Filosofía y epistemología: LA TRAMPA CAZAMOSCAS. ANOTACIONES PSICOLÓGICAS SOBRE EL «SEGUNDO» WITTGENSTEIN

Filosofía y epistemología: LA TRAMPA CAZAMOSCAS. ANOTACIONES PSICOLÓGICAS SOBRE EL «SEGUNDO» WITTGENSTEIN

Estevez, Alicia
Universidad Nacional del Comahue – Facultad de ciencias de la Educación. Argentina

RESUMEN
Wittgenstein se valió del examen gramatical para desmantelar
las ilusiones filosóficas montadas sobre el uso metafísico de
las palabras, reduciendo la brecha entre discurso filosófico y
discurso ordinario. Se propuso mostrar que los filósofos -como
moscas atrapadas- revoloteaban alrededor de signos vacíos
sin percatarse que las palabras estaban alienadas del uso cotidiano
del lenguaje y de las prácticas sociales. Con el propósito
de contribuir a un debate aún abierto, en este trabajo examinaremos
que es posible aceptar la descripción wittgensteiniana
de la trampa cazamoscas sin aceptar necesariamente su solución
«conductista». En este sentido, la psicología de Vigotsky
ofrece una salida alternativa.
Palabras clave: Lenguaje Privado Lenguaje Interno

INTRODUCCIÓN
Ni Wittgenstein era psicólogo, ni Vigotsky era filósofo pero
compartían el interés en desarraigar un supuesto persistente
en el pensamiento occidental: la concepción del ser humano
como un Robinson Crusoe poseedor de un lenguaje privado –
desde y para sí mismo- desplegado en un largo monólogo autorreferencial.
Wittgenstein cuestionaba la perspectiva egocéntrica
en filosofía y el uso de términos mentalistas utilizando
la descripción de los conceptos psicológicos como «unidades
de medida». Vigotsky hacía un examen inverso, atendía a
cómo se usaban teóricamente ciertos conceptos psicológicos
para establecer los supuestos filosóficos que portaban sus
«unidades de análisis». Sin embargo, el origen del problema de
ambos reconocía la misma filiación.
Descartes le otorgó a su propia mente el papel de piedra basal
de su filosofía: aquellas «percepciones» que se referían a la
mente misma tenían la peculiaridad de ser indubitables y autoevidentes
produciendo un conocimiento genuino sin mediaciones
externas de ninguna índole. (Naishtat, 1997) La consecuencia
antropológica del dualismo fue que cada individuo
vive «vidas paralelas»: «Los acontecimientos que ocurren en el
mundo material son públicos y externos; los que suceden en el
mental, privados e internos» (García Suárez, 1976:23). El empirismo
clásico afirmaba que el almacenamiento mental de experiencias
implicaba -como nexo asociativo- la definición ostensiva
interna entre ideas y palabras o externa entre ideas y
objetos materiales. De ello se deriva la imposibilidad de conocer
la mente de otros, en tanto la misma experiencia sensorial
produce ideas rotuladas de modo diferente cuyos contenidos
son privados e incomunicables. En un movimiento de pinzas
filosófico, la perspectiva egocéntrica empirista vino a coincidir
con Descartes en instituir la privacidad como marca distintiva
de lo mental. (García Suárez, 1976) concepción a la que ni los
filósofos ni los psicólogos pudieron sustraerse. Los argumentos
que ofrecieron Wittgenstein y Vigotsky en contra de esta
perspectiva, si bien diferentes, tenían en ambos casos una finalidad
terapéutica.

CONTRA EL LENGUAJE PRIVADO
En su ataque a la tesis del lenguaje privado Wittgenstein apeló
a la existencia de tribus imaginarias, entre ellas una de hablantes
que «acompañarían sus actividades hablando consigo mismos»
(IF 243). Este monólogo puede resultar inteligible para
otros si se descubre la conexión regular entre las acciones y el
lenguaje cuyo sistema de referencia es el modo de actuar humano
común. Otro sería el caso de un lenguaje de vivencias
internas privadas para uso propio. Así criticó la privacidad
epistémica de los objetos referidos por las palabras de ese
lenguaje; la privacidad óntica de estos objetos y el resultado:
un lenguaje solo comprensible para el locutor. (García Suárez,
1976). Se sirvió para ello del análisis gramatical de la expresión
«sé que tengo dolor». La sensación de dolor se caracteriza
por su inevitabilidad perceptiva y es, de hecho, privada, pero
El concepto «dolor» lo has aprendido con el lenguaje (IF 384)
es decir, contenido en las reglas públicas de uso de la palabra
dolor. Critica así la creencia generalizada que aprender un lenguaje
es dar nombres a objetos externos y estados internos en
un proceso de rotulado mediante definición ostensiva.
La «enseñanza ostensiva de palabras» es sólo un modo en
nuestra forma de vida para que los niños «descubran» que
cada cosa – inclusive las sensaciones- tiene un nombre. El
nexo entre «dolor» y la sensación de dolor también puede ser
una suplantación de una expresión prelingüística – grito, llanto,
gemido- por una lingüística porque Los niños son educados
para realizar «estas» acciones, para usar con ellas «estas» palabras
y para reaccionar «así» a las palabras de los demás. (IF
6) Precisamente las formas en que los niños aprenden el lenguaje
le sugirió a Wittgenstein que el proceso del uso de palabras
configuran «juegos de lenguaje», denominando así al todo
formado por el lenguaje y las acciones con las que esta entretejido.
Esta noción pone el acento en el hecho de que hablar
un lenguaje es parte de una actividad o forma de vida. (IF 23).
Hay pluralidad de usos diferentes de los juegos de lenguaje,
tienen historicidad en tanto nacen juegos nuevos y otros desaparecen
y tienen reglas que se pueden inferir de las prácticas
sociales. Wittgenstein sostenía que para entender el significado
de un término hay que investigar cuál es el uso que hace de
él un individuo o una comunidad. Para los filósofos -y los usuarios
comunes- estos juegos de lenguaje permanecen ocultos
en la cotidianeidad. Wittgenstein admite que los términos mentales
tienen un uso, pero evita la imagen de interioridad relacionados
con ellos. La atribución de «mente», «conciencia»,
«sentimientos» o «sensaciones» a otros es una extensión en -y
con- el lenguaje de modos de conducta naturales o instintivos
hacia los demás (Z 545). Por lo tanto no es el resultado de un
razonamiento por analogía ni una atribución proyectiva desde
sí mismo. El psicólogo sólo puede estudiar el uso de los términos
y la conducta no lingüística pero no una cosa tal llamada
«mente»,y aunque no niega explícitamente su existencia, ésta
no se sustenta en una ontología interior: existe en la conducta
verbal. Un «proceso interno» necesita criterios externos. (IF
580). Los criterios de aplicación del vocabulario mental son
públicos pero no necesariamente explícitos en tanto relativos a
una forma de vida. Si las experiencias subjetivas pueden ser
expresadas de forma inteligible existen criterios convencionales
para identificarlas y son tan accesibles al psicólogo como al
propio sujeto. Si no son expresables, son, por definición inefables
y caen en el ámbito de lo místico… (Rodríguez Sutil, 1993:
114). Esta es la salida que les ofrece a las moscas filosóficas
atrapadas: un conductismo sui generis. Consiste en mostrar
que el problema de la tesis del lenguaje privado resulta de revestir
con proposiciones empíricas -que versan sobre fenómenos
psicológicos o sobre el mundo- la explicación que ofrece la
gramática del uso de una palabra o una oración. Es erróneo
equiparar «significado» con un proceso mental oculto y privado.
Ni la percepción revela la naturaleza «esencial»del mundo externo
ni la introspección es un método privilegiado que revele
la naturaleza «esencial» de la experiencia interna. Solo las
prácticas sociales y la conducta públicamente observable proporcionan
criterios para el uso del vocabulario mental.

LA PROPUESTA VIGOTSKYANA
Desde las tesis de Vigotsky un proceso interno es el resultado
de la «privatización» de procesos inicialmente externos (sociales
y públicos) por ello lenguaje interno y lenguaje privado no
son equivalentes. La internalización es una dinámica que no
presupone un plano interno biológico -y mucho menos privado-,
que se despliega hacia el mundo ni un fenómeno de transferencia
de un plano social a uno individual sin mediación alguna.
Para ambos autores los signos viven en el uso social y las
palabras cumplen una función instrumental en el contexto de determinadas
actividades y en contextos de interacción (Corredor
Lanas,1999 ) pero la noción de acción marca una distinción
fundamental: para Wittgenstein la acción estaba imbricada -en
y con- un juego de lenguaje, para Vigotsky implicaba mediación
semiótica. Es en el contexto de crianza y en la escolarización
donde los niños se apropian del uso de palabras de la caja
de herramientas culturales al mismo tiempo que se constituyen
psicológicamente. Las intuiciones de Wittgenstein acerca de la
estrategia familiar de enseñanza ostensiva, para Vigotsky era
solo un momento en la dialecticidad del desarrollo de las funciones
del lenguaje: el significado de la palabra existe antes
para otros y solo posteriormente adquiere significado para el
propio niño.
Vigotsky hubiera aceptado la idea de juego de lenguaje primitivo
que incluiría la enseñanza ostensiva familiar, el nominalismo
infantil, acciones indicativas o inventar nombres. Le hubiera
cuestionado a Wittgenstein la descripción estática de la pertenencia
a diversas tribus de hablantes, porque pretendía explicar
la ontogénesis de la relación de pensamiento y lenguaje.
Así, la tribu de «gruñidores» wittgensteiniana para Vigotsky implicaba
el uso de un lenguaje elemental aunque social por su
función inicial. Se diferenciaba progresivamente un lenguaje
«para sí» que, del mismo modo que los «monologadores», …es
incomprensible para los demás si lo transcribimos sin referencias
al contexto, aislado de la acción concreta, o de la situación
donde aparece (Vigotsky, 1993, p: 53). El «monologador»
no está usando un lenguaje privado, sino que está usando privadamente
un lenguaje como auxilio para resolver cierta tarea
psíquica adquiriendo así una función intelectual. La interiorización
de los signos lingüísticos – y la progresiva desaparición de
los aspectos sonoros del lenguaje- permitía que surgiera el
lenguaje interno. De este modo el niño se muda a la tribu de
«soliloquistas silenciosos». La apariencia del pensar como un
soliloquio silencioso era porque en el adulto resultan indiscernibles
las respectivas contribuciones de las líneas genéticas
del pensamiento y del lenguaje. Wittgenstein intuía que «hablar»
(en voz alta o en silencio) y «pensar» no son conceptos
equiparables aunque no acertaba en la naturaleza de la conexión
entre ambos. Para él, el lenguaje externo era la expresión
audible del habla silenciosa (y posiblemente laríngea).
Vigotsky sostenía que el pasaje del lenguaje interno al externo
no era la traducción directa de uno a otro sino que implicaba
una completa reestructuración. Del mismo modo que el lenguaje
interno no es lenguaje oral sin sonido, el lenguaje externo
no es lenguaje interno con sonido. (Vigotsky, 1993: 338)

A MODO DE CONCLUSIÓN
La enfermedad del discurso filosófico, residía en que los filósofos
estaban atrapados tratando de capturar la esencia de las
palabras más allá las palabras mismas, sin percatarse que «La
esencia se expresa en la gramática» (IF 371). De allí la elección
de Wittgenstein de la descripción de los usos lingüísticos
-y no la explicación- como procedimiento terapéutico. La enfermedad
del discurso psicológico residía en los enfoques reduccionistas
-que traducían la división metafísica de la psicologíaque
seguían o Las leyes eternas de la naturaleza o las leyes
eternas del espíritu, pero no las leyes históricas (Vigotsky,
1995:21). Vigotsky proponía apelar al análisis genético, dialéctico
y no reduccionista de los fenómenos psicológicos y su
desarrollo.
Históricamente, la pretensión de reparar el error cartesiano desembocó
en el error de la física. Wittgenstein propuso una salida
filosófica para el primer error pero no para el segundo. Éste
puede convertirse en una nueva trampa cazamoscas -como lo
fue para los conductistas- si se comparte la idea que la Psicología
es una ciencia confusa y estéril porque no es como la
física (IF, XIV). Si bien la terapia filosófica wittgensteiniana
alcanza a los juegos de lenguaje de la Psicología, adolece de
ciertos efectos secundarios, éstos pueden ser minimizados
adoptando una salida vigotskyana.

BIBLIOGRAFÍA
Corredor Lanas, C (1999) Filosofía del lenguaje. Madrid: Visor.
García Suárez, A. (1976) La lógica de la experiencia. Madrid: Editorial
Tecnos.
Naishtat, F. (1997) «Alcance de la subversión wittgensteiniana del cogito
cartesiano». (mímeo)
Rodríguez Sutil, C. (1993) «El problema mente-cuerpo. Un ensayo de
antropología wittgensteiniana». Estudios de Psicología. Nº 49. (107-120).
Madrid: Aprendizaje.
Vygotski, L.S.; (1993) Obras Escogidas. Tomo II. Pensamiento y Lenguaje.
Madrid: Visor.
Wittgenstein, L. (1988) (IF) Investigaciones filosóficas. Barcelona: Editorial
Crítica.
Wittgenstein, L. (1997) (Z) Zettel. México: UAM