Rol que desempeña el adolescente, su vulnerabilidad y la búsqueda de ser único

El adolescente es especialmente vulnerable a verse sumergido por las normas del rol y de su grupo de pares, tomado como su sociedad circundante, este peligro es el de, en palabras de Aberastury y Knobel una: “especial vulnerabilidad para asimilar los impactos proyectivos de padres, hermanos, amigos y de toda la sociedad. Es decir es un receptáculo propicio para hacerse cargo de los conflictos de los demás y asumir los aspectos más enfermos del medio donde actúa”; esto quiere decir que el sujeto adolescente no sólo debe cargar con lo que lo desborda desde su interior, con su propio crecimiento y con un cuerpo que ve como ajeno al principio, sino, también, debe lidiar con los que los otros ponen en él, como: la frustración de los padres por perder al niño con el que han convivido por más de una década, los prejuicios sociales por su edad y la incomodidad que genera la pérdida de su condición de niño ingenuo para pasar a la de adolescente precoz.
El grupo pone en el adolescente la presión de adaptarse a el con sus reglas tácitas y explícitas, le demanda estar actualizado con respecto a lo que está pasando en su interior, en sus noticias, modas y requerimientos.
En medio de esta confusión que experimenta el adolescente es a través y por el o los roles que desempeña, y la mediación simbólica por medio de códigos comunes a sus pares, que se logra comunicar y establecer sus relaciones interpersonales, esta comunicación es propia y personal de cada uno, y si bien en la adolescencia se presentan marcadas tendencias tanto de comportamiento como de modas y estilos por lo que propende cada adolescente es el poner su marca personal en la manera de desempeñar este rol, esta es su búsqueda incansable de diferencia, de sentirse, verse y expresarse como único.
Esta búsqueda por “ser algo” es la que marca el camino del sujeto adolescente, y si bien la vía en la cual se orientan muchos es sucumbir ante la imposición de los roles sociales, otros se revelan ante estos, viéndolos como sistemas sociales opresores y buscando cada vez mas su individualidad y por consiguiente obtener una identidad más legítima, no con respecto a otro, sino, para si mismo, teniendo presente la importancia de los otros pero siendo coherente en sus pensamientos, sentimientos y acciones, poniendo parte de si en sus relaciones.
Sólo cuando el adolescente logra un sentimiento de permanencia temporal, de ser y sentirse el mismo aunque desempeñe diferentes roles en su vida es que podrá entablar relaciones interpersonales no masoquistas (en términos de la adaptación de Hartmann, asume el termino adaptación como la capacidad de cada sujeto de entablar relaciones objetales e interpersonales no masoquistas, es decir, el poder elegir de una manera sana el modo de relacionarse, estando advertido de lo que implica el relacionarse con otros sus peligros, ventajas y posibilidades y de el ser funcional por y en estas relaciones.) y tendrá la capacidad de enfrentar lo social de su adolescencia. Solo cuando aspectos de su self adolescente se han integrado de manera coherente, aunque no rígida, es que el adolescente se podrá relacionar de manera adecuada y en igualdad frente a sus pares, conociendo el rol que el mismo desempeña y con los que ha investido a otros para así poder relacionarse por medio de estos.
Sólo el adolescente: “En la medida en que se siente consubstanciado con su cuerpo, tendrá también un sentido de su continuidad personal en el tiempo, y de la continuidad de sus relaciones objetales y sociales ocurridas durante el curso de dicho tiempo.”.