Diccionario de Psicología, letra C, Catártica

Diccionario de Psicología, letra C, Catártica

La noción de «cura catártica» se originó en el ensayo publicado en 1857 por el helenista Jakob Bernays (tío político de Freud), con el título de «Elementos del escrito perdido de Aristóteles sobre la acción de la tragedia» (Grundzüge der verlorenen Abhandlung des Aristoteles über die Wirkung der Tragödie). Ese texto, junto con un artículo de 1853, «Complemento a la Poética de Aristóteles» [Ergünzung zu Aristoteles Poetik], fue reimpreso en 1880, hajo el título de Zwei Abliandlungen über die Aristotlischen Theorie des Dramas, sin sufrir modificaciones esenciales. Allí, Bernays comenta en particular un escrito de Jámblico en el que se evoca el «culto sin mácula» del falo. Cuando la fuerza de las pasiones humanas es contenida en el alma, ésta puede ser purificada mediante ceremonias orgiásticas que le restituyen el equilibrio al permitirle exteriorizar su excitación. Más allá de la supervivencia de la tradición aristotélica transmitida por la parte de la Poética que se conserva, corresponde por lo tanto remontar a esta fuente no sólo el nombre de «cura catártica» sino también, y más profundamente, su concepción misma, según lo atestigua la traducción de Bernays, con la palabra alemana Zurückdrangen, del griego «eirgomenai» para las asiones «refrenadas». Asimismo Bernays, citando a Proclo, escribe que «debemos cuidarnos de la tragedia y la comedia, que imitan costumbres de todo tipo y golpean a ciegas a los espectadores, por miedo a que su fuerza de atracción, habiendo arrastrado a una comunidad de afectos que es fácilmente ocultable, vaya a plagar la vida de los niños con males nacidos de la ilusión, y haga nacer en las almas, en lugar de una homeopatía moderada con respecto a las pasiones, un hábito malo e imborrable»; la «sympatheia» que menciona recuerda en seguida el término «Mitgenuss» («co-goce») con el que Freud designará el proceso de la sublimación en las Conferencias de introducción al psicoanálisis. También se debe subrayar que Freud desligó claramente el proceso de sublimación de la definición heredada de Breuer de la «cura catártica», así como de su práctica. Freud recuerda reiteradamente la distancia que separa al psicoanálisis de dicha cura. Ya no se trata de «abreaccionar» una energía no liquidada, sino de descubrir y elaborar el deseo inconsciente del sujeto a través de sus manifestaciones transferenciales. En suma, si bien puede ser útil restituir la filiación de la cura catártica, e incluso algunas de sus prolongaciones Freudianas a partir del precedente de la «purificación» antigua, lo es para no sustituirla por modelos que están lejos de agotar su sentido. Es cierto que Lacan, en La ética del psicoanálisis, procura desolidarizar a Freud de la interpretación «médica» que Lamblin ejemplificó en el siglo XVI con su referencia a Aristóteles. No obstante, el trabajo de Bernays interesa, no sólo porque fija una filiación histórica, sino también porque sugiere que una crítica de la interpretación «médica» de la «purificación» aún tiene que superar la objeción suscitada por la interferencia originaria de una cierta «medicina» antigua con el reconocimiento de las raíces propiamente «éticas» del equilibrio psicofísico.