La producción del discurso y la conversación: Propiedades básicas del discurso

Propiedades básicas del discurso: su carácter intencional y cooperativo.

3.A. Intenciones y discurso: La primera idea a destacar en una caracterización psicológica del
discurso, en tanto que forma de actividad lingüstica es, la de su carácter intencional. Que las personas
por lo general hablan para algo y que lo que dicen posee un carácter instrumental respecto a ese
«algo». A partir de la obra de Austin (1962), a la intención comunicativa con la que se inicia que es
realizada por, una emisión lingüstica suele llamársele «componente o fuerza ilocutiva de una emisión.
A las emisiones que realizan intenciones comunicativas se las denomina, siguiendo la tradición de los
filósofos del lenguaje inspirados en Austin
, «actos de habla» (ej. Searte, 1969, 1975), siendo este uno
de los conceptos muy desarrollados por los filósofos del lenguaje. Sin embargo, aunque, Levelt (1989)
decía que los actos de habla (y su componente de definición más característico: la «fuerza ilocutiva»)
parecen expresar nociones centradas en el hablante, estos conceptos no llegan a proporcionar, por sí
mismos, claves de explicación psico-lógica, es decir, claves que informen de las representaciones y los
procesos mentales que posibilitan la realización, por parte de los hablantes, de actos de habla
comunicativamente eficaces. ¿Cuáles pueden ser estas claves? Para encontrar estas claves, los
teóricos de la Inteligencia Artificial, han considerados los actos de habla, como casos prototípicos de
«conducta orientada a metas» o como casos de «solución de problemas guiados por objetivos que
implican la construcción de planes por parte de un sistema inteligente. Los planes, por su parte, han
sido concebidos como representaciones simbólicas que pre-especifican la secuencia de acciones que
tal sistema debe realizar en orden a la consecución de las metas u objetivos previamente definidos Las
descripciones formales de los planes desarrollados por los teóricos de la simulación para la explicación
de los actos de habla y de otras conductas intencionales han tendido a articularse en torno a tres
núcleos computacionales básicos, estos son: a) Conocimiento factual del que dispone el sistema, es
decir, una base de conocimientos o conjunto de descripciones simbólicas referidas al estado actual del
mundo o de algunos de sus dominios. El conocimiento que los sujetos tienen del mundo es un
conocimiento complejo, de tipo declarativo, que consta de tres elementos: a.1) conocimiento general o
enciclopédico del mundo a.2) conocimiento de la situación comunicativa en que se realiza el discurso
a.3) conocimiento de los modelos de mundo que poseen los interlocutores. Desde un punto de vista
computacional, estos modelos incluyen dos tipos de componen-tes: – Uno esquemático y general: el
que cada uno tiene sobre sus interlocutores por el hecho de ser personas. – Otro con conocimientos o
metarrepresentaciones, más episódicas y cambiante acerca de los conocimientos, las creencias y los
deseos actuales de los interlocutores concretos, en cada momento, lo que Premack y Woodruff ha
venido llamando teoría de la mente. b) Un conjunto de operadores o acciones, que son procedimientos
parametrizados que permi-ten al sistema influir sobre el estado del mundo y modificarlo. Los
parámetros son fundamen-talmente tres: b).1- Sus condiciones de aplicabilidad, las llamadas
pre-condiciones, que deben darse pa-ra que las acciones puedan ejecutarse. b).2- Los efectos que
pueden derivarse de su ejecución, que deberán contrastarse con ls metas perseguidas. b).3- Los
medios a través de los cuales puede el sistema ejecutar sus acciones. c) Un sistema o motor de
inferencias que permite establecer correspondencias entre los dos componentes anteriores. Este
sistema de inferencias suele identificarse con un conjunto de reglas definidas en forma de pares
condición-acción similares a los descritos por Anderson (1983) en los llamados sistemas de producción
Dado un estado inicial del mundo (I), y un estado objetivo (O), un plan sería la secuencia de acciones,
que permite transformar (I) en (O) En ese, sentido, la producción de un discurso, podría ser vista como
la realización de una serie de acciones lingüsticas planificadas por un sistema, como respuesta al
intento de consecución de un objetivo comunicativo Así los actos de habla individuales actúan como
operadores parciales de que se sirve el sistema para lograr objetivos, los discursos son interpretables
como conjuntos de actos de habla previamente planificados que se ejecutan uno a uno en orden a la
consecución de una meta. Ultimamente, numerosos investigadores han demostrado que actos de habla
básico tales como peticiones, por ejemplo, pueden ser modelados como operadores de un sistema de
planificación especializado en la consecución de objetivos no lingüsticos a través de acciones
lingüisticas.
Podemos comentar algunos de los supuestos que han sido más influyentes en la
elaboración de teorías psicológicas de la producción de los discursos naturales: a) Funcionalmente los
actos de habla deben de ser vistos, en opinión de los teóricos de Inteligencia Artificial como
operadores que afectan primariamente a los modelos que tienen los hablantes y los oyentes de si
mismos Para ello se apoyan en lo dicho anteriormente sobre la teoría de la mente, el conocimiento
factual,( punto a) de la página anterior etc. uno de los tres nú-cleos computacionales básicos.) b) Para
un sistema inteligente, la generación de un plan presupone la elaboración de un objetivo, esto es de una
representación relativa a un estado no actual y deseable del mundo, que pue-de ser alcanzado
mediante la realización de ciertas acciones. La deseabilidad no puede ser evaluada
computacionalenmente en términos precisos y / o discretos. Black et al (1983) ha de-jado constancia,
(a través de la descripción estructural de las conversaciones naturales) de que en un mismo discurso
existen planes entrelazados, y que se suele intentar realizar simul-táneamente más de un objetivo
comunicativo. Por lo que la planificación de los discursos pa-rece imponer al hablante la realización de
operaciones de cómputo (quizás no conscientes) re-lativas a la priorización interna de sus objetivos,
para alcanzar eficacia comunicativa. c) Los planes subyacentes a los actos de habla definen
secuencias de acciones a realizar para la consecución de una meta. La definición de los planes del
discurso se sitúa en un plano computacional incompatible con el plano fenomenológico, cabe suponer
que el hablante pue-de tener un cierto conocimiento fenomenológico de su intención comunicativa, pero
nunca de la representación simbólica del plan que computacionalemte determina su realización
efectiva. d) La definición de los mecanismos de inferencia que guían la ejecución de los planes globales
y la de sus correspondientes subplanes constituye también objeto de una teoría computacional de los
actos de habla basados en la noción de plan e) El fracaso de alguna de las submetas o la decisión de
realizar una submeta incompatible con el objetivo global, se entiende obliga al sistema a revisar su plan
y a planificar una secuencia nueva de acciones. En este sentido, algunos autores han interpretado que
los fallos propor-cionan al sistema información de utilidad para predecir qué alternativas de acción
pueden ser las eficaces en el futuro. Ello equivale a afirmar que la actividad de producción del discurso
es una actividad que implica una posibilidad de autorregulación en base al análisis de los resultados
obtenidos en actividades previas (retroinformación) La especificación del modo en que opera este
dispositivo funcional debe de formar parte también de una teoría computacional del discurso. f) Las
teorías de los actos de habla basadas en planes definen la capacidad de los hablantes para elaborar
planes alternativos que pueden ser apropiados para la realización de una cierta intención comunicativa.
La explicación de los mecanismos que regulan la selección de uno u otro plan formaría parte de una
teoría de la actuación.
Aunque todavía no en ninguna teoría completa de este tipo, sí existen intentos por identificar sus
componentes básicos. Entre ellos uno que se menciona con cierta frecuencia es que la selección final
entre planes alternativos se deriva de la evaluación que realiza el hablante de la probabilidad de que su
intención co-municativa pueda ser reconocida e identificada adecuadamente por el interlocutor. Diversos
autores( Sperber Wilson (1986)) están de acuerdo al manifestar que las conductas intenciona-les
comunicativas no solo realizan intenciones, además hacen manifiesta a otros la intención de comunicar
algo. Este carácter ostensivo que poseen las conductas comunicativas es tan importante como su
carácter intencional primario de cara a una caracterización computacional (y por tanto psicológica) de
los discursos.

3. B. Intención comunicativa y cooperación entre interlocutores: La idea de que las
intenciones y planes comunicativos presuponen en su definición el objetivo de ser reconocidos por un
interlocutor, obliga a interpretar la producción de los discursos y conversaciones no solo como una
forma de actividad intencional sino también como una forma de actividad cooperativa.
Ello es así porque
las condiciones de satisfacción de los actos de habla pasan a ser condiciones que solo pueden
establecerse en función de cuales sean los interlocuto-res concretos a quienes van dirigidos los actos
de habla y de cual sea la probabilidad de éxito que puedan tener unos y otros actos de habla con tales
interlocutores La interpretación de que los actos de habla, como actividades intencionales, solo pueden
realizarse en ciertas condiciones de cooperación es una idea que se ha ido imponiendo en el marco de
la de las características computacionales del discurso. Pero no es nueva pues P. Grice desde la
filosofía del lenguaje, había incluido este carácter cooperativo del discurso entre sus principios
reguladores de estrategias entre hablantes y oyentes. El principio de cooperación de Grice establece
una recomendación para los hablantes: haz que tu contribución a la conversación, en le momento en
que tenga lugar, sea de tipo requerido por el propósito o la dirección intercambio comunicativo en el que
intervienes. Esta recomendación se desarrolla a través de cuatro máximas (la de Cantidad, Cualidad,
Relevancia y Modo). También hay otras: El principio de cooperación de Grice expresa condiciones de
participación en las que la conversación tiene un carácter sistemático en el sentido de que los
hablantes o cumplen o transgreden las máximas conversacionales, pero no se pueden dar situaciones
ambiguas, por eso la transgresión deliberada de las máximas puede ser interpretada como un recurso
expresivo de gran potencia, para conseguir mayor éxito expresivo en sus actos de habla (ej. la ironía,
en algu-nos casos) De cara a la explicación psicológica de la producción verbal de los hablantes, el
principio de cooperación resulta compatible con numerosas observaciones empíricas: cuando los
hablantes adaptan ciertos parámetros: la intensidad, velocidad, etc, de una manera automática a la de
sus interlocutores, también cuando se seleccionan los contenidos informativos a las necesidades que
se atribuyen a estos. Desde un punto de vista teórico, el principio de cooperación de Grice pone
también de manifiesto que la coordinación y cooperación entre interlocutores durante la conversación es
ne-cesaria, dado que los objetivos intencionales de los hablantes pueden no coincidir exactamente con
los objetivos aceptados por los otros interlocutores, en ese momento. Todo ello permite interpretar que
en la planificación de actos de habla, se pueden definir objetivos comunicativos puramente internos al
discurso y no sólo derivados de las intenciones comunicativas iniciales del hablante per se Clark y colb.
han desarrollado una propuesta de explicación psicológica de la producción verbal basada en la idea de
Grice, de que la realización del lenguaje de los actos de habla, además de la intencionalidad, por parte
del hablante y del reconocimiento de la misma, por parte del oyente, se precisan ciertas actividades de
colaboración entre ambos. El modelo de Clark identifica la planificación y desarrollo del discurso con
dos procesos distintos: a) la presentación del acto de habla propiamente dicho, que presupone, de
manera ostentosa, la creencia de que su mensaje puede ser entendido, por parte del oyente, y b) la
aceptación, por parte del interlocutor u oyente, de que, efectivamente su acto de habla ha sido
entendido en todo su contexto y de que, además, ambos comparten ciertos supuestos e información
comunes. Esto principio de la aceptación, se satisface cuando el oyente propor-ciona evidencia de que
ha reconocido la intención del hablante y de que acepta su contribución como válida y puede continuar
el discurso. La noción básica que está en fondo de los principios de presentación y aceptación, es, en
la toría de Clark, la noción de conocimiento común acerca, entre otras, de la naturaleza de las
contribuciones comunicativas y las condiciones en que estas pueden ser aceptables. También, la
noción de conocimiento común refleja la creencia mutua de que, en los distintos turnos de habla, el
oyente comprende lo que el hablante pretende comunicarle, lo que refuerza la impresión de que existe
un conocimiento compartido por ambos. Funcionalmente, estas creencias, modifican las expectativas
iniciales, que cada uno de los participantes en la conversación, tenía acerca de lo que podría ser una
contribución al discurso en proceso. El conocimiento común o compartido procede de, varias fuentes:
por un lado de la copre-sencia física de los participantes en la situación comunicativa. En segundo
lugar, de su copresen-cia lingüstica, por último, del hecho de que hablantes y oyentes pueden ser
identificados como miembros de una comunidad o grupo social concretos cuyo conocimiento posibilita
la realización de ciertas inferencias sobre lo que en; realidad conocen. El «conocimiento común»
incluye, por tanto, información que objetivamente comparten los dos interlocutores, pero también, y
sobre todo, presuposiciones de orden metarrepresentaciónal acerca de las creencias y expectativas
mu-tuas que los interlocutores construyen en torno a este conocimiento común. El supuesto de que las
contribuciones de los hablantes en los discursos y conversaciones
se rigen por principios derivados del
carácter cooperativo de las conversaciones es, sin duda, un supuesto intuitivamente aceptable. Ahora
bien, ¿hasta qué punto puede servir de base a una explicación psicológica de esta forma de la
actividad lingüstica? ¿Hasta qué punto, por ejemplo, permite realizar y contrastar predicciones
empíricas sobre la conducta comunicativa real de los hablantes? En cualquier caso, el principio de
cooperación establece la predicción de que las instruc-ciones que los hablantes dan a sus
interlocutores en tareas como las de comunicación referencial variarán tanto en su contenido como en
su estructura en función de que existan o no discrepancias en los niveles de conocimiento común de
los hablantes y oyentes de la tarea y en la medida en que éstos sean capaces de detectar y
solucionar, a través de sus mensajes, las posibles dis-crepancias. Las predicciones empíricas
derivadas del principio de colaboración en relación con la complejidad conceptual y/o lingüstica de las
indicaciones construidas por los hablantes en tareas de comunicación referencial se han visto
confirmadas con claridad en numerosos experimentos. Así, se ha podido comprobar que los hablantes
elaboran instrucciones más largas y explícitas en los turnos iniciales que en los turnos posteriores y,
también, que a medida que avanza la tarea se producen «ajustes» mutuos entre los interlocutores que
determinan que en pocos ensayos los hablantes adopten las estrategias de descripción más eficaces
para cada interlocutor. Al mismo tiempo, la manipulación experimental del grado de conocimiento que
los interlocutores poseen sobre el tema central de la conversación en el momento de inicio de la
misma. También se ha manipulado experimentalmente el conocimiento común sobre el tema central
de la conversación, como en el estudio Isaacs y Clark;(1986), en donde se reveló con gran claridad que
las diferencias en el grado de conocimiento previo de los interlocutores son detectadas y subsanadas
en pocos turnos conversacionales por los hablantes, mediante un proceso dirigido a la de construcción
de un conocimiento común mínimo. Los discursos o las contribuciones a la conversación no son nunca
aceptables o inaceptables en términos absolutos o en el mismo sentido que una oración es gramatical
o no lo es: más bien son apropiados o eficaces en un contexto concreto y para unos interlocutores
concretos. Las condiciones de funcionalidad de los discursos, frente a las de las oraciones, son así
cambiantes y situacionales, varían cuando varían los interlocutores y cuando varía el conocimiento
común de ambos. De ahí también la importancia teórica de recordar que los discursos son «unidades
en uso» cuya elaboración, por los hablantes, no puede ser explicada al margen de los contextos
físicos y sociales en que acontecen.