Carl Jung, Lo inconsciente en la vida psíquica normal y patológica: Conclusión

CONCLUSIÓN
Para terminar, he de pedir perdón al lector por haberme atrevido en tan
pocas páginas a tratar novedades tan difíciles de explicar. Me entrego a su
juicio crítico; porque considero que todo el que, separándose, sigue caminos
propios, tiene el deber de comunicar a la sociedad lo que ha encontrado en su
viaje de exploración: una fuente pura donde aliviar la sed o el páramo
arenoso del error estéril. Aquélla fecunda; éste sirve de saludable advertencia.
Pero no será la crítica de los contemporáneos la que decida sobre la verdad y
el error de lo descubierto, sino la de los tiempos y destinos futuros. Hay cosas
que todavía hoy no son verdaderas, y acaso no deban serlo; pero quizá lo
sean mañana. Así, cada uno ha de recorrer su propio camino con sencilla
esperanza y con los ojos abiertos, como quien está consciente de su soledad y
del peligro de la niebla que le envuelve. La peculiaridad del camino aquí
descrito procede, en no pequeña parte, de que nuestra psicología surge de la
vida real y actúa sobre la vida real, y en ella no podemos adoptar un punto
de vista exclusivamente científico e intelectualista, sino que estamos
obligados a tomar en consideración también el punto de vista del
sentimiento, todo aquello que el alma contiene de efectivo. Para ello hemos
de tener siempre presente que en esta especie de psicología práctica no
estudiamos un alma humana general, sino las almas actuales, individuales,
con todos los variadísimos problemas modernos que nos acosan inmediatamente.
Una psicología que satisfaga sólo al entendimiento no puede ser
nunca una psicología práctica, pues el conjunto del alma no puede ser
aprehendido por el entendimiento solo. Querámoslo o no, la visión total del
universo nos asedia, porque el alma pide una expresión que abarque su conjunto total.

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