Trabajo infantil en el mundo

El trabajo infantil en el mundo:
El trabajo infantil en el tercer mundo
Africa: El 17 por ciento de la población activa en Africa son niños de entre 4 y 15 años. Los pequeños suelen desempeñar funciones de pastoreo o de vigilancia del ganado, incluso en época escolar, con la consiguiente repercusión negativa en su educación.
El estudio realizado por la OIT en Ghana indica que los niños de la calle, que se encuentran principalmente en los núcleos urbanos y no tienen lugar fijo de residencia, trabajan por su cuenta o para operadores de distintas actividades del sector informal. En Accra, la capital, el 88 por ciento de los niños de la calle no asiste a la escuela. El 96 por ciento son migrantes. Son niños que vagan de un sitio a otro, duermen en el exterior de edificios o tiendas en colchones de cartón o de paja y comen alimentos poco nutritivos que compran en la calle con sus escasos ingresos. Su jornada de trabajo empieza a las 4:30 de la mañana. Lustran zapatos, portean bultos, venden géneros diversos, mendigan…

Latinoamerica:En 1990 trabajaban en la región 7.300.000 menores entre los 10 y los 14 años. En San Salvador y otras ciudades brasileñas del estado de Bahía viven y trabajan aproximadamente 3.000 niños.
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) apuntó, por su parte, el pasado mes de marzo, que en Haití existen entre 250.000 y 300.000 menores que trabajan como empleados domésticos en condiciones de semiesclavitud. Las tres cuartas partes de estas modernas cenicientas son niñas. Se llaman restavek (reste avec, quedarse con alguien, en francés).
Las familias del campo, demasiado pobres para mantenerlos, envían a estos niños a familias conocidas e incluso allegadas de la ciudad, que se comprometen a facilitar su educación, alojamiento y alimentación a cambio de trabajo doméstico. Pero estas promesas se tornan, casi siempre, en explotación. Un 75 por ciento de estos domésticos infantiles no saben leer o escribir. En muchos casos, son huérfanos. Tienen que trabajar todo el día, pero no ganan nada y se alimentan de restos. Frecuentemente no duermen en camas, sino en el suelo, y, en el caso de las niñas, pueden sufrir abusos sexuales.
Un 80 por ciento de ellos sufre trastornos de estómago o dolores de cabeza como consecuencia de su aislamiento emocional, según los psiquiatras. Muchos parecen retardados física y psíquicamente, sin que lo sean. De hecho, una vez liberados de su situación e integrados en una comunidad pueden convertirse en los mejores alumnos de la clase. Ese trabajo es el destino que espera al 70 por ciento de la población menor de 18 años. Es decir, casi al 40 por ciento de los haitianos. La edad de los menores sometidos a semiesclavitud se sitúa entre los 11 y los 14 años y el 75 por ciento son niñas, según Unicef.
Los restaveks son cada vez más jóvenes a causa del empobrecimiento del país. Puede llegar a tener sólo 5 ó 6 años y cada vez trabajan para familias más pobres, con ingresos que normalmente no superan los 250 dólares al año y que no pueden satisfacer siquiera sus propias necesidades.

Asia: La OIT calcula que el 11 por ciento de la población de Asia está conformada por niños entre 4 y 15 años. Aunque en Africa la población laboral infantil es, en conjunto, más numerosa, la India sigue siendo un caso paradigmático en este terreno. Los menores de este país que trabajan, generalmente en condiciones muy duras, son unos 44 millones.
Los factores más determinantes del trabajo de menores en la India parecen ser la pobreza y el analfabetismo (4). El porcentaje de hogares en los que hay menores que trabajan aumenta de forma directamente proporcional al nivel de analfabetismo de los pueblos, en especial en el grupo de edad comprendido entre los 10 y los 14 años.
Los niños de la India trabajan en pequeñas factorías, hostelería, depósitos de petróleo, talleres de joyas, fábricas de alfombras y de cerillas.
En Sri Lanka se han dado casos, en los últimos años, de niños que han denunciado a sus empleadores por malos tratos. Las leyes de este país prohiben emplear niños menores de 12 años y a los que tengan entre 12 y 14 años durante el horario escolar. En 1995 se puso en marcha una campaña de sensibilización contra el trabajo infantil que propició la recepción de más de 2.000 denuncias en los 3 primeros meses -antes no se registraban más que entre 10 y 15 al año-.
Sin embargo, pocos empleadores fueron condenados con el debido rigor. Ninguno fue a parar a la cárcel. En realidad, quienes salieron perdiendo fueron los niños: fueron enviados de vuelta con sus familias, en muchos casos demasiado pobres para mantenerlos, o a una institución de acogida. Algunos niños decidieron volver con el empleador denunciado.
El Servicio de la Policía para el Cuidado de los Niños de Sri Lanka estima que en este país existen unos 400.000 niños entre 5 y 14 años que trabajan para vivir, la mayoría como empleados domésticos el éxodo de alrededor de medio millón de mujeres que trabajan como domésticas en Oriente Medio explica, en parte, el acceso de los menores a este sector-.

La India, gigante del trabajo infantil: Junto a tener uno de los mayores tasas de analfabetismo en el mundo, la India tienen el mayor número de trabajadores entre cuatro y catorce años. El gobierno habla de diecisiete millones, la OIT de cuarenta y cinco millones, pero Swani Aquivesh del Frente de Liberación del Trabajo Forzado, admite que en el año 1994 había más de sesenta millones. Una ley de 1986 prohibe a los menores de catorce años los trabajos más peligrosos o nocivos y reglamenta el resto. Pero la escasez de medios, la disgregación de la unidades productivas informales y la corrupción obstaculizan los controles. El Asia Labour Monitor, calcula que los muchachos pertenecientes a familias rurales sin tierra, producen cerca del 20% del PIB, en sectores como la agricultura, minería, hornos, fabricas textiles, de cerillas, sederías, de fuegos artificiales y en el gigantesco sector infantil urbano (transporte de cargas, comercios pequeños,…). Al menos cinco millones son esclavos, forzados a no poder abandonar el puesto de trabajo a pesar de no recibir paga, por deudas contraidas por su familia o porque los padres han recibido un anticipo sobre este trabajo.
El Tribunal Supremo hindú considera como esclavo todo el trabajo de los niños/as, no sólo porque no pueden elegir, sino porque no reciben el salario mínimo legal. A la India se le acusa, como a otros países, de practicar en sus exportaciones una competencia desleal basada sobre esta explotación.

Brasil, tierra de explotadores y explotados: La octava potencia económica mundial, tiene una renta per capita de 4900 dólares, gran cantidad de recursos y treinta y cuatro millones de pobres…..No nos podemos sorprender, es el país, quizás, más injusto del mundo, con un 2% de sus habitantes que controlan el 60% de la tierra, mientras los jornaleros trabajan diez horas diarias los siete días de la semana.
No solo existen diez millones de ‘meninos da rua’, también y de acuerdo al Instituto Brasileño de Geoestádistica, en las diez principales ciudades trabajan el 35% de los niños y niñas entre cinco y nueve años (se trata de dos millones). En las zonas rurales trabajan siete millones de niños/as y muchachos/as menores de diecisiete años, ocupados en las plantaciones de caña de azúcar. La Confederación de Trabajadores Agrícolas (CONTAG) ha denunciado que en el año 1994 existían cuarenta mil niños esclavos debido al pago de deudas familiares. Una parte de ellos trabajan junto a sus familiares en las terribles fabricas de carbón del Carajás. Quien se escapa antes de saldar una deuda -que entre otras cosas nunca se extingue- es asesinado. Hay muchísimos pequeños jornaleros agrícolas que no ganan nada porque su ‘producción’ se incorpora a la cuota mínima, normalmente alta, que se debe pagar para saldar la petición de los padres. Una investigación del sindicato CUT ha demostrado que cerca del 30% de los trabajadores son menores de catorce años en sectores como el textil y la fabricación de zapatos para la exportación. La ley permite el trabajo a los doce años para aprendizaje y la enseñanza obligatoria dura hasta los catorce años, pero cinco millones de niños no asisten a la escuela. No existen controles y de esta forma no se respeta ninguna prohibición. Desde hace tres años y gracias a la presión popular, también el gobierno brasileño muestra voluntad ‘abolicionista’.