La teoría de los instintos (dentro del criterio psicoanalítico)

Los instintos son formas de tensión específica de la energía psíquica, de acción dinamizante, que expresan las necesidades corporales y que producen todos los fenómenos característicos de la vida. Significan una presión que produce la necesidad de una reacción y que compele a ejecutarla, y que se percibe como una necesidad y no como una sensación por la que se provoca esa necesidad. Las actividades psicológicas y sociales son determinadas por la necesidad constante de reducir esas tensiones, que son producidas por los instintos, que constituyen el impulso motor de la vida humana y que son percibidas como sentimientos dolorosos y desagradables. La actividad busca reducir esas tensiones y su reducción determina o provoca experiencias placenteras. Esta definición implica un concepto o criterio más restringido que el del instinto en general. Enunciada dentro del criterio psicoanalítico.
La acepción de instinto en la psicología común o corriente, tiene alcances diversos y más amplios. Los instintos fundamentales con los que se juegan las teorías freudianas son: el principio del placer y el principio de la realidad. El principio del placer establece que los procesos psicológicos son desencadenados por la necesidad de establecer un equilibrio emocional que se percibe como placer. En la formación de síntomas intervienen dos fuerzas antagónicas: una es la reducción de la tensión instintiva sexual hostil y, además, la satisfacción de las fantasías de castigo, que producen menos dolor que el correspondiente grado de tensión. El segundo principio a tener en cuenta es el principio de la realidad, característico de la conducta adulta, y que es una capacidad de prescindir del placer inmediato a fin de asegurarse su goce y de evitar dolor en el futuro. No es una facultad innata, resulta de un aprendizaje que no es otro que el de que el goce de un placer puede producir dolor, castigo o pérdida del amor parental. El principio de la realidad no se opone al del placer, sino que promueve el trueque de una reacción primitiva por otra proveniente de la madurez emocional. Freud elaboró una primera teoría de los instintos, en la cual incluía dos, el instinto de conservación y el instinto de reproducción, como rectores de la conducta humana. El impulso o instinto sexual o de reproducción, la libido, tuvo como idea origen el intento de explicar la histeria. Cuando la energía sexual encuentra obstáculos en su curso por la intervención del yo, fluye hacia los órganos, dando síntomas. En la obsesión, por ejemplo, se produce la sustitución de una idea sexual intolerable por otra de por sí tolerable.

Teoría de la libido y el impulso de la conservación