Las relaciones objetales y el desarrollo del psiquismo: una concepción psicoanalítica

LAS RELACIONES OBJETALES Y EL DESARROLLO DEL PSIQUISMO: UNA CONCEPCIÓN PSICOANALÍTICA
NATALIA RAMÍREZ (1)
UNIVERSIDAD NACIONAL MAYOR DE SAN MARCOS, PERÚ
(RECIBIDO EL 23/9/2010, ACEPTADO EL 2/12/2010)

RESUMEN
El reconocimiento de lo relevante que es el desarrollo temprano y sus vicisitudes ha venido
incrementándose en la última década, lo que ha motivado investigaciones diversas que ponen
de manifiesto la trascendencia de cuidar los comienzos de la vida para optimizar el futuro
desarrollo individual y colectivo de toda la sociedad.
El abordaje del niño en desarrollo derivó a tener en cuenta a los padres y adultos que hacen posible la vida humana; sobre todo la importancia vital del vínculo con la madre durante los primeros años de la vida. Tema explorado es el efecto de las separaciones y cuando la distancia se produce con la madre, situación abordada en forma sistemática a partir de la segunda guerra mundial hasta nuestra actualidad, donde las dinámicas familiares han ido cambiando drásticamente, contexto que nos ha ido colocando frente a niños con serias perturbaciones emocionales.
La temática que aborda el presente artículo pretende dar respuesta desde diversos autores
de postulación psicoanalítica a las relaciones significativas que hacen posible el nacimiento
de nuestro psiquismo y su consecuente desarrollo.
Palabras clave: Ambiente facilitador, ambivalencia afectiva, confianza básica, escisión,
fantasía, idealización, identificación, identificación introyectiva, identificación proyectiva, objeto libidinal y relación objetal.

DESDE LOS ORÍGENES DE LA TEORÍA PSICOANALÍTICA
Freud, al conceptualizar las llamadas series complementarias, establece un criterio referido
a la causalidad tanto de la patología como del desarrollo en salud. Propone tres series
de causas que actúan relacionadas y dependientemente unas de otras, la primera serie son
los factores hereditarios y congénitos, la segunda las experiencias infantiles y la tercera
los factores desencadenantes o actuales. Las dos primeras constituyen la disposición del
sujeto.
Los factores hereditarios y congénitos son nuestras potencialidades, capacidades contenidas
hereditariamente y que se van a desplegar a partir de la interacción con los otros
factores de las series complementarias. Es importante destacar la segunda serie que está
constituida por las experiencias infantiles, ya que ocurren en una época de estructuración
del psiquismo y de formación de la personalidad.
La importancia de este tema ha servido de fundamento para el desarrollo de ciertas
líneas dentro de la teoría psicoanalítica, se ha destacado una relación particular que el
niño establece en el medio que le toca vivir. Estas líneas teóricas se refieren al niño y el
vínculo con la madre y las estructuras intrapsíquicas que se derivan de la internalización
de ese vínculo, llamadas Teorías de las Relaciones Objetales.
Lagache define la relación objetal como «una tendencia o un comportamiento dirigido a un
objeto, por oposición a un comportamiento o tendencia dirigida a la propia personalidad».
La teoría de las relaciones objetales plantea la existencia de una necesidad primaria de
objetos, que va más allá de la búsqueda del placer que el yo intenta encontrar para dar
respuesta a su necesidad de relación.
La teoría de las relaciones objetales se relaciona con diversas posturas conceptuales
dentro de la teoría psicoanalítica. Entre ellas tenemos a la de Melanie Klein, que enfatiza
la determinación pulsional de la experiencia de la relación con el objeto y concentra
su atención en el objeto interno y su efecto determinante sobre la vida posterior del
sujeto. Hace predominar el mundo interno del sujeto sobre la significación del mundo
externo. Otra postura claramente definida es la de René Spitz, Margaret Mahler y D.W.
Winnicott, quienes enfatizan el efecto estructurante que la relación real con el objeto y
con el entorno cultural tiene sobre el psiquismo.

DEFINIENDO LAS RELACIONES OBJETALES
La teoría psicoanalítica de las relaciones objetales representa el estudio psicoanalítico de la
naturaleza y el origen de las relaciones interpersonales y de las estructuras intrapsíquicas que derivan de las relaciones internalizadas del pasado, fijándolas, modificándolas y
reactivándolas con otras en el contexto de las relaciones interpersonales presentes.
Para Laplanche y Portalis (1996) el término «relación objetal» es utilizado para: «designar
el modo de relación del sujeto con su mundo, relación que el resultado complejo y total
de una determinada organización de la personalidad, de una aprehensión más o menos
fantaseada de los objetos y de unos tipos de defensa predominantes» (p. 359).
Tyson y R. Tyson (2000) señalan que las relaciones de objeto son: «representaciones
mentales inconscientes de los objetos y del sentido del self en interacción con ellos que
se forma en el curso del desarrollo a partir de interacciones y experiencias importantes
de la infancia, y afectan profundamente las interacciones interpersonales de la persona y
sus elecciones de objeto» (p. 361).
Para Mahler el psiquismo se forma a través de un proceso continuo y progresivo cuyo
resultado es la relación objetal intrapsíquica que el niño logra consolidar aproximadamente
a los 3 años. Se necesita del vínculo con la madre como la única posibilidad para la
supervivencia (Bleichmar, 1989).
Para el niño las representaciones mentales del objeto y del self se construyen a partir de
los pasos progresivos en el desarrollo de las relaciones con los objetos. Malher puntualizó
la disponibilidad emocional apropiada de la madre y el intercambio afectivo entre ésta y
su bebé como rasgos importantes para promover la formación de las estructuras psíquicas
(Tyson, P y R. Tyson, 2000).
La madre ofrece una atención que es esencial para el bebé e impone condiciones a las que
el niño debe adecuarse (Bleichmar, 1989). El resultado de una relación mutua, predecible
y articulada con una figura materna sería la base para subsecuentes separaciones,
exploraciones y eventuales individuaciones (Masling y Borstein, R, 1994).

RENÉ SPITZ Y SUS APORTACIONES A LAS RELACIONES OBJETALES

René Spitz se interesa y estudia las relaciones recíprocas entre madre e hijo que le permiten
postular sus ideas acerca de los comienzos, desarrollo, etapas y ciertas anomalías de las
relaciones de objeto. El intenta demostrar que el crecimiento y desarrollo psicológico,
dependerá del establecimiento y despliegue progresivo de las relaciones de objeto cada
vez más significativas.
Considera que la mayor parte del primer año de vida el bebé se esfuerza por sobrevivir,
formando y elaborando dispositivos de adaptación que le permitan lograr esta meta. El
lactante está desamparado, es incapaz de sobrevivir por sus propios medios. Necesita a la
madre que le proporciona todo aquello de lo que él carece. De esto surge una situación
complementaria que el autor denomina díada. En la medida en que las potencialidades
propias del infante se desarrollan en el transcurso del primer año de vida, se irá haciendo
independiente del medio que lo rodea.
Spitz se afirma en Freud y rechaza toda hipótesis sobre la presencia de procesos intrapsíquicos
en el niño desde el nacimiento. Basado en sus experiencias considera que no existe
pensamiento en el momento de nacer. Tampoco existen ni la percepción ni la voluntad.
El bebé es un organismo psicológicamente indiferenciado. Las funciones, las estructuras
y hasta los impulsos instintivos se irán diferenciando progresivamente a través de la maduración
y el desarrollo.
Maduración es el desarrollo filogenéticamente establecido por la especie y desarrollo,
se refiere a la emergencia de formas de funcionamiento y de conductas resultantes de
la interacción del organismo y el medio interno y externo. Mantiene en un principio la
idea de que la libido es el material primitivo, la fuerza heredada que se necesita y utiliza
en el curso de la evolución, pero le adjudica un papel decisivo a los primeros contactos
humanos, especialmente la relación del niño con la madre.
Spitz supone que en el desarrollo psíquico existen organizadores equivalentes, es decir,
estructuras de funcionamiento psíquico que resultan directrices en la integración incipiente,
y que él denomina organizadores de la psique. Durante los períodos críticos, las corrientes
del desarrollo que operan en los diferentes sectores de la personalidad se integran
unas con otras, formando una nueva estructura psíquica sobre un nivel de complejidad
más elevado. Lo que llama organizador es el resultado de la integración completa.
Las observaciones de Spitz (1965) y Spitz y Cobliner (1965) convencieron de que el
aspecto más importante de la relación madr.niño es el clima afectivo. Spitz creía que el
dialogo continuo de acción y respuesta, motivado por lo afectivo y mutuamente estimulante,
proporciona el contexto en el que aparecen las relaciones de objeto y las estructuras
intrapsíquicas. Según su descripción, este diálogo se inicia en la situación de amamantamiento,
pero pronto se extiende más allá del mismo. Call (1964) sugiere que estas experiencias
de alimentación deben ser consideradas como organizadora de las interacciones
tempranas más importantes con la madre; y, describe los detalles del diálogo en términos
de expresiones faciales no verbales, acción física, vocalización, respuestas e interacciones
lúdicas, que proporcionan la base para el desarrollo de una forma de comunicación
privada y exclusiva con la madre. El principal propósito de este sistema temprano de comunicación
es sostener, mantener y enriquecer mutuamente la dualidad. Según Call, este
sistema se convierte en el principio organizador de formas posteriores de comunicación,
incluyendo los afectos, los gestos y la adquisición del lenguaje.

MARGARET MAHLER Y SUS TRIBUTOS A LAS RELACIONES DE OBJETO

Margareth Mahler afirma que después del nacimiento, el comportamiento del bebé es
predominante afectado por procesos reguladores determinados endógenamente, la tarea
principal de la madre y el bebé consiste en regular y estabilizar los ciclos sueñ.vigilia,
dí.noche, apetit.saciedad y de esta manera mantener el equilibrio homeostático (Anders,
1982). Esta también es parte de la reciprocidad madre-niño. Call (1984) destaca la
reciprocidad al momento del nacimiento, entre los sistemas fisiológicos de la madre y el
niño, entre los que se incluyen los sistemas visuales, la audición y kinestésico e inclusive
estados psicofisiológicos de excitación. En principio, la biología y la fisiología del bebé y
la psicología de la madre forman una suerte de unidad, la madre y el bebé se autorregulan
psicobiológicamente de forma alternada.
Alrededor de los dos meses de edad ocurre un cambio notable en la conducta del niño,
ya que comienza a anticiparse activamente a los intercambios recíprocos, a buscar
activamente la interacción social y a mostrar una capacidad de autorregulación emergente.
Subrayo que entre el segundo y el cuarto o quinto mes, la madre se constituye como
principal objeto de amor y se procura establecer un fuerte vínculo con ella. Las sonrisas
indiferenciadas se dirigirán de manera específica a la madre (Spitz y Wolf, 1976), lo que
constituye un indicador de este vínculo y sirve para organizarlo y consolidarlo. A partir
de este punto, todas las actividades, afectos y percepciones del infante parecen centrarse
cada vez más en la interacción interpersonal con la madre en la medida en que ambos se
involucran en un diálogo activo.
En la última etapa, el niño logra tener una representación integrada de la madre que puede
proporcionarle bienestar y apoyo en su ausencia, permitiendo que sea menos dependiente
y, por lo tanto, que funcione de manera más independiente de la madre, podemos decir
que ha alcanzado cierto grado de constancia del objeto libidinal. Para lograr este grado de
seguridad interna, el niño debe resolver los conflictos entre sus deseos y las prohibiciones
de su madre, y arreglárselas para tolerar la ambivalencia. Entonces sus sentimientos de
amor e ira hacia ella pasan a ser abarcados más completamente por una representación
única de la madre (McDevitt, 1975) el niño podrá así moderar y tolerar mejor su rabia
y desencanto, puesto que sus experiencias frustrantes con la madre son neutralizadas por
los recuerdos de su comportamiento gratificante, amoroso y reconfortante.
El proceso de internalización e identificación tiene lugar fluidamente, lo cual aumenta la
independencia en el funcionamiento del yo.
La importancia del desarrollo de la constancia del objeto libidinal no radica solamente en
que el niño puede integrar los aspectos amorosos y afectivos de su madre con los hostiles
e iracundos, sino también en que el niño tiene la seguridad de que su relación afectiva
se mantendrá a pesar de breves separaciones o de sentimientos temporales de rabia y
resentimiento. En otras palabras, el niño puede mantener una relación constante con la
madre a pesar de las vicisitudes de las frustraciones y satisfacciones que ocurren durante
el desarrollo (Burgner y Edgcumbre, 1972). El niño pasa de tener un comportamiento
casi exclusivamente egocéntrico, demandante y de apego, a ser capaz de involucrarse
en relaciones más duraderas, determinadas por el yo y caracterizadas por el afecto, la
confianza y cierta consideración (aunque limitada por la inmadurez cognitiva) por los
intereses y sentimientos de los otros.

MELANIE KLEIN Y LAS RELACIONES OBJETALES

La teoría de los objetos internos diseña una nueva estructura de la mente, destaca que son
los vínculos y no las pulsiones como fuerzas biológicas los que producen el desarrollo
mental; siempre hay una motivación en todo proceso psicológico, con consecuencias para
la realidad psíquica.
Los objetos internos son representaciones de personajes que adquirimos por introyección
e identificación, establecen entre ellos una dramática cuyo libreto son las fantasías inconscientes.
Las emociones humanas no serían solo fuerzas instintivas puras sino resultado
de las fantasías inconscientes.
Para Melanie Klein, los objetos internos y las fantasías inconscientes producen significaciones
dentro de la realidad psíquica y estos significados son los que se proyectan en la
realidad externa dándole sentidos diferentes en cada momento vivencial.
Lo esencial es el vínculo emocional y las pulsiones tienen sentido en la medida en que
están dirigidas a los objetos. La realidad es para Melanie Klein el interjuego de aspectos
internos y externos que actúan simultáneamente en el psiquismo y que determinan una
organización compleja en la construcción que cada individuo hace de la realidad.

DONALD WINNICOTT Y SUS CONTRIBUCIONES

Para Donald Winnicott la comunicación y de la capacidad para dicho enlace están
fuertamente ligadas con el establecimiento de las relaciones objetales. Relacionarse con
un objeto es un fenómeno complejo: el desarrollo de la capacidad para relacionarse con
los objetos no es de ningún modo una cuestión de simple proceso madurativo. Como
siempre, la maduración requiere y depende de «la calidad del ambiente facilitador».
Cuando la escena no es dominada por la privación ni la deprivación y, en consecuencia,
el ambiente facilitador puede darse por sentado en la teoría de las etapas más tempranas
y formativas del crecimiento humano, en el individuo se desarrolla gradualmente un
cambio en la naturaleza del objeto. El objeto, que es al principio un fenómeno subjetivo,
se convierte paulatinamente en un objeto percibido objetivamente.
En esta etapa temprana, el ambiente facilitador le proporciona al infante la experiencia de
omnipotencia dentro del ámbito de una relación con los objetos subjetivos. El concepto
de sostén es muy importante, referido al estado real inicial de la relación infante. madre,
cuando el primero aún no ha separado un self del cuidado materno, respecto del cual está
en una dependencia absoluta en el sentido psicológico.
Esto conduce al establecimiento de las primeras relaciones objetales y las primeras
experiencias de gratificación instintiva y también lo que incluye y coexiste con él. La
base de la satisfacción instintiva y de las relaciones objetales es la manipulación, el éxito
del cuidado materno, constituye la base de la fuerza del yo, mientras que el resultado de
cada fracaso en dicho cuidado consiste en un debilitamiento del yo.

OTTO KERNBERG Y EL DESARROLLO DE LAS RELACIONES DE OBJETO

Establece la existencia de cinco etapas para el desarrollo del psiquismo, en la primera
denominada «Autismo» normal o período indiferenciado primario, que abarca el primer
mes de vida, precede a la consolidación de una buena constelación indiferenciada sí
mismo. objeto, que se constituye bajo la influencia de las experiencias gratificantes del
lactante en su interacción con la madre. Cualquier patología o fijación del desarrollo en
este punto se reflejaría en la falta de desarrollo de la imagen indiferenciada sí mismo.
objeto y en la consecuente incapacidad de establecer una relación «simbiótica» normal
con la madre, situación típica de la psicosis autista (Mahler, 1968).
La segunda etapa es llamada «Simbiosis» normal o periodo de representaciones primarias
indiferenciadas sí mismo. objeto, desde el segundo mes de vida y termina entre el sexto y
el octavo. Es la «buena» constelación sí mismo. objeto que se convertirá en el núcleo del
sistema del sí mismo del yo temprano. Los afectos van diferenciándose paulatinamente
en el contexto del desarrollo de las representaciones indiferenciadas sí mismo. objeto.
Los más tempranos afectos placenteros indiferenciados evolucionarán hacia un placer
más específico, con saciedad oral, excitación de diversas zonas erógenas, gratificación
de la conducta exploratoria y, sobre todo, con incipientes experiencias interpersonales (y
sus derivados intrapsíquicos). Las experiencias que activan la presentación gratificante
sí mismo. objeto activan la atención y motivan el aprendizaje; tanto la gratificación
como un cierto monto de frustración (que también moviliza la atención y el aprendizaje)
contribuyen a la paulatina diferenciación entre componentes del sí mismo y del objeto, en
la percepción por parte del lactante de la interacción con su madre. La fijación patológica
o la regresión en esta etapa del desarrollo de las relaciones objetales internalizadas se
caracteriza, desde el punto de vista clínico, por la falta de definición o la pérdida de
definición de los límites yoicos, típica de la psicosis simbiótica infantil (Mahler, 1968),
la mayor parte de las esquizofrenias del adulto (Jacobson, 1954) y las psicosis depresivas
(Jacobson, 1966).
La tercera etapa, denominada Diferenciación entre las representaciones del sí mismo
y las representaciones objetales, comienza entre el sexto y el octavo mes de vida y se
completa entre los dieciocho meses y los tres años. Esta etapa comienza al completarse
la diferenciación de la representación del sí mismo respecto de la representación objetal
a partir del núcleo formado por la representación conjunta «buena» sí mismo objeto, e
incluye la ulterior diferenciación entre la representación del sí. mismo y la objetal a partir
del núcleo de la representación conjunta «mala» sí mismo. objeto. Termina con la posterior
integración de las representaciones «buenas» y «malas» del sí mismo en un concepto total
del sí mismo, y con la integración de las «buenas» y «malas» representaciones objetales
en representaciones objetales «totales»; es decir, se alcanza la constancia objetal. La
fijación patológica o la regresión a esta etapa del desarrollo de las relaciones objetales
internalizadas determina la organización de la personalidad de tipo fronterizo (Kernberg,
1967).
El estudio psicoanalítico de pacientes fronterizos reveló que los diversos estados yoicos
que se esmeran en separar, representan la activación de relaciones pasadas (reales o
fantaseadas) con personas significativas o una combinación de esas relaciones reales o
fantaseadas con fantasías tendientes a proteger al individuo contra los peligros reales
o imaginarios inherentes a dichas relaciones. Estas relaciones objetales internalizadas
presentan siempre, por lo menos, tres componentes: una representación del sí mismo,
una representación objetal en algún tipo de interacción con la representación del sí mismo
y un estado afectivo, por lo general intenso, difuso y abrumador (rabia, miedo, amor
idealizado, etc.). El efecto conjunto de estas características es la aparición del síndrome
de difusión de la identidad.
La cuarta etapa enunciada, integración de las representaciones del sí mismo y las
representaciones objetales y desarrollo de las estructuras intrapsíquicas superiores derivadas
de relaciones objetales, comienza en la última parte del tercer año de vida y perdura a lo
largo de todo el periodo edípico. Se caracteriza por la integración de las representaciones
del sí mismo con la carga libidinal y con carga agresiva en un sistema definido del sí
mismo, y por la integración de las imágenes objetales con carga libidinal y con carga
agresiva en representaciones objetales «totales». Durante esta fase se consolidan el yo, el
superyó y el ello como definitivas estructuras intrapsíquicas generales. La patología típica
de la cuarta etapa está representada por las neurosis, el carácter obsesivo. compulsivo y el
depresivo. masoquista. Es característica la aparición de conflictos patógeno entre el yo y
un superyó relativamente bien integrado pero excesivamente estricto y punitivo. Un tipo
de patología caracterológica, la personalidad narcisista, se caracteriza por una anormal
condensación de las nuevas estructuras intrapsíquicas que aparecen en esta etapa, junto
con una agresión a la organización de la tercera edad (Kernberg, 1970, 1974).
La maduración cognitiva es esencial para la integración de las representaciones del sí
mismo y las representaciones objetales que reflejan percepciones y vivencias opuestas
desde el punto de vista afectivo; sin embargo, la persistencia del predominio patológico
de mecanismos de defensa primitivas, sobre todo la escisión, asociados con graves
conflictos pregenitales pueden interferir con los procesos de integración y por ende en la
normal integración de las relaciones objetales.
La quinta etapa que tiene por nombre Consolidación de la integración del superyó y el
yo, comienza al completarse la integración de todos los niveles del superyó. Disminuye
poco a poco la drástica oposición entre éste y el yo. El superyó ya integrado favorece
también la mayor integración y consolidación de la identidad del yo, que prosigue su
evolución mediante una continuada remodelación de las experiencias con los objetos
externos, que tiene como base la representación de objetos internos, y una remodelación
de estas representaciones guiados por las experiencias reales con otras personas.
En términos más generales, los recursos internos con que cuenta un individuo para hacer
frente a conflictos y fracasos están en íntima relación con la madurez y la profundidad de
su mundo interno de relaciones objetales.
Por el contrario, el más notable ejemplo de fracaso en el desarrollo normal de las relaciones
objetales internalizadas está representado por las personalidades narcisistas, que tienen
dificultades para evocar no sólo personas reales de su pasado, sino incluso sus propias
experiencias; con esas personas la doble ausencia de representaciones objetales integradas
con carga libidinal y de un concepto integrado del s.mismo libidinalmente caracterizado
determina la vivencia de vacío tan característica de los pacientes fronterizos y, en especial
de las personalidades narcisistas, correspondan o no a la categoría de fronterizos. Esa
vivencia de vacío hace que estos pacientes necesiten concentrarse exclusivamente en las
experiencias interpersonales. Muchas veces las personalidades narcisistas son conscientes
de su incapacidad para juzgar a los demás y a sí mismos tal como los perciben los demás,
más allá de las pautas que acerca de su comportamiento les brinda la interacción actual
(Kernberg, 1970, 1974).
Finalmente, se señala que los procesos de integración, despersonificación o generalización
adaptativa, con la finalidad de integrarnos con los demás en el contexto de las relaciones
interpersonales, e individualización, representan los resultados estructurales de
la internalización de las relaciones objetales no sólo en el superyó sino también en el yo.

HACIA UNA POSTULACIÓN INTEGRADORA

El desarrollo del psiquismo nos enfrenta a un reconocimiento del sujeto en intercambio
permanente de experiencias objetivas y subjetivas, donde los personajes significativos
van a generar un clima emocional que será terreno para futuras relaciones objetales,
vínculos que van a signar nuestro estado mental.
En la infancia, los afectos son de una importancia relevante, los diversos autores
mencionan que los afectos de la madre serán orientadores de los afectos del infante, según
como reaccionen frente a las distintas actitudes del bebé.
El bebé nace dotado por la biología para el desarrollo, pero necesita de un adulto
mejor dotado para la aceptación que se haga cargo de la conservación de su cuerpo y a
través de la interacción inherente se activarán diversos centros funcionales innatos que
irán configurando los diversos sistemas motivacionales, es decir, las estructuras que
gobernaran la afectividad, la cognición y la acción. Esta díada jugara un papel central en
la constitución del vínculo de apego, ya que sumará al cuidado de las necesidades vitales
el placer erógeno temprano, lo que constituye un componente del apego humano.
Los desarrollos cognitivos y emocionales deben estimularse apreciando el goce del bebé
y la madre en cada etapa, sin intentar sobreadaptarlo, ya que bloquearía los progresos
naturales que se espera alcanzará. Dicho vínculo relacional es potencial y vital para
el desarrollo del psiquismo, los patrones de correspondencia que hemos desplegado en
nuestra infancia temprana son los que definen la forma en que habremos de enlazarnos con
los demás por el resto de nuestras vidas y constituye la esencia de nuestra personalidad.
Un armonioso mundo de representaciones objetales internalizadas, que incluya miembros
significativos de la familia, amigos cercanos, grupos sociales y una identidad cultural,
constituye un mundo interno en continuo crecimiento, capaz de dar amor, confirmación,
apoyo y guía dentro del sistema de relaciones objetales del yo.

CONCLUSIONES

1. La temática de relaciones objetales es de una importancia relevante y es asumida como
una concepción psicoanalítica, teorsu inclusión en los diferentes programas preventivos y
de rehabilitación debiera ser indispensable, ya que contribuirá a las metas propuestas
en los mismos.
2. Los recursos internos con que cuenta un individuo para hacer frente a las vicisitudes
cotidianas están relacionadas con el desarrollo y la madurez de su mundo interno, el
cual está cubierto de relaciones objetales.
3. La relación de objeto implica a la madre, con su individualidad estructurada y madura,
y al hijo que debe desplegar, desarrollar y establecer progresivamente su individualidad.
Ambos además se encuentran en un medio particular.
4. El vínculo afectivo es una relación que implica que cuando un niño expresa una
necesidad lo hace con un afecto concomitante y obtiene de la madre una respuesta
también cargada de afecto, y esto favorece el entendimiento mutuo.
5. La madurez emocional se refleja en la capacidad de discriminar aspectos sutiles de
la propia personalidad y la de otras personas, y en una creciente selectividad en la
aceptación e internalización de las cualidades de los demás. Las relaciones maduras se
basan en esa selectividad y en la capacidad de combinar el amor con la independencia
y la objetividad emocional.
6. Un desarrollo emocional entorpecido en sus primeros años anida perturbaciones a
futuro, por ello se debe incidir en forjar adecuados vínculos por medio de madres
comprometidas para formar niños saludables y emocionalmente estables.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

1. Bleichmar, N. y Leiberman, C. (2001). El psicoanálisis después de Freud: Teoría
y clínica. Buenos Aires: Editorial Paidós.
2. Bleichmar, E. (2005). Manual de psicoterapia de la relación padres e hijos. Buenos
Aires: Editorial Paidós.
3. Engler, B. (1996). Teorías de la personalidad. Editorial McGraw-Hill.
4. Kernberg, O. (1963). Las teorías de las relaciones objetales y el psicoanálisis clínico.
México: Editorial Paidós.
5. Klein, M. (1962). Desarrollos en psicoanálisis. Buenos Aires: Editorial Horme.
6. Laplanche, J. y Pontalis, J. (1971). Diccionario de psicoanálisis. Barcelona: Editorial
Labor.
7. Mahler, M. (1975). El nacimiento psicológico del infante humano. Editorial Marymar.
8. Spitz, R. (1965). El primer año de vida. Buenos Aires: Editorial Fondo de Cultura
Económica.
9. Tyson, P. (2000). Teoría psicoanalítica del desarrollo: Una integración. Lima:
Publicaciones Psicoanalíticas.
10. Winnicott, D. (1996). Los procesos de maduración y el ambiente facilitador. Buenos
Aires: Editorial Paidós.

Notas:
1- Profesora de la Facultad de Psicología de la UNMSM.