Seminario 12: Clase 3, del 16 de Diciembre de 1964

Si la psicología, cualquiera que fuera su objeto, y éste mismo como sosteniéndola vanamente, pudiendo ser definido como único; este objeto de algún modo pudiéndonos conducir, por cualquier vía al conocimiento….Dicho de otro modo, si el alma existiera, si el conocimiento relevara el alma, los profesores de psicología, los psicólogos enseñantes deberían reclutarse por los medios mismos por los cuales ellos aprehenden su objeto. Y para ilustrar lo que quiero decir, ellos deberían realizar lo que ocurriría en una sección del Muséum, por ejemplo la conchillología –  ciencia de las conchillas – . Ellos deberían realizar de un sólo golpe el conjunto de personal enseñante y la colección misma, el resumen de sus títulos universitarios, revelando su proveniencia, como la etiqueta pegada sobre dicho ejemplar de conchilla. La experiencia prueba que no ha ocurrido hasta el presente nada semejante.

La tentativa de un Piaget que, hablando con propiedad, es la de hacer confinar de un modo bastante estrecho el proceso, el progreso del conocimiento efectivo con un supuesto desarrollo de algo supuesto, imaginado, de una especie u otra, es algo que, de seguro, de un modo ciertamente análogo, en tanto que ninguna fenomenología del espíritu por elemental que sea, puede estar allí implicada, debería culminar en esta selección, en esta comparación de muestras de la cual hablo, de la cual haré el cociente intelectual, el único escalonamiento posible que responde de la integración del funcionamiento de una cierta inteligencia.

El objeto de la psicología es tan poco unitario, por otra parte, que la traducción de la palabra arma al nivel de la cual sirve en una teoría  del desarrollo intelectual, es perfectamente insuficiente para llenar su empleo. Cada uno sabe que en otros registros llegaríamos a las mismas paradojas que aquéllos que tienen de algún modo que reconocer, hasta administrar ese campo del alma. Ellos mismos deberían realizar algún momento elegido de aquello que, al fin de cuentas, tendría que llamarse el alma bella.

La más profunda desconfianza fue arrojada por Hegel sobre esta expresión. Ella fue estigmatizada por la distinción penetrante que nos introduce por una de las puertas en la dialéctica, implica que ella no se sostiene más que por su mismo desorden.

Está claro que en el reclutamiento que los psicoanalistas se imponen a ellos mismos, hay en todos los campos – que no puedo yo recorrer bajo el haz del proyector – un lugar que se distingue por algo que se aproxima de un modo singular a esta hipótesis paradojal, y que la idea que hay que enseñar es a dar cuenta de lo que es la praxis analítica y de lo que ella pretende conquistar sobre lo real. Ese alguien, de un cierto modo, es el mismo que se elige como siendo una muestra peculiarmente bien escogida de ese progreso.

Sentirán muy bien que aquí se trata de otra cosa que de tópica. Que se trata de una cierta prueba, tanto más importante en precisar su alcance y sin ninguna duda el  término identificación, que aquí se introducirá. Dándoselo como término de la experiencia analítica, se dará un punto enteramente agudo a esta problemática: ¿a qué nivel se produce esta identificación? Al nivel de una experiencia particular, transmitiendo el analizado un cierto modo de experiencia de aquél que lo ha analizado, tal como él mismo lo ha recibido. ¿Cómo esas experiencias pueden referirse una en relación a la otra? Hay siempre algo que supera al contrario, deja la puerta (…) a alguna superación. Este es el nivel difícil de plantear el problema. Es allí también donde es necesario plantearlo. ¿Cómo lo aprehenderemos si no es por la estructura de esta experiencia?

De ningún modo, cualquiera fuera que pudiera afirmarse como sustantivo en el nivel analítico. De ningún modo esto sirve de medida y los mismos analistas reirían si se les dijera que lo que se trata de transmitir es el ideal del yo. La identificación no puede ser aprehendida en otra parte. Seguramente sabríamos contentarnos con algo que faltara ser ejercido una vez en una cierta dinámica.

¿Cómo encontrar lo que fuera, que no pueda resolverse más que en una suerte de endogenia, de toma de conciencia de un cierto número de desplazamientos aprehendidos por el interior?. Pero, ¿qué de aprehensible, qué de transmisible, qué de organizable, qué – para decirlo todo – de científico podría asegurarse sobre algo que volvería entonces, al nivel de una cierta masoterapia, de ejercicio tipo respiratorio, hasta de relajación, de arte primitivamente cercano de la esfera más interna, de una prueba, al fin de cuentas, corporal? Es por eso que es tan importante tratar de aprehender aquello de lo cual puede tratarse en una experiencia que se anuncia, ella misma, como siendo de la dimensión más plena, que no deja de identificarse enteramente a algo tan absoluto como el hablar de la verdad; pero no puede, por otra parte, rehusar, en el nivel de sus resultados, de su experiencia, de esta dimensión verídica, de algo de conquistado que se revela liberador, más auténtico que lo que existe en el nudo que se trata de liberar.

Es por ello que vienen elementos de metáfora a mi discurso que nos vuelve a llevar a lo que hecho entrar aquí la última vez: este pequeño modelo que les aportaba bajo la forma de la banda de Moebius, relaciónándoles algo que es del orden de la topología. Su empleo es de algún modo inmediatamente sugerido por esta simple distinción: debemos hacer más a partir de una prueba ingenua – en cuanto a su realismo – como la de Piaget.

El instrumento de la inteligencia, modo de desconocer, que lejos de tratarse del objeto de la inteligencia, demuestra que se trata  de la misma vía, como se hace para que él subraye que este instrumento sea tan inapropiado que el lenguaje dificulte a la inteligencia. Quizá son difíciles de relevar por la inteligencia los problemas planteados por el lenguaje, al nivel del puro y simple obstáculo,  de la pura y simple, inmediata realidad, aquélla contra la cual se choca. Reenviar esta inapropiación del lenguaje a ese estado primitivo de lo que se llama el pensamiento, no es, verdaderamente aquí, más que rechazar el problema sin resolverlo de ningún modo. Si el lenguaje es alguna cristalización impuesta a la inteligencia, ¿cómo no sería evidente que la inteligencia no fuera el lenguaje? Sin duda, son los instrumentos más hábiles al punto que hay dificultad en restituirlo. Todos los instrumentos que podemos tener de los primitivos son los más preciosos. El lenguaje no lo hubiera sido de un modo análogo si efectivamente fuera secreción, prolongación del acto de inteligencia.

Muy por el contrario, si hay algo que en una primera aproximación querríamos definir como siendo el campo del pensamiento, – ¿por qué no a título provisorio? – es necesario partir de la inteligencia. Yo no diría que el pensamiento sea una fórmula que se aplique a estos diversos niveles de un modo descriptivo. Para tener el aire de una aproximación, el pensamiento es la inteligencia ejerciéndose, lo cual se reencuentra en las dificultades que le impone la función del lenguaje.

Lejos que pudiéramos de ningún modo contentarnos con este primer esquema – ésta es la primera puerta para la lingüística – que hará del primer lenguaje el aparato de alguna correspondencia biunívoca. Cualquiera que sea, no está claro que esta prosecución misma, de reducirla bajo la forma de la crítica, bajo las formas positivistas y tomar para todo empleo al significante, el acceso de las significaciónes diferentes connotadas, que permitirán tener un discurso, un diálogo sin ambigüedad. Tal palabra es aportada no viendo todo lo que aporta el lenguaje de fecundidad, hasta de puro y simple funcionamiento. Conocer no como operar sobre esta suerte de conjunción, de aparato de algún modo preformado que, después del cual, no tendríamos más que leer la solución de un problema.

Quien no vea que esta operación es la que constituye la solución del problema biunívoco, esto es lo que se trata de obtener al término de nuestra búsqueda. Haciendo plantear esto en su más simple introducción, abordando la dificultad del problema, vemos que, si la aproximación lingüística, recientemente se me interrogaba sobre este empleo del significante y del significado, que como yo respondía parecerían ser palabras que se comienzan a escuchar en todas las esquinas de las calles en que son usadas…

Puestos por delante en los lugares más comunes, en los meetings, introducidos por el estoicismo, signare-signatum puede verse la raíz más lejana. Es suficiente aproximarse a las funciones del lenguaje para ver introducirse allí ciertos tipos de división, que viven en algo enteramente radical, del hecho que en ese radical estamos de tal modo implicados, que estamos sujetos a no estar más que implicados en este nivel radical, y de un modo, sin embargo que nos permite ver en qué estamos implicados y esto no es otra cosa que lo que se llama: la estructura. La ambigüedad que aprehendemos y de la cual les haré seguir la traza en el campo más favorable para manifestarla, entre el sentido y la significación, única capaz de jugar con el tornasol que podría ser, en rigor, un tornasol del sentido.

Es por eso que en este nivel se resuelven las contradicciónes patentes a revelarse en cuanto al propósito de las mismas palabras, por ejemplo, de lo que se llama el nombre propio. Ustedes ven poder ligarse lo que existe de más indicativo, de más arbitrario. En uno, lo que hay de más concreto, en otro lo que parece ir en sentido opuesto, lo que hay de más vacío; en uno lo más cargado de sentido, en otro lo que hay de más desprovisto. Entonces verán que en un cierto registro, la función del nombre propio, por lo que ese nombre indica, no es como dice Bertrand Russell, una palabra para lo particular. Seguramente, no.

Pero, retomemos.

Querría ilustrar la función de la tautología. He hablado de realidad ingenua. Opondré a ello un modo bajo el cual el materialismo está aún en nuestro discurso como una referencia muy poco explorada. El materialismo consiste en no admitir como existentes más que signos materiales. ¿Eso hace círculo? No más. Eso sugiere un sentido. La materialidad no está seguramente explicada. ¿Quién de nosotros se sentiría bien, en nuestros días, contento, explicándolo como una esencia, una substancia última? Que ese término sea aquí expresamente llevado sobre los signos, siendo estos referencia radical. He dicho que ellos representan cosas para alguien. He ahí que, a la vez nos dan el modelo de lo que un cierto tipo de referencia aparentemente tautológica – pues he dicho que el materialismo es lo que nos plantea lo existente y lo que nosotros tenemos por signos materiales, no habiendo aflorado aquí el sentido del término materia – nos muestra bajo una figura ejemplar, paradigmática, la utilidad de este pequeño nudo del cual les he hecho el contorno el otro día. Ese doble punto original que está dibujado como siendo el círculo introductorio de la función. Sea ella significante o signo, está allí para mostrarnos que no podemos servirnos de ella como de cualquier cosa; que de algún modo podría reducirse al término de una referencia puntual.
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Si ese término es favorable a la aprehensión mítica de su estrechamiento hasta algún punto cero, siempre resta algo de irreductible en una estructura, que no podría nadificarse encerrarse sobre sí misma.

Aquí aliento el hecho que esto no haya caído en el vacío. Puedo darme cuenta que lo que he aportado sobre la banda de Moebius para dar el esclarecimiento que comienza a impulsar a los más, al punto que da su valor ejemplar. Hago notar desde entonces la implicación . Es Saussure quien, hablando del significado – cada uno sabe que él no ha hablado de ello de un modo definitivo, lo cual no sería más que en razón de las ambigüedades que se habrían precipitado en la puerta de su teoría en ese punto – lo más eficaz que ha dicho de ello es que, a la mirada del significante, el significado se presenta en la relación del reverso al anverso, o inversamente. Seguramente hay algo de este orden que se nos sugiere por la existencia del signo semántico, del signo del lenguaje . Seguramente se cierra del modo más estrecho en el análisis fonético. ¿Es posible hablar del elemento sonoro sin considerarlo estrechamente ligado, a la significación?

Reencontramos aquí la ambigüedad de las significaciónes del  sentido.

Si este año he recogido en mi discurso este ejemplo de una obra de gramática, que era un ejemplo del cual les mostraré que cualquiera que fuera ese esfuerzo hacia la semántica, no lo era sin llevar un sentido. Les he hecho sentir las dos vías en las cuales era necesario buscarlo, lo que se llama aquí, sentido. Que uno no era sin el otro.

Que uno, en las vías de la significación, lo era en la medida en que nosotros operamos por alguna vía. No es indiferente destacarlo – es por eso que yo he elegido el ejemplo en una lengua extranjera, es traduciéndola al francés que llegaré a hacer surgir todo lo que yo quiera, por procedimiento operatorio, como prestidigitador -.

Otra cosa era la otra dirección, cerrar el punto de aprehensión de encanto poético indicando que se trataba de otra dimensión; dejarla en la bruma poética, sería insuficiente. Esto nos lleva a la propiedad de esta  superficie singular que tiene en cada punto un derecho y un revés. Lo importante es que se puede llegar desde algún punto de este lugar al punto correspondiente del reverso.

Les he dicho que el significante estaba estructurado sobre la superficie de Moebius. Es sobre la misma cara, constituyendo derecho y revés, que podemos reencontrar el material que se encuentra estructurado en la oposición fonética, ese algo que no se traduce, pero que pasa de un significante al otro en su funcionamiento . En el funcionamiento del lenguaje, hasta el más azaroso – esto es lo que demuestran algunas experiencias poéticas – algo pasa . Es allí que está el sentido. Según el modo en que ello pase, es diversamente puntuado.

Es ello lo que nos permite una localización exacta de una experiencia, que por el sólo hecho de ser una experiencia de palabras artificiales, estructuradas por condiciones que desvían el discurso, debe ser ubicado lo que he llamado este uso del lenguaje, por algo, por alguien, sujeto, paciente, que son tomados allí.

Voy a introducir hoy una de esas formas topológicas, una de esas formas fundadas sobre la superficie. Voy a introducirlos en esta función, pues pienso que, cuanto menos, habrán escuchado hablar de la botella de Klein. Retomémosla, apropiémonos de ella. Una botella de Klein.

Les recuerdo que he introducido esta distinción: el espacio en tres dimensiones es algo no claro del todo y, antes de hablar de él, como de estorninos, será necesario ver, bajo qué formas diversas debemos aprehenderlo. Justamente por la vía  matemática, que es esencialmente combinatoria. Otra cosa es sostener el asunto, a resolver, con las formas que se podrían llamar de revolución de una superficie. ¿Qué nos da después? No otra cosa que un volumen. No es por nada que eso se llama así. Porque está fabricado sobre el modelo, no es al azar de algo que es una superficie enrulada. Una superficie, hagan de ello un rulo, eso llena el espacio. Después de haberlo aprendido se divertirán con eso.

El círculo girando alrededor de un eje. Eso hace una esfera.

Hagan un triángulo por una línea que corte los dos lados. Tendrán un cono. Una sección de cono o un cono infinito, según el caso. Hay cosas que no se comportan enteramente como eso que ocurre al sostener el espacio, y que lo hacen muy bien.

Hay tres formas fundamentales: el agujero, el toro el cross-cap. Se los he dicho.

El toro no es complicado.
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Tomen un anillo, una cámara de aire, comiencen a plantearse pequeños problemas en sus cabezas. Háganle un corte. Si ustedes no han reflexionado sobre el toro, díganme : ¿Cuántos pedazos se harán? Lo que prueba que no son objetos de una intuición inmediata. Les quiero destacar cómo, de un modo simple y combinatorio se construyen esas figuras.

La forma más elemental  que pueda sernos dada es la de una figura de cuatro lados los cuales están vectorializados. ¿Qué significa vectorialización? Significa que unimos lo que se llama aquí un borde, que es en el sentido de la vectorialización que un punto será unido a otro que es correspondiente de un modo ordenado. Que un punto b será unido al punto b’. Lo mismo para las cuplas de los otros lados de la mencionada construcción.
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No hay cuadrado aquí más que para la inteligibilidad del ojo guestaltista de la figura. Si yo hiciera de este otro modo sería semejante.
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Un toro se construye suturando un lado con el otro, bajo la forma del cilindro. Si ustedes suponen que el espacio, el intervalo, tiene una función cualquiera – hay gente como Santo Tomás que querían llenar las cosas con su dedo – si ustedes quieran llenarlo, tendrán un rulo pleno, y a partir de allí pueden cerrar ese anillo y dibujar esa figura.

Eso quiere decir que en una estructura que es de orden esencialmente espacial, que no comporta ninguna historia, ustedes introducen un elemento corporal para que eso sea determinado; para que ustedes connoten uno y uno de la misma cifra, pero una cifra de una connotación que no viene más que después. ¿Qué importa el orden en el cual viene? Eso dará un toro, pero no el mismo.

¿Qué es una botella de Klein? Es una construcción exactamente del mismo tipo, con esta diferencia: que si dos de los bordes vectorializados están en el mismo sentido, los otros bordes opuestos – poco importa que la operación de sutura se haga antes o después del otro – los dos bordes están vectorializados en sentido contrario.

Les voy a mostrar lo que eso da, para aquéllos que todavía no habían escuchado hablar de la botella de Klein. Eso da algo en corte, seguramente no queriendo decir nada en ese registro, en tanto que no introducimos la tercera dimensión del espacio.
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Este es un modo para la intuición común, para la localización que es habitualmente la de ustedes en la experiencia, y quizá pudiera decirse, la de costumbre. Nada objetaría a lo que ustedes tengan de más accesible y familiar en las dimensiones topológicas de la superficie.

¿Qué es lo que quiere decir este esquema? Es en corte, es decir que hay un volumen que es común, que tiene en el centro un conducto que pasa. En otros términos, eso merece llamarse botella. Está el gollete, el que entrando en el cuerpo de la botella va a insertarse, suturarse, sobre su fondo, sin recurrir en mi figura a una botella de whisky. Ustedes tuercen su gollete, hacen atravesar la pared de la botella y lo insertan sobre el fondo de la misma. Al mismo tiempo esta inserción abre.

Pueden constatar que tienen así algo que se realiza con el carácter de una superficie completamente cerrada. Por todos lados, esta superficie está cerrada. Sin embargo, se puede entrar en su interior –  si me atrevo a decirlo – como en un molino. Su interior comunica integralmente con su exterior. Por otra parte esta superficie está completamente cerrada. Eso formará parte de la física divertida, el que ésta botella sea capaz de contener líquido, y que de ninguna manera permita que se derrame fuera, y contenerlo sin que haya necesidad  de corcho. Si ustedes dan vuelta el fondo hacia abajo, es cierto que el líquido no saldrá afuera. Esto no tiene ningún interés. Lo que es interesante es que las propiedades de esta botella son tales, que la superficie que la compone tiene las mismas propiedades que la banda de Moebius, a saber: que no tiene más que una cara. Cómo es posible de responder que esto parezca ser del  registro del giro del pasa-pasa, y que podría pasar, como analogía, por efecto de  sentido.

Voy a tratar de materializárselos de modo que sea claro. Si partimos de la esfera; si pudiéramos hacer de una esfera, una botella; algo que no es imposible. Una pelota de goma, ustedes la repliegan sobre ella misma. Pueden ustedes hacer un corte, sumido en ella misma. Es así que comienza el proceso de formación de un cuerpo animal, el estado de blástula, después el de mórula. Tienen un adentro y un afuera.
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Al hacer un continente, no habrán modificado nada de la función de las dos caras de la superficie en relación a la esfera primitiva. Es otra cosa lo que ha ocurrido. Si tomando la esfera, en primer lugar, haciendo esta cosa estrangulada
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Tomen una de las mitades de la esfera y la hacen entrar en la otra.
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En otros términos, la pesa, la doble bola, dos entradas en el interior… tienen el afuera primitivo, el adentro y lo que está enfrentado. Esto es una superficie del afuera con el adentro, no ya como blástula, el adentro permaneciendo siempre enfrentado, el adentro siendo la segunda parte de la superficie. Para llegar a la botella de Klein es necesario otra cosa.

Allí está lo que yo quería explicarles, algo que va a mostrarles el interés de la puesta en evidencia de la dicha botella.

Supongan que existe alguna relación estructural, como está bien indicado, desde hace largo tiempo por la permanencia de la metáfora del círculo y la esfera en todo el pensamiento cosmológico. Supongan que esto sea como aquello, que sea necesario construir para representárselo – de un modo saludable – lo que justamente concierne al pensamiento cosmológico.

El pensamiento cosmológico está fundado esencialmente sobre la correspondencia, no ya biunívoca, sino sobre la envoltura microcósmica sobre el macrocosmos. A ese cosmos ustedes llámenlo universo. Supongan que el uno envuelva al otro y lo contenga, y que aquél que está contenido, se manifieste como siendo el resultado de ese cosmos, lo que corresponde allí miembro a miembro. Es imposible extirpar esta hipótesis fundamental, y es de allí que data una cierta etapa del pensamiento que es un cierto uso del lenguaje. Esto corresponde en la medida únicamente, en que ese registro de pensamiento, el microcosmos, no está hecho de una parte dada vuelta del mundo, como se da vuelta la piel del conejo.

Es verdaderamente un afuera, que se enfrenta al adentro del cosmos. Tal es la función simbólica de la reconstrucción de la botella llamada de Klein.

Veremos que este esquema es esencial, seguramente, para un cierto modo de pensamiento. Se los he dicho, pero para representar  – se los mostraré en detalle y de hecho – una cierta limitación, una implicación no develada en el uso del lenguaje. El momento del despertar, en la medida en que yo lo puntúe, lo ubiqué históricamente en el «Cogito» de Descartes, es algo que no es inmediatamente aparente, justamente en la medida en que de ese «Cogito» se ha hecho algo de valor psicológico.

Si se ubica aquello de lo cual se trata, si se lo pone en evidencia lo que la función del significante es, y no otra cosa que el hecho, que el significante representa al sujeto para otro significante. Es a partir de este descubrimiento que la ruptura del pacto,  supuestamente preestablecido del significante a algo, que, estando roto, se prueba en la historia y porque es de allí que ha partido la ciencia, se prueba, que es a partir de esta ruptura – no se la enseña más que incompletamente – que puede inscribirse una ciencia. A partir del momento en que se rompe ese paralelismo del sujeto al cosmos que lo envuelve, y que hace del sujeto psicológico, microcosmos. Es a partir del momento en que introducimos otra sutura, lo que he llamado en otra parte un punto de capitónado esencial que abre un agujero, gracias al cual, la estructura de la botella de Klein se instaura en la estructura de lo que hace el agujero. Lo que está anudado es la superficie misma, que de un modo hasta ahora está anudada a la superficie que es localizada como afuera. Debemos ocuparnos de un orificio que en mi dibujo simbolizaba el macrocosmos envuelto. Es por allí por donde alcanza la estructura de la botella de Klein.
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Por una vía difícil y que no les conducirá directamente sobre su relación al lenguaje – en tanto que tenemos poco tiempo – voy a tratar de darles una pequeña explicación divertida, en la cual verán la  relación global con el campo de la experiencia analítica.

Hay más de un modo de traducir esta construcción. Podría darles allí la cara de Gagarin, el cosmonauta. Gagarin, aparente y verdaderamente encerrado, digamos para simplificar, en su pequeño cosmos baladeador. Desde el punto de vista biológico es, por otra parte, entre nosotros algo bien curioso, y que podría puntuarse en relación a la evolución de la línea animal. Les recuerdo; es difícil aprehender, de un modo que sea concebible, como un animal cambiaba regularmente aquello de lo cual tenía necesidad, desde el punto de vista respiratorio con un medio, en el cual estaba sumergido, y realizaba este poder salir del agua enviándose al interior, a sí mismo, una fracción importante de la atmósfera. Desde ese punto de vista evolucionista, pueden remarcar que Gagarin hace una operación redoblada: él se envuelve en su propio pulmón, lo que hace necesario que, al fin de cuentas, él orine en el interior de su propio pulmón. Es necesario que todo eso se vierta en alguna parte. De donde el silogismo ejemplar: «Todos los hombres son mortales; Sócrates…» cuya introducción es una corrección de ese silogismo sobre Sócrates: «Todos los cosmonautas son orinadores. Gagarin es un cosmonauta. Gagarin es un orinador». Lejos que Gagarin se contente con ser un orinador, él no es más un cosmonauta . El no es un cosmonauta, porque él no se pasea en el cosmos, porque la trayectoria que lo lleva es, desde el punto de vista del cosmonauta, imprevista y se puede decir que ningún Dios ha procedido nunca a dar existencia a un cosmonauta. Jamás he conocido la trayectoria necesaria, en función de las leyes de gravitación, que pueda ser descubierta sino es a partir de un rechazo absoluto de todas las evidencias cósmicas.

Hay en la ley de Newton algo que permite hacer de una naturaleza acósmica, en el desarrollo de la ciencia moderna, la  apertura de la cual se trata, a saber: el cosmos es algo que depende de una construcción,  de una naturaleza perfectamente acósmica. Es de esta esfera interna, que, bajo el nombre de realidad debemos ocuparnos en el análisis. Realidad aparente que es la de la correspondencia en apariencia modelada, la una sobre la otra, de algo que se llama el alma, en algo que se llama la realidad. Pero en relación a esta aprehensión, que permanece siendo la aprehensión psicológica del mundo, el psicoanálisis nos da dos aperturas: la primera la de este lugar de reencuentro donde el hombre se cree el centro del mundo. No  es ésta  la noción de centro importante en lo que se llama – como loros – la revolución copernicana, bajo el pretexto de que el centro ha saltado de la tierra al sol . Nuestros ancestros eran más fuertes que nosotros. En el psiquismo, el sujeto se representa como el doblez de una  realidad que al mismo tiempo deviene realidad cósmica. Lo que el psicoanálisis descubre es que ese pasaje, por donde se llega en el entre-dos, al otro lado del doblez, donde ese intervalo es lo que funda la correspondencia del interior al exterior. Es el mundo de la otra escena, el mundo del sueño que es percibido, lo Unheimlich. Es eso, ese lugar, ustedes que pasean por las calles. Allí me detendré  la próxima vez. ¿Por qué se da a las calles nombres propios?

Van de calle en calle, pero un día ocurre que, sin saber por qué, franquean, invisible a ustedes mismos, no sé que línea y caen en un lugar donde nunca habían estado, y sin embargo lo reconocen como  siendo aquél, ese lugar, donde habrían estado. Estaba allí, en vuestra memoria, como un islote  aparte. Algo de no localizado más que allí, para reunírseles. Ese lugar no tiene nombre, pero se distingue por la extrañeza de su decorado; ¡Freud puntúa tan bien lo que hace al campo de lo Unheimlich!

He ahí una palabra donde tocamos la identidad de su anverso y reverso. Ese lugar que llamamos la otra escena. Aquélla que está en ese lugar como un decorado. Saben que no es más que lo que está del otro lado, del afuera, que es la verdad. Si ustedes están sobre la escena son ustedes quienes están en la realidad del decorado.

El  año pasado hice algo que permitiría decir, que yo había meditado sobre el amor, que yo dije que su campo era un campo profundamente anclado en lo real, en la regularización del placer y al mismo tiempo, profundamente narcisista.

Otra dimensión nos es dada en esta singular coyuntura: aquélla en la cual ocurre que, por las vías del sueño, ella sea nuestra compañía en el arribo a esta experiencia singular. Esto es un índice de algo, de una dimensión que, seguramente nadie más que la experiencia romántica ha sabido hacer vibrar al amante. Son otras vías: el no-sentido.

Habiendo operado esa superación en la reflexión especular que es el pasaje más allá del espejo, se presente por ser lo que puede ocurrir en este singular reencuentro. Es lo que, en otra dimensión – yo lo he dicho – explorada por la experiencia romántica, se llama, con otro acento, el Amor.

Pero al volver a ese lugar y para comprenderlo, y para que haya podido ser aprehendido, hasta descubierto, para que exista en esta estructura, que hace que aquí se encuentre la estructura de las dos caras opuestas, que permite constituir esta otra escena, es necesario que, por otra parte, haya sido constituida la estructura de la cual depende el acomicismo del  todo, a saber: la estructura del lenguaje no es capaz, seguramente, de la adecuación absoluta del lenguaje a lo real, pero sí, de lo que en el lenguaje se introduce en lo real,  todo lo que nos es allí accesible de un modo operatorio. El lenguaje entra en lo real y crea allí la estructura. Participamos en esta operación y, participando allí, estamos incluidos, implicados, en una topología rigurosa y coherente que hace que toda puerta empujada en un punto de esta estructura, no lo sea sin la localización, sin la indicación estricta del punto donde está la otra abertura. Aquí me será fácil evocar el pasaje de Virgilio: las dos puertas del sueño, puerta de marfil y puerta de cuerno que nos abren sobre el campo de lo que hay de verdadero en el sueño.

La puerta de marfil es aquella por donde se es reenviado, es por donde pasan los sueños erróneos, lugar del sueño más cautivante. El lugar donde creemos ser un alma subsistente en el corazón de la realidad.