El vocabulario de Michel Foucault: LETRA F. Freud, Sigmund

El vocabulario de Michel Foucault: LETRA F

Freud, Sigmund

(1856-1939). La relación de Foucault con la obra de Freud es receptiva y, al mismo tiempo, profundamente crítica. En un primer momento, en la época de sus estudios de psicología y de la composición de la introducción a la obra de Binswanger (DE1, 65-119), Foucault se interesa por el análisis existencial, esa especie de conjunción entre psicoanálisis y fenomenología, entre Husserl y Freud. Se trata de encontrar un fundamento común al concepto freudiano de síntoma y al concepto husserliano de expresión (DE1, 79). Véase: Fenomenología. De este modo, la fenomenología vendría en auxilio del psicoanálisis, situando el mundo de los sueños en relación con el mundo de la expresión. El concepto freudiano de símbolo resulta insuficiente (DE1, 72). “Freud no llegó a superar un postulado sólidamente establecido por la psicología del siglo XIX: que el sueño es una rapsodia de imágenes. Si el sueño fuese sólo esto, se agotaría en un análisis psicológico, sea que se realice con el estilo mecánico de una psico-fisiología o con el estilo de una búsqueda significativa. Pero el sueño es, sin duda, otra cosa que una rapsodia de imágenes por la simple razón de que es una experiencia imaginaria; y si no se deja agotar, como hemos visto, por un análisis psicológico, es porque pertenece también a la teoría del conocimiento” (DE1, 80-81). • Foucault valora el esfuerzo del pensamiento freudiano por liberar al evolucionismo de sus supuestos naturalistas y, de este modo, abrirse a la dimensión histórica de la existencia (MMPE, 37; MMPS, 37). “Pero ninguna forma de psicología dio más importancia a la significación que el psicoanálisis. Sin duda, éste permanece todavía ligado, en el pensamiento de Freud, a sus orígenes naturalistas y a los prejuicios metafísicos o morales que no cesan de marcarlos. En la teoría de los instintos (instinto de vida o de expansión, instinto de muerte y de repetición) se da, sin duda, el eco de un mito biológico del ser humano. Sin duda, en la concepción de la enfermedad como regresión a un estadio anterior del desarrollo afectivo se reencuentra un viejo tema spenceriano y los fantasmas evolucionistas de los que Freud no nos exime, aún en sus implicaciones más dudosas. Pero la historia del psicoanálisis hizo justicia ella misma con estos elementos retrógrados. La importancia histórica de Freud proviene, sin duda, de la impureza misma de sus conceptos: es dentro del sistema freudiano que se produjo esta gran transformación de la psicología; es en el curso de la reflexión freudiana que el análisis causal se transformó en génesis de las significaciones, que la evolución hizo lugar a la historia, y que el recurso a la naturaleza se sustituyó con la exigencia de analizar el medio cultural” (DE1, 127-128). • Luego, en los años en los que se encuentra inmerso en el mundo de la literatura (Roussel, Bataille, Blanchot, Artaud) y fascinado por este “modo de ser del lenguaje”, la figura de Freud aparece junto a la de Nietzsche y a la de Marx. Por un lado Freud habría redescubierto una dimensión del lenguaje de la locura, que lo aproxima a la experiencia de Nietzsche o al estatuto que el lenguaje tiene en las obras de Artaud o Bataille. Con Freud el lenguaje de la locura ha dejado de ser blasfemia proferida o significación intolerante. La palabra de la locura aparece como una palabra que se envuelve sobre sí misma y dice, por debajo de lo que dice, otra cosa, de la que ella es, al mismo tiempo, el único código posible. Freud no descubre que la locura está inserta en la red de las significaciones comunes del lenguaje de todos los días, autorizando así la chatura del vocabulario psicológico. “Freud no ha descubierto la identidad perdida del sentido; ha delimitado la figura irruptora de un significante que no es absolutamente como los otros” (DE1, 417-418). • “Si uno descifra en la correspondencia de Freud sus perpetuas preocupaciones desde el momento en que descubrió el psicoanálisis, puede preguntarse si la experiencia de Freud no es, en el fondo, bastante semejante a la de Nietzsche. Lo que se cuestiona en el punto de ruptura de la interpretación, en esta convergencia de la interpretación hacia un punto que la vuelve imposible, bien podría ser ago así como la experiencia de la locura” (DE1, 570-571). Por ello en L’Histoire de la folie el nombre de Freud aparece frecuentemente junto al de Nietzsche (HF, 47, 209, 438). • En esta línea –la de la oposición entre el modo de ser del lenguaje y la existencia del sujeto– Freud y el psicoanálisis, junto con la literatura, el estructuralismo y la preocupación del pensamiento contemporáneo por el formalismo, forman parte del movimiento de las “contra-ciencias humanas”, de la disolución del sujeto (MC, 385-386). Además de las consideraciones de Les Mots et les choses, también se ubica en esta línea la intervención “Nietzsche, Freud y Marx” (DE1, 564-579). Estos pensadores han modificado profundamente el espacio de repartición en el que los signos pueden ser signos (DE1, 568). • En un segundo momento, cuando comienza a analizar las formas modernas del poder, la posición de Foucault respecto del psicoanálisis como práctica se vuelve cada vez más crítica. El volumen La volonté de savoir puede ser leído como una arqueología del psicoanálisis o, más precisamente, “la historia del dispositivo de sexualidad, tal como se desarrolló desde la época clásica, puede valer como una arqueología del psicoanálisis” (HS1, 172). Véase: Sexualidad. Como sabemos, para llevar a cabo esta historia del dispositivo de sexualidad Foucault critica la noción de represión (véase: Poder). Como consecuencia de ello, el psicoanálisis aparecerá no como una forma de liberación, sino de normalización, una forma que no es sino una de las transformaciones de la pastoral de la carne. “Freud transferirá la confesión de la rígida retórica barroca de la Iglesia al relajado diván del psicoanalista” (DE3, 675). Claramente, el análisis de Foucault muestra que Freud no sólo no ha descubierto la sexualidad infantil ni ha hecho posible hablar de la sexualidad, sino que ha resituado el sexo en uno de los puntos decisivos marcados por la estrategia de saber y de poder del siglo XVIII, y, en la opinión de Foucault, lo ha hecho con una eficacia admirable, “digna de los más grandes espirituales y directores de la época clásica” (HS1, 210) (véase: Confesión). • En este momento ha sido importante la influencia de la obra L’Anti-OEdipe de Deleuze y Guattari (véase: Deleuze). • Foucault expresa la inadecuación de los conceptos de Freud para pensar los problemas actuales, e incluso la necesidad de liberarse de él. Freud no es suficiente para permitirnos comprender el poder (DE2, 313). Es necesario liberarse de Marx y de Freud, desacralizar estos personajes; ellos no nos sirven para pensar los nuevos problemas, ni para crear nuevas categorías. Lacan tampoco. La noción de represión es inadecuada en los análisis políticos, así como lo es el concepto de superyó (DE2, 779-781). Por otro lado, a la luz del análisis foucaultiano del poder, la metáfora de la liberación no es apropiada para pensar la práctica psicoanalítica (DE2, 813-814). • Para ser precisos, esta apreciación crítica del psicoanálisis no es nueva en la obra de Foucault. Ya L’Histoire de la folie se movía en esta dirección. “Así, mientras que el enfermo mental está enteramente alienado en la persona real de su médico, el médico disipa la realidad de la enfermedad mental en el concepto crítico de locura. De este modo, nada queda, fuera de las formas vacías del pensamiento positivista, sino una única realidad concreta: la pareja médico-enfermo en la que se resumen, se anudan y se desanudan todas las alienaciones. Y es en esta medida que toda la psiquiatría del siglo XIX converge realmente hacia Freud, el primero que aceptó en serio la realidad de la pareja médico-enfermo […]. Freud ha desplazado hacia el médico todas las estructuras que Pinel y Tuke habían dispuesto en el internamiento. Libró al enfermo de esta existencia asilar en la que lo habían alienado sus ‘liberadores’; pero no lo libró de lo que había de esencial en esta existencia; reagrupó los poderes de ésta, los contrajo al máximo, ligándolos en las manos del médico; creó la situación psicoanalítica, en la que, por un cortocircuito genial, la alienación se vuelve desalienante, porque, en el médico, ésta se convierte en sujeto. El médico, como figura alienante, sigue siendo la clave del psicoanálisis. Es, quizás, porque éste no suprime esta estructura última y porque refiere todas las otras a ella que el psicoanálisis no puede y no podrá escuchar las voces de la sinrazón, ni descifrar por sí mismo los signos del insensato. El psicoanálisis puede desatar algunas formas de la locura; permanece extraño al trabajo soberano de la sinrazón. No puede ni liberar ni transcribir, mucho menos explicar lo que hay de esencial en este trabajo” (HF, 630-632). Como vemos, se trata de una apreciación del psicoanálisis desde el punto de vista del dispositivo, de las prácticas. “Quiero mantenerme en situación de exterioridad frente a la institución psicoanalítica, resituarla en su historia, dentro del sistema de poder que le subyace. Yo no entraré nunca dentro del discurso psicoanalítico para decir: el concepto de deseo en Freud no está bien elaborado o el cuerpo dividido de Melanie Klein es una estupidez. Esto no lo diré nunca. Pero digo que nunca lo diré” (DE2, 815). • En un tercer momento, cuando Foucault emprende el estudio de las prácticas de subjetivación, la genealogía del hombre de deseo, el psicoanálisis se enmarcará en la oposición aphrodísia/sexualidad (véase: Aphrodísia, Sexualidad), en la que el punto de vista de las prácticas se extiende de lo disciplinario a las técnicas de subjetivación (véase: Lacan). Fundador de discursividad. Freud, como Marx, puede ser considerado como fundador de discursividad (véase: Discurso). Artemidoro. El primer capítulo de Le souci de soi está dedicado a La clave de los sueños de Artemidoro. Aunque aquí Foucault no menciona a Freud, en otro lugar señala: “La interpretación que [Artemidoro] da de los sueños va al encuentro de la interpretación de Freud” (DE4, 174). Véase también: Psicoanálisis.

Sigmund Freud [412]: AN, 96, 100, 152, 244, 310. AS, 136, 252. DE1, 69-72, 74, 79-80, 94, 96-98, 117, 127-129, 134, 142, 153-154, 158, 168, 170, 233, 342, 401, 417-420, 440-443, 445, 447, 500-501, 559, 564, 566-574, 576-580, 654, 658-659, 775, 785, 804-807, 809, 816-818, 820. DE2, 72, 80, 86-87, 106, 112, 130-131, 159, 184, 221-222, 226, 281, 312, 374, 377, 417, 474, 553, 562, 620, 639, 662, 759, 779, 781, 813, 815, 826. DE3, 52, 104-105, 132-133, 147, 149, 171, 293, 313-315, 317-320, 323, 381, 394, 396, 487, 553-555, 557-558, 568, 590, 675, 699, 788. DE4, 174, 183, 197-198, 258, 324-325, 335, 433-435, 711, 750, 802. HF, 47, 209, 388, 428, 438, 472, 473, 616, 629, 631, 636-637, 644, 646. HS, 31, 41, 443. HS1, 11-12, 71, 76, 157, 172, 199, 209-210. IDS, 15, 20. MC, 89, 311-312, 339, 371-372, 386. MMPE, 23-26, 29, 31-32, 37-39, 41, 43-46, 48, 84, 86-87, 111. MMPS, 23-26, 29, 31-32, 37-39, 41, 43-46, 48, 82, 96-97, 99, 102, 105. NC, 202. OD, 67. PP, 100, 137, 166, 169, 219, 230-231, 295, 310, 323, 330, 336.

Volver al índice principal de «El vocabulario de Michel Foucault: LETRA F«

Volver al índice principal de «El vocabulario de Michel Foucault«