Los rasgos del carácter, sublimación y formación reactiva

Los rasgos de carácter, sublimación y formación reactiva

Los rasgos de carácter resultan, bien de una sublimación como forma de satisfacción de un placer, o de una formación reactiva como forma de negarlo.

La libido puede fijarse o puede modificarse. Si se fija en una etapa pregenital y esa fijación dura hasta la edad adulta, surgen las perversiones. Por ejemplo, la fijación en la etapa anal determina la homosexualidad pasiva, en la cual intervienen también, como elementos estructurantes, componentes de tipo narcisístico. Si la libido se modifica por los mecanismos ya mencionados de la sublimación o la formación reactiva, pueden surgir según las etapas en que esos mecanismos actúen y según la tendencia modificada, diversos rasgos del carácter. La sublimación de la tendencia a mamar de la etapa oral, produce la amabilidad, el optimismo, la generosidad o el espíritu de justicia, salvo que existan frustraciones, en cuyo caso aparecen el pesimismo y la necesidad de evitar la soledad. Si la sublimación se ejerce sobre la tendencia a morder, se desencadena la agresividad, la envidia o la ambición. En la etapa anal, la sublimación de la tendencia a retener materias fecales produce la afición al dinero en forma de avaricia, tacañería o inclinación por los negocios. Sublimada la tendencia a manipular con las materias fecales, surge la afición por la escultura y la pintura o el trabajo manual. La formación reactiva de la tendencia a manipular, determina la inclinación al orden, a la pulcritud corporal o de los actos, a la severidad, al detallismo y a la rigidez de formas. La sublimación de la etapa fálica provoca agresividad, insolencia o afán dominador. En la etapa uretral, que se manifiesta como tendencia a seguirse orinando después de la edad normal, provoca la ambición abrasadora o afán de vanagloria. En la etapa narcisística, la sublimación determina la vanidad, la preocupación del yo físico en forma de manifestaciones hipocondríacas. En la etapa maduro genital, en que el principio del placer ha dejado de actuar y en que no hay narcisismo, la sublimación desencadena la amabilidad, la afectuosidad, la receptividad, el sentimiento de seguridad de sí mismo y la capacidad de apreciar el bienestar ajeno y la aptitud y la inclinación a colaborar con los demás.