D. Winnicott: Psicogénesis de una fantasía de ser pegado, 1958

Psicogénesis de una fantasía de ser pegado, 1958

Fechado el 11 de marzo de 1958.

El artículo de Freud, “Pegan a un niño», trajo a primer plano el tema de la fantasía de ser pegado. La extrema complejidad de la organización que yace tras estas fantasías es patente, como lo es también su diferencia en los varones y las niñas. La idea de que una fantasía de esta clase está sobredeterminada forma parte de la tesis; además, se da por sentado que la crueldad así organizada debe estar, por cierto, asociada a una fijación en la fase anal. Según mi experiencia, estas fantasías -que son extremadamente comunes y adoptan innumerables formas- deben ser examinadas en forma individual, ya que si bien existen denominadores comunes, nunca puede establecerse una regla práctica aplicable a todos los casos. En esta breve nota quisiera describir la historia de una fantasía de ser pegado que persistió durante todo un largo análisis, y cuya elucidación sólo sobrevino al final, tantas eran las tendencias que confluían en este significativo detalle, cada cual con su importancia. Desde el principio la paciente dejó bien en claro que su análisis no podría considerarse un éxito si no aclaraba esta peculiar idea perversa, tan importante para ella y que se le había presentado recurrentemente durante toda la vida como solución sexual, pese a lo cual jamás había sido actuada. Este era en verdad un detalle importante, ya que pudo verse que en la fantasía misma no había sufrimiento. Había habido en su niñez temprana un proceso de desarrollo que dio por resultado esta composición escénica. Desde el inicio del análisis sabíamos que en una cierta etapa del desarrollo de la paciente, correspondiente a la época en que tenía alrededor de cinco años, las palizas eran aplicadas por una tal señora Stickland, y era obvio que el palo [stick] que tenía esa señora era importante. No se trataba de una idea mía, sino que la paciente misma lo consideraba fundamental. En una de las vicisitudes del tema, la madre de la paciente sacaba un palo de su ropero; pero el tema presentaba innumerables variaciones. En una época se creyó que había habida un episodio en que el padre le había pegado en un momento de excitación sexual; pero esto resultó ser un error, una fantasía encubridora por detrás de la cual había un episodio sexual en que la niña había descubierto al padreen circunstancias incómodas. A la postre, la paciente y yo coincidimos en que no existía prueba alguna de que hubiera habido una paliza real, ni siquiera como juego infantil. Antes de venir a verme esta paciente había tenido un largo análisis y también otro mas breve y en el curso de diez años de análisis conmigo había sobrellevado una regresión muy profunda. En ella, adoptó ciertas, características inconfundiblemente infantiles, y al llegar al fondo de la regresión se hallaba en un estado de regresión casi total: apenas si le quedaban unos restos de yo sano en contacto con la realidad externa. En esa etapa -cómo he relatado en otro lugar- yo visitaba a la paciente en su domicilio; y hasta manejaba sus asuntos y le compraba la comida. En la fase de regresión más profunda había una persona que la ayudaba en los quehaceres domésticos que le preparaba la comida y se hacía cargo de las tareas e a casa. A la larga la paciente salió de su regresión e hizo un avance que tuvo muchas interrupciones imprevistas cada una de las cuales resultó sumamente penosa tanto para ella como para mí, dada la tensión a que este tratamiento nos sometía a ambos. Lo interesante fue que en el curso de esa regresión profunda y del avance subsiguiente, la fantasía de ser pegado fue lo único que permaneció constante, a pesar de pertenecer a un estadio avanzado del desarrollo. Cada vez que en la paciente surgía una tensión sexual, obtenía alivio con la fantasía señalada. Era quizá su única descarga sexual segura, ya que, desde los comienzos mismos del tratamiento el contacto sexual con hombres había perdido significado para ella. Debe advertirse de paso que, por razones que a la postre resultaron clarísimas, esta paciente no había tenido experiencias homosexuales manifiestas, aunque atraía hacia sí a la clase de mujeres que hubiesen podido llegar a mantener este tipo de relación con ella. La falta de experiencias homosexuales formaba parte de su extrema desesperanza en relación con su madre, la misma que aparecía también en la fantasía de ser pegada. Sobre el final del tratamiento trajo para analizar esta misma constelación inmodificada; tanto ella como yo sabíamos que el análisis no llegara a su fin si no se la resolvía. Finalmente se allanó el camino para su mejor comprensión, gracias a un material que exigió la interpretación de que la idea de ser pegada estaba suplantando la extrema desesperanza de esta paciente en cuanto a comunicarse con su madre en un nivel anal. Durante toda la vida, la paciente había manipulado sus flatos, llegando a ser en verdad una especialista al respecto; pero todo fue inútil y tuvo un período de profunda depresión asociada con el reconocimiento cabal de la absoluta desesperanza que como bebé, había sentido en lo que respecto a poder entablar comunicación con su madre de este modo. Por supuesto, a esto le siguió una desesperanza aún más profunda de poder comunicarse en el nivel oral, pero en este caso el fracaso fue tan hondo e involucró procesos tan primitivos, que el yo de la paciente no estaba lo bastante organizado como para que pudiera experimentar pesar o desesperanza, En este caso, sólo pudo sentir que la boca y el apetito se le habían ido junto con la madre -quien la destetó y la dejó en manos de una niñera cuando ella tenía dos meses-. La paciente pensaba que su fantasía de ser pegada se vinculaba con una fijación. Puede afirmarse que nada habría alterado esta idea suya si no se le hubiera podido interpretar, a partir del material de una sesión, que la fijación era de la madre. El factor inmodificable era el sadismo reprimido de ésta. Durante la vida de la madre su masoquismo había sido evidente; siempre constituyó un elemento importantísimo, que afectó de hecho a su esposo y a todos sus hijos. Podría decirse que se había casado y había tenido hijos como una experiencia masoquista, transformada a veces en un autocastigo más evidente aún, con elementos suicidas. El sadismo subyacente emergió en su vejez y se puso particularmente de manifiesto en su manera de tratar a una mujer que la atendía con devoción y que era, bastante notoriamente, de tipo homosexual. Luego de esta interpretación y de la sesión que le dio sentido, pareció sobrevenir un cambio en el vínculo que esta paciente había mantenido durante toda su vida con la fantasía de ser pegada. Tal vez sea posible conectar el detalle de que nunca había tenido la sensación de ser lastimada con este hecho de que lo que estaba operando eran el masoquismo y la fijación materna. Cabe mencionar que a lo largo de todo el análisis la relación de la paciente con el inconsciente reprimido de la madre había tenido importancia, como también su relación con la madre como organización defensiva contra la angustia. La desesperanza en esa relación no era sino otra expresión del hecho de que su madre, como persona, no estuviera disponible para ella -aunque lo estuvo cuando la paciente fue unos años mayor, llegando a ser de hecho una buena amiga suya, triste y sufriente-. Hay un punto más para mencionar, y es que la propia fijación anal de la paciente tuvo importancia, pero es preciso notar que clínicamente no habría sido posible ningún cambio en este caso hasta incluir como significativa la fijación materna en ese nivel. Repasando el material, no creo que de conocer esto el analista hubiese podido haber abreviado el análisis formulando esta clase de interpretación en un momento anterior. Pienso, en verdad, que la interpretación referida a la fijación anal y el sadismo reprimido de la madre no hubiera podido formularse hasta el final del análisis de esta paciente, y opino esto sobre la base de que sólo entonces surgió en el análisis el material para dicha interpretación.