III.- Eros Y Psiquis
Entre las palabras griegas que Freud utilizó de manera muy significativa se cuentan “Eros” y “erótico”; de estas palabras se deriva el importante concepto de zonas erógenas, el término creado por Freud para denominar las partes del cuerpo especialmente sensibles a la estimulación erótica, como la zona oral, la anal y la genital. El concepto apareció por primera vez en Tres ensayos para una teoría sexual (1905), Freud subraya “cuán estrechamente coincide el concepto psicoanalítico ampliado de sexualidad con el Eros del divino Platón”. Para los lectores que, al igual que Freud, estaban impregnados de tradición clásica, palabras como “Eros” y “erótico” evocaban el encanto y la malicia de Eros y – lo que quizás sea más importante – su profundo amor por Psiquis, el alma, a la que Eros está encadenado por perpetuo amor y devoción. Para quienes estén familiarizados con este mito, es imposible pensar en Eros sin tener presente al mismo tiempo a Psiquis y cómo fue engañada, en un primer momento, haciéndosele creer que Eros era repugnante, con las más trágicas consecuencias. Ver a Eros o a cualquier cosa relacionada con él como groseramente sexual o monstruoso es un error que, según el mito, puede conducir a la catástrofe. (Sería igualmente erróneo confundir a Eros con Cupido: Cupido es un irresponsable, un niñito travieso; Eros es completamente adulto, está en la cumbre de la belleza y la fuerza de la juventud viril ). Para que el amor sexual sea una vivencia de verdadero placer erótico, debe de estar imbuido de belleza (simbolizada por Eros) y ser una expresión de los anhelos del alma (simbolizada por Psiquis). Estas son algunas de las connotaciones que Freud tenía presentes cuando utilizaba palabras como “Eros” y “erótico”. Vaciadas de tales connotaciones, que están íntimamente vinculadas a sus orígenes clásicos, las palabras no sólo pierden una gran parte del significado que Freud quería que evocaran, sino que incluso se invisten de significados contrarios a los deseados.
Esto es cierto para la misma palabra “ psicoanálisis”, acuñada por Freud. Quienes utilizan este término, ahora habitual, suelen tener una vaga conciencia de que combina dos palabras de origen griego, pero pocos se dan cuenta de que las dos palabras remiten a fenómenos muy contrapuestos. “Psique” es el alma- un término lleno de riquísimo significado, cargado de emoción, de amplio alcance humano y acientífico. “Análisis” implica separar las partes, hacer un examen científico. Los lectores angloparlantes de Freud quedan aún más distanciados por el hecho de que, en inglés, el acento de la palabra psychoanalysis recae sobre analysis, lo que subraya la parte de la palabra con connotaciones científicas. En la palabra alemana Psychoanalyse , por el contrario, el acento recae sobre la primera sílaba : sobre “psique”, el alma. Al acuñar el término “psicoanálisis” para designar su obra, Freud deseaba subrayar que al aislar y estudiar los aspectos negados y ocultos de nuestra alma podemos familiarizarnos con esos aspectos, y entender las funciones que desempeñan en nuestra vida. El énfasis que puso Freud en el alma es lo que diferencié su análisis de todos los demás. Lo que pensemos y sintamos por el alma humana – nuestra propia alma- es de una absoluta importancia en opinión de Freud. Por desgracia, cuando utilizamos la palabra “psique” en la palabra compuesta “psicoanálisis”, o en otras palabras compuestas, como “psicología”, ya no reaccionamos a las palabras con los sentimientos que Freud pretendía evocar. Lo cual no ocurría en el caso de sus contemporáneos vieneses, para ellos, “psiquis” nunca perdía su verdadero significado cuando se utilizaba en cualquier combinación.
La historia de Psiquis bien pudo atraer especialmente a Freud porque este personaje hubo de penetrar en los infiernos y recuperar allí algo antes de alcanzar la apoteósis. De manera similar, Freud tuvo que atreverse a entrar en los infiernos- en su caso, los infiernos del alma- para conseguir su iluminación. Aludió a la historia de Amor (o Eros) y Psiquis en su ensayo “El tema de la elección de un cofrecillo” (1913), donde analiza los motivos inconscientes que pueden explicar la tan repetida imagen de la siempre predestinada elección entre tres alternativas: tres cofres en El mercader de Venecia, tres hijas en El Rey Lear, tres diosas en el juicio de Paris y tres hermanas de las que Psiquis era la más bella. Freud intentó demostrar que bajo este motivo subyacen dos temas interrelacionados. Uno es el deseo de creer que podemos elegir donde no hay elección, y el otro una expresión simbólica de los tres papeles predestinados que juega la mujer en la vida del varón: de madre, de amada y, por último, de madre simbólica ( madre tierra) a la que vuelve el hombre cuando muere. La historia de Amor y Psiquis explica el profundo apego de una madre a su hijo, la relación que Freud consideraba la más ambivalente de la vida humana. También describe los extremados celos que despierta a la madre la joven a quien su hijo ama. Tal como lo cuenta Apuleyo, la belleza de Psiquis era tan grande que fue más venerada que Venus y eso afrentó a la diosa. «“Con los labios entreabiertos»” Venus «“besó a su hijo pródiga y fervientemente «“ para convencerlo de que destruyera a Psiquis. Pero, pese a los esfuerzos de su madre por seducirle para que cumpla su mandato, Amor se enamoró profundamente de Psiquis. Lo cual no hizo sino acrecentar los celos de Venus y ésta se dispuso a destruir a Psiquis exigiéndole tareas que en su opinión le ocasionarían la muerte, entre ellas la de traer de los infiernos un cofre lleno de “belleza por valor de un día”. Y para estar segura de Amor, encierra a éste con llave. Desesperado, Amor busca la ayuda de su padre, Júpiter, quien recordando sus propias aventuras amorosas acepta a Psiquis por esposa de su hijo.
En ciertos aspectos, la historia de Amor y Psiquis es una contrapartida de la de Edipo, pero hay diferencias importantes. La leyenda de Edipo se refiere al temor del padre a que su hijo lo sustituya; para evitarlo, el padre intenta destruir al hijo. La historia de Psiquis habla de una madre que tiene miedo de que una muchacha joven la sustituya en el afecto de la especia humana y de su hijo, y que en consecuencia trata de destruir a la doncella. Pero, mientras que la historia de Edipo acaba en tragedia, la historia de Amor y Psiquis tiene un final feliz, y este hecho es significativo. El amor de la madre por su hijo y su celosa cólera contra la muchacha que él prefiere por encima de la madre se reconocen abiertamente. Que la joven sobrepase en belleza a la mujer madura, que el hijo se aleje de la madre para abrazar a la novia, que la novia haya de sufrir los celos de la madre de su amante, todo esto, aunque muy inquietante, coincide con las emociones humanas normales y corresponde al conflicto natural entre las generaciones. Esa es la razón de que, al final, Júpiter y Venus acepten la situación : Amor y Psiquis celebran sus bodas en presencia de todos los dioses; Psiquis es convertida en inmortal; y Venus hace las paces con ella. Pero Edipo, al matar a su padre y casarse con su madre, lleva a cabo en la realidad una habitual fantasía infantil que debería haberse mantenido en fantasía. Al hacerlo, Edipo actúa contra la naturaleza, que exige que el hijo se case con una mujer de su misma generación, y no con su madre, y que haga las paces con el padre. Por eso, la historia concluye en tragedia para todos los que participan en los hechos.
No sabemos si a Freud le impresionaron los paralelismos y las diferencias entre estos dos antiguos mitos, pero sí sabemos hasta qué punto estaba fascinado por la mitología griega: la estudió con asiduidad y coleccionaba esculturas griegas, romanas y egipcias. Sabía que Psiquis se representaba joven y hermosa, y con alas de pájaro o de mariposa. Los pájaros y las mariposas simbolizan el alma en muchas culturas y sirven para resaltar su naturaleza trascendente. Estos símbolos invisten la palabra “psique” con connotaciones de hermosura, fragilidad e inmaterialidad – ideas que seguimos relacionando con el alma– y señalan el gran respeto, cuidado y consideración con que hay que acercarse a Psiquis, pues cualquier otra aproximación la ultrajaría e incluso la destruiría. Respeto, cuidado y consideración son atributos que también exige el psicoanálisis.-
Libro “FREUD Y EL ALMA HUMANA”
Autor. Bruno Bettelheim.
Crítica- Grupo editorial Grijalbo 1983 Págs. 27 a 32.