La educación y la sexualidad

El inicio del tercer milenio se ha caracterizado  por una revolución científico-técnica sin precedentes en la historia, que tiene lugar en condiciones de globalización del capital bajo el predominio de políticas económicas neoliberales; las cuales traen por consecuencia la agudización de problemas sociales y ambientales, como son el desarrollo desigual, la pobreza crítica, el desempleo, la marginalización, el incremento de la violencia, la carrera armamentista, y la degradación de los ecosistemas, entre otros.
En este contexto  cobra una gran importancia el proceso de formación de las nuevas generaciones. Lo que seamos capaces de hacer en el presente, a fin de preparar a los más jóvenes para la vida, determinará el futuro de la humanidad.
Lograr un desarrollo armónico y multifacético en las generaciones venideras es el propósito de nuestra sociedad, y uno de los problemas más complejos que enfrenta. Este desarrollo pleno e integral no puede concebirse sin la sexualidad, que es fuente de felicidad y realización plena si es bien educada.
Desde las últimas décadas se impone cada vez más un enfoque personológico de la sexualidad humana entre los especialistas de este campo. La sexualidad es comprendida como una expresión vital de la personalidad, como una de sus dimensiones, como una parte indivisible del ser humano o un elemento constitutivo de su propia naturaleza (L. M. Aller Atucha 1991, M. Granero 1994, H. F. Segú 1994).
Sin embargo, a pesar de declarar esto, son pocos los que han logrado ofrecer una explicación teórica coherente acerca de cómo integrar la sexualidad en la estructura compleja de la  personalidad y cómo ésta participa en su funcionamiento. Se limitan a exponer que la sexualidad es una expresión de la individualidad de la personalidad que mediatiza a todo el ser humano.
Entre los/as autores/as que han logrado conformar una propuesta teórica explicativa de este complejo problema, se encuentran algunos/as investigadores/as cubanos/as, que desde posiciones de partida de la escuela Histórico Cultural han abordado el tema; entre ellos/as podemos citar a B. Castellanos,  A. González y F. González Rey.
Aunque estas concepciones explican la sexualidad en su compleja integración con la personalidad, consideramos necesario integrar estas posiciones teóricas a fin de tener una visión más dinámica de la sexualidad, concebirla como una configuración psicológica de la personalidad.
El hecho de asumir la sexualidad como configuración subjetiva de la personalidad lleva a plantearse que en cada etapa del desarrollo personológico se van a establecer relaciones peculiares entre sexualidad y personalidad. Esto fundamenta la afirmación  de que no puede ser entendida la sexualidad en las diferentes etapas de la vida sin analizar el desarrollo de las características personológicas en esta etapa; de hecho, la sexualidad no tiene el mismo sentido para el sujeto a lo largo de todo su desarrollo como personalidad. (F. González, 1995)
Se reconoce en este enfoque sobre la sexualidad su naturaleza subjetiva y social, además del importante papel que juega la afectividad, tanto por su intensidad como por su profunda significación.
Analizar la sexualidad desde esta óptica impone una reconceptualización de la misma, por tanto se define como  una configuración psicológica de la personalidad, la cual se conforma y desarrolla  a partir de la interacción sistémica de premisas biológicas y sociales que en ella intervienen, expresando de forma personalizada las vivencias afectivas, las actitudes, los conocimientos y modos de actuación que el individuo interioriza activamente a partir de la cultura de la sexualidad construida en el contexto sociohistórico en el que vive y se desarrolla.
Se entiende como cultura de la sexualidad a todo el legado que se ha ido construyendo de generación en generación acerca de los modos de actuación de uno u otro sexo, los valores, los conocimientos, concepciones y visiones que se interiorizan a partir de la interacción de los individuos entre sí como seres sexuados y con el contexto socioeconómico en el que viven y se desarrollan.  
Las configuraciones psicológicas se constituyen como expresión de una lógica donde lo interno y lo externo se integran y dan lugar a un nuevo proceso; lo interno se externaliza permanentemente y viceversa, tomando una vital importancia el sentido psicológico de su sistema de relaciones. La dinámica se expresa en la interacción constante entre lo intrasubjetivo y lo intersubjetivo.
Por esto se puede afirmar  que la sexualidad se va configurando a partir de la interacción del sujeto con otras personas, que actúan como mediadores entre el individuo y la cultura de la sexualidad. Es así como la conducta, los valores, los sentimientos con relación a la sexualidad que se han ido acumulando de generación en generación en lo que llamamos cultura de la sexualidad,  van desde lo social, externo e intersubjetivo hacia lo interno individual e intrasubjetivo.
En la configuración psicológica de la sexualidad sus componentes psicológicos, identidad de género, rol de género y orientación sexoerótica, interactúan constantemente entre sí  y con otros elementos y estados dinámicos  relacionados con la vida del ser humano, matizando las funciones de la sexualidad (reproducción, placer erótico y comunicación) que se van a expresar en cada una de sus dimensiones en función del sentido psicológico que estos elementos tengan para el sujeto. De la misma forma, a partir del sistema de relaciones del sujeto, estos componentes se implican en configuraciones diferentes, de ahí el carácter dinámico de la configuración de la sexualidad.
Por ello se puede afirmar que la sexualidad es vivida y experimentada en cada sujeto a partir de su yo íntimo, de su forma de sentir, de su óptica de vivir; de ahí su diversidad. No por esto deja de trascender hacia una interacción  donde, mediatizada por la cultura de la sexualidad y sin olvidar los límites individuales, se produce el encuentro con el otro en una relación abierta de comunicación posibilitadora del crecimiento de ambos, lo que influye al mismo tiempo en el desarrollo de la sociedad.
Esta concepción de la sexualidad permite analizar con mayor claridad el papel mediador del adulto y de los otros niños y niñas en el proceso educativo, a partir del sentido subjetivo que adquiere para el educando la comunicación, la interactividad y las condiciones en que estas se desarrollan; se resalta el papel del ser humano en la construcción de su sexualidad, y se expresa la unidad de lo afectivo y lo cognitivo en el proceso educativo de la sexualidad.