El primer año de vida del niño, Spitz: La etapa sin objeto (etapa preobjetal o anobjetal)

 La etapa sin objeto (etapa preobjetal o anobjetal).

Menciona, como primera etapa de desarrollo de esta vital relación, la etapa sin objeto (etapa preobjetal o añobjetal), que coincide con la etapa del narcisismo primario del infante. Se refiere a ella como una etapa de no diferenciación, ya que la percepción, las actividades y las funciones del recién nacido no están del todo organizadas en unidades, salvo aquellas actividades y zonas relacionadas con la tarea de nutrición, la circulación, la función respiratoria y otras funciones vitales.
 La base para el entendimiento de esta fase es el hecho de que el infante es incapaz de distinguir una cosa de otra, ni de distinguir los aspectos externos de su propio cuerpo y no vivencia el mundo que lo rodea como algo que se encuentra separado de él. Incluso el recién nacido en sí no se encuentra diferenciado ni organizado.
 Durante los primeros días de nacido, incluso el primer mes, no existe para el infante el mundo exterior, es como si su aparato perceptor se protegiera con una barrera sumamente fuerte que le impidiera todo contacto con la realidad circundante. Durante este periodo, las experiencias infantiles se determinan por medio del sistema interoceptivo o propioceptivo, las respuestas que logra demostrar se refieren únicamente a la satisfacción de sus necesidades. En este punto quisiera hacer mención de la discrepancia que refiere el autor acerca de las teorías que pretenden una idea de percepción del bebé in útero, al igual que durante el parto. Para Spitz no existe tal  cosa del “trauma del parto” ya que  al nacer el bebé no tiene conciencia por lo que el momento del nacer no tiene en el infante un contenido psíquico.
 El autor enfatiza el hecho de que un  estado de displacer que puede llegar a observarse  en el niño al nacer dura prácticamente segundos; si se le deja en paz, todo esto desaparece solo, sin ayuda. La excitación negativa del recién nacido, debe considerarse únicamente a modo de descarga, este proceso es fisiológico y se rige por el principio de Nirvana según el cual la excitación corporal se mantiene en un nivel constante, cualquier estímulo que exceda esta excitación buscará la descarga sin demora. Sin embargo no se hablará en esta etapa de una función psicológica que permita al infante la conciencia de lo que está pasando. Esta función psicológica se desarrollará a su debido tiempo y se regirá por la ley del principio del placer y displacer, que será, a su vez, sustituido  (aunque nunca por completo) por el principio de realidad.
Plantea una pregunta  referente al modo en que el neonato percibe los estímulos del exterior que se requieren para que capte algo. El neonato no tiene imagen alguna del mundo exterior, ni estímulos de ninguna modalidad sensorial que le permitan reconocer señales, por lo tanto, se afirma que los estímulos que llegan a “chocar” con el aparato sensorial del infante son totalmente ajenos en todas las modalidades de sensación, cada estímulo para ser percibido como tal, debe ser transformado primeramente en una experiencia significativa, y solo entonces se podrán convertir en una señal que creará a futuro el mundo externo para el bebé.
 Qué condiciones capacitan al infante para lograr esta señal?
1) Barrera contra los estímulos que lo protegerá de todos aquellos a los que estamos expuestos a diario. Esta barrera, por una parte hace referencia a que las funciones receptoras del infante no están desarrolladas al nacer, y por otra parte el estado de vigilia del recién nacido se encuentra totalmente reducido a los momentos en que este se despierta en demanda de su alimento únicamente (La mayor parte del tiempo lo pasa durmiendo o adormilado). Para que comience a detectar todos los estímulos que le llegan, deberá pasar por un desarrollo de esta función.
2) El proceso de dar significado a los estímulos también es resultado de un desarrollo.
3) También hay que tomar en cuenta la protección de la madre contra el exceso de estímulos de cualquier clase (la cama protegida por los lados, la tibieza que  procura al ambiente del niño, etc.).
4) Por otro lado es importante mencionar la tarea de la madre que también ayuda al niño a tratar con los estímulos internos, proporcionándole las herramientas necesarias para aliviar la tensión que estos le provocan, satisfaciendo sus necesidades en el momento en que estas se presentan.
5) Como otro punto, de gran importancia para el autor, menciona la relación  de reciprocidad establecida entre madre e hijo, que se basa en un “diálogo” de secuencia acción-reacción-acción. Esta relación tan especial que logra establecerse es el fundamento para que el bebé logre transformar los estímulos que llegan del exterior en señales significativas.
 El neonato no puede percibir los estímulos de su entorno, sin embargo esto no quiere decir que no guarde huellas mnémicas de sus primeros contactos con lo externo. Esto a  través de un desarrollo lleva al neonato a formar el tan esperado vínculo con lo externo y las deseadas señales que lo lleven a conocer su entorno.
 Ahora bien, desde los primeros días de vida el bebé muestra acciones y reacciones bastante complejas, una de estas es la acción de mamar que efectúa el bebé y que implica varios movimientos organizados y estructurados que llevan a tal respuesta. Pero, cómo percibe el pequeño, el estímulo que ha de mostrarle que debe realizar tal acción de mamar? Spitz habla de ciertos estímulos pertenecientes a un sistema de “captación” (que es distinto al sistema de percepción que aparece únicamente en edades posteriores). Este sistema está a su vez conformado por un sistema de  “Organización cenestésica” que básicamente es visceral y se manifiesta a través de emociones, perteneciendo, así, al sistema nervioso autónomo. Las percepciones dadas en este sistema son distintas a las que alcanza en etapas posteriores, por lo que el autor llama a este tipo de percepción “recepción”. Posteriormente el sistema presentado es el de la “Organización diacrítica”, donde la percepción pertenece a órgaños periféricos localizados, y las manifestaciones aquí se deben a procesos cognitivos más elaborados, como los procesos conscientes del pensamiento. De esta manera menciona que tal acción de mamar pertenece al primer tipo de organización, es únicamente visceral y responde a emociones principalmente, está alejada de la conciencia y por lo tanto no puede pertenecer al sistema de organización diacrítica.
No son solo las percepciones las que se encuentran indiferenciadas en el neonato,  sino también los afectos, ya que, como se ha dicho hasta el momento la organización diacrítica no se encuentra presente todavía y mucho menos la capacidad de distinguir entre una cosa y otra y de singularizar el objeto libidinal, por lo que responde únicamente a estímulos internos.
cómo se da entonces la modificación en la conducta del infante, haciendo referencia específica a la experiencia y aprendizaje que son los principales puentes para su relación con el mundo. Una de las acciones primeramente sugeridas a través de la experiencia como una conducta dirigida hacia un fin es el acto de mamar del pecho materno, a lo que refiere que si un bebé, que ha sido amamantado desde su nacimiento, es sacado de su cuna alrededor del octavo día y se le coloca en postura de mamar, el infante volverá su cabeza hacia el pecho de la persona que lo alza ya sea hombre o mujer.
 En un principio, el infante solo reconoce las gestiones del alimento solo cuando tiene hambre, en realidad no identifica la leche como tal, ni el biberón, ni siquiera el pecho materno, es solo que responde a este estímulo como a cualquier otro.
 Es importante hacer referencia de las dos secuencias que menciona el autor que ayudan a explicar lo anterior: una hace referencia al estímulo externo de la presencia del pezón que insita al niño a succionar, el otro es su necesidad de satisfacer el hambre. El hecho de que se presente el pezón, no es condición suficiente para que se lleve a cabo la succión, solo se percibirá el pezón en la boca si se cumplen las siguientes condiciones:
1) que la tensión interna o el aparato propioceptivo del niño (el hambre) no esté nulificado por alguna tensión externa desagradable.
2) Otra cuestión de vital importancia es que el infante tenga hambre, de otra manera no succionará el pezón.
 Enfatiza el hecho de que si el infante se encuentra molesto o tenso, su única manera de eliminar esto es descargándolo, de otra manera no se podrá percibir el estímulo externo. Para percibir deberá de cesar el displacer y la descarga, solo cuando esto ocurre podrá reanudarse la percepción del estímulo externo satisfactor de la necesidad.
 Ahora bien, para pasar a la siguiente etapa ocurre un nuevo progreso en el niño, la percepción el rostro humano. Durante las primeras seis semanas de vida, las huellas mnémicas del rostro humano quedan fijadas en la memoria infantil, como la primera señal de la presencia del satisfactor de la necesidad, y se observa en el infante la acción de seguir con la vista todos los movimientos de esta primera señal.

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