La Psicología de 1850 a 1950, Michel Foucault: El estudio de las significaciones objetivas

La Psicología de 1850 a 1950, Michel Foucault.
El estudio de las significaciones objetivas
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Este estudio recubre un dominio del cual no podemos aquí más que delimitar las regiones esenciales.

1) Elementos y conjuntos. El behaviorismo , inaugurado por Watson, busca el sentido adaptativo de las conductas a partir de las manifestaciones objetivas del comportamiento. Sin que intervenga la experiencia vivida, ni tampoco el estudio de las estructuras nerviosas y sus procesos, debe ser posible, por la confrontación del análisis de los estímulos y las reacciones, reencontrar la unidad del comportamiento. Watson establece el siguiente axioma: “frente a todo estímulo efectivo se ejecuta una respuesta y la respuesta es inmediata”. Por lo tanto, todo comportamiento debe explicarse a partir de una constelación estimulante, sin recurrir a entidades como el instinto, la conciencia, la libertad; inversamente, frente a cualquier estímulo se debe buscar una respuesta, al menos implícita, como es el caso de las reacciones vegetativas (las emociones) o las reacciones laríngeas silenciosas (el pensamiento). Para el behaviorismo molecular este análisis se debe hacer por segmentos tan elementales como sea posible; para el behaviorismo molar, debe seguir las articulaciones significativas de los conjuntos (concepción de Sign-Gestalt, de Tolman). Pero, en todos los casos, el proyecto del behaviorismo es el definido por Boring: constituir una “psicología científica del meaning”.
Encontramos los mismos problemas dentro de la psicología de la Forma: ¿cuál es el dominio de objetividad de las conductas significativas? Y el estudio de estas significaciones ¿se debe hacer en una forma segmentaria o global? En la Gestalt-Theorie, es el segundo problema el que domina al primero y comanda la solución . Wertheimer, Köhler, Koffka muestran que las cualidades estructurales del estímulo motivan, en su alcance general, respuestas como la de la percepción que articula el campo, la inteligencia que lo reestructura, la emoción que mezcla las líneas. Se debe por consiguiente abandonar la hipótesis de una acción inmediata de estímulos locales y definir la relación de la constelación estimulante con la respuesta, por medio de un campo que no implica ni objetividad natural ni proceso causal. Este “campo fenoménico” define la objetividad por la pregnancia y la constancia de las figuras; y substituye el proceso causal por toda una interacción de fuerzas entre el sujeto y el medio. El campo dinámico de comportamiento deviene así el objeto mayor de la psicología.

2) Evolución y génesis. Estas estructuras de conjunto y las significaciones que las habitan evolucionan en el curso del devenir individual. Para ciertos psicólogos, como Gessel , la emergencia de las estructuras tiene lugar en de la conducta por medio de una maduración sorda de los esquemas fisiológicos. Para otros, como Kuo, tiene lugar por la cohesión progresiva de conductas segmentarias y adquiridas, las cuales, por la fuerza iterativa de la facilitación, se organizan en estereotipos generales de conducta .
Entre estas dos formas extremas de interpretación, la psicología genética, siguiendo a Baldwin, busca tomar en consideración la maduración y la adquisición, el desarrollo necesario y el progreso ligado a las circunstancias. Piaget atribuye la máxima importancia al necesario desarrollo de estructuras que son a la vez biológicas y lógicas; y busca mostrar en el desarrollo de las primeras –desde las que están irreversiblemente orientadas y son concretas hasta las que son reversibles y abstractas, desde la reacción inmediata a la operación técnica– un proceso que rehace en sentido inverso la marcha de la historia de las ciencias –desde la geometría euclidiana hasta el cálculo vectorial y tensorial: el devenir psicológico del niño no es más que el reverso del devenir histórico del espíritu. Wallon otorga, en cambio, la máxima importancia al medio, mostrando en la individualidad psicológica no algo dado sino un resultado, el punto de interferencia entre los movimientos centrípetos de la emoción, la simpatía, la fusión afectiva, y los movimientos centrífugos de la experiencia del otro y del reconocimiento de sí. El pensamiento no se refiere por lo tanto el modelo lógico, ya constituido, de la acción, sino que es el acto que se despliega en un medio que se constituye como pensamiento por la intermediación del rito, del símbolo y, finalmente, de la representación . El devenir psicológico no es el desarrollo de estructuras ya preparadas, sino que es la preparación efectiva de las estructuras adultas; no se trata ya de evolución espontánea, sino de génesis activa.

3) Performances y aptitudes. Otro problema planteado por la existencia de esas significaciones objetivas es el de sus manifestaciones, sus apariciones en el dominio de la observación. Esto se efectúa de acuerdo con dos formas, la performance, es decir la realización, la Leisting de los alemanes, y la expresión.
La psicología tradicional era una psicología de lo virtual; las facultades no se inscribían sino entre posibilidades abstractas. Ahora es en el nivel mismo de lo real, y en el marco por él definido, que se buscan determinar las consecuencias del comportamiento. De aquí nace el principio del test, debido a Cattell y Binet, y definido como un examen estandarizado en el que el resultado es estimado por comparación estadística entre los individuos a los que se les ha aplicado. Con referencia a niños retrasados, Binet y Simon  fueron los primeros en intentar definir el “nivel mental” de un individuo con relación a los sujetos de su misma edad; el test toma entonces el aspecto de una escala de desarrollo. El éxito inmenso de los tests mentales condujo a Spearman  a definir como criterio de la inteligencia a las únicas performances que se pueden contrastar bajo la forma del test: la inteligencia sería un factor general que, en un nivel más o menos elevado según la naturaleza de la prueba, daría cuenta de una parte de las perfomances, en todos los tests de aptitudes. La determinación de la importancia del “factor g” en una u otra prueba se efectúa por una elaboración estadística, un cálculo de correlaciones que está en el origen del análisis factorial. Más tarde, Thurstone, Thomson y Vernon  practicaron el método del análisis multifactorial el cual, siempre por el mismo método de análisis estadístico de las performances, busca determinar, al lado, o eventualmente en el lugar del factor g, factores polimorfos (aptitud verbal, comprensión espacial, aptitud numérica). En ese movimiento factorialista, la objetividad de las significaciones no es mantenida y garantizada más que por la fragilidad de las relaciones estadísticas, las que alteran su necesidad y las vacían de todo contenido efectivo.

4) La expresión y el carácter. En cambio, los psicólogos de la expresión y del carácter se esforzaron  por recuperar el contenido de las significaciones bajo la forma de la necesidad individual. Este contenido individual aflora en principio en todos los fenómenos de proyección, y sobre todo en la proyección, a partir de un estímulo poco diferenciado, de interpretaciones que le otorgan un sentido imaginario: es el principio de las pruebas de Rorschach y de Murray (manchas de tinta, imágenes de escenas humanas). Aflora igualmente en esos otros fenómenos de expresión que son los juicios sobre uno mismo, o incluso la imagen de sí (es el dominio que exploran los cuestionarios de Heymans o de Woodworth). Hay casi tantas caracterologías como métodos de indagación. Pero es necesario hacer referencia al prestigio de la gran oposición diseñada por Bleuler entre el tipo esquizoide (tendencia al repliegue sobre sí, al autismo, a la ruptura del contacto con la realidad) y el carácter cicloide (tendencia a la expansión, a la labilidad afectiva, al contacto permanente con el mundo exterior).
Al igual que el mundo verbal y el universo imaginario, el cuerpo mismo detenta un valor expresivo; esta idea, desarrollada por Klages encuentra su validez tanto en la estructura general del cuerpo como en sus manifestaciones patológicas. El aspecto morfológico del organismo es puesto por Kretschmer y Sheldon en relación con la estructura del carácter: el cuerpo “simboliza con ella una unidad en la que se puede descifrar un estilo general de reacción psico-corporal” . Por la vía del análisis simbólico, en el que los signos corporales se leen como un lenguaje, el psicoanálisis ha mostrado el carácter expresivo del cuerpo y ha denunciado el origen psicógeno de ciertos síndromes orgánicos. Al sistematizar esta búsqueda Alexander  pudo mostrar la conexión de enfermedades como la hipertensión o la úlcera digestiva con las estructuras neuróticas que las provocan o que se expresan en ellas.

5) Conductas e instituciones. Expresadas o silenciosas, las significaciones objetivas de las conductas individuales están unidas por un lazo esencial a la objetividad de las significaciones sociales: las obras de Janet, de Freud, de Blondel  habían intentado despejar esa relación. “Comportarse” no puede tener sentido más que en un horizonte cultural que otorga a la conducta su norma (bajo el aspecto de grupo), el tema, en fin, que la orienta (bajo las especies de la opinión y la actitud): he aquí las tres grandes secciones de la psicología social.
El estudio de la instituciones busca determinar las estructuras de base de una sociedad; aislar las condiciones económicas en su incidencia directa sobre el desarrollo del individuo y sobre las formas pedagógicas en sentido amplio, lo que Kardiner designa como “instituciones primarias”; describir la manera en que el individuo reacciona a esas instituciones, en que integra esas experiencias, en que proyecta, en fin, los temas mayores bajo la forma del mito, de la religión, de las conductas tradicionales, de las reglas jurídicas y sociales que son definidas como “instituciones secundarias” . Esta problemática, definida con precisión por Kardiner, está presente de manera más o menos difusa en todos los estudios antropológicos, ya sea que se esfuercen por estudiar poblaciones “primitivas” (M. Mead en Samoa, R. Benedict en Nuevo-México, Linton en Madagascar) o que se esfuercen por desbrozar ambientes culturales más desarrollados, como Linton en Plainville.
Los problemas del grupo conciernen a la vez al juego de la interacción de los individuos en presencia directa unos con otros, y a la experiencia, vivida por cada uno de los miembros del grupo, de su propia situación en el interior del conjunto. Moreno actualizó ciertos métodos de análisis del grupo, por los cuales se determinan las valencias positivas o negativas que unen u oponen a los individuos dentro de una constelación característica del grupo. Asimismo intentó establecer, bajo el nombre de sociodrama, una terapéutica de grupos, que permitiría, como en el psicoanálisis individual, una actualización de los temas afectivos latentes, de los conflictos o de las ambivalencias que subtienden las relaciones manifiestas; y por esta vía se hace posible una readaptación mutua, y una reestructuración afectiva del grupo .
El análisis de las opiniones y de las actitudes busca determinar los fenómenos colectivos que operan como el contexto de las conductas afectivas del individuo, así como de sus operaciones intelectuales de percepción, de juicio y de memoria. Esas investigaciones son cuantitativas antes que estructurales y descansan siempre sobre la elaboración de datos estadísticos: se mide así la extensión de una opinión por las encuestas efectuadas sobre un grupo representativo de una población en su conjunto, o incluso la fuerza de una actitud en un grupo de individuos, por el apego comparado que manifiesta a tal o cual opinión. El carácter colectivo de esas opiniones y de esas actitudes permite despejar la noción de estereotipo, una suerte de opinión generalizada y cristalizada que provoca, en función de actitudes preestablecidas, reacciones siempre idénticas .

Fuente: “La psychologie de 1850 à 1950”, en D.Huisman y A.Weber, Histoire de la philosophie européenne, t.II, Paris, Librairie Fischbacher, 1957. Reproducido en M.Foucault, Dits et écrits, Paris, Gallimard, 1994, t.I, pp.120-137.
Traducción: Hernán Scholten

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