Anna Freud: SIMPOSIUM SOBRE análisis INFANTIL (1927)

Anna Freud: SIMPOSIUM SOBRE análisis INFANTIL (1927)

 El siguiente artículo representa mi contribución a una discusión sobre problemas del análisis de niños, en la que se presta particular atención al libro de Anna Freud Introducción a la técnica del análisis de niños, publicado en Viena en 1926. En una versión ampliada, publicada en Londres en 1946 bajo el titulo: El tratamiento psicoanalítico de los niños (Imago Publishing Co.), las consideraciones de Anna Freud se han acercado más a las mas en lo que respecta a algunos puntos. Estas modificaciones de sus opiniones se discuten en una nota al final de este artículo, el cual, de cualquier modo sigue siendo una exposición de mis propias ideas. Comenzar mis observaciones con una breve revisión del desarrollo del análisis de niños en general. Sus comienzos datan de 1909, a o en que Freud publica «análisis de la fobia de un niño de cinco años». Esta publicación fue de la más grande importancia teórica, al confirmar, como lo hizo en la persona del niño de que se trataba, la verdad de lo que Freud había descubierto que existía en los niños partiendo del análisis de adultos. El artículo tuvo sin embargo otra significación más, cuya importancia no podía ser apreciada en aquel entonces. Este análisis estaba destinado a ser la piedra angular del subsiguiente análisis infantil. No sólo mostrar la presencia y la evolución del complejo de Edipo en los niños y las formas en que opera en ellos; También mostrar que estas tendencias inconscientes podan aflorar a la conciencia sin peligro y con gran provecho. Freud mismo describe su descubrimiento de la siguiente forma: «Debo ahora preguntar en qué ha perjudicado a Juanito el haberle hecho conscientes complejos no sólo reprimidos por los niños sino También temidos por padres. Emprendí acaso el niño alguna acción grave en lo que respecta a sus pretensiones con su madre? Tradujo acaso sus malas intenciones contra el padre en actos malos? Sin duda se les ocurrieron tales temores a muchos doctores que entienden mal la esencia del psicoanálisis y opinan que al hacer conscientes los malos instintos éstos se fortifican. Y nuevamente, en la pagina 285: «Por el contrario, las únicas consecuencias del análisis fueron que Juanito se recupera, no tuvo ya miedo a los caballos y empezó a tomarse libertades con su padre, como lo comunicaste, bastante divertido. Pero lo que el padre pudo haber perdido en respeto lo ganó en confianza: ‘Cre -dec a Hans- que como supiste lo del caballo sabías todo’. Y es que el análisis no anula los efectos de la represión. Los instintos antes reprimidos siguen reprimidos; pero el mismo efecto es alcanzado por un camino diferente. El análisis sustituye el proceso de la represión, que es automático y excesivo, por el control mesurado e intencionado por parte de las más elevadas facultades psíquicas. En una palabra, el análisis reemplaza la represión por la condensación. Esto parece aportarnos la prueba tan largamente buscada de que la conciencia tiene una función biológica, y que su entrada en escena asegura una importante ventaja». H. Hug-Hellmuth, quien tuvo la honrosa distinción de ser la primera en emprender el análisis sistem tico de niños, comenzó su tarea con algunos preconceptos en su mente, que mantuvo hasta el final. En su artículo titulado «técnica del análisis de niños», escrito después de cuatro años de trabajo en este terreno y que nos da una clara idea de sus principios y de su técnica, expresa muy claramente que desaprueba la idea de analizar niños muy pequeños; que consideraba necesario contentarse con » éxitos parciales» sin penetrar demasiado profundamente en el análisis de los niños por temor a estimular con demasiada fuerza las tendencias e impulsos reprimidos, o por temor a hacer exigencias a las que su capacidad de asimilación no podría responder. A través de este artículo y de otros escritos suyos vernos que evitó penetrar profundamente en el complejo de Edipo. Otra de las suposiciones que sostuvo en su trabajo es la de que en el caso del niño no sólo se requiere del analista que haga el tratamiento anal tico sino También que ejerza una influencia educativa definida. Ya en 1921, cuando publiqué mi primer artículo «El desarrollo de un niño«, yo haba llegado a conclusiones muy distintas. En mi análisis de un niño de cinco años y tres meses encontré (como todos mis posteriores análisis me lo confirmaron) que era perfectamente posible e incluso saludable, explorar el complejo de Edipo basta sus profundidades, y que en esta tarea se podan obtener resultados por lo menos iguales a los obtenidos en los análisis de adultos. Además de esto descubrí que en un análisis de este tipo no sólo era innecesario que el analista se empeñara en ejercer una influencia educativa sino que ambas cosas eran incompatibles. Tomé estos principios como guía de mi trabajo y los defendí en todos mis escritos; y as es como llegué a intentar el análisis de niños muy pequeños, de tres a seis años de edad, y a encontrarlo afortunado y pleno de perspectivas. Escojamos en primer lugar del libro de Anna Freud los que parecen ser sus cuatro puntos principales. Nos encontramos aquí nuevamente con la idea fundamental que mencionamos anteriormente como la misma de H. Hug- Hellmuth: la convicción de que el análisis de niños no debe ser llevado demasiado lejos. Por esto, y como es claro También por las conclusiones más directas que se han sacado, se quiere significar que no se deben tratar demasiado las relaciones del niño con sus padres, o sea que no se debe explorar minuciosamente el complejo de Edipo. Los ejemplos que da Anna Freud no muestran ningún análisis del complejo de Edipo. La segunda idea conductora es, También aquí, que se debe combinar el análisis del niño con influencias educativas. Es notable, y deber a dar que pensar, que aunque se intentó el análisis de niños hace dieciocho años y se lo practicó desde entonces, tengamos que enfrentarnos con el hecho de que sus principios fundamentales no han sido todavía enunciados claramente. Si comparamos con esto el desarrollo en el psicoanálisis de adultos, descubrimos que en un período de tiempo aproximadamente igual no sólo fueron establecidos todos los principios para el trabajo posterior, sino que También fueron probados y comparados, y que se desarrolló una técnica cuyos detalles tenían que perfeccionarse pero cuyos principios fundamentales han permanecido incólumes. Cómo se explica el hecho de que precisamente el análisis de niños haya sido mucho menos afortunado en su desarrollo? El argumento que a menudo se oye en los círculos analíticos de que los niños no son sujetos adecuados para el análisis no parece ser válido. H. Hug-Hellmuth era realmente muy escéptica sobre los resultados que se podían obtener con niños. Expresó que ella «deba contentarse con éxitos parciales y contar con recadas». Es más, restringió el tratamiento a un limitado n mero de casos. También Anna Freud establece límites bien definidos a la aplicación del tratamiento; pero por otro lado, en lo que respecta a las posibilidades del análisis de niños adopta una posición más optimista que la de H. Hug- Hellmuth. Al final de su libro dice: «A pesar de las dificultades que he enumerado, en el análisis de niños producimos realmente cambios, progresos y curas que no nos atreviéramos a soñar en el análisis de adultos» (pg. 86). Con el objeto de contestar a la pregunta que he planteado, quiero establecer ahora algunos enunciados que me ocupar de demostrar a continuación. Creo que el análisis de niños, comparado con el de adultos, se ha desarrollado en el pasado de manera mucho menos favorable porque no fue encarado con un espíritu de investigación libre y desprejuiciado, como lo fue el de adultos, y en cambio estuvo trabado y entorpecido por varios preconceptos. Si reflexionamos sobre el primer análisis de un niño, fundamento de todos los demás (el análisis de Juanito), descubrimos que no sufrió por esta limitación. Por cierto que no había aún una técnica especial: el padre del niño, que bajo la dirección de Freud llevó a cabo este análisis parcial, no era versado en la práctica del análisis. Sin embargo tuvo el valor de avanzar bastante en el análisis y obtuvo buenos resultados. En el resumen mencionado anteriormente en este artículo, Freud dice que a l mismo le hubiera deseado ir más allá. Lo que dice muestra, además que no vea peligro alguno en el análisis minucioso del complejo de Edipo; de modo que evidentemente no pensaba que por principio no hay que analizar en los niños este complejo. Pero H. Hug-Hellmuth, quien por tantos años trabajó sola en este campo, emprendió su tarea desde el comienzo con principios que obligatoriamente habrán de limitarla, y por consiguiente hacerla menos fructífera, no sólo en lo que respecta a sus resultados en la práctica, el número de casos en los que había que utilizar el análisis, etc., sino También en lo que respecta a los descubrimientos teóricos. Durante todos estos años, el análisis de niños, del que con toda razón hubiera podido esperarse una contribución directa al desarrollo de la teoría psicoanalítica, no ha hecho nada que merezca ser expuesto. Como H. Hug- Hellmuth, Anna Freud piensa que al analizar niños no s lo no podemos descubrir más sobre el primer período de la vida que cundo analizamos adultos, sino que incluso descubrimos menos. Nos encontramos ahora con otro pretexto que ha sido esgrimido como razón del lento progreso en el campo del análisis de niños. Se dice que la conducta del niño en el análisis es evidentemente distinta a la del adulto, y que por consiguiente es necesario emplear una técnica diferente. Creo que este argumento es incorrecto. Si me está permitido adaptar el dicho «Es el espíritu el que construye el cuerpo», quisiera sostener que la actitud, la convicción interna, encuentra la técnica necesaria. Repito lo que ya he dicho: si emprendemos el análisis de niños con la mente abierta, podemos descubrir caminos y medios para explorar las profundidades más recónditas. Y por los resultados de estos procedimientos podremos darnos cuenta de cuál es la verdadera naturaleza del niño, y veremos que no es necesario imponer restricción alguna al análisis, tanto en lo que respecta a la profundidad de su penetración como en lo que respecta al m todo con el que trabajemos. Con lo que acabo de decir trato ya el punto principal de mi crítica al libro de Anna Freud. Creo que ciertos conceptos empleados por Anna Freud pueden explicarse desde dos puntos de vista: 1) supone que no se puede establecer la situación analítica con los niños; y 2) encuentra inadecuado o discutible el análisis puro del niño, sin intervención pedagógica. La primera tesis es una consecuencia directa de lo enunciado en la segunda. Si comparamos esto con la técnica del análisis de adultos, vemos que establecemos incondicionalmente que una verdadera situación analítica sólo puede darse con medios anal ticos. Viéramos como grave error el asegurarnos una transferencia positiva por parte del paciente, con el empleo de las medidas que Anna Freud describe en el primer capítulo de su libro, o utilizar su ansiedad para hacerlo sometido, o intimidarlo o persuadirlo por medios autoritarios. Pensáramos que aun cuando esta introducción nos garantizara un acceso parcial al inconsciente del paciente, nunca podríamos establecer una verdadera situación analítica ni llevar a cabo un análisis completo que penetrara en lo más profundo de su mente. Sabemos que constantemente debernos analizar el hecho de que los pacientes quieren ver en nosotros una autoridad -ya sea odiada o amada- y que s lo por el análisis de esta actitud ganamos acceso a estos estratos más profundos. Todos los medios que juzgáramos incorrectos en el análisis de adultos son especialmente señalados por Anna Freud como valiosos en el análisis de niños; su objetivo es la introducción al tratamiento que estima necesaria y que llama la «entrada» en el análisis. Parecer a obvio que después de esta «entrada» jamás lograr establecer una verdadera situación analítica. Ahora bien, me parece sorprendente e ilógico que Anna Freud, que no usa las medidas necesarias para establecer la situación analítica sino que las sustituye por otras que la contradicen, se refiere, sin embargo, a su suposición, tratando de demostrarla te ricamente, de que no a posible establecer una situación analítica con los niños, ni, por consiguiente, llevar a cabo un análisis puro en el sentido del análisis de adultos. Anna Freud da una serie de razones para justificar los elaborados y penosos recursos que considera necesario emplear con los niños para establecer una situación que posibilite de trabajo analítico. Estas razones no me parecen firmes. Anna Freud se desvía en tantos aspectos de las reglas analíticas comprobadas porque piensa que los niños son seres muy distintos de los adultos. Sin embargo, el único propósito de estos elaborados recursos es que la actitud del niño hacia el análisis sea como la del adulto. Esto parece ser contradictorio y creo que debe ser explicado por el hecho de que en sus comparaciones Anna Freud coloca el consciente y el yo del niño y del adulto en primer plano, cuando indudablemente nosotros debernos trabajar en primer lugar y sobre todo con el inconsciente (aunque acordamos todas las consideraciones necesarias al yo). Pero en el inconsciente (y aquí baso mi afirmación en un trabajo analítico profundo tanto con niños como con adultos), los niños no son de ninguna manera fundamentalmente distintos de los adultos. o único que sucede es que en los niños el yo no se ha desarrollado a n plenamente y por lo tanto los niños están mucho más gobernados por el inconsciente. A l debemos aproximarnos, y a l debemos considerar el punto central de nuestro trabajo y si queremos aprender a conocer a los niños como realmente son, y a analizarlos. No adjudico particular valor a la meta que Anna Freud persigue tan ardientemente: inducir en el niño una actitud hacia el análisis análoga a la del adulto. Creo además que si Anna Freud efectivamente alcanza esta meta por los recursos que describe (y esto sólo puede ocurrir con un n mero limitado de casos), el resultado no es el que pretende con su trabajo, sino algo muy distinto. El «conocimiento de la enfermedad o del portarse mal» que ha logrado despertar en el niño emana de la angustia que para sus propios fines ha movilizado en l: la angustia de castración y el sentimiento de culpa. (No entrar aquí en el problema de hasta qué punto También en los adultos el razonable y consciente deseo de curarse es simplemente una fachada que encubre esta angustia). Con los niños no podemos esperar encontrar ninguna base definitiva para nuestro trabajo analítico en un propósito consciente que como sabemos, ni siquiera en los adultos se mantendría por mucho tiempo como único soporte del análisis. Es cierto que Anna Freud También cree que este propósito es necesario desde el comienzo como preparación para el trabajo, pero además cree que una vez que ese propósito existe puede contar con l que progresa el análisis. Esta idea me parece errónea y siempre que apela a este insight lo que realmente hace es apelar a la angustia y al sentimiento de culpa del niño. En si mismo esto no tendría nada censurable ya que los sentimientos de angustia y culpa son indudablemente factores importantísimos para la posibilidad de trabajo. Pero creo que debemos tener bien claro cuáles son los soportes en los que nos apoyamos y cómo los usamos. El análisis no es en si mismo un m todo suave: no puede ahorrarle al paciente ningún sufrimiento, y esto se aplica También a los niños. De hecho, debe forzar la entrada del sufrimiento en la conciencia e inducir la abreacción si ha de ahorrar al paciente un sufrimiento posterior permanente y más fatal. Por lo tanto mi crítica no es que Anna Freud active la angustia y el sentimiento de culpa sino por lo contrario que no los resuelva suficientemente. Me parece una rudeza innecesaria para con un niño el que haga consciente su angustia para que no enloquezca (como lo describe por ejemplo en la página 9), sin atacar inmediatamente esta angustia en sus raíces inconscientes aliviándola as en la medida de lo posible. Pero si realmente debernos apelar en nuestro trabajo a los sentimientos de angustia y de culpa, por qué no contar con ambos y trabajar con ellos sistemáticamente desde el principio? Yo misma lo hago siempre, y he descubierto que puedo depositar confianza absoluta en una técnica que se basa en considerar y trabajar analíticamente con cantidades de angustia y culpa que son tan grandes en todos los niños y mucho más claras y fáciles de percibir que en los adultos. Anna Freud manifiesta (pg. 56) que una actitud hostil o ansiosa niño hacia mi no me justifica para concluir inmediatamente que en el trabajo se da una transferencia negativa, porque «cuanto más tiernamente apegado a su madre está un niño, tanto menos impulsos amistosos le quedar n para los extraños». No creo que, como lo hace ella, podamos hacer una comparación con niños muy peque os que rechazan lo que les es extraño. No sabemos mucho acerca de niños muy pequeños, pero es posible aprender mucho de un análisis temprano de la mente de un niño de, digamos, tres años, y allí vemos que sí lo niños neuróticos muy ambivalentes manifiestan miedo u hostilidad hacia los extraños. Mi experiencia ha confirmado mi creencia de que si inmediatamente explico este rechazo como sentimiento de angustia y de transferencia negativa, y lo interpreto como tal en conexión con el material que el niño produce al mismo tiempo, y luego lo retrotraigo a su objeto original, la madre, inmediatamente puede comprobar que la angustia disminuye. Esto se manifiesta con el comienzo de una transferencia más positiva, y con ella, de un juego más vigoroso. En niños más grandes la situación es análoga aunque diferente en algunos detalles. Por supuesto mi m todo presupone que desde el comienzo quiero atraer hacia m tanto la transferencia positiva como la negativa, y además de esto, investigarla hasta su origen, en la situación edípica. Estas dos medidas concuerdan plenamente con los principios psicoanalíticos, pero Anna Freud las rechaza por razones que me parecen infundadas. Creo por lo tanto que una diferencia radical entre nuestras actitudes hacia la angustia y el sentimiento de culpa en los niños es la siguiente: que Anna Freud utiliza estos sentimientos para que el niño se apegue a ella, mientras que yo los registro al servicio del trabajo anal tico desde el comienzo. De cualquier modo no puede haber gran número de niños en los que se pueda provocar angustia sin que ésta resulte un elemento que perturbe penosamente e incluso imposibilite el progreso del trabajo, a menos que se proceda de inmediato a resolverla analíticamente. Además, por lo que puedo comprender en su libro, Anna Freud emplea estos recursos solamente en casos especiales. En otros tratan por todos los medios de lograr una transferencia positiva, con el objeto de llenar la condición, que ella considera necesaria para su trabajo, de apegar al niño a ella. De nuevo, este m todo me parece erróneo, porque indudablemente podemos trabajar con mayor seguridad y más eficacia con medios puramente analíticos. No todos los niños reaccionan ante nosotros con miedo y desagrado. Mi experiencia me apoya cuando digo que si un niño tiene hacia nosotros una actitud amistosa y juguetona se justifica suponer que hay transferencia positiva y utilizarla inmediatamente en nuestro trabajo. Y tenemos otra excelente y bien probada arma que usamos de manera análoga a como la empleamos en el análisis de adultos, aunque es cierto que all no tenemos una oportunidad rápida y simple de intervenir. Quiero decir que interpretamos esta transferencia positiva, o sea que tanto en el análisis de niños como en el de adultos la retrotraemos hasta el objeto de origen. Probablemente notaremos por lo general a la vez la transferencia positiva y la negativa, y se nos dar n todas las oportunidades para el trabajo analítico si desde el comienzo manejamos ambos analíticamente. Al resolver parte de la transferencia negativa obtendremos, igual que en los adultos, un incremento de la transferencia positiva, y de acuerdo con la ambivalencia de la niñez, ésta ser pronto seguida de una nueva emergencia de la negativa. Este es ahora un verdadero trabajo anal tico y se ha establecido una verdadera situación analítica. Además, tenemos establecida ya la base para trabajar con el niño mismo, y a menudo podemos ser en gran medida independientes del conocimiento de su ambiente. En resumen, hemos cumplido con las condiciones necesarias para el análisis y no presión dimos de las laboriosas, difíciles y no confiables medidas descritas por Anna Freud, sino que (y esto me parece aun más importante) podemos garantizar para nuestro trabajo todo el valor y el éxito de un análisis equivalente en todo sentido al análisis de adultos. En este punto no obstante choco con una objeción expresada por Anna Freud en el segundo capitulo de su libro, titulado «Los recursos empleados en el análisis infantil». Para trabajar en la forma que he descrito debemos obtener el material de las asociaciones del niño. Anna Freud y yo, y probablemente todos los que analizan niños, están de acuerdo con que los niños no pueden dar, y no dan, asociaciones de la misma manera que el adulto, y por lo tanto no podemos obtener suficiente material únicamente por medio de la palabra. Entre los medios que Anna Freud sugiere como eficaces para suplir la falta de asociaciones verbales se encuentran algunos que en mi experiencia yo También he hallado valiosos. Si examinamos estas técnicas bastante más estrechamente -digamos por ejemplo el dibujo, o el relato de fantasías, etc.-, vemos que su objeto es obtener material de otra forma que el obtenido por la asociación acorde con la regla y esto es sobre todo importante para que los niños liberen su fantasía y para inducidos a fantasear. En uno de los postulados de Anna Freud tenemos una clave, que debemos considerar cuidadosamente, en cuanto a cómo debe realizarse esto. Establece que «no hay nada más fácil que hacer comprender a niños la interpretación de los sueños». Y de nuevo (pg. 31) «aun niños de poca inteligencia que en todos los otros aspectos parecían lo más ineptos posible para el análisis, lograron la interpretación de los sueños». Creo que estos niños no hubieran sido de ninguna manera ineptos para el análisis si Anna Freud hubiera utilizado, tanto de otras formas como de la interpretación de los sueños, la comprensión del simbolismo que manifestaban tan claramente. Porque en mi experiencia he encontrado que si se hace esto, ningún niño, incluso el menos inteligente, es inepto para el análisis. Porque éste es precisamente el punto de apoyo que debemos utilizar en el análisis de niños. El niño nos traer muchas fantasías si en esta senda lo seguimos con la convicción de que lo que nos relata es simbólico. En el capitulo III Anna Freud presenta una serie de argumentos te ricos en contra de la técnica de juego que yo he ideado, por lo menos mientras se aplique a los fines del análisis y no meramente a la observación. Cree dudoso que uno está justificado para interpretar como simbólico el contenido del drama representado en el juego del niño, y piensa que muy probablemente éste sea ocasionado simplemente por observaciones reales o experiencias de la vida diaria. Aquí debo decir que por los ejemplos de Anna Freud de mi técnica puedo ver que la entiende equivocadamente. «Si un niño tumba un pone de farol o una figura, ella (Melanie Klein) probablemente interprete esta conducta como debida a tendencias agresivas hacia el padre, mientras que si un niño hace chocar dos carros lo interpreta como signo de la observación del coito entre los padres». Jamás aventurar a yo una interpretación simbólica tan «silvestre» del juego de niños. Por lo contrario he recalcado esto muy especialmente en mi último artículo. Suponiendo que un niño exprese el mismo material psíquico en numerosas repeticiones -a menudo por varios medios, por ejemplo juguetes, agua, recortando, dibujando, etc.-, y suponiendo que además yo pueda observar que estas particulares actividades están casi todas acompañadas por un sentimiento de culpa expresado ya sea por angustia o en representaciones que implican sobre compensación, que son la expresión de formaciones activas; suponiendo entonces que yo haya logrado insight en ciertas conexiones: entonces interpreto estos fenómenos y los enlazo con el inconsciente y con la situación analítica. Las condiciones prácticas y teóricas para la interpretación son precisamente las mismas que en el análisis de adultos. Los pequeños juguetes que uso son sólo recursos que proveo: papel, lápices, tijeras, cuerda, pelotas, ladrillos y sobre todo agua. Están a disposición del niño para que los use si quiere, y su finalidad es simplemente ganar acceso a su fantasía y liberarla. Hay algunos niños que durante mucho tiempo no tocan un juguete o que durante semanas quizá sólo cortan las cosas. En el caso de niños por completo inhibidos para jugar, es posible que los juguetes puedan simplemente ser un instrumento para estudiar más de cerca las razones de esta inhibición. Algunos niños, a menudo los muy peque os, una vez que los juguetes les han dado la oportunidad de dramatizar algunas fantasías o experiencias que los dominan, dejan completamente de lado los juguetes y pasan a cualquier clase de juego imaginable en el que ellos mismos, ciertos objetos de la habitación y yo debernos tomar parte. He entrado con cierta extensión en estos detalles de mi técnica porque quiero dejar claro el principio que, según mi experiencia, hace posible manejar las asociaciones del niño en su mayor cantidad, y penetrar en los estratos más profundos del inconsciente. Podemos establecer un contacto más rápido y seguro con el inconsciente de los niños si, actuando con la convicción de que están mucha más profundamente dominados que los adultos por el inconsciente y los impulsos instintivos, acortamos la ruta que toma el análisis de adultos por el camino del contacto con el yo y nos conectamos directamente con el inconsciente del niño. Si esta preponderancia del inconsciente se da, es obvio que También deberemos esperar que la forma de representación simbólica que prevalece en el inconsciente fuera mucho más natural en los niños que en los adultos; en realidad, que los niños estuvieran dominados por l. Sigámoslos por este sendero, o sea, pong monos en contacto con su inconsciente, utilizando este lenguaje a través de nuestra interpretación. Si lo hacemos habremos ganado acceso a los niños mismos. Por supuesto que esto no se realiza tan fácil y rápidamente como parece; si as fuera el análisis de niños pequeños durar a poco tiempo, y esto no es el caso de ninguna manera. En el análisis de niños detectamos una y otra vez resistencias no menos marcadas que en el de adultos; en los niños muy a menudo en la forma más natural para ellos, a saber, la angustia. Es éste, pues, el segundo factor que me parece esencial si queremos penetrar en el inconsciente del niño. Si observamos los cambios en su manera de representar lo que ocurre dentro suyo (ya sea si cambia de juego, o si lo abandona, o si hay un ataque directo de angustia) y tratamos de ver quí hay en el nexo del material que cause estos cambios, nos convenceremos de que continuamente nos enfrentamos con el sentimiento de culpa, y que a su vez debemos interpretarlo. Estos dos factores, que según he descubierto, son los auxilios más dignos de confianza en la técnica del análisis de niños, son mutuamente dependientes y complementarios. Sólo interpretando y por tanto aliviando la angustia del niño siempre que nos encontremos ella, ganaremos acceso a su inconsciente y lograremos que fantasee. Entonces, si llevamos hasta el fin el simbolismo que sus fantasías contienen, pronto veremos reaparecer la angustia y podremos as garantizar el progreso del trabajo. La exposición de mi técnica y la importancia que le atribuye al simbolismo contenido en la conducta de los niños podrían interpretarse erróneamente, como si esto implicara que en el análisis de niños se procede sin la ayuda de la asociación libre en su verdadero sentido. En un pasaje anterior de mi artículo se al que Anna Freud y yo, y todos los que trabajamos en el análisis de niños, estamos de acuerdo con que los niños no pueden asociar, y no asocian, de la misma manera que los adultos. Quiero agregar aquí que probablemente lo principal es que los niños no pueden asociar, no porque les falte capacidad para poner sus pensamientos en palabras (hasta cierto grado esto sólo se aplicará a niños muy pequeños) sino porque la angustia se resiste a las asociaciones verbales. No pertenece al propósito de este artículo discutir con mayor detalle esta interesante cuestión especial: s lo mencionar brevemente algunos datos de la experiencia. La representación por medio de juguetes -en realidad, la representación simbólica en general, al estar hasta cierto punto alejada de la persona misma del sujeto- está menos investida de angustia que la confesión por la palabra hablada. Si entonces logramos aliviar la angustia y obtener en primer lugar representaciones más indirectas, estaremos en condiciones de convencernos a nosotros mismos de que podemos despertar para el análisis toda la expresión verbal de que es capaz el niño. Y entonces descubrirnos repetidas veces que en los momentos en que la ansiedad se hace más marcada las representaciones indirectas ocupan una vez más el primer plano. Permítaseme ilustrarlo brevemente. Cuando hube progresado bastante en el análisis de un niño de cinco años, éste tuvo un sueño cuya interpretación fue muy profunda y provechosa en sus resultados. Esta interpretación ocupó toda la sesión analítica y todas las asociaciones fueron exclusivamente verbales. En los dos días siguientes trajo nuevamente sueños que resultaron ser continuaciones del primero. Pero las asociaciones verbales del segundo sueño sólo podían ser producidas con mucha dificultad y una por vez. La resistencia era evidente y la angustia marcadamente mayor que el día anterior. Pero el niño se dirigió al canasto de juguetes y por medio de muecos y otros juguetes me representó sus asociaciones, ayudándose nuevamente con palabras cada vez que vence a una resistencia. Al tercer da la angustia era aun mayor, correspondiendo al material que había aflorado en los das anteriores. Producía las asociaciones casi exclusivamente por medio del juego con juguetes y agua. Si somos lógicos en nuestra aplicación de los dos principios sobre los que he puesto énfasis, a saber que debemos seguir el modo de representación simbólica del niño y que debemos tener en cuenta la facilidad con que surge la angustia en el niño, podremos También contar con que sus asociaciones son un recurso muy importante en el análisis, pero, como ya lo he dicho, s lo en algunos momentos y como un medio entre varios. Creo por lo tanto que es incompleto lo que manifiesta Anna Freud cuando dice: «De vez en cuando, También, vienen en nuestra ayuda asociaciones inintencionales e involuntarias» (p g. 41). El que las asociaciones aparezcan o no depende con bastante regularidad de ciertas actitudes precisas del analizando, y de ninguna manera del azar. En mi opinión podemos utilizar este recurso en mucha mayor medida de lo que probablemente parece. Una y otra vez éste salva el abismo que lo separa de la realidad, y ésta es una razón por la que este modo está más estrechamente asociado con la angustia que el modo de representación irreal, indirecta. Por esto yo no considerar a terminado ningún análisis de niños, ni siquiera el de niños muy pequeños, a menos de lograr finalmente que se exprese con palabras, hasta el grado de que es capaz el niño, y as de vincularlo con la realidad. Tenemos entonces una analogía perfecta con la técnica del análisis de adultos. La única diferencia es que con los niños encontramos que el inconsciente prevalece en mucho mayor grado y por lo tanto su modo de representación predomina mucho más que en los adultos, y además que debemos tener en cuenta la mayor tendencia del niño a angustiarse.

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