La producción del discurso y la conversación: El discurso como actividad que se desarrolla en un contexto

El discurso como actividad que se desarrolla en un contexto: perspectiva y deixis.

Una idea que ha ido cobrando fuerza en las explicaciones psicológicas recientes de la producción del-
lenguaje, y que en su momento fue desarrollada por el lingüista francés Benvániste, es la de que la
realizacion del discurso implica siempre, por parte del sujeto, un acto de enunciación, esto es, un acto
de presentación lingüstica de si mismo en tanto que sujeto que realiza su acción en unas coordenadas
espacio temporales y con una actitud concretas. La información referida a tal presentación (que define
las condiciones externas físicas e internas, actitudinales, del discurso) se marca lingüsticamente en los
textos a través de los indicadores de persona, espacio y tiempo los llamados términos deicticos, así
como a través de las modalidades de enunciación que definen y permiten identificar la actitud de
certidumbre, duda, posibilidad, etc., que el hablante adopta respecto a su enunciado La idea de que los
discursos
y, secundariamente a ellos, los textos no alcanzan su sentido o significado completo sino
en el contexto de la situación en que han sido realizados es también una idea conocida para los
socioliingüistas y los etnometodólogos, quienes durante décadas, han estado interesados en la
descripción y categorizacíón de las variables del contexto institucional
, social e interpersonal en que
se desarrollan las acciones discursivas y en el análisis dela influencia que ejercen tales tipos de
contexto sobre el contenido y/o la forma de los discursos. Desde una perspectiva. psicolingüistica
cognitiva
, los aspectos contextuales del discurso tienen también interés teórico, pero siempre y cuando
el conocimiento del contexto forma parte del conocimiento común en el que se sustentan los discursos
cooperativos y que, por tanto, cons-tituye un comportamiento representacional necesario de los actos
de habla. Para algunos autores, la noción de contexto debería englobar el conjunto de elementos que
influyen de forma sistemática sobre la actividad lingüstica. Ello, implicaría interpretar como contexto del
discurso tres tipos de elementos:
a) el conocimiento social de la situación; b) el texto en sí mismo (contexto, en un sentido literal) c) los
elementos paralingüistícos y extralingúísticos que acompañan la realización de los- textos (ej. ciertas
propiedades del contexto físico en que se desarrolla el discurso o los gestos que se realizan durante
las conversaciones cara a cara, el llamado por algunos cotexto.

4.A Conocimiento social de la situación, perspectiva y producción del discurso: Aunque el conocimiento
social de la situación constituye un tipo de conocimiento extralin-güistico, el reconocimiento progresivo
de su importancia para la explicación de ciertos aspectos de la producción de los discursos ha ido
determinando que los psicolingüistas y los teóricos de la Inteligencia Artificial interesados en la
simulación del lenguaje se hayan ido interesando cada vez de forma más explícita por las descripciones
y teorías de corte psicosocial. Según los psicólogos sociales, la representación social de las
situaciones debe entender-se como un conglomerado de conocimientos de distinta índole que definen el
rango de opciones de conducta que resultan posibles o aceptables en un determinado contexto de
acción. Algunos componentes clásicos del conocimiento social Aunque los componentes del
conocimiento social que hipotéticamente intervienen en la actividad discursiva son bastante
heterogéneos, podríamos interpretar que estructural y funcio-nalmente estos tipos de información
pueden agruparse en dos grandes categorías: Por un lado, cabría hablar de representaciones generales,
esquemáticas y estables relativas tanto a las situaciones en que habitualmente se desarrollan las
acciones sociales como a ciertos aspectos de los roles sociales convencionales; estas
representaciones serían similares a las que componen los «guiones», los «marcos» y las personae,
que se han venido denominado «conocimiento de las situaciones sociales y de sus formas más
prototípicas o comunes» (ej. las condiciones de la interacción médico/paciente o de la participación en
una ceremonia religiosa). En segundo lugar, cabría identificar, representaciones episódicas sobre la
situación física y social actual de los discursos (ej. representaciones sobre el. estatus social de los
participantes concretos en una conversación, o sobre el tono emocional de esta) Desde un punto de
vista cognitivo, estos dos tipos de representaciones dan pie a interpretar que la producción de discursos
y conversaciones, al igual que su comprensión, implica mecanismos- de activación de esquemas de
conocimiento social previamente adquiridos, pero también- mecanismos de elaboración supervisión y
actualización de las representaciones relativas al con-texto actual del discurso. En términos
funcionales, estos tipos de información y de mecanismos resultarían similares a los postulados
anteriormente para dar cuenta del empleo, por el hablante, de información relativa a sus interlocutores,
tanto en lo que respecta a su modelo de mundo (componente esquemático) como a su estado actual
de conocimientos y creencias (contenido episódico) de la llamada «teoría de la mente» (Premack y
Woodruff, 1978, Leslie1987). ¿Cómo se puede demostrar empíricamente la influencia determinante del
conocimiento social en la- producción de los discursos conversaciones? o ¿hasta qué punto los
constructos psicosociales son psicológica o psicolingüsticamente «reales»? Gazdat (1980), en un
trabajo muy conocido, presenta una serie de ejemplos procedentes de la observación de distintas
lenguas que ilustran la existencia de restricciones sobre distintos componentes de la producción verbal
teóricamente relacionadas con algunos de componentes del conocimiento social antes mencionado
Desde una perspectiva experimental Graumann y Sornmer (1989) han abordado también esta
problemática. Así, diseñaron un estudio cuyo objetivo fue comprobar la influencia de deter-minados
aspectos. del conocimiento social sobre la organización de los mensajes producidos en un contexto
conversacional. Partiendo del supuesto de que el conocimiento de los roles asocia-dos
convencionalmente a las distintas situaciones sociales implica la adopción dc una cierta perspectiva
psicológica en el análisis de tales situaciones Tanto en la organización semántica global de los
discursos (macroestructura) como en su organización gramatical y léxica, los autores obtuvieron
efectos empíricos significativos explica-bles en función de la manipulación- experimental de la variable
perspectiva En el ámbito de la Inteligencia Artificial, cabe encontrar también ejemplos relevantes del
interés que suscitan tanto los tipos de conocimiento social que intervienen en el procesamiento de
discursos y conversaciones como los procesos y estrategias cognitivas que determinan su empleo
eficaz por los hablantes.
Eduard Hovy (1988), un autor particularmente interesado en el análisis de las restricciones pragmáticas
(sociales e interpersonales) bajo las que se planifican y generan los discursos naturales, ha
demostrado recientemente, mediante la construcción d~ un original programa de simulación llamado
PAULINE (del inglés Planning And Uttering Language in Natural Environments) que tanto el
conocimiento de ciertos aspectos de la situación social como las relaciones interpersonales entre los
interlocutores o el clima emocional de la «atmósfera con-versacional» resultan funcionalmente tan
importantes para la explicación teórica de la planifica-ción y realización de discursos eficaces como el
conocimiento de los objetivos previos del hablan-te o el de los objetivos, opiniones y conocimiento del
mundo de los interlocutores.

4. B. Conocimiento del contexto, físico y deixis: Como hemos visto, la representación de la situación que
fundamenta la perspectiva que los hablantes adoptan durante la producción de los discursos posee un
importante componente socia!. Sin embargo, este componente no es él, único que configura el contexto
cognitivo común del discurso. Por ello, es necesario aludir también, al conocimiento que los
participantes poseen del contexto físico en que se generan los discursos y al anclaje perceptivo que los
discursos mis-mos poseen respecto a tales contextos. Este anclaje que se hace patente en los
intercambios conversacionales más simples, se instrumentaliza lingüsticamente, a través de la
presencia, en el texto, de un tipo particular de marcas lingüsticas: los llamados «términos deícticos».
La noción de deixis
(que en griego significa mostrar) expresa, fundamentalmente, una función: la que
conecta el discurso con su contexto físico y con la información que sobre este contexto comparten el-
hablante y el oyente. Gracias a la deixis el oyente puede localizar e identificar referentes como
personas objetos, acontecimientos y actividades que se mencionan en el discur-so aunque no se
describan explícitamente en el. El carácter esencialmente deíctico de los discursos fue ya destacado
por Bühler en 1934 y ha constituido uno de los principios rectores de la investigación de buena parte de
los psicolingüistás encuadrados en el funcionalismo centroeuropeo en los últimos años. Por otro lado,
que la deixis es una función compleja que: implica la utilización de representación de muy diversa
índole constituye una apreciación inevitable tras el análisis de cualquier secuencia discursiva natural
Veamos este ejemplo: En el coloquio de nuestro ejemplo los hablantes han producido simultáneamente
varias expresiones deícticas (las que aparecen en cursiva) Algunas de ellas, que en castellano son
elíp-ticas, son deixis de pérsona (tu por ejemplo, señala a aquella persona a la que se dirige el hablante
en momento dado del discurso pero no es una persona fija: varía en cada turno conver-sacional). Otras,
son formas deícticas de lugar (ej «esto», «aquí», que indican una proximidad física respecto al hablante
o de tiempo (antes, ayer). Por último, nuestro ejemplo contiene tam-bién una forma deíctica de discurso
(lo), que remite anafóricamente a algo de lo que se ha hablado previamente y que vuelve a ser foco de
atención otra vez. La elección de todas estas formas presupone, el conocimiento, por parte del
hablante, de una situación espacio-temporal dada a la que de algún modo tiene acceso también el
oyente, así como el conocimiento de un sistema lingüstico específico (el sistema de marcadores
deícticos de su lengua) cuyos elementos poseen condiciones contextuales muy concretas de
utilización. Como ha sido ampliamente documentado por estudios evolutivos, el desarrollo de las
habilidades deícticas (la adquisición de los términos deícticos y su empleo correcto en los discursos),
al igual que el desarrollo de la mayoría de las actividades cooperativas, está estrechamente vinculado a
la capacidad del sujeto para «des-centrarse» (en el sentido piagetiano del término) y para adoptar la
perspectiva del otro, es decir, para elaborar modelos mentales o metarrepresentaciones de lo que el
otro puede conocer y percibir (en este caso, sobre un contexto espacio-temporal concreto) en cada
momento del discurso. De forma paralela, la alteración patológica o la falta de desarrollo de esta
capacidad se traducirá en la realización de discursos que resultan incomprensibles o no cooperativos
precisamente porque fallan en la capacidad para situar los referentes! deícticos en un marco de
conocimiento sobre el contexto físico o discursivo compartido también por todos los in-terlocutores Un
ejemplo que ilustra con claridad la complejidad cognitiva de la deixis es el uso de tér-minos espaciales
como aquí, allí, arriba, abajo, delante, detrás, izquierda, derecha y otros similares. Levelt (1989), tras
analizar exhaustivamente las demandas cognitivas del empleo de este tipo de términos, ha llamado la
atención sobre el hecho de que el significado dé los deícticos espaciales ha de ser establecido por
relación a un sistema de coordenadas que permita re-lacionar el referente con un punto previamente
establecido del contexto (el llamado relatum o punto de referencia), el cual, con frecuencia, se mantiene
implícito en el texto. Normalmente, el punto de referencia elegido por el hablante es él mismo: en este
caso, el sistema de coordenadas que se utiliza es un sistema tridimensional implícito que se compone
de una dimensión vertical (que se corresponde con la verticalidad percibida del propio hablante en
relación con la fuerza de gravedad, que normalmente es idéntica para hablante y oyente, y por dos
dimensiones horizontales, la dimensión delante/detrás y la dimensión derecha/izquierda, las cuales
suelen operar en espejo en las interacciones cara a cara. Sin embargo, en otras ocasiones, el hablante
utiliza un punto de referencia externo a si mismo (ej.. habla «del libro que está encima de la mesa) o
combina el relatum externo con sus propias coordenadas espaciales (como cuando dice que el libro
está a la derecha del vaso) En estos casos, y sobre todo en el primero y en el último, el hablante
maneja la presuposición de que, salvo indicación en contrario, el oyente reconstruirá adecuadamente el
sistema de coordenadas utilizado y le identificará a él como principal punto de referencia. Quizá por
ello, y frente a lo que cabría predecir desde el modelo cooperativo, los hablantes, por lo general, no
suelen utilizar expresiones del tipo desde mi punto de vista o desde donde yo estoy cuando hacen uso
de este tipo de referencias deícticas en sus discursos. El carácter esencialmente egocéntrico de las
deixis no parece ser, desde luego, un fenómeno exclusivo del lenguaje. Como han observado
Graumann y Somrner.