El vocabulario de Michel Foucault: LETRA E. Episteme renacentista

El vocabulario de Michel Foucault: LETRA E

Episteme renacentista
En cada uno de los saberes que Foucault toma en consideración, la semejanza, con sus diferentes figuras, aparece como la forma y la condición de posibilidad del conocimiento durante el Renacimiento. • Ni el problema de la representación (cómo estar seguros de que un signo designa correctamente lo que significa) ni el problema del sentido o de la significación (cómo la conciencia confiere un contenido a los signos) ocupa la reflexión acerca del lenguaje; entre las palabras y las cosas, entre los signos y la realidad, existe, para expresarlo de algún modo, un nexo natural, o mejor: ambas, palabras y cosas, poseen una misma naturaleza y comunican a través de ella. Propiamente hablando, el problema del “nexo” entre las palabras y las cosas ni se plantea ni puede plantearse. Para el Renacimiento, en efecto, los signos son un sistema de formas, de marcas (signaturae), organizado según las diferentes figuras de la semejanza (convenientia, æmulatio, analogia, imitatio) y ligado a través de estas diferentes figuras de la semejanza a un contenido: el mundo de las cosas, que a su vez está también estructurado según los diferentes modos de asemejarse. Dos universos de semejanzas ligados entre sí por el trabajo de la semejanza: el signo de la simpatía reside en la analogía; el de la analogía, en la emulación; el de la emulación, en la conveniencia; y el de la conveniencia, en la simpatía. El desfase entre estos dos universos superpuestos de semejanzas, es decir, el hecho de que el signo de la simpatía resida en la analogía, el de la analogía en la emulación, etc., define el espacio del saber renacentista; conocer significa superar este desfase, pasar de las marcas de las cosas a las cosas marcadas, esto es, leer el libro de la creación. Las categorías de macrocosmos y de microcosmos trazan las fronteras de este universo de similitudes; limitan el trabajo de la semejanza encerrándolo entre el límite superior –el cosmos– y el límite inferior –el hombre–. El conocimiento del lenguaje, por su parte, no puede ser otra cosa que comentario, esfuerzo por referir, en forma de interpretación, lo semejante a lo semejante. Si llamamos hermenéutica al conjunto de técnicas que nos permiten hacer hablar a los signos y si llamamos semiología al conjunto de conocimientos que nos permiten definirlos, durante el Renacimiento ambas se superponen: la semejanza define tanto la forma como el contenido de los signos. Al igual que las nociones de macrocosmos y de microcosmos, las categorías de Texto primitivo y de interpretación infinita definen el espacio y los límites del comentario; comentar consiste en restituir la palabra originaria comunicada por Dios a los hombres, restituir el Texto primitivo a través del esfuerzo continuo (infinito) de interpretación (MC, 46-47). En el proyecto enciclopédico de los siglos XV y XVI la eruditio (desciframiento de las similitudes entre los signos) y la divinatio (desciframiento de lo que Dios ha sembrado en la naturaleza: las similitudes de las cosas) no son las formas imperfectas de un conocimiento que no ha alcanzado su plenitud o que no ha descubierto sus estructuras, sino, más bien, las únicas formas arqueológicamente posibles del conocer. • No se encuentra en Foucault la expresión “episteme renacentista”.

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