EL PSICOANALISIS: SIGMUND FREUD, PRINCIPALES DISIDENTES. Grandes psicoanalistas heterodoxos (Alfred Adler)

EL PSICOANALISIS: SIGMUND FREUD, PRINCIPALES DISIDENTES
GRANDES PSICOANALISTAS HETERODOXOS
A. Alfred Adler
1. Vida y Obra.
Alfred Adler (1870-1938) nació en Viena (Autria), segundo hijo de una familia judía de seis hermanos. Su padre era comerciante  y gozaba de una situación bastante acomodada. Su constitución enfermiza, así como la neumonía sufrida cuando sólo contaba cinco años de edad, fueron constituyendo su peculiar estilo de vida, que posteriormente determinaría su especial interés por la medicina. Estudió en la Universidad de Viena, donde recibió el título de médico en 1895, dos años más tarde se casó con la rusa Raissa Timofejwna, estudiante también de dicha universidad. Aunque se especializó en oftalmología primero, y se dedicó a la medicina general después, su verdadera preocupación estaba en los problemas psicológicos de la enfermedad. Por fin terminó especializándose en psiquiatría. En 1902 apareció un artículo en la Neue Freje Presse, donde se atacaba duramente el libro que Freud había escrito sobre la interpretación de los sueños. Adler, aun sin conocer personalmente a Freud, escribió una magistral crítica, defendiendo vivamente la actitud de Freud y presentándola como un original, hábil y profundo descubrimiento. Esto fue suficiente para movilizar el interés de Freud, que rápidamente le envió una postal donde le daba las gracias por su defensa, a la vez que le invitaba a formar parte de su círculo de psicoanálisis vienés. Pronto, la recién fundada Sociedad Psicoanalítica de Viena tomó a Adler como presidente. Junto con Wilhem Stekel, es nombrado también codirector del Zentralblatt für Psycoanalyse, primera revista psicoanalítica. Por otra parte, las relaciones con Freud parece que fueron bastante profundas, Freud enviaba con relativa asiduidad muchos de sus pacientes a Adler. Todo esto tiene cierta importancia, para pensar que cuando más tarde Adler comience a refutar las teorías freudianas se encontraba suficientemente preparado para ellos. Las fuertes discrepancias creadas entre ambos culminaron en 1911 con la división por parte de Adler de la Sociedad Psicoanalítica de Viena, de la que aún era presidente. Con esto se separa definitivamente de Freud y de la Sociedad. En 1912 elabora con un grupo de seguidores las bases de su postura, la denominada Psicología individual. Poco más tarde crea la Revista Internacional de psicología Individual, primer elemento difusor de su doctrina. En la facultad de medicina la Universidad de Viena presentó su obra, El carácter neurótico, como mérito para que le nombrasen docente, el tribunal, dirigido por Wagner-Jauregg, rechazó la petición. Se alistó en la primera guerra mundial como psiquiatra y director de un centro de prisioneros rusos en el ejército austriaco. Después de la guerra funda la primera clínica de orientación de problemas infantiles. Antes de la llegada de Hitler al poder alemán, alcanzó la psicología individual su más alta fama (contaba con 34 grupos locales en Europa Central y América). A partir de esta época (1925), Adler visitará muy frecuentemente EE.UU, hasta llegar a establecerse en dicho país en 1935. En EE.UU. crecieron sus actividades sobre la psicología infantil, las conferencias y las nuevas publicaciones, alcanzando el puesto de profesor de psicología Médica en el Colegio de Medicina de Long Island. Recibió otros títulos, destacando entre ellos los de doctor honorario por la Universidad de Berlín, lector de la Universidad de Columbia de Nueva Cork, lector del Medical Center de la misma universidad (1927), y profesor visitante en el colegio de Médicos y Cirujanos y de la Universidad de Columbia (1929). En 1929 se disuelve la sociedad internacional de la psicología del individuo, siendo posteriormente reconstituida en 1954. Adler, en sus repetidas actividades como conferenciante, se vio obligado a visitar varios países, concluyendo sus giras en Aberdeen (Escocia) el 28 de mayo de 1938, donde muere.

Obras de Adler traducidas al castellano
– Estudió sobre la inferioridad de los órganos (1907) (ofrece la base sobre ña que descansa toda la teoría adleriana. El proceso psicológico de compensación de una debilidad orgánica o afecto físico). (En castellano, Edit. Paidós, Buenos Aires)
-El carácter neurótico (1912) (origen, desarrollo y consecuencias del sentimiento de inferioridad, la compensación psíquica, rasgos del carácter neurótico, perturbaciones sexuales…, etc.). (En castellano, Edit. Paidós, Buenos Aires.)
-El problema del homosexualismo y otros ensayos (1917) (la homosexualidad, sadismo, masoquismo, fetichismo, exhibicionismo, bestialidad, necrofilia, neurastenia y actitud psicosexual del hombre y de la mujer). (En castellano, Edit. Apolo, Barcelona)
-Práctica y teoría de la psicología del individuo (1917) (el sentido de inferioridad determina la neuralgia del trigémino, como el sentimiento de inferioridad determina la distancia defensiva frente al amor, trabajo y comunidad. El papel de inocente en la neurosis y el hermafroditismo psíquico y protesta viril). (En castellano, Edit. Paidós, Buenos Aires.) -Conocimiento del hombre (1921) (el niño y la sociedad, sentimiento de inferioridad y afán de superioridad, imagen del mundo, relaciones entre los sexos, los hermanos, el carácter…). (En castellano, Espasa-Calpe, Madrid)
-Guiando al niño según los principios de la psicología del individuo (1928) (clínicas, médico, familia, escuela ante la orientación educacional y profesional del niño, problemas). (En castellano, Edit. Paidós, Buenos Aires.)
-La psicología individual y la escuela (1929) (va dirigida a educadores y supone la aplicación de los principios de la psicología individual a niños difícilmente educables en la escuela). (En castellano, Edit. Losada, Buenos Aires.)
-El sentido de la vida (1931) (problemas de la vida, opinión de sí mismo, estilo de vida, neurosis, la persona mimada, sueños, complejos de inferioridad y superioridad…). (En castellano Edit. Luis Miracle, Barcelona)
Para conocer la teoría de Adler se recomienda la lectura de las siguientes obras: El carácter neurótico (1912). El conocimiento del hombre (conjunto de conferencias dadas en Viena en 1913 y publicadas en 1921). Práctica y teoría de la psicología del individuo (1918). El sentido de la vida (disertaciones de Adler en el Congreso de Psicología del Individuo celebrado en Berlín en 1924, en castellano fue publicada por Austral, con el mismo título, otra obra de Adler de menor importancia, que data de 1931m y cuyo título original es: What Live Should Mean to you). Adler nos ofreció una síntesis bastante clara de su teoría en el capítulo 21 de la obra de Murchinson: Psycologies of 1930 (en castellano “La psicología del individuo”, en P. Janet y otros, La psicología profunda, Buenos Aires, Paidós, pp. 55-76). En la edición castellana de la obra de Edna Heidbreder, Psicología del siglo XX (Buenos Aires, Paidós pp. 355-367), se ofrece al lector una pormenorizada cronología de la vida de Adler, y una bibliografía muy completa y con comentarios de sus obras.

2. Aspectos fundamentales de su doctrina: El carácter neurótico
La obra de Adler adquirió gran importancia en toda Europa, pero sobre todo en Estados Unidos, alrededor de 1925. Hemos visto cómo en 1929
Internacional de la Psicología del Individuo, hasta que en 1954 es reorganizada de nuevo. Hoy, la psicología individual mantiene sus actividades fundamentales en EE.UU. y en cuatro países europeos: Francia, Suiza, Holanda y Gran Bretaña. En España, la obra de Adler ha sido siempre bien acogida y “la máxima aportación de la cultura española –dice el doctor Ramón Sarró- a la obra de Adler está representada por la obra de Oliver Brachfel sobre Los sentimientos de inferioridad. Lo importante es que hoy, Adler y su doctrina están tomando un especial interés en todo el mundo occidental, tanto por su total y certera visión de la unidad y complejidad del individuo, como por sus vivas intuiciones en el campo de la psicología social.

Tesis fundamental de Adler
El sentimiento de inferioridad tiene raíces en ña inferioridad constitucional y en situaciones infantiles difíciles y penosas. Tal sentimiento afecta a la vida psíquica disminuyendo al individuo ante sí mismo y aumentando su sentimiento de inseguridad frente al mundo y de inferioridad (de incertidumbre, de “estar abajo”, de “lo femenino”) frente a las personas y las cosas. Atormenta al individuo obligándole a buscar con afán una “línea de orientación” o “línea directriz” de su actividad para superar ese sentimiento. El sentimiento de inferioridad es la fuerza impulsora de la que parten todos los afanes del niño, imponiéndole una meta u objetivo del que espera toda seguridad y tranquilidad. Cuando el individuo construye su “línea directriz” con un estilo “agresivo”, entonces está desarrollando lo que Adler llama el “carácter neurótico”. De estos sentimientos de inseguridad e inferioridad surge una lucha de una intensidad mucho mayor que la normal para afirmar la propia personalidad, siendo precisamente este estilo de lucha lo que caracteriza al carácter neurótico. A estos fenómenos corporales y anímicos que acompañan y caracterizan al sentimiento de fracaso los denomina Adler “complejo de inferioridad”. Adler enuncia esta tesis en el Carácter neurótico. En resumen: la inferioridad constitucional y otras situaciones infantiles de efectos equivalentes originan un sentimiento de inferioridad que reclama una compensación, una elevación del sentimiento de personalidad. El individuo se da un objetivo final, ficticio, caracterizado por el afán de poder. Este objetivo de superioridad adquiere una enorme influencia y pone a su servicio todas las energías psíquicas. Nacido él mismo de la tendencia aseguradora, organiza dispositivos psíquicos con vistas a organizar esa seguridad, entre ellos, en especial, el carácter neurótico y la neurosis funcional. La ficción directriz se construye según un esquema simple e infantil que afecta de un modo particular la apercepción y el mecanismo de la memoria.

El sentimiento de inferioridad: su génesis y superación

Génesis
La génesis del sentimiento de inferioridad está en «la inferioridad constitucional otras situaciones infantiles difíciles y penosas»
Adler, en su escrito Las tendencias agresivas en La vida y la neurosis (1906), se opone a la teoría de Freud sobre la etiología sexual de los fenómenos mentales. En esta obra de matiz profundamente darviniano, atiende las exigencias que constantemente está planteando el mundo externo. En ella representa algunas formas de ataque y defensa, de modificación del propio yo y del ambiente, realizadas por la mente humana. Ya en esta obra define la vida del individuo “en cuanto a la clase y grado de su capacidad agresiva”. En etapas posteriores, Adler interpretará la vida de otra manera, a la luz del “sentimiento de comunidad”: “en cuanto al modo en que se ha desarrollado en la infancia la capacidad de cooperación”. En la obra Estudio sobre la inferioridad de los órganos y su compensación psíquica (1907), expone la tesis de que “los órganos inferiores podrían ser responsables del sentimiento de inferioridad psíquica”. Esta tesis se completa con otra que afirma que los niños nacidos con debilidades orgánicas hereditarias manifiestan no sólo una necesidad física de compensar, sino también una tendencia a sobre compensar tal defecto, participando en ella todo el sistema nervioso. La “inferioridad constitucional” es para Adler la carencia de algún órgano, debilidad general, baja estatura, malformaciones, pequeñez, anomalías congénitas, escasa virilidad, fealdad, etc.
Además de estas inferioridades orgánicas anormales, en el niño existe, naturalmente, una debilidad hasta que madura y se desarrolla con la edad. La conciencia de esta debilidad e inferioridad respecto al adulto le puede servir también de ocasión para desarrollar el sentimiento de inferioridad de una forma inadecuada. La situación de inferioridad con la que la especie humana fue dotada por la “madrastra naturaleza” es considerada por Adler como una “verdadera bendición”, porque, para superarla, el hombre progresa, se obliga, pudiendo llevar todo esto al peor de los casos, de un modo neurótico. El animal, sin embargo, no se enfrenta con este último riesgo, por poseer, por naturaleza, unos mecanismos automáticos (instintos y órganos más fuertes, como garras, dientes, cuernos, etc.) más propios para la subsistencia, pero, por otro lado, tampoco se armoniza dinámica y progresivamente con las exigencias de la vida, no progresa.

La conciencia de esta inferioridad humana opera en doble sentido, haciendo que surja un sentimiento de inferioridad e inseguridad, pero, a la vez, un constante estímulo  para buscar la solución, para realizar la adaptación. La aportación más original de Adler en este punto es: “El eslabón entre la inferioridad orgánica y los efectos psíquicos se cumple a través de la experiencia mental del órgano inferior, esto es, a través de un sentimiento constante de inferioridad”: Las obras clásicas de psiquiatría, entre las que se destacan las de Kretschemer y Jaensch, relacionan directamente las consecuencias negativas con la inferioridad física orgánica, explicando aquéllas como epifenómenos congénitos de ésta. Para Adler no es la incapacidad física, sino el sentimiento de inferioridad o “experiencia de la incapacidad física”, la raíz de todos los errores. En opinión de Adler, la inferioridad orgánica “contribuye” a la creación de ciertas actitudes psíquicas, porque tal déficit somático favorece un sentimiento de inferioridad, pero no determina ineludible y casualmente las consecuencias negativas a las que venimos aludiendo: “los órganos inferiores constituyen una solicitación, pero no conducen necesariamente a la neurosis u otros desvíos mentales, con esto establecía –continúa diciendo Adler- la importancia de la educación del niño y de la profilaxis adecuada para ellos”. Adler rechaza las tesis del “carácter hereditario” de los rasgos psíquicos, negando por tanto también la “disposición orgánica a la neurosis», es decir, ésta no depende de la “estructura celular del cerebro”, ni de las “influencias humorales”. El carácter no es una “entidad congénita”, tiene un “significado situacional”. Esta tesis, aunque partiendo de otros principios y yendo por otros caminos, va a ser la de la psicología conductista. Las “situaciones infantiles difíciles y penosas” constituyen, como ya dijimos, otra causa del sentimiento de inferioridad. La familia es el escenario y fuente de las primeras opiniones sobre el mundo y sobre sí. Es importante la situación del niño en la serie de hermanos (el mayor, el del medio, el menor, hijo de familia numerosa, etc., situaciones todas ellas que generan consecuencias específicas a las que Adler dedica especial atención). El hijo único tiene un grave problema, ya que su rival no es su hermano, sino su padre (si es niño), o su madre (si es niña). Hay familias que educan exageradamente en pro del dominio y de la soberanía, y le enseñan a sus miembros el placer derivado de la posesión del poder, siendo necesaria en este caso una “escuela social” que reeduque a este niño. El niño educado con rigor, el que siente relegado o “niño abandonado”, el despreciado u odiado (con otras palabras, el niño que sufrió el defecto de ternura) no desarrolla sus más tiernos impulsos e ignora “la comunidad”, pero el “niño mimado” se negará a ampliar su sentimiento de comunidad respecto a quienes no le mimen, y, por no entrenarse, no avanza:
Los niños orgánicamente sanos pueden ser artificialmente colocados en la misma situación de deficiencia que si sus órganos defectuosos. Si, en muy temprana edad, hacemos su tarea tan pesada que inclusive con órganos relativamente normales no pueden enfrentarse, entonces se hallarán en idéntica situación adversa a la del defectuoso físico y, sumergidos en la misma insoportable condición de esfuerzo, responderán en forma errónea en cuanto la vida los ponga a prueba. Por este camino hallé otros dos tipos de niños aptos para desarrollar un anormal sentimiento de inferioridad: los niños mimados y los niños odiados.

Superación del sentimiento de inferioridad
Todos los hombres, desde la lactancia y durante los cuatro o cinco primeros años, se fijan una meta hacia la cual fluye toda su corriente psíquica. Esta meta les hace percibir, pensar, sentir y actuar con las miras puestas en ella y tiene como misión determinar una “línea directriz” y prometer seguridad, poder y perfección. Según esta teoría, para comprender cualquier fenómeno psíquico, ha de acudirse a la causa final (finalismo), que es la que explica el movimiento y sentido de cada fenómeno, y no a la causa eficiente (estímulo, impulso, instinto). La experiencia en sí misma no cuenta, sino la perspectiva desde la cual es vivida y la particular manera de percibirla. Detrás de todos los propósitos particulares y concretos siempre podemos descubrir “qué clase de sentido ha dado el individuo a su existencia y de qué manera se propone a realizarlo”. Hay quien intenta afirmar o elevar el sentimiento de su personalidad por medio de la “compensación” (por ejemplo, un órgano dañado es sustituido en su función por un órgano sano o emite por sí mismo una energía complementaria, porque todos los órganos pueden rendir más de lo que normalmente hacen). Otros lo realizan de otra manera, intentando “sobrecompensar” el sentimiento de inferioridad, “en cuyo caso alcanza un grado morboso el afán de dominio y superación”, no les son suficientes los recursos normales y tienden a empresas descabelladas, con una prisa peculiar y con impulsos excesivamente vigorosos y sin consideración a los demás. Éste es el caso del estilo neurótico de vivir. En todos, el “objetivo final” es, en sus comienzos, abstracto en su propósito de asegurar la superioridad, y ficticio en su intento de vencer todas las dificultades de la vida. Es para la fantasía infantil como una suerte de deidad que lo va a remediar todo. Detrás de todo esto está el “hecho fundamental de nuestra vida” que, según Adler, es el “afán de perfección o de superación”. En cada individuo existe una “línea directriz” que nace de un “plan de vida de orientación única”, pero en el psicótico y neurótico este plan «se destaca con particular claridad” y desarrolla una línea directriz apresada en las redes de la ficción, muy lejos de la sólida realidad (“técnica neurótica de vivir”) y una “idea ficticia de personalidad”. Para garantizar su seguridad, el neurótico se aferra durante su vida a la “línea directriz primitiva”, vive obsesionado y encadenado a ella y la sigue al pie de la letra y con rigidez, se aferra a la débil caña de la ficción, la sustancializa, le atribuye arbitrariamente un valor real. Utiliza los recursos psíquicos de que disponemos, entre ellos las “construcciones auxiliares” o “ficciones directrices”, a cuyo servicio se ponen los rasgos del carácter y las disposiciones afectivas, y son medios o artificios por los que el niño busca sustraerse a su sentimiento de inferioridad y que en el neurótico cobran un valor especial, los utiliza incesante y exageradamente y como puntos fijos de referencia. Los imperativos “quiero ser todo un hombre” y “obra como si debieras estar por encima de todos” constituyen la ficción directriz de toda neurosis. El neurótico, para conseguir su “objetivo ficticio”, desarrolla un estilo de vida masculino (agresivo y competitivo) para estar por encima de los demás en vez de cooperar. Este estilo va acompañado de un cuadro de síntomas a los que Adler califica de “complejo de masculinidad”, “protesta viril o masculina”. Los estilos de vida agresivos y la “ejecución de proyectos erróneos” son las dos fuentes de la neurosis.

El carácter neurótico (génesis y características)

Génesis del carácter neurótico
Como ya hemos dicho, Adler niega que la disposición orgánica sea el origen incondicional de la neurosis. Su origen debe buscarse en las relaciones del niño durante los dos primeros años de su vida. En este período se constituye la actitud del niño frente a su ambiente. Lo que entonces se manifiesta como “mínimo” o como “nerviosidad”, bajo la influencia de una educación errada, se desarrolla ulteriormente hasta convertirse en una neurosis. El carácter neurótico es, pues, “una tentativa culturalmente equivocada de liberarse de un sentimiento de inferioridad y procurarse un sentimiento de superioridad”. El punto de partida de todo proceso neurótico se encuentra en “el amenazante sentimiento de inseguridad e inferioridad, que engendra un deseo irresistible de darse un objetivo capaz de hacer llevadera la vida y de brindarle una dirección, fuente de seguridad y de calma. Lo que para nosotros constituye la esencia de la neurosis es la utilización incesante y exagerada de los recursos psíquicos de que dispone el individuo, y entre los principales se halla el empleo de construcciones auxiliares, de ficciones para el pensamiento, la voluntad y la acción”. Es el sentimiento infantil de inferioridad el que “excita el afán de poder, que se exacerba y extravía al chocar contra los límites impuestos por los requerimientos sociales y las reclamaciones del sentimiento de comunidad”. En una de sus obras, Adler especifica cuáles son las fuerzas motrices de la neurosis y de las psicosis:
Considerando haber descubierto que las fuerza de las neurosis y de las psicosis son las siguientes: sentimiento de inferioridad infantil, tendencia a la seguridad, compensación, objetivo ficticio de superioridad (que una vez fijado en la infancia produce en adelante efectos teológicos), métodos, rasgos de carácter, afectos, síntomas y actitudes que se ensayan consecuentemente contra las exigencias de la sociedad (todos explotados como medios para obtener una ficticia elevación del sentimiento estimativo de la propia personalidad frente al ambiente), la búsqueda de caminos de rodeo y distanciamiento de las exigencias de la comunidad a fin de evitar la real valoración, empeño y responsabilidad personal, la perspectiva neurótica y la tendenciosa desvaloración de la realidad (susceptible de llegar a la locura, a la exclusión de casi toda posibilidad de relación). Estos descubrimientos me condujeron a mí, así como a muchos otros estudiosos, a establecer un principio de explicación que ha probado ser excelente e imprescindible en el más vasto ámbito de la comprensión de las neurosis y de las psicosis.

Características del carácter neurótico
Para Adler, el carácter neurótico es una actitud, una manera típica de situarse una persona respecto a su mundo circundante, y los rasgos del carácter son tan sólo “formas fenomenales externas de la línea de movimiento de un ser humano, medios para hacer valer la personalidad, tretas automatizadas que llegan a construir un método o sistema de vivir”.
El neurótico vive obsesionado por el sentimiento de inferioridad y aspira a una posición de superioridad exageradamente mayor que las personas normales. -Para dominar su inseguridad construye y se somete rígidamente a la influencia hipnótica de un plan de vida ficticio. Cada vez vive más alejado de la realidad, con los consiguientes conflictos. Poco a poco abandona los más lógicos caminos de la inducción y de la deducción apelando a los artificios de estos esquemas ficticios.
– El individuo normal utiliza, como el neurótico, la ficción. El neurótico es incapaz de volver a la realidad, en tanto que la persona normal emplea esta ficción como instrumento hacia el logro de un objetivo real, pero puede, si es preciso, abandonar ese medio auxiliar y acogerse a la realidad y sus exigencias.
-El temor a todo lo nuevo, a adoptar decisiones, a sufrir pruebas proviene de su escasa autoconfianza. Las experiencias reales, en vez de servirle para aprender, le aferran más a sus ideas, sus tentativas están, de antemano, condenadas al fracaso, por estas alejadas de la realidad y por chocar contra las barreras de nuestra cultura y los derechos de los demás. El neurótico es víctima de la línea directriz que él mismo se ha trazado. Quiere satisfacer simultáneamente las exigencias del mundo real y las de su propio mundo imaginario, para finalmente quedar cautivo de esta ambivalencia en una encrucijada que paraliza todos sus movimientos, que lo inmoviliza.
-Desprecia todo “lo femenino” (pasividad, obediencia, ternura, recuero de derrotas, ignorancia, afectos, etc.) intentando imprimirle una exagerada dirección hacia la masculinidad (“exagerada afirmación de la virilidad”), desarrollando el odio, testarudez, crueldad, egoísmo, buscando el triunfo en toda relación humana o, por el contrario, acentuando muy frecuentemente su debilidad.
-El neurótico no exhibe ni un solo rasgo de carácter original.
-Está siempre sensibilizado, siempre en guardia, desarrolla unas sensibles antenas, siempre atentas para evaluar y comparar acontecimientos, y como consecuencia de esto surge todo tipo de sentimientos (miedo, esperanza, duda, asco, amor, etc.) para asegurarse de toda sorpresa y contra toda disminución del sentimiento de personalidad. Para ello da rienda suelta a todas sus tendencias agresivas, intranquila e impacientemente.
-El carácter neurótico se caracteriza también por el agudizamiento de su afectividad y la ampliación de su umbral de excitación por debajo de lo normal:
Su sensibilidad se va agudizando y afinando, aprende a ver cosas allí donde nadie ve nada, a oír lo que escapa al oído de los otros, se hace exageradamente precavido y adquiere el hábito de prever todas las consecuencias de un acto ya antes de emprenderlo, o de un infortunio antes de sufrirlo, se vuelve mezquino, ávido, avaricioso, procurando ensanchar en el tiempo y en el espacio los límites de su influencia y de su poder. Como resultado último de este trabajo, pierde la objetividad, la serenidad y la calma de espíritu que sólo la salud psíquica y la actividad normal pueden procurar. Cada vez se hace más desconfiado de sí mismo y de los demás, y la envidia, la malignidad y las tendencias agresivas y crueles, con las cuales cree asegurarse la superioridad sobre el ambiente, van tomando un incremento cada vez mayor. O bien procura atraerse y conquistar a los demás afectando una obediencia exagerada, una sumisión y humildad extremas, que suelen degenerar en verdadero masoquismo. Pero estos dos tipos de actitudes, la acometedora y la acometida, la agresiva y la submisiva, la terca y la obediente, así como la exaltada actividad o la pasividad afectada, constituyen simples variantes artificiosas que le son impuestas al neurótico por su finalidad ficticia: por su afán de poder, por su deseo de “estar arriba” de los demás, de afirmar su virilidad.
Resumiendo, concluimos con Adler: “Todos estos fenómenos, cuando adquieren una cierta intensidad, pueden ser considerados como síntomas de un carácter neurótico, es decir, como forma de expresión de una tendencia reforzada al aseguramiento, como manifestación de la energía compensadora de un exacerbado sentimiento de inferioridad”.

3. Método terapéutico
Introducción general
Considera que es necesario, para comprender al hombre, hacer un estudio teleológico del mismo. De ahí que se haya llamado a su método terapéutica teleoanalítica.
Su terapia se dirige al yo, es decir, a la parte consciente de la personalidad, ya que, aclara Adler, “los problemas del yo son tan cruciales, como cualquier otro tipo de conflictos”.
A través de la terapia se preocupa más por el futuro individual, o sea, el descubrimiento del fin que se propone la personalidad del individuo, para dotar a éste de suficiente confianza en sí mismo para alcanzar esas pretensiones y reducir la dialéctica ambición-angustia, aspiración-sentimiento de inferioridad. Su regla era un tratamiento corto, pero al mismo tiempo un método dialéctico que se proponía reeducar y estimular.
Considera la psicoterapia como un proceso de aprendizaje: un autoconocimiento y la lógica de la convivencia humana.
Como su punto de partida es el hecho de que lo más peligroso en el hombre es que comience a aislarse, es posible pensar que hayan sido sus seguidores los primeros que aplicaron la terapia de grupo y el psicodrama. Es un partidario del cuestionario dirigido, que sustituye al de la asociación libre de Freud. A este respecto, adoptaba en sus sesiones un cuestionario a base de cinco preguntas:
-¿Cuál es su primer recuerdo infantil?
-¿Cuál es su mayor dificultad actual?
-¿Cuál es su mayor temor?
-¿Qué imágenes o situaciones afloran más frecuentemente en sus
Sueños?
-¿Qué haría usted si no tuviera esa dificultad?
Mediante este cuestionario trata de averiguar el sentimiento de relación entre hermanos más que la relación padre-hijo, temores y dificultades que impiden al paciente alcanzar sus fines concebidos en su infancia, averiguando así finalmente la causa inicial del conflicto.
Podemos, pues, reducir su tratamiento psicoterapéutico a una exposición por parte del individuo de sus conflictos, los cual trae consigo una pérdida de la importancia de sus síntomas. Una vez conseguido esto último, se trata únicamente de darle seguridad a sí mismo y que adquiera un plan de vida adecuado capaz de realizar las tareas que se propone.
Adler, al hablar de la terapia, se expresa así:
La psicología del individuo considera que el aspecto de la terapia reside en hacer que el paciente comprenda su carencia de capacidad de cooperación y el llevarlo al convencimiento de que esa carencia se originó en defectuosas adaptaciones en su infancia temprana. Lo que durante este proceso ocurre no es asunto trivial: en colaboración con el terapeuta se acrecienta su poder de colaboración. Su “complejo sentido de inferioridad” es puesto en descubierto como erróneo, se despierta el valor y el optimismo emerge el “sentido de la vida”.  La comprensión de la necesidad de dar a la vida un sentido adecuado.
Este tipo de tratamiento puede iniciarse en cualquier momento. Ha hallado convenientes los tres siguientes puntos de partida, entre otros: a) inferir algo de la situación que el paciente ocupa en el orden de nacimiento, puesto que cada hijo tiene una posición diferente de los demás. b) a partir de los recuerdos de la primerísima infancia inferir algún interés dominante del individuo, puesto que la tendencia creadora de la fantasía siempre comunica fragmentos del estilo de la vida (labensstyl) c) interpretar los sueños del paciente, pues ello permite descubrir de qué manera particular del paciente, guiado por su estilo de vida, suscita emociones y sensaciones destinadas a capacitarlo para realizar más afortunadamente su estilo de vida.
Una vez que se cree haber descubierto la línea directriz de la vida del paciente, resta comprobarlo en un cierto número de los movimientos expresivos del mismo. Sólo una perfecta congruencia entre el todo y cada una de las partes, da el derecho a decir: “comprendo”. Después el mismo psicoterapeuta tendrá el sentido de que si él mismo hubiese crecido con esas ideas erróneas acerca del sentido de la vida, si se hubiese refugiado en el mismo habría comprobado y vivido de una manera “casi similar”. 30
Para lograr la curación, el terapeuta debe, pues, descubrir la vía intelectual el oculto plan de vida del neurótico, mediante una creciente comprensión del enfermo y hacerle ver y reconocer sus errores, su afán de dominio, y facilitarle, al mismo tiempo, la elección de una meta de vida más acorde con el sentimiento de comunidad o cooperación con los demás.
Adler, en su obra Conocimiento del Hombre, habla de dos “fenómenos humanos universales”: el sentimiento de comunidad (innato en el hombre) y el afán de dominio y superioridad (producto de la educación inadecuada) y añade:
Basándonos en estos dos puntos fundamentales […] pudimos entender que las diferencias humanas están condicionadas por la magnitud del sentimiento de comunidad y el afán de dominio, factores que se influyen recíprocamente. Es un juego de fuerzas cuya forma fenomenal constituye lo que llamamos carácter. [Y en otro lugar de la misma obra] No podemos juzgar a ningún niño ni a una persona mayor si no hacemos una comparación entre su sentimiento de comunidad y su afán de dominio y superioridad de los demás. 31
El significado del sueño en la psicoterapia. 32
El sueño de una persona indica en qué problema vital se ocupa y la actitud que adopta respecto al mismo. En el sueño se manifiesta el peso del sentimiento de comunidad y el afán de dominio.
Para Adler el sueño no es, como para Freud, una realización de deseos infantiles, sino la expresión de una tentativa anticipada de conquistar seguridad.
El sueño suministra ensayos de anticipaciones, ensayos de preparación de una actitud agresiva; por tanto, puede servir para facilitar la comprensión de las disposiciones y de
las disposiciones y de la ficción que sirve de guía al individuo. El sueño del neurótico muestra con mayor nitidez el acentuado sentimiento de inferioridad que experimenta el soñador y la idead directriz que gobierna su personalidad: “si el individuo da muestra de celo y de actividad durante el día, sus sueños nocturnos muestran, al contrario, lleno de dudas a la Penélope, durante la noche deshace lo tejido en la vigilia”.

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