributar a la formación de las bases de una sexualidad sana libre de tabúes y estereotipos. Para todo ello se deberán utilizar métodos educativos no directivos.
Carácter desarrollador.
En este principio, es necesario partir de, qué se entiende por desarrollo. El desarrollo es un proceso dialéctico complejo, que se caracteriza – como señalara L. S. Vigotsky – “por una periodicidad múltiple, por una desproporción en el desarrollo de las distintas funciones, por la metamorfosis o transformaciones cualitativas de unas formas a otras, por el complicado entrecruzamiento de los procesos de evolución, por la entrelazada relación entre los factores internos y los externos y por el intrincado proceso de superación de las dificultades y de la adaptación” (Vigotsky, 1987: 151)
Es imprescindible, además, tener presente la relación existente entre educación y desarrollo. Según las concepciones de la escuela Histórico Cultural, la educación va delante y conduce el desarrollo psíquico, como planteara L. S. Vigotsky: “…el proceso evolutivo va a remolque del proceso de aprendizaje; esta secuencia es lo que se convierte en la zona de desarrollo próximo.” (Vigotsky, 1988: 44)
La educación en sentido general y la educación de la sexualidad, en lo particular en el contexto del círculo infantil, es desarrolladora cuando parte del desarrollo actual y potencial de los niños y las niñas, en virtud de ir formando en ellos su autonomía a través de situaciones pedagógicas que los/as estimulen a alcanzar niveles superiores en el proceso de autotransformación.
De ahí que este proceso deba sustentarse en las particularidades psicológicas de la edad y en las individuales inherentes a cada niño y niña a partir de que se asume a la sexualidad como una configuración psicológica de esta, así como las características de los grupos etáreos y el entorno en que estos se desarrollan. Este proceso debe desarrollarse de forma tal que se logre preparar a los niños y las niñas para los cambios y transformaciones posteriores, debe crear las bases psicológicas que le permita a los infantes enfrentarse en el futuro a los problemas de forma independiente y flexible.
El hecho de asumir la sexualidad como una configuración psicológica de la personalidad exige que su proceso de educación sea un proceso desarrollador, el cual debe dar la posibilidad de construir las bases iniciales de la identidad de género, garantizando la unidad de lo afectivo-valorativo y lo cognitivo; para ir  desarrollando progresivamente la independencia, que le permita transformar   creadoramente su propia persona y su medio. En tal sentido debe garantizar que los niños y las niñas se apropien activa y creadoramente de la cultura de la sexualidad, para lo cual es necesario aprovechar las zonas de desarrollo próximo.
De acuerdo con el marco conceptual que propone la autora de este trabajo, el proceso de educación de la sexualidad, para que sea desarrollador, debe caracterizarse por:
Tomar como base las necesidades educativas actuales y potenciales, y estructurarse a partir de las vivencias del sujeto.
Una alta calidad en el espacio interactivo y  comunicativo.
Ser activo e implicar al sujeto.
Tomar en consideración el sistema de influencias educativas del contexto familiar, comunitario y social en sentido general.
Motivar la autonomía, la autorrealización y la creatividad.
Es importante además que los/las educadores/as no olviden que las influencias educativas no tienen valor fuera del sentido que el individuo le atribuye a partir de su subjetividad, por tanto  el proceso de desarrollo de la personalidad en sentido general, y de su sexualidad en lo particular como configuración psicológica de esta,  tiene sus determinantes dentro del propio sujeto psicológico y en su espacio interactivo.
Vinculación con la vida
La vinculación de la educación con la vida es un principio universal de la pedagogía, no se concibe un sistema educativo alejado del contexto en que se desarrolla el sujeto, ajeno a los fenómenos reales que acontecen a su alrededor; pero desdichadamente la sexualidad ha sido la configuración de la personalidad que con más falsos conceptos se ha educado y en específico, en la edad preescolar esta ha sido obviada por mucho tiempo. Por esto es imprescindible puntualizar que la educación de la sexualidad debe desarrollarse a la par que las demás dimensiones de la vida, logrando un aprendizaje significativo.
“El aprendizaje significativo es aquel que potencia el establecimiento de relaciones: relaciones entre aprendizajes, relaciones entre los nuevos contenidos y el mundo afectivo y motivacional de los estudiantes, relaciones entre los conceptos ya adquiridos y los nuevos conceptos que se forman, relaciones entre el conocimiento y la vida, entre la teoría y la práctica.  A  partir de esta relación significativa, el contenido de los nuevos aprendizajes cobra un verdadero valor para la persona,relacionando lo nuevo con la experiencia cotidiana, y a su vez con lo afectivo-motivacional del sujeto, sin falsos conceptos ni omisiones.” (Castellanos, 2000: 31)
El hecho de que el aprendizaje sea significativo tiene mayores posibilidades de formar parte del sistema de convicciones del sujeto.
Es importante tener en cuenta que, en la educación de los niños y las niñas preescolares, tiene vital relevancia lo vivencial; como ya se ha reiterado, el desarrollo cognitivo está muy vinculado a lo concreto sensible.
Este principio exige además que el proceso de educación no se hipertrofie en ninguna, de sus múltiples direcciones, integrándose  todos los factores que en él intervienen; solo así se garantiza el vínculo con la vida. No obstante la familia y la institución infantil son las que dejan una huella más profunda por la sistematicidad con que actúan y los vínculos afectivos que le son característicos.
Carácter sistémico y sistematizado.
El proceso educativo en sentido general es un sistema en el que intervienen un gran número de factores sociales. La educación de la sexualidad no escapa a este principio,  la intervención de todas las instituciones y organismos que influyen en este proceso garantizan la calidad y la permanencia de los valores que se pretenden formar, por lo tanto este sistema de influencias debe ser sistémico, sistemático y permanente. La sexualidad se educa desde antes del nacimiento del ser humano; la preparación que tenga la pareja para recibir a su bebé tiene un importante papel en la educación sexual posterior de los niños y las niñas. Ya se ha planteado en reiteradas ocasiones que en esta etapa de la vida las vivencias emocionales son relevantes para el sujeto, de ahí la significación de que el/la niño/a sea deseado.
La sexualidad como configuración psicológica de la personalidad se comienza a desarrollar desde el mismo momento del nacimiento y continúa su evolución hasta la tercera edad, de ahí la necesidad de la sistematicidad en su educación.
A modo de conclusión debe quedar claro que la sexualidad exige ser estudiada desde un análisis integrador y holístico de la personalidad, porque constituye una manifestación vital  de esta, una de sus configuraciones psicológicas que se conforma y desarrolla  a partir de la interacción sistémica de premisas biológicas y sociales que en ella intervienen, expresando de forma personalizada las vivencias afectivas, las actitudes, los conocimientos y modos de actuación que el individuo construye o se apropia activamente a partir de la cultura de la sexualidad construida en el contexto sociohistórico en el que vive y se desarrolla.
Aunque la sexualidad es una configuración psicológica de la personalidad y por tanto  constituye un proceso muy bien diferenciado en cada individuo, se presentan regularidades en cada etapa de la vida que deben ser del dominio de los/as educadores/as.
Han existido diferentes concepciones acerca de la educación de la sexualidad donde la educación de la sexualidad infantil se ha visto rodeada de falsos criterios acerca de sus manifestaciones, su desarrollo,  su existencia y  educación. De todas estas concepciones, la que ha logrado construir un marco teórico que no existe en otros autores cubanos es la desarrollada por B. Castellanos y A. González; sin embargo se le señalan como aspectos no desarrollados en ella la sistematización del papel de la mediación en el desarrollo, aspecto trascendente en la etapa preescolar y el papel de los/as educadores/as teniendo en cuenta el desarrollo potencial.
Precisamente estas limitaciones nos llevaron a replantearnos la educación de la sexualidad infantil sobre nuevas bases, una educación de la sexualidad alternativa, participativa y desarrolladora con un enfoque humanista crítico, contextualizado a la edad preescolar; la cual ponemos a la consideración de los lectores de este artículo.
La educación de la sexualidad en la edad preescolar es un  proceso que conduce la formación y desarrollo de la sexualidad como configuración psicológica de la personalidad promoviendo la apropiación activa por parte del ser humano de la cultura de la sexualidad, construida en un contexto histórico – social determinado. De ahí que se señalen como sus elementos distintivos en la edad preescolar: el papel mediador del adulto, el papel de la comunicación y la interactividad no solo en el marco familiar, sino en todas las formas de relaciones que establecen los infantes y el inicio de la configuración de la identidad de género en su relación sistémica con el rol, como núcleo psicológico de la sexualidad.