Perspectivas del psicoanálisis y psicohigiene (Jose Bleger)

Perspectivas del psicoanálisis y psicohigiene (Jose Bleger)
Nos hallamos en la actualidad ante lo que podría denominarse —sin exageración— una verdadera situación de emergencia en lo que concierne al problema de la salud y la enfermedad mental, y frente a la necesidad de elaborar y aplicar planes de vasto alcance social (en extensión y en profundidad) en el terreno de la higiene mental y la salud pública; la cantidad y variedad de sucesos y fenómenos que tendríamos que enfrentar y resolver son de una magnitud incalculable, ya que debemos tomar en cuenta no sólo los enfermos mentales (en el sentido riguroso de esta denominación), sino también las conductas antisociales y las perturbaciones conflictivas de todo tipo, y esto tampoco solamente desde el punto de vista de la terapia, sino fundamentalmente desde el enfoque de la profilaxis. Sumariamente, los hechos son, en la actualidad, los siguientes:

1) Necesidad de mejorar y difundir la asistencia a los enfermos mentales.
2) Atender los requerimientos del diagnóstico precoz y la rehabilitación.
3) Necesidad de actuar en situaciones que –sin ser enfermedades mentales– se beneficiarían con la ayuda profesional del psicoanalista, psicólogo o psiquiatra.
4) Gran limitación social de muchos procedimientos que son, en primer lugar, de índole terapéutica y no preventivos.
5) Gran limitación de muchos procedimientos por ser, además, de índole individual (a lo sumo grupal), pero con los que sólo podemos atender a una pequeña proporción de individuos.
6) Por la índole de las afecciones mentales, la gran mayoría de ellas requieren, en la profilaxis, atender o evitar no causas especificas, sino una compleja constelación multifactorial de índole social (educación, relación madre-niño, trabajo, alimentación, vivienda, etc.), con lo cual el problema a enfrentar se hace sumamente complejo.
7) En síntesis: el problema es social y nuestros instrumentos son individuales (o grupales –cuanto más–); enfocamos en primer lugar la enfermedad y lo que se requiere es la profilaxis y la promoción de bienestar y salud.

La tarea es abrumadora; y frente a ella se ha extendido una cierta premura o exigencia que en forma de consigna es simple: formar más psiquiatras y más psicoterapeutas; y este apuro se nos ha contagiado implícitamente en cierta medida como una urgencia por formar más psicoanalistas. En síntesis: la filosofía que subyace a este planteo, o el supuesto fundamental del mismo, reside en querer enfrentar  el incremento de las enfermedades mentales con un incremento de la cantidad de psiquiatras y psicoterapeutas.
Tales son los puntos alrededor de los cuales quiero efectuar algunos comentarios en esta oportunidad, ya que el problema me viene ocupando desde hace algún tiempo y de él he tratado en diferentes oportunidades, especialmente en dos seminarios llevados a cabo con egresados de la carrera de psicología en la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires, y en la reciente creación de la cátedra de Higiene mental, de la cual he sido designado profesor. Entre los psicoanalistas no nos hemos ocupado sistemáticamente del tema, pero, de una u otra forma, ciertos supuestos podrían actuar sobre nosotros –creo yo, en alguna medida– como verdaderos prejuicios. Uno de ellos podría ser el de un cierto proselitismo por formar más psicoanalistas y transformar en psicoanalista a todo médico joven que comienza su análisis por razones terapéuticas. No es menos cierto –por otra parte– que son los psicoanalistas también los que mejor han encarado este problema (Caplan, Lindemann, Dawler; Erikson, etc.).
El que se pueda poner en duda si realmente las enfermedades mentales han aumentado de ningún modo invalida todas nuestras consideraciones, puesto que de todas maneras es evidente que tenemos planteada la exigencia de una inmensa tarea por realizar desde nuestro punto de vista de profesionales de la psicología y el psicoanálisis, ya sea por el aumento real de las enfermedades mentales, ya sea por el hecho de que no nos interesan única y específicamente las enfermedades mentales, sino las condiciones psicológicas de promoción de salud y bienestar; o ya sea porque nuestros conocimientos sobre la influencia de los factores psicológicos y emocionales son hoy muy superiores a los que teníamos hasta hace poco. En otros términos, el problema puede enunciarse sucintamente así:
1) tenemos conocimientos psicológicos, deducidos especialmente de la investigación psicoanalítica, que sabemos pueden ser muy beneficiosos para mejorar la vida de los seres humanos, pero,
2) ¿cómo aplicarlos de manera que beneficien a toda o gran parte de la comunidad?

Como se ve, el problema ya no es, especialmente, el de la enfermedad mental, sino el de la promoción de salud: la psicoprofilaxis en su más alto nivel. El problema reside en la construcción de una estrategia adecuada que nos permita aplicar y aprovechar nuestros conocimientos en más vasta escala.
Dejo ahora de lado una cantidad de problemas y definiciones previas que ya he aclarado en oportunidad de una publicación anterior, tales como qué es lo que se debe entender por salud mental y por psicohigiene, la relación de ambas con la salud pública, y otras cuestiones similares muy básicas. Deseo hacer girar aquí mis consideraciones alrededor del supuesto a que hice referencia más arriba y que se esgrime o se sigue de manera implícita: ¿podemos entablar una carrera con las enfermedades mentales y tratar de aumentar en la misma proporción el número de psiquiatras, psicoterapeutas y .psicoanalistas? ¿Es ésta la solución del problema de la enfermedad y de la salud mental?

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Fuente: José Bleger, Psicohigiene y psicología institucional, capítulo V.