Obras de Lev Semiónovich Vygotsky: Psicología general y experimental

Obras de Lev Semiónovich Vygotsky: Psicología general y experimental

Prólogo al libro de A. F. Lazurski1

Apartado 1
El libro de A. F. Lazurski ve la luz en una nueva edición cuando tanto a ciencia psicológica rusa como la enseñanza de las disciplinas psicológicas en las escuelas superiores atraviesan un período de crisis aguda. Esta crisis viene condicionada y determinada, por un lado, por los éxitos del pensamiento fisiológico, que con los métodos de las ciencias naturales exactas han alcanzado los sectores más complejos y difíciles de la actividad nerviosa superior, y por otro, por .a creciente oposición dentro de .a propia ciencia psicológica hacia los sistemas tradicionales de la psicología empírica. A ello se le ha añadido además una tendencia totalmente inevitable y que era de esperar —y que se expande casi por la totalidad del actual frente ruso de la cultura—, a revisar los fundamentos y principios de la psicología a la luz del materialismo dialéctico y a ligar la elaboración de la investigación científica y teórica, así como la enseñanza de esta ciencia, a premisas de carácter filosófico más generales y fundamentales.
Tan complicada situación, tanto teórica como pedagógica, es consecuencia de la crisis y de la reestructuración de la psicología, y hace precisas ciertas aclaraciones previas para cualquier nuevo trabajo que se presente sobre este tema. Esto es también aplicable a aquellos textos que se reeditan.
El curso de Lazurski fue redactado hace quince años, partiendo de las lecciones impartidas a los alumnos de una de las escuelas superiores de Petersburgo y servía de manual de dicho curso en los centros de enseñanza superior. El manual respondía a su objetivo y era completamente satisfactorio. Escrito con extraordinaria sencillez y claridad y redactado de forma que lo ponía al alcance de todos, es acreedor de los méritos que debe reunir todo manual: un contenido plenamente científico del material que incluye una presentación pedagógica y una distribución compendiada y sistemática. Ahora ve la luz la tercera edición del libro que deberá cumplir primordialmente, en nuestra opinión, el mismo objetivo: servir de guía en el curso de psicología de la escuela, ayudando con ello también a los profesores y a los estudiantes a salir de la crisis que en los centros de enseñanza se refleja principalmente y de forma más grave en la ausencia de un libro de texto. 23
Es precisamente este fin práctico de la nueva edición lo que ha obligado a no limitarse a reproducir el libro tal y como lo había escrito el propio autor, sino a someterlo a cierta redacción crítica, que han realizado para la presente edición los profesores auxiliares del Instituto Pedagógico adjunto a la Universidad estatal número 1 de Moscú V. A. Artiómov 2, N. F. Dobrynin y A. R. Luria, así como quien escribe estas líneas. La tarea resultaba difícil. Por un lado, había que conservar íntegramente el respeto al legado científico y pedagógico de tan notable erudito como era el honorable profesor Lazurski, evitar toda deformación y vulgarización de sus pensamientos, conservar intactos y exactos, dentro de lo posible, el espíritu e incluso la letra de su libro y su forma de expresión, como si se tratase de la entonación y las pausas de su curso. Por otro lado, era necesario poner en manos de los estudiantes un manual del curso de psicología al que iban asistir en 1925, es decir, tener en cuenta e introducir en el libro todas las correcciones que pueden acumularse en los textos destinados a la enseñanza a lo largo de un período de 10-15 años, y que en este caso se habían hecho especialmente necesarias en los años de crisis de la última década.
Este objetivo, como le resultará evidente a cualquiera, no puede alcanzarse en su totalidad. Por eso, el presente intento debe ser considerado necesariamente como una solución de compromiso, capaz de proporcionar un manual temporal de carácter transitorio, pero que no resuelve en modo alguno por completo y de forma definitiva el problema de la creación de un nuevo manual que responda a todas las exigencias que plantea el actual estado de la ciencia. Ese manual de nuevo cuño es cosa del futuro. Como material didáctico temporal, transitorio, puede, en nuestra opinión, ser útil el curso de Lazurski. En favor de ello hablan los fundamentos científicos, completamente sanos en general, que sirvieron de base a su labor pedagógica y científica y sobre los cuales creó su curso.
«Puede considerarse que uno de los rasgos más característicos de la psicología actual —así se dice al principio del curso— es su transformación paulatina en ciencia exacta, en el sentido de la palabra con que utilizamos este término, refiriéndonos a las ciencias naturales» (1925, pág. 27). En esta «transformación paulatina», nos hallamos ahora ante tan radicales intentos de reforma de nuestra ciencia, que el punto de vista del autor del curso puede parecer fácilmente demasiado moderado y «paulatino», aunque Lazurski era, indudablemente, uno de aquellos psicólogos partidarios de transformar la psicología en una ciencia exacta. Lazurski partía de un punto de vista general sobre la psique de carácter biológico, e interpretaba todos los problemas de la psicología como de carácter biológico. Afirmaba así que todas las funciones psíquicas tienen también su faceta fisiológica, o de otra manera, que en el organismo no existen procesos psíquicos puros (el proceso creador, dice entre otras cosas, es, análogamente a todos los procesos espirituales restantes, un proceso psicofisiológico es decir, que tiene su equivalente correlato fisiológico). También estaba convencido de la total regularidad de la actividad psíquica; por lo que se refiere a su doctrina del carácter integral 24 de la personalidad, afirmaba que nuestra organización psíquica nos ha sido proporcionada como un todo, como una unidad coherente y ordenada. Todo ello coincide en tal grado con los principios fundamentales de la psicología biológica, que hace que el libro sea mucho más que coda una serie de otros cursos universitarios, incluso de los creados no hace mucho. A todo ello hay que añadir una característica relativamente rara en los manuales rusos universitarios, y es que introduce en el curso ejemplos y datos de la psicología experimental. Asimismo destacamos el espíritu ponderado y diáfano, naturalista y realista, que impregna todo el libro.
Estos indiscutibles méritos del manual, sus puntos de contacto con la psicología científica recién surgida, son aspectos que era necesario destacar en primer lugar, subrayar y conseguir que aparecieran en el libro en un primer plano. Pero para ello ha sido necesario introducir con enorme cuidado en el próximo texto algunas modificaciones. En general, los cambios realizados, es decir, la parte técnica del trabajo de redacción llevada a cabo en el libro se reduce a lo siguiente:
Se ha omitido el capítulo XXI (de la segunda edición), «Los sentimientos religiosos». Este capítulo no guarda relación orgánica con el curso, no constituye parte integrante indispensable del sistema del mismo y en el aspecto científico carece de valor serio y original._ No es más que una pequeña ramificación dentro del capítulo de la psicología de las sensaciones, en modo alguno obligatoria e internamente innecesaria. Además, casi en ningún otro campo las tesis del autor pueden resultar tan discutibles, ni estar tan poco respaldadas científicamente por el propio análisis psicológico de la fe y de las concepciones religiosas, ni ser tan hipotéticas ni tan poco fidedignas como en este capítulo. Por eso no era en absoluto conveniente conservar en un manual un material discutible y unilateral, que además ha perdido en los últimos años, debido a la transformación cultural general, casi todo su interés. Un capítulo así no puede tener cabida, evidentemente, en un curso universitario actual y, por la misma razón, tampoco tiene sentido que figure en un manual destinado al mismo.
También ha sido suprimida una página del capítulo I —«Objeto y tareas»—, donde el autor, en contra de su punto de vista general, defiende el derecho de la ciencia a introducir hipótesis y afirma que en este sentido el concepto de alma como base de los procesos psíquicos tiene perfecto derecho a existir. Eso nos hace retroceder tanto, incluso en comparación con la psicología empírica, esa psicología sin alma, que constituiría una indudable y violenta disonancia en un curso de psicología científica.
En lo restante, se ha reimpreso íntegramente el texto de la segunda edición, salvo insignificantes omisiones de palabras sueltas, medias frases, observaciones, etc. Estas omisiones se deben en su mayoría a exigencias puramente técnicas y estilísticas, en función de ciertas adiciones introducidas en el texto. Nos considerábamos con derecho a hacerlo, ya que partíamos del convencimiento de que un manual no es una canción, de la que no se puede suprimir una palabra, y que la supresión de un vocablo o su sustitución por 25 otro más oportuno, según las exigencias del contexto, no puede considerarse en modo alguno como una tergiversación. Solo se ha hecho en casos muy contados, donde era completamente necesario e inevitable y donde renunciar a ello habría significado renunciar en absoluto a redactar el texto.
Las correcciones realizadas y las adiciones introducidas van encerradas en corchetes, con lo cual se destacan del mismo y aparecen como adiciones posteriores. Ha habido que recurrir a ello porque el propio carácter del manual no permitía observaciones extensas, llamadas, citas de obras y de otros autores. El manual debía continuar siendo eso, es decir, un libro que ofrezca una exposición coherente de un curso para la enseñanza de una ciencia.
Las adiciones y correcciones han tenido casi siempre en todos los lugares el carácter de correcciones en el tiempo: tareas, de los métodos y del objeto de la psicología, hemos añadido la palabra [empírico.— R. R.], porque, tanto teórica como históricamente las afirmaciones del autor conservan su autenticidad científica sólo con esta corrección; esa corrección se sobreentendía también antes, pero sobraba especificarla, porque, aparte de la psicología empírica, en nuestros cursos para estudiantes no existía otra. Igual carácter tienen, en general, la mayoría de las correcciones. En algunos lugares se ha incluido una palabra para reforzar el sentido, para establecer un nexo con el contexto, con una adición introducida anteriormente. En otros lugares se ha suprimido una palabra que sobraba y que inducía a confusión; en algunos, se ha sustituido por otra, de nuevo para ligar orgánicamente con el contexto general de las adiciones introducidas.
Finalmente, algunas adiciones más extensas, introducidas en ciertos capítulos, que también figuran entre paréntesis, las hemos considerado como el mínimo de datos necesarios que debían ser incluidos en el manual y sin los cuales su utilización resultaría francamente imposible, ya que en tal caso el curso dictado desde la cátedra y el leído en el libro divergirían de forma definitiva e incorregible. En este sentido, ha habido que realizar los añadidos no en forma de simples especificaciones a una u otra tesis, cita u observación superficial, sino que siempre ha sido necesario tener en cuenta a los estudiantes y exponer en dos palabras la esencia de la cuestión. Las adiciones las hemos realizado siempre conservando esa perspectiva histórica y tienen siempre por tanto el carácter de un punto de vista científico posterior. Esto resulta oportuno, sobre todo, porque el propio libro de Lazurski no constituye un sistema psicológico estrictamente cerrado, completo y original. La originalidad de la obra científica de Lazurski se manifiesta en otras esferas de su trabajo, pero no en el estudio del sistema general, de la psicología teórica.
Dada la ausencia de un sistema universalmente reconocido, que ha caracterizado durante las últimas décadas a la psicología empírica, los psicólogos de diferentes corrientes y escuelas creaban casi siempre su forma especial de exponer el curso e interpretaban a su manera los principales 26 principios y categorías psicológicos. Ante tal estado de cosas, el curso de Lazurski no puede caracterizarse más que como un curso combinado, que incluye los sedimentos de diversos sistemas, que une numerosas interpretaciones distintas y esboza una cierta línea media resultante de diferentes corrientes psicológicas. La línea correspondiente al punto de vista del autor, que se ha dejado notar, naturalmente, en la propia elección del material y en la suficientemente clara agrupación del mismo, podría ser denominada probablemente ecléctica. Eso permite pensar que las tesis y datos nuevos que se han introducido no resultarán orgánicamente extraños dentro del sistema de la obra y hallarán su lugar junto con otras líneas del mismo que se entrecruzan.
En este sentido hay que tener en cuenta que, en general, un manual no se debe concebir dogmáticamente; antes bien, debe tener un carácter informativo. En nuestra época, por antipedagógico que parezca, un manual de psicología debe tener, en mayor o menor grado, carácter crítico. Aún no se ha creado un nuevo sistema de psicología científica que, sin apoyarse absolutamente en los anteriores, sea capaz de organizar su propio curso. Los puntos de vista fundamentales de nuestra ciencia vienen aún determinados en gran medida por rasgos puramente negativos. Muchos aspectos de la nueva ciencia se basan todavía en la fuerza de la refutación y la crítica. La psicología como ciencia, utilizando palabras de E. Thorndike, está más próxima al cero que a la perfección. Por otro lado, todavía es muy grande la necesidad de recurrir a la experiencia precedente, constituida con una vieja terminología. Todavía son de uso común, tanto en la lengua cotidiana como científica, conceptos y categorías cotidianos.
Por eso ha sido necesario renunciar desde el principio a la idea de traducir todo el curso al idioma de la nueva psicología o de introducir por lo menos una terminología, una clasificación y un sistema paralelos. Eso habría significado escribir un libro totalmente nuevo, en lugar de redactar la tercera edición de la obra de Lazurski. Por eso ha sido necesario decidirse conscientemente a lanzar el libro que expone el sistema de la psicología empírica empleando los términos de esa psicología, de acuerdo con la clasificación tradicional, etcétera. Pero hemos deseado reforzar en cierto modo todo ello con nuevo material científico y acercarlo algo a la realidad. La segunda tarea ha consistido en proporcionar al libro cierto material esencialmente crítico, en presentar críticamente un nuevo punto de vista.
En líneas generales, el hecho es que Lazurski se sitúa con ambos pies en el terreno de la psicología empírica tradicional y comparte con ella todos los defectos e imperfecciones que obligan a la psicología científica que hoy intenta construirse a enfrentarse a la psicología empírica y oponerse a ella. El descubrir la línea fundamental de divergencia con la suficiente brusquedad y claridad, el presentar el nuevo punto de vista con el detalle y la suficiente fuerza de convicción en las adiciones, introducidas siempre por motivos circunstanciales y de forma fragmentaria, era totalmente imposible. Por eso hemos considerado conveniente el dedicar a ello el segundo apartado de esta 27 introducción, para, de esta manera, orientar el pensamiento de todo el que utilice el libro de una forma en cierto modo crítica, proporcionándole la vacuna necesaria y situándole en disposición correcta respecto al punto de vista expuesto con suficiente plenitud en el mismo. Por tanto, el segundo apartado está destinado a servir a cualquier lector bien como capítulo introductorio, bien como capítulo complementario del libro.
Somos perfectamente conscientes de que con ello, y sin invadir en absoluto el texto, modificamos el tono principal y el sentido del libro más que con todas las insignificantes omisiones, notas y correcciones realizadas en el texto y mencionadas anteriormente. Al actuar así, hemos supuesto también que el recuerdo más halagüeño de Lazurski sería que su manual, aunque enfocado críticamente, fuera introducido de nuevo en nuestra escuela, para la que fue creado exclusivamente, en lugar de archivarlo definitivamente y más teniendo en cuenta que él era sin duda no sólo un científico, sino un activista y un pedagogo y que no habría repetido ahora textualmente su segunda edición. Eso cabe afirmarlo con certeza, aunque resulte arriesgado adivinar qué posición habría adoptado ahora. Y para la escuela resulta más útil utilizar, aunque sólo sea críticamente, un material válido, que carecer por completo de manual durante todo el tiempo de transición.
Apartado 2
Sería un profundo error considerar que la crisis de la ciencia psicológica tiene su comienzo en los últimos años, con la aparición de corrientes y escuelas que se declaran opuestas a la psicología empírica, y que antes de ello todo se desarrollaba felizmente. La psicología empírica, que sustituyó a la racional o metafísica, realizó dentro de su ámbito una importante reforma. A partir de la afirmación de J. Locke de que la investigación de la esencia del alma era una especulación, la psicología empírica evolucionó, de acuerdo con el espíritu científico general de su época, hasta convertirse en una «psicología sin alma», en una ciencia experimental sobre los fenómenos espirituales o estados de conciencia, estudiados mediante la percepción interna o la introspección. Sin embargo, la psicología no consiguió crear sobre estas bases un sistema universal y necesario similar al de otras ciencias. Su estado general a finales del siglo XIX puede caracterizarse con bastante acierto constatando la existencia de un gran desacuerdo dentro del pensamiento científico que se había escindido en numerosas corrientes aisladas, que defendían su propio sistema e interpretaban y comprendían a su manera las categorías y principios fundamentales de su ciencia. «Se puede decir, sin miedo a exagerar —manifiesta a este respecto N. N. Langue— que la descripción de cualquier proceso psíquico presenta distintas apariencias según se le caracterice y se le apliquen las categorías de diferentes sistemas psicológicos: el de Ebbinghaus o Wundt, Stumpf o Avenarius, Meinong o Binet, James o G. E. Müller» (1914, pág. 43). 28
La profunda crisis que había dividido la psicología empírica tuvo momo inevitable consecuencia, por un lado, la ausencia de un sistema científico único, reconocido por todos y, por otro, la inevitabilidad de la aparición de nuevas corrientes psicológicas, que trataban de hallar salida de la crisis, renunciando a las principales premisas de la psicología empírica y adoptando como fundamentos y fuentes de conocimiento otros más sólidos y científicamente más fidedignos.
En realidad, las tesis fundamentales de la psicología empírica están aún tan impregnadas de la herencia de la psicología metafísica y tan estrechamente vinculadas, al idealismo filosófico, y penetrados de subjetivismo, que no constituyen un terreno favorable y cómodo para la creación de un sistema científico único de la psicología como una de las ciencias naturales. El propio concepto de «fenómeno espiritual» encierra toda una serie de elementos que son irreconciliables con dichas ciencias naturales. Se aprecia aquí claramente la herencia de la psicología racional y lo inconcluso de sus reformas. Reconocer los fenómenos espirituales como algo completa y decididamente distinto en cuanto a su naturaleza y entidad de todos los demás que estudia la ciencia y atribuirles unos rasgos y posibilidades que no han sido descubiertos jamás y en ningún lugar del mundo, no significa otra cosa que renunciar a la posibilidad de transformar la psicología en una de las ciencias naturales exactas.
Finalmente, el material de la psicología empírica, cubierto siempre de un tinte subjetivo y extraído en todos los casos del angosto pozo de la conciencia individual, junto con su método principal, que reconoce el carácter esencialmente subjetivo del conocimiento de los fenómenos psíquicos, mantienen tan atada a nuestra ciencia y limitan tanto sus posibilidades que la condenan con ello a la atomización de la psique, a su fragmentación en numerosos fenómenos, independientes unos de otros, y a la incapacidad de agruparlos. Esta psicología era impotente para responder a las principales cuestiones que toda ciencia debe plantearse. El testimonio subjetivo sobre las propias sensaciones no ha podido nunca dar una justificación a sus explicaciones genéticas y causales, ni proporcionar un análisis riguroso y pormenorizado de su composición, ni ofrecer una constatación indiscutible y objetivamente fidedigna de sus rasgos esenciales.
Estos hechos, que se producían dentro de la propia psicología, hicieron patente la necesidad de adoptar un punto de vista objetivo y, de esta manera, determinar el objetivo, el método y los principios de su estudio para asegurar la posibilidad de construir un sistema científico exacto y riguroso. A pesar de la vaguedad y confusión de este futuro sistema, de la falta de coordinación de pensamiento dentro de las diferentes corrientes de la psicología objetiva, de la frecuente falta de claridad de sus tesis fundamentales y de sus puntos de partida, cabe tratar de esbozar, en sus rasgos esenciales, algunas ideas generales de esta psicología científica, a la luz de las cuales se ve obligado el psicólogo de nuestros días a asimilar y rehacer el material de la psicología anterior. 29
Suele considerarse que el objeto de la psicología científica es el comportamiento del hombre y de los animales, interpretando como comportamiento todos los movimientos que únicamente realizan los seres vivos, a diferencia del reino mineral. Ese movimiento es siempre una reacción del organismo vivo a cualquier excitación, que actúe sobre él desde el medio exterior o bien que surja dentro del propio organismo. La reacción es un concepto biológico general y podemos hablar por igual de reacciones en las plantas, cuando sus tallos tienden hacia la luz, de reacciones en los animales, cuando la polilla, vuela hacia la llama de una bujía o un perro segrega saliva cuando le muestran carne, o de reacciones en el hombre, cuando al oír el timbre de la puerta, la abre. En todos estos casos nos hallamos ante un proceso completamente claro de una reacción completa, que se inicia merced a un excitante, un impulso, un estímulo (la luz, la llama de la bujía, la vista de la carne, el timbre), que se transforma en determinados procesos internos que surgen en el organismo gracias a ese impulso (los procesos químicos bajo la influencia de la luz en las plantas y la polilla; la excitación nerviosa, la percepción, el «recuerdo», el «pensamiento» en el perro y el hombre) y termina, finalmente, con un determinado movimiento de respuesta, una acción, un cambio, un acto en el organismo (la flexión del tallo, el vuelo de la polilla, la secreción de la saliva, el caminar y la apertura de la puerta). Estos tres momentos —la excitación, su transformación en el organismo y la acción de respuesta— son siempre propios de cualquier reacción, tanto en sus casos y formas más elementales, donde todos ellos se manifiestan y pueden identificarse fácilmente a simple vista, como también en aquellos en que, debido a la gran complejidad del proceso o del choque de muchos excitantes y reacciones o de la acción en alguno de los órganos internos de un excitante interior invisible (la contracción de las paredes del intestino, la afluencia de sangre a un determinado órgano), resulta imposible identificar a simple vista esos tres momentos. Sin embargo, un análisis exacto descubriría siempre en esos casos la presencia de las tres partes que integran la reacción.
Con frecuencia, las reacciones adoptan formas tan complejas que exigen un análisis detallado para poner de relieve los tres momentos. A veces, los excitantes están ocultos tan profundamente en los procesos orgánicos internos o se han retrasado tanto respecto al momento de la reacción de respuesta o entran en conexión con combinaciones tan complejas de otros excitantes, que no siempre resulta posible advertirlos e identificarlos a simple vista. A menudo, el movimiento de respuesta a la acción del organismo está tan reprimido, tan condensado, tan encubierto y oculto, que puede pasar fácilmente desapercibido y parecer incluso que no existe. Tales son los cambios que experimentan la respiración y la circulación sanguínea en algunas sensaciones débiles o en pensamientos silenciosos, que van acompañados de un habla interna silenciosa. A partir de los movimientos más rudimentarios de los animales unicelulares, que se manifiestan en la repulsión de los excitantes desfavorables y en la atracción de los favorables, las reacciones se 30 complican y adoptan formas cada vez más elevadas, llegando al comportamiento tan complejamente organizado del hombre.
Este punto de vista sobre el mecanismo principal del comportamiento está totalmente conforme con el esquema biológico fundamental de la vida espiritual que se expone en el presente manual: la percepción de las impresiones externas, su transformación subjetiva y, como resultado de ella, una determinada influencia en el mundo exterior. Esta interpretación concuerda también con otra afirmación general de este curso: que toda sensación espiritual, cualquiera que ésta sea —percepciones o apreciaciones, esfuerzos volitivos o sensaciones—, son ya un proceso o una actividad.
El comportamiento de los animales y del hombre constituye una forma extraordinariamente importante de adaptación biológica del organismo al medio. La adaptación, que es la ley fundamental y universal del desarrollo y de la vida en el organismo, adopta dos formas principales.
La primera produce cambios en la estructura de los animales, en sus órganos, bajo la influencia del medio. La otra, cuya importancia no es menor que la de la primera, consiste en el cambio de comportamiento de los animales sin que se altere la estructura de su cuerpo. Todos conocen la enorme importancia que en la conservación del individuo y de la especie desempeña el instinto, que consiste en movimientos adaptativos muy complejos del animal, sin los cuales la existencia de éste y de su especie sería impensable. De aquí resulta comprensible la utilidad biológica de la psique. Al introducir una extraordinaria complejidad en el comportamiento del hombre, al proporcionarle una enorme flexibilidad, se convierte en un preciosísimo dispositivo biológico, que no tiene igual en el mundo orgánico y al cual debe el hombre su dominio sobre la naturaleza, es decir, las formas superiores de su adaptación. En estas circunstancias, cuando la propia psique es sometida a análisis científicos, revela su naturaleza motriz, su estructura, que coincide totalmente con la de la reacción, revela su valor de dispositivo vital real del organismo, su función específica y de naturaleza análoga a las demás funciones adaptativas. Los más delicados fenómenos de la psique no son más que formas organizadas de comportamiento particularmente complejas, que, por consiguiente, desempeñan la misma función de adaptación que las restantes formas de acomodación de los organismos sin que varíe la organización de éstos.
Ambos procedimientos de adaptación (tanto la modificación de la estructura de los animales como la de su comportamiento sin que varíe la estructura) pueden dividirse, por su parte, en hereditarios y no hereditarios. Los primeros surgen a través de un procedimiento evolutivo muy lento, se desarrollan gracias a la selección natural, se consolidan y transmiten por herencia. Los segundos son formas más rápidas y flexibles de adaptación y tienen su origen en el proceso de la experiencia particular del individuo. Si los primeros permiten adaptarse a los lentos cambios del medio, los segundos responden a variaciones súbitas, rápidas y bruscas. Por eso establecen formas de conexión mucho más diversas y flexibles entre el organismo y el medio. 31
También el comportamiento de los animales y del hombre está integrado por reacciones hereditarias y adquiridas a través de la experiencia individual. Componen las primeras los reflejos, los instintos, y algunas reacciones emocionales y constituyen el capital hereditario, común a todo el género, de dispositivos biológicamente útiles del organismo. Su origen es, en general, el mismo que el de los cambios hereditarios de la estructura del organismo y se explica totalmente por la doctrina de la evolución, genialmente desarrollada por Darwin.
Sólo muy recientemente, gracias a las investigaciones de Pávlov y Béjterev, ha aparecido la doctrina de los reflejos condicionados, que desvela el mecanismo del origen y la producción de las reacciones adquiridas. En esencia esta doctrina se puede resumir así: Si en el animal actúa un excitante que despierta en él una reacción innata (reflejo simple o no condicionado) y simultáneamente (o algo antes) lo hace otro excitante, indiferente, que normalmente no provoca esa reacción, y esta acción conjunta de ambos excitantes, coincidiendo en el tiempo, se repite varias veces, normalmente y a consecuencia de ello el animal comenzará a reaccionar incluso ante un excitante anteriormente indiferente. Por ejemplo, a un perro le dan carne y segrega saliva; se trata de un reflejo simple o no condicionado, de una reacción innata. Si a la vez (o un poco antes` comienza a actuar sobre el perro cualquier otro excitante, como por ejemplo, una luz azul, el tictac de un metrónomo, una presión táctil, etc., después de repetir varias veces la acción conjunta de ambos excitantes, suele hacer acto de presencia en el perro un reflejo condicionado, es decir, comienza a segregar saliva sólo con que se encienda la luz azul o se deje oír el tictac del metrónomo. Por consiguiente, entre la reacción del perro (la secreción de saliva) y el medio se establece un nuevo nexo, que no figuraba en la organización hereditaria de su comportamiento y que se ha creado a consecuencia de ciertas condiciones (coincidencia en el tiempo) a lo largo del proceso de la experiencia individual del perro.
Este mecanismo de formación del reflejo condicionado explica muchísimo del comportamiento del animal. Es uno de los admirables mecanismos de adaptación, extraordinariamente flexible, que permiten al animal establecer formas multifacéticas, complejas y flexibles de interrelación con el medio y proporcionan a su comportamiento un valor exclusivamente biológico. Este mecanismo pone claramente de manifiesto la ley fundamental del comporta-miento: las reacciones adquiridas (reflejos condicionados) surgen sobre la base de las hereditarias (no condicionadas) y son, en esencia, las mismas reacciones hereditarias, pero en forma desarticulada, combinadas de distinta manera, y lo hacen en conexión con elementos totalmente nuevos del medio. Por cierto, que en determinadas circunstancias (suficiente fuerza de excitación, coincidencia en el tiempo con el excitante no condicionado) pueden convertirse en estimulantes de cualquier reacción. En otras palabras, gracias a este mecanismo resulta posible una variedad infinita de nexos y correlaciones del organismo con el medio, gracias a lo cual el comportamiento en todas (?) 32 las formas superiores con que tropezamos en el hombre se convierte en el más perfecto procedimiento de adaptación.
Se pone también de manifiesto que el medio, como sistema de excitantes que actúan en el organismo, constituye un factor decisivo en el establecimiento y la formación de los reflejos condicionados. Es precisamente la organización del medio la que determina las condiciones de las que depende la formación de los nuevos nexos que constituyen el comportamiento del animal. El medio juega con respecto a cada uno de nosotros el papel de laboratorio, en el que a los perros se les educan los reflejos condicionados, y que combinando y uniendo de cierta forma los excitantes (la carne, la luz, el pan o el metrónomo) organiza de diferente manera cada vez el comportamiento del animal. En este sentido, el mecanismo del reflejo condicionado es un puente tendido entre las leyes biológicas de los dispositivos hereditarios establecidos por Darwin y las leyes sociológicas establecidas por K. Marx. Es precisamente este mecanismo el que puede explicar y mostrar cómo el comportamiento hereditario del hombre, que constituye una adquisición biológica general de todo el reino animal, se convierte en su comportamiento social, que surge sobre la base del hereditario, bajo la influencia decisiva del medio social. Sólo este enfoque permite establecer fundamentos biosociales sólidos en el estudio del comportamiento del hombre y considerarlo como un hecho biosocial. Tenía verdadera razón Pávlov cuando decía que esta doctrina debe servir de base a la psicología: a partir de aquélla deberá comenzar esta última.
La doctrina de los reflejos condicionados no ha hecho más que comenzar a ocuparse de este ingente y complejo problema, y se halla aún muy lejos de extraer conclusiones definitivas en casi todos los campos de la investigación. Sin embargo, basándose en los resultados ya obtenidos, se puede considerar establecido que el mecanismo de los reflejos condicionados permite explicar formas de comportamiento extraordinariamente complejas y variadas. Parece por tanto que los reflejos condicionados pueden cerrarse y formarse no sólo mediante la combinación del excitante no condicionado de una reacción hereditaria y uno indiferente, sino también mediante la de un nuevo excitante con el reflejo condicionado establecido anteriormente. Por ejemplo, si al perro se le había formado ya el reflejo salival a la luz azul, al combinar la acción de ésta con un nuevo excitante (el timbre, el tictac) obtenemos después de varias pruebas el reflejo al intervenir únicamente el tictac o el timbre. Este es un reflejo condicionado de segundo orden. Es muy probable que sean posibles superreflejos semejantes de un orden extraordinariamente alto, es decir, que pueda producirse el cierre de tales nexos entre el organismo y elementos concretos del medio, que estén infinitamente lejos de la reacción primaria, innata.
Se ha establecido también que la influencia durante el desarrollo de la reacción de cualquier excitante extraño de suficiente fuerza la inhibe y detiene. Una nueva excitación, incorporada ahora a las dos primeras, ejerce ya una influencia retardante, inhibidora, en el propio freno, inhibe el freno o desfrena la reacción. Caben casos muy complicados de diferentes combinaciones 33 de varios excitantes, que provocan las más diversas y complicadas reacciones. Por el mismo procedimiento experimental se ha establecido la posibilidad en determinadas circunstancias de educar en los animales los denominados reflejos vestigiales, en los que la reacción de respuesta surge tan sólo cuando el excitante interrumpe su acción o lo hacen los reflejos retenidos (retardados), en los que la parte de respuesta de la reacción se retrasa en el tiempo respecto al comienzo de la excitación. Además, se han vislumbrado leyes extraordinariamente complejas de regulación reciproca de reflejos, de su inhibición o refuerzo mutuos, de su lucha por el órgano de trabajo. Todos estos y otros numerosos hechos; establecidos con la precisión indudable e indiscutible del saber científico exacto, permiten suponer con bastante plausibilidad que el comportamiento de los animales y del hombre, en sus más variadas formas, se compone de reflejos condicionados en diferentes combinaciones. Cualquier acto de comportamiento se conforma según el modelo de un reflejo. Algunos autores (Béjterev y otros) suponen que la propia ciencia del comportamiento debería llamarse reflexología. Los psicólogos, sin embargo, prefieren el término «reacción», ya que tiene un significado biológicamente más amplio. La reacción incluye el comportamiento humano dentro del círculo de conceptos biológicos generales: reaccionan las plantas y los organismos animales más simples. El reflejo es tan sólo un caso particular de reacción, en concreto de la reacción de los animales que poseen sistema nervioso. Presupone necesariamente el concepto de arco reflejo, es decir, del camino nervioso constituido por un nervio centrípeto que lleva la excitación a la célula nerviosa del sistema central, el cual transmite esta reacción a un nervio centrífugo y de este último la excitación abductora al órgano de trabajo. Reflejo es un concepto estrictamente fisiológico.
Además, el estado actual de la doctrina del sistema nervioso convierte en muy verosímil la probabilidad de la reacción que surge, no a través de una excitación nerviosa de los órganos sensitivos, que proporciona un impulso a la aparición de un nuevo proceso en el sistema nervioso central, sino mediante centros espontáneos de excitación, localizados de diferente manera en el cerebro, condicionados por procesos radiactivos producidos por sales de potasio. De acuerdo con P. P. Lázarev 4, es posible suponer la existencia de reacciones de tipo no reflejo (ya que en ellas no existe arco reflejo, al no haber excitante externo), pero que al mismo tiempo poseen el carácter estricto de una reacción completa: nos hallamos aquí en presencia de un excitante (desintegración radioactiva), de procesos dentro del organismo y de una reacción. Finalmente, el término «reacción» goza de gran tradición en la psicología experimental. Por todo ello, los psicólogos actuales empeñados en crear la nueva psicología repiten, no obstante, siguiendo gustosamente a N. N. Langue: «Disponemos de una denominación tradicional para un grupo de fenómenos que, aunque amplio, dista mucho de estar delimitado con exactitud. Esta denominación nos ha sido transmitida desde los tiempos en que no se conocían las severas exigencias científicas actuales. ¿Hay que suprimir el nombre al haberse modificado el objeto de la ciencia? Eso sería 34 pedante y nada práctico. Por tanto, admitamos sin vacilar una `psicología sin alma (referido a la psicología del comportamiento—L.V.). A pesar de todo, su denominación será útil mientras este objeto de estudio no le corresponda a ninguna otra ciencia.»
Además, es necesario señalar que, desde el punto de vista de la psicología del comportamiento, la reflexología representa otro punto de vista, tan inaceptable como el de la psicología empírica. Si esta última estudia la psique sin comportamiento, en su vertiente aislada, abstracta y separada de todo, la primera trata de ignorarla y estudiar el comportamiento prescindiendo de ella. Este materialismo fisiológico unilateral está tan lejos del materialismo dialéctico como lo está el idealismo de la psicología empírica. Limita el estudio del comportamiento humano a su aspecto biológico, ignorando el factor social. Estudia al hombre sólo en lo que afecta a su pertenencia al mundo general de los organismos animales, a su fisiología, ya que se trata de un mamífero. En contra de .a adaptación pasiva de los animales al medio, la experiencia histórica y social, la originalidad de la adaptación laboral activa de .a naturaleza a sí misma permanece inexplicada en esta perspectiva. Además, la propia reflexología reconoce la realidad y la indiscutible existencia de la psique. Béjterev previene contra la consideración de los procesos psíquicos como fenómenos superfluos, accesorios. Pávlov denomina .a psique «primera realidad».
Biológicamente, sería un completo despropósito afirmar la realidad de la psique y admitir al mismo tiempo su inutilidad y la posibilidad de explicar todo el comportamiento sin ella. Este no existe en el hombre sin la psique, como tampoco esta última sin él, ya que la psique y el comportamiento son la misma cosa. Sólo el sistema científico que descubra la importancia biológica de la psique en el comportamiento humano, que señale con exactitud lo que aporta de nuevo a las reacciones del organismo y lo explique como un acto de comportamiento, podrá aspirar al nombre de psicología científica.
Este sistema no ha sido creado aún. Cabe afirmar con certeza que no surgirá ni de las ruinas de la psicología empírica, ni en los laboratorios de los reflexólogos. Llegará como la amplia síntesis biosocial de la doctrina del comportamiento del animal y el hombre social. Esta nueva psicología será una rama de la biología general y al mismo tiempo la base de todas las ciencias sociológicas. Constituirá el núcleo en que se vean aunadas las ciencias de la naturaleza y las del hombre. Por eso estará estrechamente ligada a la filosofía, pero a la filosofía estrictamente científica, que supone una teoría conjunta del saber científico, y no a la filosofía especulativa, predecesora de las generalizaciones científicas.
Hasta el momento se pueden fijar tan sólo los jalones y criterios generales que marcarán la línea de la nueva psicología y con los cuales habrá que tratar la herencia científica de la psicología anterior. Mientras no haya sido creada la nueva terminología, ni elaborada la nueva clasificación estaremos obligados (y no sólo por un año) a utilizar las viejas, subrayando siempre, no 35 obstante, el convencionalismo, tanto de los viejos conceptos como de las viejas divisiones.
A fin de cuentas, y utilizando palabras de Lazurski, en la mayoría de los casos hay que considerar como terminología de la «psicología de la vida cotidiana», el lenguaje de uso general, no científico, popular. No en vano Lazurski consideraba que una de las tareas de su libro consistía en establece una relación entre las complejas investigaciones experimentales y los «datos de la vida habitual, cotidiana» (1925, pág. 26). También nosotros, por tanto, al fijarnos en esta terminología convencional —voluntad, sensación, representación, etc. —le atribuiremos el mismo papel que a la terminología de la vida cotidiana. Aplicamos casi con agrado al propio autor sus mismas palabras sobre la terminología de la psicología racional. «En la actualidad… no podemos aceptar ya esta división, sin realizar en ella cambios importantes. Si, yo la he reproducido íntegramente ha sido, en primer lugar, debido a su valor histórico y, segundo, porque en la vida cotidiana con gran frecuencia clasificamos los procesos psíquicos casi del mismo modo. En general, la psicología de las aptitudes (nosotros diremos: psicología empírica, —L.V.) se aproxima bastante a la psicología de la vida cotidiana. Es difícil decir quién influyó en quién en este caso: los filósofos en las personas instruidas o las observaciones cotidianas en los filósofos, pero lo que sí resulta indudable en este caso es una proximidad mutua. Eso siempre ha de tenerse en cuenta al recordar que la rutinaria terminología psicológica cotidiana corresponde con frecuencia, no tanto a los conocimientos científicos actuales sobre la vida espiritual como a teorías de la psicología «racional» (nosotros añadimos: y empírica. —L.V) anterior» (Ibídem, pág. 74).
Para nosotros es indudable que en la nueva psicología todos los conceptos, clasificaciones, terminología, todo el aparato científico de la psicología empírica, serán revisados, reconstruidos y creados de nuevo. Es indudable que mucho de lo que allí ocupa el primer lugar ocupará aquí el último. La nueva psicología considera los instintos y .los impulsos como el núcleo fundamental de la psique y probablemente no los estudiará en la última parte del curso. También evitará el análisis atomístico, disperso, de fragmentos aislados de la psique, en los que se descomponía el comportamiento del individuo en la psicología mosaica. Pero mientras no haya sido creado el nuevo sistema, no nos queda más remedio que aceptar temporalmente, aunque de forma crítica, en la ciencia y en la enseñanza, el antiguo aparato de la ciencia, recordando que éste es el único procedimiento para poder incorporar a la nueva ciencia el indudable valor de las observaciones objetivas, los experimentos exactos acumulados a lo largo de la secular labor de la psicología empírica. Sólo hay que recordar en cada momento la convencionalidad de esta terminología, el nuevo ángulo que han adoptado cada concepto y palabra, el nuevo contenido que incluye. No hay que olvidar ni un minuto que cada vocablo de la psicología empírica es un odre viejo que ha de llenarse con vino nuevo. 37

Notas:
1 «Predislovie k knigue A. F. Lazórskogo «Psijologuia obschaia i eksperimentalnaia».. El prólogo al libro de A. F. Lazurski fue escrito en 1924 para la tercera edición de esa obra. (Leningrado, 1925).