Seminario 6: Clase 8, del 14 de Enero de 1959

Ya que las últimas veces hemos hablado mucho del deseo, vamos a comenzar a abordar la cuestión de la interpretación. El grafo debe servirnos para algo. Lo que voy a decirles hoy sobre un ejemplo, a saber, sobre la interpretación de un sueño, quiero introducirlo por ciertas consideraciones  sobre lo que resulta de las indicaciones que nos da Freud, precisamente, sobre la interpretación del sueño.

He aquí, en efecto, un poco más de cerca, el sentido de la observación de Freud a la que apunto actualmente. Está en el capítulo XII, donde se interesa por el sentimiento intelectual concerniente al sueño. Por ejemplo, en el momento en que el sujeto relata un sueño, tiene el sentimiento de que falta allí algo que ha olvidado, o que algo es ambigüo, dudoso, incierto. En todos estos casos, nos dice Freud, lo que es denunciado por el sujeto a propósito del sueño, en lo que concierne a su incertidumbre, su puesta en duda, su ambigüedad: a saber, es o esto o aquello, no recuerdo más, no puedo decir más, incluso, su grado de realidad, es decir, el grado de realidad con él cual ha sido visto, ya sea que eso fuera algo que se afirma en el sueño con tal grado de realidad que el sujeto lo distinga o, por el contrario, que fuera un sueño; todo esto, nos dice Freud, en estos casos, debe ser tomado como lo que enuncia lo que Freud llama uno de los pensamientos latentes del sueño.

Eso que, en suma, es dicho por el sujeto en nota marginal en lo que concierne al texto del sueño, a saber todos los acentos de tonalidad, eso que en una música se acompaña con anotaciones como ‘allegro’, ‘crescendo’, ‘decrescendo’, todo esto forma parte del texto del sueño.

No pienso que para la mayoría de ustedes, que supongo han ya tomado conocimiento de la Traumdeutung, de la técnica, esto sea nuevo. He ahí algo verdaderamente fundamental para lo que es la interpretación de un sueño. No hago más que recordarlo, pues no tengo tiempo de darles los ejemplos que están en Freud, y los envío al texto de la Traumdeutung. Verán el uso que hace Freud de esa evocación esencial.

Freud interpreta el sueño integrando el sentimiento de duda, por ejemplo, que hay en este sueño, en el momento en que el sujeto lo relata, como uno de los elementos del sueño, sin el cual no podría ser interpretado.

Partimos, entonces, de la interpretación freudiana, y nos planteamos la pregunta de saber lo que esto comporta de implicación.

No basta con aceptar este hecho, o esta regla de conducta, como debiendo ser recibida religiosamente como lo han hecho muchos de los discípulos de Freud, sin buscar ver más lejos, otorgando confianza al inconsciente, de cierta forma ¿Qué implica que Freud nos diga que no es solamente la tensión de vuestro inconsciente lo que está ahí en el momento en que vuestro recuerdo del sueño se sustrae, o por el contrario, se coloca bajo cierta rúbrica, bajo cierto acento?

El dice que esto forma parte de los pensamientos latentes del sueño mismo. Es, pues, aquí, que eso que hemos convenido en llamar el grafo, nos permite precisar, articular de una forma más evidente, más cierta, eso de lo que se trata cuando Freud nos da una regla de conducta en la interpretación del sueño.

He aquí, en efecto, lo que podemos decir. ¿Qué hacemos cuando comunicamos un sueño, sea esto dentro o fuera del análisis? No se ha esperado al análisis para que pudiéramos  dar una fórmula  de la enunciación de un sueño, que la especifique en el conjunto de las enunciaciones posibles, como teniendo cierta estructura en relación al sujeto. En lo que nosotros podemos aportar como enunciado en un, discurso distinguir legítimamente esto que, en medio de esos enunciados concernientes a los acontecimientos, hay algunos que tienen un valor totalmente digno de ser distinguido  respecto del registro significante.  Son los enunciados que podemos poner bajo esta rúbrica general: pertenecer al discurso indirecto. Son los enunciados que conciernen a las enunciaciones de otros sujetos. Es eso que es relato de las articulaciones significantes  de  algún otro. Y muchas cosas se introducen por allí, inclusive otros enunciados, es decir, el rumor, me han contado, Fulano ha afirmado que ha sucedido tal o cual cosa. Esta es la forma, una de las formas más fundamentales del discurso universal. La mayor parte de las cosas de las que nosotros mismos tenemos que rendir cuentas, forman parte de lo que hemos recogido de la tradición de otros. Digamos, pues, un relato de enunciado puro y simple, fáctico, que tomamos por nuestra cuenta. Y por otra parte, esto comporta de una forma latente, la dimensión de la enunciación, la que no es forzosamente puesta en evidencia, sino que lo deviene desee el momento en que se trata de relatar el enunciado de algún otro. Es, posiblemente, asimismo, de nuestro enunciado de lo que se trata. Podemos decir que hemos dicho tal cosa, que hemos dado testimonio ante tal otro, y podemos, incluso, hacernos la enunciación que hemos hecho el enunciado que es completamente falso. Podemos testimoniar que hemos mentido.

Una de las posibilidades es aquélla que retiene nuestra atención por el momento. ¿Qué es lo que hacemos en la enunciación de un sueño? Hacemos algo que no es único en su clase, por lo menos en la forma en que vamos a tener que definirla ahora. Una forma, pues, de la que es interesante subrayar que es la forma espontánea que se tiene frente a un sueño, antes de entrar en la querella de los sabihondos, a saber, que el sueño no tiene ninguna significación, es un producto de descomposición de la actividad psíquica, que es la posición  llamada científica que ha sido sostenida durante un período bastante corto de la historia – Freud hacía notar que él no hacía más que reencontrar la tradición. Ya es algo considerable lo que hemos avanzado hasta ahora a saber que la tradición no ha estado jamás sin plantear, al menos en lo concerniente al sueño, un punto de interrogación en cuanto a su significación.

En otros términos, lo que enunciamos al producir el enunciado del sueño, es algo en lo que está dado, en la misma forma bajo la cual nosotros la producimos a partir del momento en que contamos nuestro sueño a algún este punto do interrogación que no es cualquiera, que supone que algo está bajo ese sueño, de lo cual ese sueño es el significante. Quiero decir, podemos escribir esto en nuestra formalización, que se trata de una enunciación, de un enunciado, que tiene él mismo un índice de enunciación, al que se le supone que toma valor, por supuesto, no fáctico.

Es necesario que añadamos allí un acento suplementario para contar esto de una forma y en una dimensión puramente descriptiva.

La actitud que permanece espontánea, la actitud tradicional, de tal modo ambigüa del niño pequeño que comienza a contarles sus sueños, que les dice «esta noche he soñado». Si se observan las cosas, todo sucede como si, en algún momento, se le hubiese descubierto al niño la posibilidad que él tiene de expresar esas cosas. Y esto es a tal punto que muy frecuentemente no se puede verdaderamente saber, en la edad en que comienza esta actividad confidencial del niño concerniente a sus sueños, si después de todo, eso que él les cuenta es verdaderamente algo que él ha soñado, o algo que él les trae porque él sabe que sueña y que se pueden contar los sueños.

Esos sueños del niño tienen el carácter de estar en el límite de la fabulación, como el contacto con un niño lo hace sentir. Pero justamente, si el niño lo produce así y lo cuenta así, es con el carácter de ese pequeño índice de enunciación E(e). Algo está más allá. Con esto, justamente, él juega con ustedes el juego de una pregunta, de una fascinación. Y para decir todo, la fórmula de toda especie de relato concerniente al sueño, sea ella intra o extra analítica, siendo esta E(eE), lo que nosotros diremos ser la fórmula general de algo que, por consiguiente, no le es particular al sueño, es aquélla del enigma.

A partir de ahí, ¿qué es lo que significa eso que Freud quiere decir? Veamos cómo vamos a servirnos del grafo para proyectar allí los diferentes elementos de esta formalización. Puede haber aquí  varios modos. El interés estructural del grafo es que es una estructura que nos permite señalar la relación del sujeto con el significante, ya que necesariamente, desde que el sujeto es tomado en el significante – y es esencial que sea tomado ahí – es esto lo que lo define, es la relación del individuo con el significante. Se impone en ese momento una estructura y una red que permanece, por decirlo así, siempre fundamental.

Tratemos de ver ahí como podemos repartir las diversas funciones interesadas en la enunciación del sueño en dicho grafo, en este caso. Eso de lo que se trata, el punto pivote, el enunciado – yo diría – total, el sueño como hecho de creación espontánea, se presenta como algo que, en su primer aspecto, tiene un carácter de relativa totalidad, es el producto de un cierto bloque. Se dice: «he tenido un sueño», se lo distingue de otro sueño que ha seguido y que no es el mismo. Tiene el carácter de ese discurso; se refleja, en tanto que nada hace aparecer allí, en el momento en que nosotros hacemos esa fragmentación, esa descomposición del significante sobre el cual tenemos todo tipo de índices retroactivos, que esa fragmentación incide en la función de todo discurso.

Pero el discurso, por cuanto el sujeto se sostiene allí, suspende a cada instante nuestra elección,  en el momento de impulsar un discurso.  Sin esto, nuestra manera de comunicar tendría algo de otro modo, arduo.

Ese sueño nos es dado como un todo. Es este enunciado el que se produce, si puedo decir, en el nivel inferior del grafo. Es una cadena significante que se presenta bajo la forma habitual del lenguaje, que es algo sobre lo que el sujeto ha de hacer un relato, una enunciación, ha de situarse en relación a ella, va a hacerlos pasar, justamente,  con todos esos acentos que va a poner allí, de mayor o menor adhesión a eso que él les cuenta. Es decir que, en suma, es a nivel del discurso para el otro, que es también el discurso donde el sujeto asume ese sueño, que va a producirse ese algo que acompaña al sueño, y el cómo, por decirlo así, de su posición más o menos asumida por el sujeto. Es decir que aquí, durante el relato de eso que es pasado, se presenta ya, él mismo, en el interior de esto, como lo enunciado del sueño. Es aquí,  en el discurso, donde ese sujeto lo asume para ustedes a quienes él les cuenta, que nosotros vamos a ver producirse enes diferentes elementos, esas diferentes acentuaciones, que son más o menos asumidas por el sujeto.

Me parece que esto es pasado, en ese momento.

En ese momento, todo esto se sucede como si tal sujeto fuera al mismo tiempo, tal otro, o se transformara en tal otro. Eso es lo que he llamado hace poco, sus acentos. Esos diversos modos de asunción de lo vivido del sueno por el sujeto, se sitúan aquí en la línea que es la del yo (je) de la enunciación, ya que frente a este acontecimiento psíquico, él lo asume más o menos en su enunciación.

¿Qué quiere decir esto, sino que eso que tenemos ahí es, justamente, lo que en nuestro grafo, se presenta bajo la forma de la línea punteada, discontinua, que les indica como siendo la carácterística de eso que se articula al nivel de la enunciación, en tanto que esto interesa al significante? Observen pues, esto. Si es verdadero que lo que justifica la línea inferior, aquélla sobre la que, en su oportunidad, hemos ubicado esa retroacción del código sobre el mensaje que a cada instante da a la frase su sentido, es unidad frasística es de amplitud diversa; al final de un largo discurso, al final de mi seminario, o al final de todos mis seminarios, hay algo que abrocha retroactivamente el sentido de eso que les he enunciado antes, pero hasta un cierto punto, donde en cada una de las partes de mi discurso, cada uno de los parágrafos, hay algo que se deformó.

Se trata de saber en qué grado más reducido es necesario detenernos, para que este efecto, que llamamos efecto de significación, en tanto que es algo esencialmente nuevo, que va más allá de lo que llamemos los empleos del significante, constituye una frase, constituye, justamente, esta creación  de significación, hecha en el lenguaje. ¿Dónde se detiene esto? Se detiene, evidentemente en la unidad más pequeña que sea, y que es la frase, justamente  en esta unidad que, en esta oportunidad, se presenta allí de una manera totalmente clara en el relato del sueño, bajo la forma de eso que el sujeto asume o no asume, cree o no cree, o relata algo, o duda de lo que nos cuenta.

Lo que quiero decir es que esta línea o bucle de la enunciación, se hace sobre los fragmentos de frase que pueden ser más cortos que el conjunto de lo que es contado. A propósito de tal o tal parte del sueño, les aporta una asunción por el sujeto, una captura enunciativa de un alcance más corto que el conjunto del sueño. En otros términos, ella introduce una posibilidad de fragmentación de amplitud  mucho más escasa en el nivel superior del grafo, que en el nivel inferior.

Esto nos pone sobre la vía de eso que implica Freud, diciendo que este acento de asunción por el sujeto, forma parte de los pensamientos latentes del sueño. Esto nos dice que esta en el nivel de la enunciación y, por otra parte, que implica esta forma de valorización del significante que esta implicada por la asociación libre. Esto es que, si la cadena significante tiene dos aspectos, aquél que es la unidad de su sentido, la significación frasística, lo monolítico de la frase, el holofrasismo, o más exactamente, que una frase puede ser tomada como teniendo un sentido único, como siendo algo que forma un significante, supongamos, transitorio, pero que, en el tiempo en que él existe, se mantiene solamente como tal. Y la otra fase del significante, que se llama asociación libre, y que comporta que, con cada uno de los elementos de esta frase, también se puede ir más lejos en la descomposición, deteniéndose estrictamente en el elemento fonético, algo puede intervenir que, haciendo saltar uno de esos significantes, implante allí, en su lugar, otro significante que lo suplante. Y es allí dentro que yace la propiedad del significante: es algo que se relacióna con ese lado del querer del sujeto. Algo, un incidente, a cada instante lo evoca, que implica, sin que el sujeto lo sepa, y de una manera para él inconsciente, que, en su discurso mismo, dirigido, más allá de su intención algo interviene en la elección de esos elementos de los que nosotros vemos emerger  los efectos a la superficie, bajo la forma más elemental del lapsus fonemático, por ejemplo, que se trata de una sílaba cambiada en una palabra, que muestra la presencia de otra cadena significante que puede venir a cortarse con la primera, y entrar a implantar allí otro sentido.

Nos es indicado por Freud que eso, que a nivel de la enunciación, por consiguiente, en apariencia, en el nivel más elaborado de la asunción del sujeto, en el punto donde el yo (je) se ubica como consciente por relación a…. nosotros no diremos su propia producción, ya que, justamente, el enigma permanece íntegro – ¿de quién es este enunciado del que se habla? – el sujeto no decide de eso, si él dice «he soñado»; es con una connotación y un acento propio, que hace que aquello que ha sonado, es también algo que, por relación  a él, se presenta como problemático. El sujeto de esta enunciación contenida en el enunciado del que se trata, y con un punto de interrogación, ha estado largo tiempo considerado como siendo Dios antes de llegar a ser el él-mismo del sujeto. Esto casi lo tenemos con Aristóteles…

Para volver a ese más allá del sujeto que es el inconsciente freudiano, toda una oscilación, toda una vacilación se produce, que lo deja en una permanente pregunta por su alteridad. Y eso que de aquello el sujeto retoma luego, es de la misma naturaleza despedazante, tiene el mismo valor de elemento significante que eso que se produce en el fenómeno espontáneo de sustitución, de desorden del significante, que es eso que Freud  nos muestra como la vía normal para descifrar el sentido del sueño.

En otros términos, la fragmentación que se  produce en el nivel de la enunciación, en tanto que la enunciación es asunción del sueño por el sujeto, es algo de lo que Freud nos dice que está sobre el mismo plano, y es de la misma naturaleza que esto, de lo que el resto de la doctrina nos muestra como la vía de la interpretación de sueño, a saber, la descomposición significante máxima, el deletreo de los elementos significantes ya que es  en este deletreo que va a residir la valoración  de las posibilidades del sueño, es decir, de sus entrecruzamientos, de esos intervalos que él deja, y que no se manifiestan más que en tanto que la cadena significante está relaciónada, recortada, entrecruzada por la otras cadenas; que, a propósito de cada uno de los elementos del sueño, pueden entrecruzarse, entremezclarse con la primera.

Y en otros términos, es, y de una manera mucho más ejemplar en el sueño que en cualquier otro discurso, esto es, por otra parte, que en el discurso del sujeto, en el discurso actual, nosotros hacemos vacilar, dejamos desengancharse de la significación actual eso que, de significante está interesado en la enunciación, es en esta vía que nos aproximamos a lo que, en el sujeto es llamado inconsciente en la doctrina freudiana.

Es en la medida en que el significante está interesado, es en las posibilidades de ruptura de este inconsciente, que yace eso sobre cuya pista estamos, eso que, para volver a encontrar, estamos ahí, es, a saber eso que ha pasado de esencial en el sujeto que mantiene ciertos significantes en la represión. Y ese algo va a permitirnos ir sobre la vía, precisamente, de su deseo, a saber, de ese algo del sujeto que es mantenido en esa captura por la red significante, debe pasar,  por así decir, para ser revelado, a través de esas mallas, está sometido a ese filtro, a ese clivaje del significante y que es eso que nosotros tenemos como propósito restituir y restaurar en el discurso del sujeto.

¿Cómo podemos hacerlo? ¿Qué significa que podamos nosotros hacerlo? Les he dicho, el deseo esté esencialmente ligado; por la doctrina, por la práctica, por la experiencia freudiana, en esta posición, está excluido, enigmático, donde él se instala en relación al sujeto está (ndo) esencialmente ligado a la existencia del significante reprimido como tal, y su restitución, su restauración, esta ligada al retorno de esos significantes. Pero esto no quiere decir que la restitución de eso significantes enuncie pura y simplemente el deseo. Es otra cosa lo que se articula en esos significantes reprimidos, y que es siempre una demanda; el deseo es otra cosa, ya que el deseo es algo por lo que el sujeto se sitúa, por el hecho de la existencia del discurso, en relación a esta demanda.

No es de eso que él demanda de lo que se trata. Es de eso que es(tá) en función de esta demanda, es eso que es en la medida en que la demanda es(tá) reprimida, esté enmascarada. Y es esto lo que se expresa de una forma velada en el fantasma de su deseo. Es su relación a un ser del que no se trataría, si no hubiera allí demanda, discurso, que es fundamentalmente el lenguaje, pero del que comienza a ser cuestión a partir del momento en que el lenguaje introduce esta dimensión  del ser y, al mismo tiempo, la oculta. La restitución del sentido del fantasma, es decir, de algo imaginario aparecido entre las dos líneas, entre el enunciado de la intención del sujeto, y ese algo en el que de una manera descompuesta, lee que esta intención está profundamente dividida, fragmentada, refractada por el lenguaje; entre las dos líneas, esta ese fantasma donde habitualmente él suspende su relación al ser.

Pero este fantasma es siempre enigmático,  más que cualquier otro. ¿Y qué es lo que quiere (veut)? Esto: que nosotros lo interpretemos. Interpretar el deseo es restituir aquello a lo cual el sujeto no puede acceder por sí mismo, solo; a saber, el afecto que designa en el nivel de ese deseo que es el suyo – hablo del deseo preciso que interviene en tal o cual incidente de la vida del sujeto, del deseo masoquista del deseo suicida, del deseo oblativo, según el caso. Se trata de qué eso que se produce de una forma cerrado para el sujeto, al retomar su lugar, su sentido en relación al discurso enmascarado que está interesado en ese deseo, retoma su sentido verdadero, aquél que es definido, por ejemplo, por eso que llamaría los actos posicionales en relación al ser. Es  eso que llamamos amor, odio o ignorancia, esencialmente, y otros términos aún de los que será necesario que hagamos el recorrido y el catálogo. Ya que eso que se llama afecto no es ese algo pura y simplemente opaco y cerrado que seria una especie de más allá del discurso, una especie de conjunto, de nudo vivido del que no se sabe de qué cielo nos cae. Pero ya que el afecto es, precisamente, siempre, algo que se connota en una cierta posición del sujeto por relación  al ser, quiero decir, por relación al ser en tanto que eso que se le propone en su dimensión fundamental es simbólico o bien que, por el contrario, en el interior de ese simbólico representa una irrupción de lo real, esta vez, muy perturbador.

Y es muy difícil no percibir que un afecto fundamental como el de la cólera, no es otra cosa que esto: lo real que llega en el momento en que nosotros hemos hecho una muy bella trama simbólica, o todo va muy bien, el orden, la ley, nuestro  mérito y nuestra buena voluntad. Uno se da cuenta de golpe, que las clavijas no encajan en los pequeños agujeros. Este  es el régimen del afecto de la cólera: todo se presenta bien para el puente de barcos en el Bósforo, pero hay una tempestad que hace agitar el mar. Toda cólera es hacer agitar el mar.

Por otra parte, puesto que es algo  que se relacióna con la del deseo mismo, es también algo que determina una forma de afecto sobre la cual volveremos. Pero el afecto es esencialmente, y como tal, al menos para toda una categoría fundamental de afectos, la connotación  carácterística de una posición del sujeto, de una posición  que se sitúa, si vemos esencialmente las posiciones posibles en esta puesta en juego, puesta en trabajo, puesta en obra de él-mismo, en relación a las líneas necesarias, que le impone, como tal, su envoltura en el significante.

Veamos ahora un ejemplo. Este ejemplo lo he tomado de la posteridad de Freud, nos permite articular bien eso que es análisis. Y para proceder de una manera que no deje lugar a una elección especialmente arbitraria, he tomado el capitulo V del Análisis de los Sueños, donde el autor toma como ejemplo el análisis de un sueño simple, quiero decir, de un sueño que ella toma como tal, impulsando como tal, impulsando con ello hasta el fin, su análisis. Entiendan bien que, en los capítulos precedentes, ella ha mostrado un cierto número de perspectivas, de leyes, de mecanismos, por ejemplo, la incidencia del sueño en la práctica analítica, o incluso más lejos, los problemas planteados por el análisis del sueño, o de lo que sucede en los sueños de personas analizadas. Lo que hace el punto pivote de este libro es, justamente, el capítulo en el que ella nos da un ejemplo singular de un sueño ejemplar en el cual pone en juego, en acción, ilustra todo esto que ella puede tener, por otra parte, para hacernos conocer, concerniente a la forma en la que la práctica analítica nos muestra que debemos ser efectivamente guiados en el análisis de un sueño, y fundamentalmente lo esencial que es lo que prácticamente aporta de nuevo luego de la Traumdeutung, que un sueño no es simplemente algo que revé tener una significación —eso es de la Traumdeutung—, sino algo que, en la comunicación analítica, en el diálogo analítico, y que justamente el sueño viene de una manera activa y determinada, a acampanar el discurso analítico para aclararlo, para prolongar sus caminos, que el sueño es un sueño, al fin de cuentas, hecho no solamente para el análisis, sino a menudo, para el analista.

El sueño, en el interior del análisis, se encuentra, en suma, como portador de un mensaje. La autora en cuestión no retrocede. No más que los autores que luego han tenido que hablar del análisis de los sueños.

Se trata solamente de saber qué pensamiento, qué acento le daremos. Y ustedes lo saben. He llamado la atención ahí en mi relato de Royaumont, ésta no es la pregunta menos que plantea la cuestión del pensamiento respecto al sueño, que algunos autores creen poder desviarse de esto, ya que ven allí algo así como una actividad; al menos seguramente es algo…

Quiero decir que el hecho de que el sueño se presente como materia de discurso, como materia de elaboración discursiva, es algo que, si no nos damos cuenta de que el inconsciente no está en ninguna otra parte que en las latencias, no de no sé qué base psíquica en la que estaría en estado inconstituido, sino más bien en tanto inconsciente de este lado donde  —ésta es otra cuestión— es inmanente a la formulación del sujeto, al discurso de él-mismo,  a su enunciación. Veremos cómo es legitimo tomar el sueño, como siempre ha sido considerado, por la vía regia del inconsciente.

He aquí, entonces, cómo se presentan las cosas en ese sueño que nos presenta la autora. Voy a comenzar por leer el sueño mismo, voy a mostrar la forma en que se plantean los problemas en su caso. Ella nos da, en primer lugar, una breve advertencia sobre el sujeto, la que nosotros vamos a tener muy en cuenta. Todo el capítulo debe ser revisto, criticado, para permitirnos comprender cómo lo que ella nos enuncia es, a la vez, aplicable, mejor que en cualquier otro registro, sobre las marcas que son las nuestras, y cómo, al mismo tiempo, posiblemente estas marcas podrán permitirnos orientarnos mejor.

El paciente llega ese día a su sesión en ciertas condiciones que luego contaré. Es sólo luego de ciertas asociaciones, de las que ustedes verán cuáles son extremadamente importante que él recuerde. Esto me recuerda -volveré sobre esas asociaciones naturales. «No sé por qué acabo de pensar ahora —dice él— en mi sueño de la última noche. Era un sueño terrible, tremendo, el sueño duraba una eternidad. No voy a poder darle la lata con esto, por la buena razón de que no recuerdo nada de él. Pero era un sueño muy excitante, pleno de incidentes y pleno de interés. Me desperté caliente y transpirado.»

El dice que no recuerda de esta infinidad de sueño, de este mar de sueño, pero lo que surge es esto: una escena bastante corta que «él nos va a contar». «He soñado que hacía un viaje con mi mujer». Hay aquí un matiz muy gracioso que, posiblemente, no ha sido suficientemente acentuado en cuanto al orden normal de los complementos en la lengua inglesa. No creo, sin embargo, equivocarme, diciendo que «yo había emprendido (entrepris) un viaje con mi mujer alrededor del mundo», es algo que merece ser notado. Hay una diferencia entre «un viaje alrededor del mundo con mi mujer» lo que parecería el orden francés normal de los complementos circunstanciales (un voyage autour du monde avec ma femme), y «he emprendido un viaje con mi mujer alrededor del mundo» (j’ai entrepris un voyage avec ma femme autour du monde). Creo que aquí la sensibilidad del oído en inglés debe ser la misma. «Llegábamos a Checoslovaquia, en donde todo tipo de cosas sucederían. Yo encontraba una mujer en la ruta. Una ruta que ahora no puedo recordar, que le he descripto en otros dos sueños hace algún tiempo, y en los cuales yo tenía un juego sexual con una mujer delante de otra mujer».

Es allí, y con motivo de que la autora cambia de tipografía, ya que es esta una reflexión lateral: «así es que eso sucedía en el sueño». Esta vez retoma el relato del sueño. «Mi mujer estaba allí mientras que el evento sexual se producía. La mujer que yo encontraba tenía un aspecto muy apasionado (very passioned looking). Y allí, cambio tipográfico con motivo, porque es un comentario, es ya una asociación: «Y esto me hace acordar a una mujer que había visto en la víspera, en un restaurant. Ella era morena (dark) y tenía los labios muy llenos, muy rojos (passioned looking)». Igual expresión, igual aspecto apasionado. «Y era evidente que, si le hubiera dado el menor estímulo, ella hubiera respondido. Ella bien puede haber estimulado ese sueño. En ese sueño la mujer quería tener una relación sexual conmigo, y ella tomaba la iniciativa, lo que, como Usted sabe, es algo que me ayuda mucho.» Y comenta: » Si la mujer quiere hacer esto, es una gran ayuda para mí. En el sueño la mujer realmente estaba sobre mí. Esto se me acaba de ocurrir. Ella tenía la intención, evidentemente, de introducirse mi pene. Yo no estaba de acuerdo, pero ella estaba muy decepcionada, de manera que pensé que debería masturbarla.» (But she was so disappointed I thought that I would masturbate her). Aquí retoma el comentario: «Suena completamente mal (wrong) usar este verbo de forma intransitiva: se debe decir ‘yo me masturbo». Es propio del verbo inglés no tener la forma reflexiva que hay en la lengua francesa. Cuando dice «I masturbate», en inglés, quiere decir «yo me masturbo». Eso es totalmente correcto, pero es totalmente incorrecto, observa él, usar una palabra transitiva.

La analista no deja de hacer un gesto sobre esta observación del sujeto. Y el sujeto hace, en efecto, algunas observaciones confirmativas a propósito de esto, comienza a asociar sobre sus propias masturbaciones. Y no se detiene allí, por otra parte.

He aquí el enunciado de ese sueño. Debo atraer el interés a eso que vamos a decir. Es, debo decir, un modo de exposición totalmente arbitraria, en cierta forma; podría exagerar en esto. No crean, tampoco, que sea ésta la vía sistemática sobre la cual les aconsejo apoyarse para interpretar un sueño. Es solamente con el fin de arrojar un jalón que muestre eso que vamos a tratar de ver, y de demostrar.

Del mismo modo que en el sueño de Freud, tomado por Freud, sueño de muerte del que hemos hablado, hemos podido designar de una manera a la que han podido ver que no le falta artificio, cuales son los significantes en los que él esta muerto según su deseo, que su hijo anhelaba; igualmente aquí se lo verá en cierta forma, el punto donde culmina efectivamente el fantasma del sueño, a saber, «yo no estaba de acuerdo, pero ella estaba muy desilusionada, de manera que pensé que debería masturbarla», con el comentario que el sujeto hace enseguida de que es totalmente bizarro emplear ese verbo transitivamente… Todo el análisis del sueño va a mostrarnos que es, efectivamente, reestableciendo esta transitividad del verbo, que encontramos el verdadero sentido de lo que se trata.

¿Ella está muy desilusionada, de qué? Parece que todo el texto del sueño lo indica suficientemente: a saber, del hecho de que nuestro sujeto no es muy participativo, aunque él indique que en el sueño todo sea hecho para incitarlo. A saber, que a él lo ayudaría mucho, normalmente, tal posición. Sin duda, es de eso de lo que se trata. Y diremos que la segunda parte de la frase cae bien en eso que Freud nos articula como siendo una de las carácterísticas de la formación del sueño, la elaboración secundaria, que se presenta como teniendo un contenido comprensible.

Sin embargo, el sujeto mismo nos hace observar que esto no viene solo, ya que el verbo mismo que él emplea es algo de lo que él nos indica que no encuentra que este empleo suene bien.

Incluso, según la aplicación de la fórmula que nos da Freud, debemos retener esta observación del sujeto como que nos pone sobre la vía, sobre la huella de eso de lo que se trata. A saber, del pensamiento del sueño. Y allí esta el deseo. Al decirnos «I thought», debe comportar como continuación que la frase sea restituida bajo la siguiente forma: «I thought she could masturbate», lo que es la forma normal en la cual el deseo (voeu) se presentaría: que ella se masturbe, si no está contenta. El sujeto nos indica aquí con bastante energía, que la masturbación concierne a una actividad que no es transitiva, en el sentido de lo que pasa del sujeto a otro, sino, como él lo expresa, intransitiva. Lo cual quiere decir en esta ocasión, una actividad del sujeto sobre sí mismo. Y lo subraya verdaderamente bien: cuando se dice «I masturbate», eso quiere decir «yo me he masturbado».

Este es un procedimiento de exposición, pues la importancia no esta, bien entendido, en cortar sobre ese sujeto, aunque, lo repito, sea importante darnos cuenta de que aquí, de ahora en más, inmediatamente, la primera indicación que nos da el sujeto, sea una indicación, en el sentido de la rectificación de la articulación significante.

¿Qué es eso que nos permite esta rectificación? Es, más o menos, esto: Todo lo que vamos a considerar ahora, es, en el primer abordaje, la entrada en juego de esta escena, de esta sesión. La autora la ofrece por una descripción que no es, necesariamente, una descripción general del comportamiento del sujeto. Incluso, ella hasta nos ha ofrecido un pequeño preámbulo de lo que concierne a su constelación psíquica. En breve, vamos a volver aquí, ya que eso que ella ha admitido en esas premisas se reencontrará en sus resultados. Resultados que vamos a criticar.

Para ir enseguida a lo esencial, quiero decir, a eso que nos va a permitir avanzar, vamos a decir que ella nos hace observar que ese sujeto es un sujeto, evidentemente, muy dotado, y que tiene un comportamiento, se lo verá cada vez mejor a medida que vayamos centrando las cosas. Es un sujeto de cierta edad, ya casado, que tiene una considerable actividad en el foro. Y ella nos dice, y esto vale la pena que sea puesto de relieve en los términos propios de los que el sujeto se sirve, que desde que el sujeto ha comenzado su actividad profesional, ha desarrollado severas fobias.

Para exponer las cosas brevemente, es a eso que se limita la exposición del mecanismo de la fobia. Esto significa, nos dice ella – y nosotros le damos crédito, pues es una de las mejores analistas, una de las más intuitivas, penetrantes, que haya existido – «no que él no se atreva a trabajar con éxito (succesfully), sino que él debe parar de trabajar, en realidad, porque él sólo será demasiado succesful, exitoso».

La nota que la analista aporta aquí, es que eso de lo que se trata no es de afinidad con el fracaso, sino que el sujeto se detiene, si lo puedo decir, ante la posibilidad inmediata de puesta en relieve de sus facilidades, es algo que merece ser retenido. Verán ustedes qué uso haremos de esto más adelante.

Dejemos de lado eso que, desde el principio, la analista indica como siendo algo que puede ser aquí puesto en relación con el padre. Volveremos allí. Sabemos solamente que el padre se muere cuando el sujeto tiene tres años. Y que durante muy largo tiempo, el sujeto no tiene en cuenta a ese padre, más que precisamente, al decir que esté muerto. Eso que, con razón, retiene la atención de la analista, en ese sentido que ella escucha por allí, eso que es bien evidente, que él no quiere acordarse para nada de que su padre haya vivido. Esto no parece muy posible de ser discutido – y que cuando él se acuerda de la vida de su padre, seguramente, dice ella, es un acontecimiento totalmente «starting» (lo aterroriza). Produce en él una especie de terror.

Muy pronto, la posición del sujeto del análisis implicará que los deseos de muerte que el sujeto ha podido tener respecto de su padre, está (n) ahí, en el resorte de este olvido y de toda la articulación de su deseo, ya que el sueño lo revela. Entendamos bien que nada, van a verlo, nos indica de ninguna forma que se trate de la intención agresiva en tanto que ella estaría en el origen de un deseo de retorsión. Es esto, justamente, lo que un atento estudio del deseo nos permitirá precisar.

En efecto, ¿qué nos dice la analista de este sujeto? Ella nos dice esto: «Ese día, como los otros días, yo no lo había escuchado llegar». Allí hay un párrafo muy brillante concerniente a la proposición extraverbal del sujeto, y que corresponde a una cierta conducta. A saber, todos esos pequeños incidentes de su comportamiento, que un analista que tiene ojo sabe observar.

Allí, ella nos dice: jamas lo escuchaba llegar. Se comprende en el contexto, que se llaga al consultorio subiendo una escalera. «Los hay que suben los escalones de dos en dos, y aquellos que descubro por un pifff pifff «. La palabra inglesa no tiene equivalente en francés y quiere decir un ruido amortiguado, sordo, ese ruido que hace un pie sobre una escalera cubierta con moquette, y que se hace un poco más fuerte si se suben dos escalones a la vez. «Otro llega, se precipita…», todo el capítulo es como esto, y es muy sabroso, literalmente. Por otra parte es un puro rodeo, pues la cosa importante es eso que hace el paciente.

El paciente tiene esta actitud de perfecta corrección un poco afectada, que no cambia jamás. El jamás va al diván más que de una sola manera. Hace siempre un pequeño saludo perfectamente convencional, con la misma sonrisa. Una sonrisa solamente gentil, que no tiene nada de forzada, y que tampoco encubre una manifestación de los impulsos hostiles. Aquí, el tacto de la analista estuvo muy bien, no hay nada que pueda revelar que algo semejante exista allí. Nada es dejado al azar, las vestimentas son perfectamente correctas, ni un pelo fuera de su sitio. El se instala, cruza sus piernas, está muy tranquilo. Y jamás, ninguna especie de acontecimiento.

Eso que él contara durante la hora, lo hará de una manera clara, con una excelente dicción, sin ninguna vacilación, con muchas pausas, esa voz diferente y totalmente igual. Todo lo que él piensa, y jamás, agrega ella, lo que él siente.

Lo que es necesario pensar de esta distinción del pensamiento y del sentimiento, seguramente nosotros seremos de misma opinión frente a una presentación como ésta, lo importante es, evidentemente, saber qué significa este modo particular de comunicación. Todo analista pensaría que hay en el sujeto algo a lo que teme mucho, una especie de esterilización del texto de la sesión, ese algo que debe hacer desear a la analista, algo que nosotros sintiéramos en la sesión como más vívido. Pero naturalmente, el hecho de expresarse así también debe tener un sentido. Y la ausencia de sentimientos, como ella expresa, no es, por otra parte, algo que no tenga absolutamente nada que aportar al capitulo sentimental.

Antes he hablado del afecto, como concerniente a la relación del sujeto al ser, y revelándolo. Debemos preguntarnos en esta ocasión qué puede comunicarse por esta vía.

La analista, ese día, está impresionada por esto que, en el centro de ese cuadro que se distingue por una severa rectitud, un precaverse consigo mismo del sujeto, algo se produce, que ella, hasta ese momento, no ha escuchado jamás. El llega a su puerta y, justo antes de entrar, hace ‘hum, hum’. Eso no es mucho aún, es la más discreta de las toses. Era una mujer muy apasionada, ardiente, todo lo indica en su estilo: fue institutriz o algo así antes de ser analista éste es un buen punto de partida para la penetración de los hechos psicológicos-, y es indudable, una mujer de gran talento. Ella escucha esta pequeña tos como la llegada de la paloma al arca de Noé. Esta tos es anunciadora. Hay algo detrás: el lugar donde viven los sentimientos. «Oh, pero yo no voy a hablarle jamás de esto, porque si digo una palabra, él va a tragarse lo que iba a decir». Esta es la posición clásica en casos parecidos, no hacer jamás al paciente referencias, en cierta etapa de su análisis, sobre su comportamiento físico, su manera de acostarse, de abrocharse o desabrocharse la chaqueta; todo esto implica la actitud motriz reflexiva sobre el propio cuerpo, ya que esto puede tener valor de señal, porque esto toca profundamente a eso que es del registro narcisista.

Está ahí eso que distingue el poder de la dimensión significante, ya que ella se escucha, que ella se expone sobre todo eso que es del registro de lo vocal, es que esta regla no se aplicaría a algo como una pequeña tos, porque una tos, por pequeña que sea, e independientemente de eso, que allí no da precisión de un acontecimiento puramente somático, del mismo registro que esos ‘hum, hum’ que algunos analistas hacen algunas veces.

La prueba es que, para su gran sorpresa, es la primera vez que el sujeto habla de eso. El dice, exactamente con su tono ordinario, totalmente igual, pero muy deliberado: «He observado esa pequeña tos que he tenido justo antes de entrar a la habitación. Estos últimos días he tosido; yo lo he observado y me pregunto si Usted lo ha observado. Cuando la recepcionista, abajo, me dijo que suba, preparé mi espíritu diciéndome que no quería toser. Para mi gran fastidio, igualmente tosí justo cuando terminé de subir la escalera. Es lo mismo que algo parecido pudiera sucederle a Usted, fastidioso, pues llaga a Usted y para Usted, por sí mismo. Uno se pregunta por qué eso pudo llegar, a qué propósito puede servir una tosecita de esta especie».

La analista avanza con la prudencia de la serpiente, y vuelve a lanzar. «Pero sí, a qué propósito puede servir esto». «Evidentemente —dice él—, es algo que uno es capaz de hacer si entra a una habitación donde hay amantes». El cuenta que ha hecho algo parecido en su infancia, antes de entrar en la habitación donde estaba su hermano con su girl friend. El había tosido antes de entrar, porque posiblemente ellos estaban a punto de besarse, y que más valía que se detuvieran antes, y que, de esta manera, se sentirían menos embarazados  que si él los hubiera sorprendido.Ella vuelve a lanzar: «¿A qué puede servir esto de que Usted tosiera antes de entrar aquí?».

«Sí, es un poco absurdo —dice él— porque, naturalmente, yo no puedo preguntarme si hay alguien aquí, ya que si se me ha dicho abajo que suba, es porque no hay nadie aquí. No hay ninguna especie de razón que yo pudiera ver en esta pequeña tos. Y esto me trae a la memoria una fantasía, un fantasma que he tenido en otra época, cuando era niño. Era un fantasma que concernía a esto, estar en una habitación en la que no habría debido estar, y pensar que alguien podría entrar, pensando que yo estaba allí. Y entonces, para impedir que cualquiera entre (come in) y me encuentre allí, yo podría ladrar como un perro. Eso disfrazaría mi presencia, porque aquél que pudiera entrar se diría: ‘oh, no es más que un perro quien está allí ‘.» «A dog» —vuelve a lanzar la analista con prudencia.

«Esto me recuerda —continúa el paciente, bastante cómodamente— un perro que venía a frotarse contra mis piernas: realmente él se masturbaba. Y yo tenía bastante vergüenza de contarle esto, porque yo no lo detuve, lo dejé continuar, y alguien hubiera podido entrar». Sobre esto, él tose ligeramente. Y es sobre esto que él entronca su sueño.

Retomaremos la próxima vez, pero de ahora en adelante, esta eso que no veremos más que aquí: el recuerdo mismo del sueño que ha venido inmediatamente después de un mensaje conforme a toda probabilidad -y por otra parte, la autora no dudará de esto, y lo hará entrar en el análisis del sueño, y totalmente en el primer plano.   Esta pequeña tos era un mensaje, pero se trata de saber de qué. Pero ella estaba por otra parte, en tanto que el sujeto ha hablado de esto, es decir, en tanto que él ha introducido el sueño, un mensaje en segundo grado. A saber, de la manera más formal, no inconsciente: un mensaje que era  mensaje, porque el sujeto no dijo simplemente que él tosía. El habría dicho igualmente «he tosido», esto ya es un mensaje. Pero además, él dice «he tosido y esto quiere decir algo» ,e  inmediatamente después, él comienza a contarnos historias que son singularmente sugestivas. Esto quiere decir, evidentemente:  yo estoy allí.  Si usted esta por hacer algo que le divierte , y que no le divertiría que esto sea visto es tiempo de poner allí un término.  

Pero eso no  seria ver justamente aquello de lo que se trata si no nos damos cuenta también de eso que al mismo tiempo es aportado.

En esto que se presenta como teniendo todos los aspectos del fantasma. En principio, porque el sujeto lo presenta como tal, y como un fantasma desarrollado en su infancia, y más aún, porque puede ser si el fantasma se produce en relación a otro objeto, es totalmente claro que nada realiza mejor que ese fantasma, aquél del cual él nos habla cuando nos dice: he pensado en disimular mi presencia – yo diría, como tal, como presencia de verme, el sujeto —en una habitación— muy precisamente, haciendo algo de lo que es bien evidente que seria totalmente hecho para llamar la atención; a saber, ladrar.

Esto tiene todas las carácterísticas del fantasma que cumple mejor las formas del sujeto, ya que es por efecto del significante que se encuentra adornado. Es, a saber, el uso por el niño de eso que se presenta como siendo ya los significantes naturales para servir de atributo a algo que se trata de significar. El niño que llama a un perro ‘guau, guau’. Allí estamos incluidos en una actividad fantasmática. Es el sujeto mismo quien se atribuye a sí mismo el ‘guau, guau’. Si, en suma, aquí él se encuentra señalando su presencia, de hecho él la señala en tanto que, en el fantasma —ese fantasma siendo totalmente inaplicable— es por su manifestación misma, por su palabra misma, que él es sensato al hacer otro que no es él, atrapado en el dominio de la palabra, hacerse animal, producirse ausente, naturalizado literalmente.  Uno no va a ir a verificar que él está allí, porque él se habrá hecho, presentado, articulado, en un significante de lo más elemental, como no siendo: no hay nada allí, pero literalmente: no hay nadie allí. Es, verdaderamente, literalmente, eso que nos anuncia el sujeto en su fantasma. En tanto que estoy en presencia de otro, yo no soy nadie (personne). Es allí que él es Ulises frente al cíclope.

No están ahí más que los elementos. Pero eso que vamos a ver, llevando más lejos el análisis, es que es eso que el sujeto ha asociado a su sueño, lo que va a permitirnos ver cómo se presentan las cosas, a saber, en qué sentido, y cómo, no es, él, nadie (personne).

La cosa no es sin correlativos de costado, precisamente. De lo otro que se trata de advertir allí, a saber, en la ocasión en que se encuentra siendo, como en el sueño, una mujer. Eso que no está, ciertamente, para nada en la situación, esa relación con la mujer como tal.

Eso que él va a permitirnos articular concerniente a algo que el sujeto no es, no quiere ser, no puede ser, ustedes lo verán, es algo que nos dirigirá hacia lo más fundamental, lo hemos dicho, los símbolos concernientes a la identificación del sujeto.

Sí, el sujeto quiere, como todo lo indica, que su partenaire femenina se masturbe; se ocupa de ella, esto es seguramente porque ella no se ocupa de él. Porque él no quiere que ella se ocupe de él, y cómo él no quiere. Es también eso que hoy, al final del tiempo que tenemos asignado normalmente para esta sesión, no nos permite articular, y eso que retomaremos la próxima vez.