Seminario 17: Clase 3: (Complemento) – Protesta, 10 de Diciembre de 1969

A títulos diversos, he sido advertido de que me acechaba la oposición. No se dan cuenta lo suficiente de que yo también acecho la oposición pero con un objeto que me interesa eminentemente: para que confirme o invalide, lo que sucede con este nivel donde yo sitúo la estructura de un discurso. Acabo de decir yo (je); es evidentemente porque el discurso del que se trata, lo miro desde otro lugar, desde un lugar dónde «me» sitúa, un discurso del cual soy el efecto. De modo que en la ocasión es lo mismo decir «me sitúa» o «se sitúa» este discurso.
Al nivel de este discurso, no se trata de poder o no echar mi cancioncilla, dictar un buen curso, como dicen, que es todo. No es nada, seguro. Debo decir que hasta el presente no es que se pueda apuntar a alguien de que me haya faltado y, en verdad, no me puedo quejar de haber sido molestado alguna vez. Pero no creo – sería lastimoso, que tenga que aprenderlo en la oposición misma – que oponerse sea perturbar un curso. En verdad, tan esencial como este hecho es aquello en lo cual se anegan los que me escuchan. Porque aquello de lo cual hablo, señala la entrada en acción de este discurso que no es el mío, sino aquel tuyo efecto soy, para atenerme a este término provisorio.
No me parece vano después de haber, estado en Vincennes donde se ha podido creer que lo que pasaba no era de mi agrado, que se crea que haya podido de alguna manera espantarme encontrar, -tengo la necesidad de decirlo-, aquello sobre lo que estaba advertido, a saber, que estaba convenido que mi idea únicamente a título de personaje a la vista, sería la ocasión de un efecto de obstrucción. ¿Cómo quieren que este incidente pueda constituir una gran novedad del contexto para mí, cuando recuerdo que cuando empecé mi discurso en Sainté Anne, para tomar las cosas desde el principio, lo que llamo «aquello en lo cual se anega mi audiencia» estuvo entonces constituido por una pequeña escueta cuyo ritmo no conozco, pero que bien podría ser mensual y luego trimestral, interrogación ansiosa que se te hacía al viejo maestro cuyo huésped yo era, sobre el hecho de saber si me enseñanza respondía bien a las garantías de lo que hace a una enseñanza médica. Se hubiese dicho, que lo que angustiaba extrañamente era que mi enseñanza no tuviese las carácterísticas de una «enseñanza médica».
¿En que consiste, sobre mi tema, a saber para empezar, «Los escritos técnicos de Freud», cuáles podrían ser las carácterísticas justamente de una «enseñanza médica»? – ¿Debía solamente consistir en algunos actos de reverencia, – no digo de referencia -, a términos considerados sagrados porque estaban situados ellos mismos bien en el centro , en el corazón de la enseñanza medica? – ¿Debía indicar, para que esta enseñanza fuese medica, que un día, se le encontrará a la neurosis quizás causas endócrinas, o, simplemente recordar uno de esos pequeños elementos a los cuales de todos modos no podemos no tener en cuenta, y que se llama «elemento constitucional»? ¡Eso es médico!.
Brevemente, como se me paraba a estos recuerdo para que cesaran, se convencieron que se habían puesto en la triste necesidad de soportar en el corazón de un lugar tan esencialmente medico, una enseñanza que no lo era; es entonces que me hicieron llegar sólo por intermedio de gente de la cual estaban demasiado: seguros que el mensaje me llegara forzosamente, ya que era gente que estaba en análisis conmigo, lo que pensaban por ejemplo, de mi público. Evoco esto, porque, cuando hablo de eso en lo cual están inmersos ustedes mientras hablo, ustedes que están allí, hoy discierno un poco mejor que la ultima vez algunos componentes, localizo un poco mejor las caras, hay muchos familiares, y me alegro por ello. Y me alegro también del relativo alivio que puedo comprobar entre aquellos que, la ultima vez, hacían aquí de todos modos, algo así, como en un subte un poco apurado.
A pesar de todo no olviden en qué se anegan, puesto que un buen número de ustedes ya estaban en ese auditorio muy antiguo, y estuvieron luego en ese lugar de donde debí emigrar. La calificación de este auditorio, visita desde afuera, este auditorio que estaba en ese momento verdaderamente constituido por aquellos que fueron luego los pilares de la Escuela Freudiana, no se puede decir, que fuera gente muy fácil. Y bien, mi Dios, parece, que se veía, solamente al ver sus siluetas pasearse ante ciertos vidrios antes de entrar a escucharme a las 12.30 hs. como siempre, que había algo allí que se sentía, no sé qué sello de toxicomanía y de homosexualidad que era muy evidentemente lo que se reflejaba del estilo, del modo de andar de esos deambuladores… Es para decirles que no data de ayer, que mi público exhala, -es eso sobre lo cual me interrogo-, por su composición, algún efecto de incomodidad. Allí, en un lugar que era el lugar de una estadía que ciertamente agradezco a aquellos que me lo han permitido que haya durado tan o tiempo… No se imaginen de todos modos que fueron lugares accidentales, de donde, en fin partiera lo que yo llamaba recién «la calificación de Incomodo» de mi auditorio. Son los alumnos de la Escuela Normal, son los elegantes de la Normal, esos principitos de la Universidad, ésos que saben al dedillo que no hay ninguna necesidad de saber algo para enseñarlo, fueron ellos quienes encontraron que pasaban cosas muy curiosas. Si ustedes fumaban allí, – ustedes también fumaban, me hago eco de tanto en tanto del hecho de que hubieran podido abstenerse – era a causa de esto, pasaban allí cosas que no debieron producir se nunca en ningún lugar, es que el humo atravesaba el techo de esta sala, de modo que esos que yo llamaba recién «los elegantes de la Normal», que estaban, parece, en los lugares de biblioteca, arriba, no lo soportaban. Son cosas que manifiestamente sólo podían producirse a causa de este publico, y es lo quiero subrayar. (Interrupción del bedel). Yo que deseaba que apareciese la oposición, aquí la ven en lo real, es la oportunidad de decir que todo lo rechazado en lo simbólico reaparece en lo real. Todo esto pasa en una Zona que, seguramente, no pierde por tanto su significación.
(Reaparición del bedel). 
Levanto la sesión y daré la clase dentro de ocho días.