El vocabulario de Michel Foucault: LETRA E. Examen

El vocabulario de Michel Foucault: LETRA E

Examen
(Examen). Foucault da particular importancia a la noción de examen y a sus diferentes formas históricas: el examen como técnica disciplinaria en la que se entrelazan el poder y el saber, el examen de conciencia como práctica de sí mismo en la antigüedad, el examen de conciencia en el monaquismo y en la pastoral de la carne. Disciplina. El examen, invención de la época clásica, constituye uno de los instrumentos esenciales del poder disciplinario. “El examen combina las técnicas de la jerarquía que vigila y las técnicas de la sanción que normaliza. Es una mirada normalizadora, una vigilancia que permite calificar, clasificar, castigar. Establece sobre los individuos una visibilidad a través de la cual se los diferencia y sanciona” (SP, 186-187). • “La práctica masiva del encierro, el desarrollo del aparato policial, la vigilancia de las poblaciones han preparado la constitución de un nuevo tipo de poder-saber que tomará la forma del examen” (DE2, 392). Saber y poder. En la forma altamente ritualizada del examen se conjugan la ceremonia del poder y el establecimiento de la verdad. En este sentido, saber y poder se refuerzan mutuamente en el nivel de lo que hace posible el conocimiento a partir de las técnicas, de los procedimientos y de las prácticas (como, por ejemplo, en el examen), y no simplemente en el nivel de la conciencia o las representaciones. Ejemplo de ello es el papel desempeñado por el examen en la constitución de la medicina a partir del siglo XVIII, en la formación de la medicina clínica. A diferencia de la inspección de épocas anteriores, práctica discontinua y rápida, con el examen regular el enfermo se pone en una situación de examen casi perpetua; el médico ingresa en un espacio al que, hasta ese momento, había sido
externo: el hospital. Aparece entonces la figura del enfermero. El hospital se convertirá en un lugar de formación y de conocimiento, de entrelazamiento de las relaciones de poder con la constitución del saber. Del mismo modo, la escuela se convertirá en el aparato de examen ininterrumpido que se superpondrá a toda operación de enseñanza. De esta manera, la escuela garantiza la transmisión del conocimiento del maestro al alumno, y, al mismo tiempo, obtiene mediante el examen todo un saber reservado al maestro (SP, 187-189). El mecanismo saber-poder del examen permite: 1) Invertir la economía de la visibilidad en el ejercicio del poder: tradicionalmente el poder se mostraba, se hacía visible, daba lugar a un espectáculo en el que los sujetos sobre los que se ejercía permanecían en la sombra. En el examen, los sujetos se ofrecen como objetos para la observación por parte de un poder que sólo se manifiesta por su mirada. 2) Hacer ingresar la individualidad en un campo documental: esto se da mediante técnicas de anotación, registros, constitución de expedientes, formación de archivos. 3) Hacer, con todas sus técnicas documentales, de cada individuo un caso: el examen es el lugar de la fijación a la vez ritual y científica de las diferencias individuales; hilvana a cada uno con su propia singularidad (SP, 189-194). No sólo la medicina o la pedagogía, sino en general todas las ciencias humanas encuentran su condición histórica de posibilidad en los procedimientos del poder disciplinario, en el centro de los cuales se encuentra el examen (SP, 195). Individuo. “Finalmente, el examen está en el centro de los procedimientos que constituyen al individuo, como efecto y objeto de poder, como efecto y objeto de saber. Combinando vigilancia jerarquizada y sanción normalizadora, asegura las grandes funciones disciplinarias de repartición y clasificación, de extracción máxima de las fuerzas y del tiempo, de acumulación genética continua, de composición óptima de las aptitudes. De la fabricación, entonces, de la individualidad celular, orgánica, genética y combinatoria. Con él se ritualizan estas disciplinas que es posible caracterizar con una palabra diciendo que son una modalidad de poder para la cual la diferencia individual es pertinente” (SP, 194). Investigación. El siglo XVIII inventó el examen como la Edad Media inventó la investigación judicial: la investigación como búsqueda autoritaria de una verdad constatada y atestiguada. La investigación judicial ha servido de matriz para la formación de las ciencias empíricas como el examen ha servido para la formación de las ciencias humanas. Pero mientras la investigación pudo desprenderse de su carácter de procedimiento inquisitorial, el examen, en cambio, está siempre impregnado de disciplina (SP, 226-227). Véase también: Investigación. Confesión, pastoral de la carne. La confesión y el examen de conciencia han sido dos de las prácticas fundamentales de la pastoral de la carne. Véanse: Carne, Confesión. • En la codificación clínica del “hacer hablar” se combinan la confesión con el examen: el relato de sí mismo como el despliegue de un conjunto de signos y de síntomas descifrables; un modo, en definitiva, de inscribir los procedimientos de la confesión en un campo de observaciones científicas aceptables (HS1, 87). Véase: Psicoanálisis. Examen de conciencia. En el conjunto de las prácticas de sí de la antigüedad nos encontramos con el examen de conciencia. Formaba explícitamente parte de la enseñanza pitagórica, pero se trata, en realidad, de una práctica bastante extendida. El examen matinal tenía como objetivo considerar las tareas del día y prepararse para ellas; el examen de la tarde, la memorización de la jornada trascurrida (HS3, 77). En cuanto a este examen, Foucault toma particularmente en consideración a Séneca, para quien la relación del sujeto consigo mismo no es una relación de tipo judicial, para establecer las infracciones cometidas (la culpabilidad, el castigo); se trata, más bien, de una inspección, de un control para apreciar el trabajo realizado, los progresos obtenidos en el cuidado de sí mismo. En el caso de Epicteto, la finalidad del examen es poner a prueba las representaciones, distinguirlas, para no dejarse llevar por ellas, por las primeras impresiones (HS3, 77-80). • En L’Herméneutique du sujet Foucault analiza la cuestión del examen de conciencia en Marco Aurelio (clases del 27 de enero y del 24 de febrero de 1982), Séneca y Epicteto (clase del 24 de marzo de 1982). • En el cristianismo primitivo, más concretamente en el monaquismo, la práctica del examen de conciencia se distingue respecto de la práctica de dicho examen en las escuelas filosóficas por la manera de llevarlo a cabo, por el modo de relación con el director de conciencia, por la exigencia de exhaustividad. Implica una relación de obediencia incondicional respecto del maestro, del director de conciencia, en cuanto concierne a todos los aspectos de la vida (diríamos, una obediencia exhaustiva). El dominio de aplicación del examen de conciencia son los movimientos del alma; hay que determinar lo que es necesario hacer para no cometer faltas o reconocer si se han cometido. La confesión que sigue al examen no es sólo la enumeración de las faltas cometidas, sino la verbalización de todos los movimientos del alma (DE4, 127-128). “La obediencia incondicionada, el examen ininterrumpido y la confesión exhaustiva forman, pues, un conjunto en el que cada elemento implica a los otros dos; la manifestación verbal de la verdad que se oculta en el fondo de sí mismo aparece como una pieza indispensable para el gobierno de los hombres, de los unos por los otros, tal como ha sido puesto en funcionamiento en las instituciones monásticas y, sobre todo, cenobíticas a partir del siglo IV” (DE4, 129). El cristianismo vinculará así la práctica del examen con la dirección de conciencia (DE4, 146). • En la comparación entre la práctica del examen en las escuelas filosóficas de la antigüedad y en el cristianismo también es necesario tener en cuenta la relación con la verdad. En el primer caso, el examen de conciencia era, ante todo, un ejercicio mnemotécnico, orientado a la memorización de los principios justos, de una verdad que está afuera. En el segundo caso, la verdad en cuestión es la que está en el fondo del sí mismo (DE4, 659). • “Hay tres grandes tipos de examen de sí: primeramente, el examen por el cual se evalúa la correspondencia entre los pensamientos y la realidad (Descartes); en segundo lugar, el examen por el cual se estima la correspondencia entre los pensamientos y las reglas (Séneca); en tercer lugar, el examen por el cual se aprecia la relación entre un pensamiento oculto y una impureza del alma. Con este tercer tipo de examen comienza la hermenéutica de sí cristiana y su desciframiento de los pensamientos íntimos. La hermenéutica de sí se funda en la idea de que hay algo escondido y que nosotros vivimos siempre en la ilusión de nosotros mismos, una ilusión que enmascara un secreto” (DE4, 810).
Examen [478]: AN, 42, 43, 63, 66, 72, 100, 125, 152, 163-165, 167-171, 173, 175-178, 187-188, 198, 202, 211, 223, 239, 273, 276, 281. AS, 32, 110, 126, 146. DE1, 67, 82, 125, 146, 215, 225, 462, 513, 676, 701, 755, 761, 790. DE2, 61, 69, 88, 261, 390, 392, 396, 461, 542, 594-595, 623, 674, 740, 751, 786, 792, 824. DE3, 13, 28, 37, 49, 52, 90, 94, 102, 131, 230, 257, 303, 375, 444-446, 517, 527, 549, 564. DE4, 13, 23, 86, 122, 125-126, 127-129, 146-148, 307, 362, 376, 385, 399, 407, 426, 428-430, 522, 541, 558, 593, 611, 626, 633, 659, 710, 746, 794-799, 803, 807-811. HF, 111, 282, 321, 684. HS, 13, 23, 25, 48, 61, 118-119, 140, 142, 144, 157, 191-192, 195, 211, 225, 258, 284-288, 298, 333, 335, 347, 353, 398-400, 405, 416, 439, 444-445, 454, 457, 460-464, 468-469. HS1, 28, 41, 44, 61, 80, 87, 94, 119, 130, 142, 147, 153, 155, 158-159, 201. HS2, 12, 36, 86, 228. HS3, 65, 74, 77-80. IDS, 123, 171. MC, 94, 96, 105, 117, 149, 154-155, 181, 193, 243, 289. MMPE, 15, 88. MMPS, 15, 99. NC, 4, 44, 50, 56-57, 60, 66-67, 73, 77-79, 93, 101, 111-112, 125, 160, 167, 181, 188, 191, 194-196, 198, 209, 213. OD, 40. PP, 54, 183, 195, 264, 301, 304-306, 311, 316, 326. SP, 25, 160, 173, 182, 186-194, 215, 226-229, 311.

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