SOBRE LA TEORÍA DE LA ANSIEDAD Y LA CULPA (1948)

SOBRE LA TEORÍA DE LA ANSIEDAD Y LA CULPA (1948)

 

Mis
conclusiones sobre la ansiedad y la culpa se han desarrollado
gradualmente a lo largo de varios años; puede ser útil recapitular los
pasos por los que llegué a ellas.

I
Sobre los orígenes de la ansiedad, Freud estableció la hipótesis de que
la ansiedad surge de una transformación directa de la libido. En
Inhibición, síntoma y angustia revisó sus diversas teorías sobre el
origen de la ansiedad. En sus ⁰ropaas palabras: "Me propongo reunir,
con toda imparcialidad, todos los datos que tenemos sobre la ansiedad y
renunciar a la idea de hacer cualquier síntesis inmediata de ellos".
Volvió a decir que la ansiedad surge de la transformación directa de la
libido, pero ahora parecía atribuir menos importancia a este aspecto
"económico" del origen de la ansiedad. Puntualizó esta concepción en
las siguientes palabras: "Todo el asunto puede ser aclarado, según
creo, si nos mantenemos en el enunciado preciso de que, como resultado
de la represión, el curso que se propone seguir el proceso excitatorio
en el ello no ocurre de ningún modo; el yo logra inhibirlo o desviarlo.
Si esto es así, desaparece el problema de ‘transformación del afecto’
bajo la represión". Y: "El problema de cómo surge la ansiedad en
conexión con la represión puede no ser un problema simple; pero podemos
mantener legítimamente la opinión de que el yo es el asiento real de la
ansiedad y desechar nuestra idea anterior de que la energía catéctica
de un impulso reprimido se convierte automáticamente en ansiedad". Con
respecto a las manifestaciones de ansiedad en niños pequeños, Freud
dijo que la ansiedad surge porque el niño "extraña a alguien a quien
ama y anhela". En conexión con la ansiedad primordial de la niña,
describió el temor infantil a la pérdida de amor en términos que en
alguna medida parecen aplicarse a niños de ambos sexos: "Si la madre
está ausente o ha retirado su amor del niño, ya no está seguro de que
sus necesidades serán satisfechas y puede quedar expuesto a los más
dolorosos sentimientos de tensión". En las Nuevas conferencias de
introducción al psicoanálisis, refiriéndose a la teoría de que la
ansiedad surge de una transformación de la libido insatisfecha, Freud
dijo que esta teoría "ha encontrado cierto apoyo en algunas fobias casi
universales de los niños pequeños… Las fobias de los niños y la
expectativa ansiosa de la neurosis de ansiedad sirven como dos ejemplos
de una forma en que surge la ansiedad neurótica; esto es, a través de
una transformación directa de la libido". Dos conclusiones, a las que
volveré más tarde, pueden ser extraídas de este pasaje y otros
similares: a) en niños pequeños es la excitación libidinal insatisfecha
lo que se convierte en ansiedad; b) el contenido más temprano de la
ansiedad es el peligro que siente el niño de que sus necesidades no
sean satisfechas porque la madre está ausente.

II En lo que respecta a la culpa, Freud sostenía que tiene su origen en
el complejo de Edipo y surge como secuela de éste. Sin embargo, hay párrafos
en los que Freud se refirió claramente al conflicto y la culpa que
surgen en un estadío mucho más temprano de la vida. Escribió: "…la culpa
es la expresión del conflicto de ambivalencia , la eterna lucha entre Eros y
el instinto destructivo o de muerte " (la cursiva es mía). Y también: "…una
intensificación del sentimiento de culpa, resultante del conflicto innato de
ambivalencia , de la eterna lucha entre las tendencias de amor y de muerte…"
1 (la cursiva es mía).
Además, hablando de la opinión propuesta por algunos autores de
que la frustración intensifica el sentimiento de culpa, Freud dijo: "¿Cómo
debe entonces explicarse dinámica y económicamente que un incremento
del sentimiento de culpa aparezca en lugar de un deseo erótico insatisfecho?
Esto sólo puede suceder seguramente en forma indirecta: la amenaza
a la frustración de la gratificación erótica provoca agresividad contra la
persona que interfirió con la gratificación, y entonces esta tendencia a la
agresión tiene que ser suprimida a su vez. Entonces, después de todo, es
sólo la agresividad lo que se convierte en culpa , al ser suprimida y traspasada
al superyó. Estoy convencido de que muchos procesos admitirán una
explicación más simple y clara si restringimos a los instintos agresivos los
descubrimientos del psicoanálisis sobre el origen del sentimiento de culpa 2 »
(la cursiva es mía).
Aquí Freud estableció sin lugar a dudas que la culpa deriva de la
agresividad, y esto, junto con las frases arriba citadas (»conflicto innato de
ambivalencia"), señalaría que la culpa surge en un estadío muy temprano
del desarrollo. Pero, enfocando globalmente las ideas de Freud, tal como
las encontramos resumidas otra vez en las Nuevas conferencias de intro-
ducción al psicoanálisis, está claro que él mantenía su hipótesis de que la
culpa surge como secuela del complejo de Edipo.
Abraham, particularmente en su estudio de la organización libidinal 3 ,
esclareció mucho las fases más tempranas del desarrollo. Sus descubrimientos
en el campo de la sexualidad infantil estaban ligados a un nuevo
enfoque sobre el origen de la ansiedad y la culpa. Abraham sugirió que
"En el estadío del narcisismo con fin sexual canibalista, la primera prueba
de inhibición instintiva aparece en forma de ansiedad mórbida. El proceso
de superar los impulsos canibalistas está íntimamente ligado al sentimiento
de culpa, que aparece en primer plano como típico fenómeno inhibitorio
perteneciente al tercer estadío (primer estadío anal-sádico)".
Abraham contribuyó así fundamentalmente a nuestra comprensión
de los orígenes de la ansiedad y la culpa, ya que fue el primero en señalar
la conexión entre ansiedad y culpa y deseos canibalistas. Comparó su breve
visión del desarrollo psicosexual con un "horario de trenes expresos en
el que sólo se señalaban las estaciones más importantes en las que éstos
paran". Sugirió que "las paradas intermedias no pueden ser señaladas en un
resumen de este tipo".

III Mi propia labor no sólo corroboró los descubrimientos de Abraham
sobre la ansiedad y la culpa y mostró su importancia en la perspectiva adecuada,
sino que también los desarrolló aun más, relacionándolos con un
cierto número de hechos nuevos descubiertos en los análisis de niños pequeños.
Cuando analicé situaciones de ansiedad infantiles, reconocí la importancia
fundamental de los impulsos y fantasías sádicas de todas las
fuentes, que convergen y alcanzan su clímax en los estadíos más tempranos
del desarrollo. También llegué a ver que, como consecuencia de los procesos
tempranos de introyección y proyección, se establecen dentro del yo,
junto a objetos extremadamente "buenos», objetos extremadamente terroríficos
y persecutorios. Estas figuras están concebidas a la luz de los propios
impulsos y fantasías agresivos del bebé, o sea que él proyecta su propia
agresividad en las figuras internas que forman parte de su superyó temprano.
A la ansiedad de estas fuentes se agrega la culpa proveniente de los
impulsos agresivos del bebé contra su primer objeto amado, tanto externo
como internalizado 4 .
En un artículo posterior 5 ilustré con un caso extremo los efectos patológicos
de la ansiedad provocados en los bebés por sus impulsos destructivos,
y llegué a la conclusión de que las defensas más tempranas del yo
(en el desarrollo normal tanto como en el anormal), se dirigen contra la ansiedad
provocada por impulsos y fantasías agresivos 6 .
Algunos años más tarde, en mi intento de lograr una comprensión
más completa de las fantasías sádicas infantiles y de su origen, me vi llevada
a aplicar la hipótesis de Freud de la lucha entre los instintos de vida y
muerte al material clínico logrado en análisis de niños pequeños. Recordemos
que según Freud: "La actividad de los peligrosos instintos de muerte
dentro del organismo individual es manejada en formas diversas; en parte
se los vuelve inofensivos al fusionarlos con componentes eróticos, en
parte se los desvía hacia el mundo externo en la forma de agresión, en tanto
que en su mayor parte continúan indudablemente su obra interna sin
obstáculos" 7 .
Siguiendo esta línea de pensamiento adelanté la hipótesis 8 de que la
ansiedad es provocada por el peligro que amenaza al organismo proveniente
del instinto de muerte; y sugerí que ésta es la causa primaria de ansiedad.
La descripción de Freud de la lucha entre los instintos de vida y de
muerte (que conduce a la desviación hacía afuera de una porción del instinto
de muerte y a la fusión de los dos instintos) conduciría a la conclusión
de que la ansiedad se origina en el miedo a la muerte.
En su artículo sobre el masoquismo 9 Freud extrajo algunas conclusiones
fundamentales sobre las conexiones entre masoquismo e instinto de
muerte, y consideró bajo esta luz las diversas ansiedades que surgen de la
actividad del instinto de muerte vuelto hacia adentro. Entre estas ansiedades,
sin embargo, no menciona cl miedo a la muerte.
En Inhibición, síntoma y angustia, Freud expuso sus razones para no
considerar el miedo a la muerte (o miedo por la vida) como ansiedad primaria.
Basó su enfoque en su observación de que "el inconsciente no parece
contener nada que sustente el concepto de aniquilación de la vida".
También señaló que nada parecido a la muerte puede nunca ser vivenciado,
excepto posiblemente el desmayo, y concluyó que "el miedo a la muerte
debe considerarse como análogo al miedo a la castración».
Yo no comparto su enfoque porque mis observaciones analíticas
muestran que hay en el inconsciente un temor a la aniquilación de la vida.
Pienso también que si suponemos la existencia de un instinto de muerte,
también debemos suponer que en las capas más profundas de la mente hay
una reacción a este instinto en la forma de temor a la aniquilación de la vida.
Así, a mi entender, el peligro que surge del trabajo interno del instinto
de muerte es la primera causa de ansiedad 10 . Como la lucha entre los instintos
de vida y muerte persiste a lo largo de la vida, esta fuente de ansiedad
nunca se elimina e interviene como factor constante en todas las situaciones
de ansiedad. Mi opinión de que la ansiedad se origina en el temor a
la aniquilación deriva de la experiencia reunida en análisis de niños pequeños.
Cuando en estos análisis se reviven y repiten las primeras situaciones
de ansiedad del bebé, el poder inherente a un instinto en última instancia
dirigido contra el yo puede ser detectado con tal fuerza que su existencia
aparece más allá de toda duda. Esto sigue siendo cierto incluso cuando
consideramos también el papel que juega la frustración, interna y externa,
en las vicisitudes de los impulsos destructivos. No es éste el lugar para una
prueba detallada que sustente mi argumentación, pero citaré a modo de
ilustración un caso mencionado en El psicoanálisis de niños. Un niño de 5
años solía imaginarse que tenía toda clase de animales salvajes, tales como
elefantes, leopardos, hienas y lobos, que lo ayudaban contra sus enemigos.
Representaban objetos peligrosos -perseguidores- que había domesticado y
podía usar como protección contra sus enemigos. Pero surgió en el análisis
que representaban también su propio sadismo: cada animal representaba
una fuente específica de sadismo v los órganos utilizados en conexión con
esto. Los elefantes simbolizaban su sadismo muscular, sus impulsos a
atropellar y patear. Los leopardos que desgarran, representaban sus dientes
y uñas y las funciones de éstos en los ataques que él hacia. Los lobos simbolizaban
sus excrementos investidos con propiedades destructivas. A veces
se asustaba mucho pensando que los animales salvajes que había domesticado
podrían volverse contra él y exterminarlo. Este temor expresaba
su sensación de estar amenazado por su propia destructividad (tanto como
por perseguidores internos).
Como he ilustrado con este caso, el análisis de las ansiedades que
surgen en los niños pequeños nos enseña mucho sobre las formas en que el
miedo a la muerte existe en el inconsciente, es decir, sobre el papel que
juega este miedo en diversas situaciones de ansiedad. Ya he mencionado el
articulo de Freud sobre "El problema económico del masoquismo", que
está basado en su descubrimiento del instinto de muerte. Tomemos la pri-
mera situación de ansiedad que Freud enumeró: "el temor de ser devorado
por el animal totémico (el padre)". Esto, a mi entender, es una expresión no
disfrazada del temor a la total aniquilación del yo. El temor a ser devorado
por el padre deriva de la proyección de los impulsos del bebé a devorar sus
objetos. De esta forma, primero el pecho de la madre (y la madre) se convierte
en la mente del bebé en un objeto devorador 11 , y estos temores pronto
se extienden al pene del padre y al padre. Al mismo tiempo, como devorar
implica desde el principio la internalización del objeto devorado, se
siente el yo como conteniendo objetos devorados y devoradores. Así se
construye el superyó a partir del pecho devorador (la madre), al que se
agrega el pene devorador (el padre). Estas figuras internas crueles y peligrosas
se convierten en representantes del instinto de muerte. Simultáneamente,
el otro aspecto del superyó temprano se forma primero por el pecho
bueno internalizado (al que se agrega el pene bueno del padre), que se
siente como un objeto interno que alimenta y protege, y como representante
del instinto de vida. El temor de ser aniquilado incluye la ansiedad de
que el pecho bueno interno sea destruido, ya que este objeto se siente como
indispensable para la preservación de la vida. La amenaza al yo proveniente
del instinto de muerte operando interiormente está ligada a los peligros
que se siente provenir de la madre y padre devoradores internalizados, y
valen como miedo a la muerte.
Según esta concepción, el temor a la muerte interviene desde el principio
en el temor al superyó, y no es, como señalaba Freud, una "transformación
final» del temor al superyó 12 .Volviéndonos hacia otra situación
fundamental de peligro que Freud mencionó en su articulo sobre el masoquismo,
esto es, el temor a la castración, yo sugeriría que el temor a la
muerte interviene en el temor a la castración y lo refuerza, y no es »análogo»
a él 13 . Como los genitales no son sólo la fuente de la más intensa gratificación
libidinal, sino también representantes de Eros, y como la reproducción
es la forma esencial de contrarrestar la muerte, la pérdida de los
genitales significaría el fin del poder creativo que preserva y perpetúa la
vida.

IV Si tratamos de visualizar en forma concreta la ansiedad primaria, el
miedo a la aniquilación, debemos recordar el desamparo del bebé ante los
peligros internos y externos. Yo sugiero que la situación primaria de peli-
gro que surge de la actividad del instinto de muerte dentro de sí es sentida
por el bebé como un ataque abrumador, como persecución. Consideremos
primero en relación con esto algunos de los procesos que siguen a la desviación
hacia afuera del instinto de muerte y las formas en que dichos procesos
influyen en las ansiedades referidas a las situaciones externas e internas.
Podemos suponer que la lucha entre los instintos de vida y muerte
opera ya durante el nacimiento y acentúa la ansiedad persecutoria provocada
por esta dolorosa experiencia. Parecería que esta experiencia tiene el
efecto de hacer que el mundo externo, incluyendo el primer objeto externo,
el pecho de la madre, parezca hostil. A esto contribuye el hecho de que el
yo vuelve los impulsos destructivos contra este objeto primario. El bebé
siente que la frustración por el pecho, que de hecho implica peligro para la
vida, es la retaliación por sus impulsos destructivos hacia él y que el pecho
frustrante lo está persiguiendo. Además, proyecta sus impulsos destructivos
en el pecho, es decir, desvía hacía afuera el instinto de muerte; y de esa
forma, el pecho atacado se convierte en el representante externo del instinto
de muerte 14 . El pecho "malo" es también introyectado y esto intensifica,
como podemos suponer, la situación de peligro interno, o sea, el temor a la
actividad del instinto de muerte en el interior. Porque por la internalización
del pecho "malo", la porción del instinto de muerte que ha sido desviada
hacia afuera, con todos sus peligros asociados, se vuelve otra vez hacía
adentro y el yo liga su temor a sus propios impulsos destructivos al objeto
interno malo. Estos procesos bien pueden suceder simultáneamente y por
consiguiente mí descripción de ellos no debe tomarse como explicación
cronológica. Para resumir: el pecho externo frustrador (malo) se convierte,
debido a la proyección, en el representante externo del instinto de muerte;
a través de la introyección refuerza la situación primaria interna de peligro;
esto conduce a una necesidad mayor por parte del yo de desviar (proyectar)
los peligros internos (principalmente la actividad del instinto de muerte) en
el mundo externo. Hay por consiguiente una fluctuación constante entre el
temor a los objetos malos internos y externos, entre el instinto de muerte
actuando dentro y desviado hacía afuera. Aquí vemos un aspecto importante
de la interacción -desde el principio de la vida- entre proyección e introyección.
Los peligros externos se experimentan a la luz de peligros internos
y por consiguiente se intensifican; por otra parte, cualquier peligro que
amenaza desde afuera intensifica la perpetua situación interna de peligro.
Esta interacción existe en cierto grado a todo lo largo de la vida. El hecho
mismo de que la lucha ha sido, en alguna medida, externalizada, alivia la
ansiedad. La externalización de las situaciones internas de peligro es uno
de los primeros métodos de defensa del yo contra la ansiedad y sigue siendo
fundamental a lo largo del desarrollo.
La actividad del instinto de muerte vuelto hacia afuera, tanto como
su operación interna, no pueden ser consideradas aparte de la actividad simultánea
del instinto de vida. Lado a lado con la desviación hacia afuera
del instinto de muerte, el instinto de vida se liga por medio de la libido al
objeto externo, el pecho gratificador (bueno), que se convierte en el representante
externo del instinto de vida. La introyección de este objeto bueno
refuerza el poder del instinto de vida en el interior. El pecho bueno internalizado,
que se siente como fuente de la vida, forma una parte vital del yo y
preservarlo se convierte en una necesidad imperiosa. La introyección de
este primer objeto amado está por consiguiente inextricablemente ligada a
todos los procesos engendrados por el instinto de vida. El pecho bueno internalizado
y el pecho malo devorador forman el núcleo del superyó en sus
aspectos bueno y malo; son los representantes dentro del yo de la lucha
entre los instintos de vida y muerte.
El segundo objeto parcial importante a ser introyectado es el pene
del padre, al que también se atribuyen cualidades buenas y malas. Estos
dos objetos peligrosos -el pecho malo y el pene malo- son los prototipos de
los perseguidores internos y externos. Las experiencias de carácter doloroso,
frustraciones de fuentes interna y externa que se sienten como persecución,
se atribuyen primero a los objetos perseguidores externos e internos.
En todas estas experiencias, la ansiedad persecutoria y la agresión se refuerzan
mutuamente. Porque mientras los impulsos agresivos del bebé juegan
a través de la proyección un papel fundamental en la construcción de
figuras persecutorias, estas mismas figuras aumentan su ansiedad persecutoria
y a su vez refuerzan sus impulsos y fantasías agresivos contra los objetos
externos e internos sentidos como peligrosos.
Las perturbaciones paranoides de los adultos se basan, a mi entender,
en la ansiedad persecutoria vivenciada en los primeros meses de vida.
En el paciente paranoide, la esencia de sus temores de persecución es la
sensación de que hay un agente hostil que está empeñado en infligirle sufrimiento,
daño y finalmente aniquilación. Este agente perseguidor puede
estar representado por una o por muchas personas o incluso por fuerzas de
la naturaleza. El ataque temido puede tomar innumerables formas, especificas
en cada caso; pero la raíz del temor persecutorio en el individuo paranoide
es, creo, el temor a la aniquilación del yo; en última instancia, por
el instinto de muerte.

V Discutiré ahora más específicamente la relación entre culpa y ansiedad,
y en conexión con esto reconsideraré primero algunas de las ideas de
Freud y de Abraham con respecto a la ansiedad y la culpa. Freud enfocó el
problema de la culpa desde dos ángulos principales. Por una parte, no cabe
duda de que para él la ansiedad y la culpa están estrechamente conectadas.
Por otra parte, llegó a la conclusión de que el término "culpa" sólo se aplica
con respecto a manifestaciones de conciencia que son resultado del desarrollo
del superyó. El superyó, como sabemos, surge según él como secuela
del complejo de Edipo; en niños menores de cuatro o cinco años los
términos "conciencia" y "culpa", a su entender, no se aplican aún, y la ansiedad
en los primeros años de la vida es distinta de la culpa 15 .
Según Abraham 16 , la culpa surge en la superación de los impulsos
canibalistas -o sea, agresivos- durante el primer estadío sádico-anal (o sea,
en una edad mucho más temprana de lo que suponía Freud); pero Abraham
no consideró la diferenciación entre ansiedad y culpa. Ferenczi, que no se
ocupaba tampoco de la distinción entre ansiedad y culpa, sugirió que algo
cuya naturaleza se asemeja a la culpa surge durante el estadío anal. Llegó a
la conclusión que puede haber una especie de precursor fisiológico del superyó,
al que llama "moral esfinteriana" 17 .
Ernest Jones, en un artículo publicado en 1929 18 , examinó la interacción
entre odio, miedo y culpa. Distinguió dos fases en el desarrollo de la
culpa y sugirió para el primer estadío el término estadío "prenefando» de la
culpa. Conectó esto con los estadíos pregenitales sádicos del desarrollo del
superyó y estableció que la culpa está "siempre e inevitablemente asociada
con el impulso de odio". El segundo estadío es "…el estadío de la culpa
propiamente dicha, cuya función es proteger contra los peligros externos".
En mí articulo "Contribución a la psicogénesis de los estados maníaco-
depresivos", establecí una diferenciación entre dos formas principales
de ansiedad -ansiedad persecutoria y depresiva-, pero señalé que la distin-
ción entre estas dos formas de ansiedad no está claramente delimitada. Tras
esta restricción, creo que una diferenciación entre las dos formas de ansiedad
es valiosa tanto desde el punto de vista teórico como práctico. En el
articulo a que me referí más arriba, llegué a la conclusión de que la ansiedad
persecutoria se relaciona principalmente con la aniquilación del yo; la
ansiedad depresiva se relaciona principalmente con el daño hecho a los
objetos amados internos y externos por los impulsos destructivos del sujeto.
La ansiedad depresiva tiene múltiples contenidos, tales como: el objeto
bueno está dañado, sufre, está deteriorándose; se convierte en objeto malo;
está aniquilado, perdido, y nunca más aparecerá. Llegué también a la conclusión
de que la ansiedad depresiva está estrechamente ligada con la culpa
y con la tendencia a la reparación.
Cuando introduje por primera vez mi concepto de la posición depresiva
en el artículo a que me referí más arriba, sugerí que la ansiedad depresiva
y la culpa surgen con la introyección del objeto como un todo. Mí trabajo
posterior en la posición esquizo-paranoide 19 , que precede a la posición
depresiva, me ha llevado a la conclusión de que a pesar de que en el
primer estadío predominan los impulsos destructivos y la ansiedad persecutoria,
la ansiedad depresiva y la culpa juegan ya algún papel en la primera
relación objetal del bebé, o sea, en su relación con el pecho de la madre.
Durante la posición esquizo-paranoide, o sea durante los primeros
tres o cuatro meses de vida, están en su punto culminante los procesos de
escisión, que involucran la escisión del primer objeto (el pecho) tanto como
de los sentimientos hacia él. El odio y la ansiedad persecutoria se ligan
al pecho frustrador (malo), y el amor y el reaseguramiento al pecho gratificador
(bueno). Sin embargo, incluso en este estadío dichos procesos de
escisión nunca son completamente eficaces; porque desde el principio de la
vida el yo tiende a integrarse y a sintetizar los diferentes aspectos del objeto.
(Esta tendencia puede ser considerada como expresión del instinto de
vida). Parece que hay estados transitorios de integración incluso en bebés
muy pequeños -que se vuelven más frecuentes y duraderos a medida que
progresa el desarrollo- en los que el clivaje entre el pecho bueno y el malo
está menos marcado.
En tales estados de integración surge cierto grado de síntesis entre el
amor y el odio en relación con los objetos parciales, que según mi opinión
actual da origen a la ansiedad depresiva, a la culpa y al deseo de reparar el
objeto amado dañado, ante todo el pecho bueno 20 . Es decir, que ahora vinculo
la aparición de la ansiedad depresiva con la relación con los objetos
parciales. Esta modificación es el resultado del trabajo posterior en los
primeros estadíos del yo y de un reconocimiento más completo del carácter
gradual del desarrollo emocional del bebé. No hay cambios en mi concepción
de que la base de la ansiedad depresiva es la síntesis entre impulsos
destructivos y sentimientos de amor hacía un objeto.
Consideremos ahora hasta adónde esta modificación influye en el
concepto de posición depresiva. Yo describiría ahora esta posición de la
siguiente manera: durante el período desde los tres a seis meses surge un
considerable progreso en la integración del yo. Tienen lugar cambios importantes
en el carácter de las relaciones objetales del bebé y de sus procesos
de introyección. El bebé percibe e introyecta a la madre cada vez más
como persona completa. Esto implica mayor identificación y una relación
más estable con ella. Aunque estos procesos aún se centran principalmente
en la madre, la relación del bebé con el padre (y con otras personas de su
ambiente) sobrelleva cambios similares, y el padre también se establece en
su mente como persona completa. Al mismo tiempo disminuyen en fuerza
los procesos de escisión y se relacionan principalmente con objetos totales,
en tanto que en el estadío anterior se conectaban principalmente con objetos
parciales.
Los aspectos contrastantes de los objetos y los conflictivos sentimientos,
impulsos y fantasías hacía ellos, se unen más en la mente del bebé.
Persiste la ansiedad persecutoria y juega su papel en la posición depresiva,
pero disminuye en cantidad y la ansiedad depresiva gana primacía
sobre la ansiedad persecutoria. Ya que es una persona amada (internalizada
y externa) la que se siente dañada por impulsos agresivos, el bebé sufre
sentimientos depresivos intensificados, más duraderos que las fugaces experiencias
de ansiedad depresiva y culpa del estadío anterior. El yo más
integrado se enfrenta ahora cada vez más con una realidad psíquica muy
dolorosa -las quejas y reproches que emanan de la madre y el padre internalizados
dañados que ahora son objetos totales, personas- y se siente
compelido bajo la tensión de un mayor sufrimiento a habérselas con una
realidad psíquica dolorosa. Esto lleva a la necesidad dominante de preservar,
reparar o revivir los objetos amados: la tendencia a la reparación. Como
método alternativo, probablemente simultáneo, de manejar estas ansiedades,
el yo recurre intensamente a la defensa maníaca 21 .
La evolución que he descrito implica no sólo importantes cambios
cuantitativos v cualitativos en los sentimientos de amor, la ansiedad depre-
siva y la culpa, sino también una nueva combinación de factores que constituyen
la posición depresiva.
Por la descripción anterior se puede ver que la modificación de mis
ideas, referida a la aparición más temprana de la ansiedad depresiva y la
culpa, no ha alterado esencialmente mí concepto de la posición depresiva.
En este punto quisiera considerar más específicamente los procesos
por los que aparecen la ansiedad depresiva, la culpa y el impulso a reparar.
La base de la ansiedad depresiva es, como he descrito, el proceso por el
que el yo sintetiza los impulsos destructivos y los sentimientos de amor
hacia un objeto. El sentimiento de que el daño hecho al objeto amado tiene
por causa los impulsos agresivos del sujeto, es para mí la esencia de la culpa.
(El sentimiento de culpa del bebé puede extenderse a cualquier perjuicio
que acontezca al objeto amado, incluso el daño hecho por sus objetos
persecutorios.) El impulso a anular o reparar este daño proviene de sentir
que el sujeto mismo lo ha causado, o sea de la culpa. Por consiguiente la
tendencia reparatoria puede ser considerada como consecuencia del sentimiento
de culpa.
Surge ahora el problema: ¿Es la culpa un elemento de la ansiedad
depresiva? ¿Son dos aspectos de un mismo proceso, o una es resultado o
manifestación de la otra? En tanto que no puedo actualmente dar una respuesta
precisa a este problema, yo sugeriría que la ansiedad depresiva, la
culpa y el impulso a reparar se experimentan con frecuencia simultáneamente.
Parece probable que la ansiedad depresiva, la culpa y la tendencia
reparatoria sólo se experimenten cuando sobre los impulsos destructivos
predominan los sentimientos de amor hacía el objeto. En otras palabras,
podemos suponer que experiencias repetidas de amor superando al odio –
en última instancia del instinto de vida superando al instinto de muerte-
son una condición esencial para la capacidad del yo de integrarse a sí mismo
y de sintetizar los aspectos contrastantes del objeto. En tales estados o
momentos la relación con el aspecto malo del objeto, incluyendo la ansiedad
persecutoria, ha retrocedido.
Sin embargo. durante los tres o cuatro primeros meses de vida, estadío
en el que surgen (según mi concepción actual) la ansiedad depresiva y
la culpa, los procesos de escisión y la ansiedad persecutoria están en su
punto culminante. Por consiguiente la ansiedad persecutoria interfiere muy
rápidamente con el progreso en la integración y las experiencias de ansiedad
depresiva, culpa y reparación sólo pueden ser de carácter transitorio.
En consecuencia, el objeto amado dañado puede transformarse rápidamente
en perseguidor, y el impulso a reparar o revivir el objeto amado puede
convertirse en la necesidad de apaciguar y aplacar al perseguidor. Pero in-
cluso durante el estadío siguiente, la posición depresiva, en la que el yo
mas integrado introyecta e instaura cada vez más la persona entera, persiste
la ansiedad persecutoria. Durante este periodo, como lo he descrito, el bebé
experimenta no sólo aflicción, depresión y culpa, sino también ansiedad
persecutoria referida al aspecto malo del superyó; las defensas contra la
ansiedad persecutoria existen lado a lado con las defensas contra la ansiedad
depresiva.
He señalado repetidamente que la diferenciación entre ansiedad persecutoria
y depresiva está basada en un concepto limite. Sin embargo, en la
práctica psicoanalítica cierto número de estudiosos han encontrado que la
diferenciación entre ansiedad persecutoria v depresiva es útil para comprender
y desembrollar situaciones emocionales. Veamos un caso de un
cuadro típico que podemos encontrar en el análisis de pacientes depresivos:
durante una sesión un paciente puede sufrir de fuertes sentimientos de
culpa y desesperación por su incapacidad de reparar el daño que siente que
ha causado. Entonces aparece un cambio completo: el paciente trae repentinamente
material de tipo persecutorio. Acusa al analista y al análisis de
no hacer otra cosa que daño y expresa quejas que retrotraen a tempranas
frustraciones. Los procesos que subyacen a este cambio pueden resumirse
como sigue; la ansiedad persecutoria se ha convertido en dominante, ha
retrocedido el sentimiento de culpa y con él el amor al objeto parece haber
desaparecido. En esta situación emocional alterada, el objeto se ha convertido
en malo, no puede ser amado, y entonces los impulsos destructivos
hacia él parecen justificados. Esto significa que la ansiedad persecutoria y
las defensas han sido reforzadas para escapar a la carga abrumadora de la
culpa y desesperación. En muchos casos, por supuesto, el paciente puede
mostrar un monto considerable de ansiedad persecutoria junto con culpa, y
el cambio a la predominancia de ansiedad persecutoria no siempre aparece
tan dramáticamente como lo he descrito aquí. Pero en todos estos casos la
diferenciación entre ansiedad persecutoria v depresiva nos ayuda a comprender
los procesos que estamos tratando de analizar.
La distinción teórica entre ansiedad depresiva, culpa y reparación
por una parte, y ansiedad persecutoria y defensas contra ella por la otra, no
sólo resulta útil en el trabajo analítico, sino que también tiene implicaciones
mas amplias. Esclarece muchos problemas conectados con el estudio
de las emociones y conducta humanas 22 . Un campo en el que he encontrado
este concepto muy esclarecedor es la observación y comprensión de los
niños. Resumiré aquí brevemente las conclusiones teóricas sobre la rela-
ción entre ansiedad y culpa que he expuesto en esta sección. La culpa está
inextricablemente ligada con la ansiedad (más exactamente, con una forma
específica de ella, la ansiedad depresiva); conduce a la tendencia reparatoria
y sirve, durante los primeros meses de vida, en conexión con los estadíos
mas tempranos del superyó.

VI La interrelación del peligro interno primario y el peligro que amenaza
desde afuera esclarece el problema de la ansiedad »objetiva" versus
"neurótica". Freud definió como sigue la distinción entre ansiedad objetiva
y ansiedad neurótica: "El peligro real es un peligro conocido, y la ansiedad
realista es ansiedad por un peligro conocido de esta clase. La ansiedad
neurótica es ansiedad ante un peligro desconocido. El peligro neurótico es
así un peligro que aún tiene que ser descubierto. El análisis nos ha demostrado
que es un peligro instintivo» 23 . Y, de nuevo: "Un peligro real es un
peligro que amenaza a una persona desde un objeto externo, y un peligro
neurótico es uno que lo amenaza con una exigencia instintiva" 24 .
Pero en algunas oportunidades Freud se refirió a la interacción entre
estas dos fuentes de ansiedad 25 y la experiencia analítica general nos ha
demostrado que la distinción entre ansiedad objetiva y neurótica no puede
trazarse netamente. Volveré aquí al enunciado de Freud de que la causa de
la ansiedad es que el niño "extraña a alguien a quien ama y anhela" 26 . Al
describir el miedo fundamental del bebé a la pérdida, Freud dijo: "El no
puede aún distinguir entre ausencia temporaria y pérdida permanente. En
cuanto extraña a su madre se comporta como si no fuera a verla nunca
más ; y son necesarias repetidas experiencias consolatorias de lo contrario,
antes de que aprenda que a su desaparición sigue generalmente su reaparición 27 "
(la bastardilla es mía).
En otro pasaje, en que describe el temor a la pérdida de amor, Freud
dijo que es "evidentemente una continuación del miedo del lactante cuando
extraña a su madre. Comprenderéis qué situación de peligro real indica
este tipo de ansiedad. Si la madre está ausente o ha retirado su amor del
niño, ya no puede estar seguro de que sus necesidades serán satisfechas, y
puede quedar expuesto a las más dolorosas sensaciones de tensión 28 " (la
bastardilla es mía).
Sin embargo, algunas páginas antes, en el mismo libro, Freud describió
esta misma situación de peligro desde el punto de vista de la ansiedad
neurótica, lo que parece demostrar que enfocaba esta situación infantil
desde los dos ángulos. A mí entender, estas dos fuentes principales del
miedo del bebé a la pérdida, pueden definirse como sigue: una es la completa
dependencia del niño con respecto a su madre para la satisfacción de
sus necesidades y el alivio de la tensión. La ansiedad que surge de esta
fuente puede llamarse ansiedad objetiva. La otra fuente importante de ansiedad
deriva del temor del bebé de que la madre amada haya sido destruida
por sus impulsos sádicos o esté en peligro de serlo, y este miedo -que
podría denominarse "ansiedad neurótica"- se relaciona con la madre como
objeto externo (e interno) bueno indispensable, y contribuye a la sensación
del bebé de que nunca volverá. Hay desde el principio una interacción
constante entre estas dos fuentes de ansiedad, es decir, entre la ansiedad
objetiva y la neurótica o, en otros términos, la ansiedad de fuente externa y
la de fuente interna.
Además, si el peligro externo está vinculado desde el principio con
el peligro proveniente del instinto de muerte, ninguna situación de peligro
que surja de fuentes externas puede ser experimentado por el niño pequeño
puramente como peligro externo y conocido. Pero no es sólo el bebé el que
no puede hacer tan clara diferenciación: en cierta medida la interacción
entre situaciones de peligro internas y externas persiste a lo largo de toda
la vida 29 . Esto se vio claramente en los análisis llevados a cabo en la época
de la guerra. Incluso en adultos normales, la ansiedad provocada por las
incursiones aéreas, las bombas, los incendios, etc. -esto es, por una situación
de peligro "objetiva"-, sólo podía ser reducida analizando, más allá
del impacto de la situación real, las diversas ansiedades tempranas que
eran provocadas por ella. En muchas personas la ansiedad excesiva proveniente
de estas fuentes llevó a una poderosa negación (defensa maníaca) de
la situación de peligro objetiva, que se manifestaba en una aparente falta
de miedo. Esto era una observación común en los niños y no podía explicarse
sólo por su incompleto reconocimiento del peligro real. El análisis
reveló que la situación de peligro objetivo había revivido las tempranas
ansiedades fantásticas del niño en tal medida que la situación de peligro
objetiva tuvo que ser negada. En otros casos, la relativa estabilidad de los
niños a pesar de los peligros de la época de guerra no estaba determinada
tanto por defensas maníacas como por una modificación más exitosa de las
tempranas ansiedades persecutoria y depresiva, resultante en una mayor
sensación de seguridad con respecto tanto al mundo interno como al externo,
y en una buena relación con los padres. En estos niños, incluso cuando
el padre estaba ausente, el reaseguramiento logrado por la presencia de la
madre y por la vida hogareña, contrarrestaba los temores provocados por
los peligros objetivos.
Estas observaciones se vuelven comprensibles si recordamos que la
percepción del niño pequeño de la realidad externa y los objetos externos
está perpetuamente influida y coloreada por sus fantasías, y esto en cierta
medida continúa a lo largo de toda la vida. Las experiencias externas que
provocan ansiedad activan de inmediato, incluso en personas normales, la
ansiedad derivada de fuentes intrapsíquicas. La interacción entre ansiedad
objetiva y ansiedad neurótica -o, para expresarlo en otras palabras, la interacción
entre ansiedad de fuente interna y de fuente externa-, corresponde a
la interacción entre realidad externa y realidad psíquica.
Para estimar si la ansiedad es neurótica o no, tenemos que considerar
un punto al que Freud se refirió repetidas veces, la cantidad de ansiedad
proveniente de fuentes internas. Este factor está sin embargo vinculado con
la capacidad del yo para desarrollar defensas adecuadas contra la ansiedad,
esto es, la proporción de la fuerza de la ansiedad con respecto a la fuerza
del yo.

VII Está implícito en esta presentación de mis ideas, que éstas se desarrollaron
a partir de un enfoque de la agresión que difería substancialmente
de la tendencia principal en el pensamiento psicoanalítico. El hecho de que
Freud descubriera la agresión primero como un elemento de la sexualidad
infantil -por así decirlo, como un adjunto de la libido (sadismo)- tuvo el
efecto de que por mucho tiempo el interés psicoanalítico se centrara en la
libido y que la agresión se considerara más o menos como un auxiliar de la
libido 30 . En 1920 surgió el descubrimiento de Freud del instinto de muerte
que se manifiesta en impulsos destructivos y que opera en fusión con el
instinto de vida, y le siguió en 1924 la exploración más profunda de Abraham
del sadismo en el niño pequeño. Pero incluso después de estos descubrimientos,
como puede observarse por el cuerpo principal de la literatura
psicoanalítica, el pensamiento psicoanalítico ha seguido predominante-
mente interesado en la libido y las defensas contra los impulsos libidinales,
y en consecuencia ha subestimado la importancia de la agresión y sus implicaciones.
Desde el principio de mi labor psicoanalítica, mí interés se centró en
la ansiedad y sus causas, y esto me llevó más cerca de la comprensión de la
relación entre agresión y ansiedad 31 . Los análisis de niños pequeños, para
los que desarrollé la técnica del juego, sustentaron este enfoque, pues revelaron
que la ansiedad de los niños pequeños sólo podía aliviarse analizando
sus fantasías e impulsos sádicos con mayor apreciación del papel que
juega la agresión en el sadismo y en la provocación de la ansiedad. Esta
evaluación más completa de la importancia de la agresión me condujo a
ciertas conclusiones que presenté en mí artículo "Estadíos tempranos del
conflicto edípico" (1927). Allí adelanté la hipótesis de que en el desarrollo
infantil -tanto normal como patológico- la ansiedad y la culpa que surgen
durante el primer año de vida están estrechamente conectadas con procesos
de introyección y proyección, con los primeros estadíos del desarrollo del
superyó y del complejo de Edipo, y que en estas ansiedades la agresión y
las defensas contra ellas son de capital importancia.
El trabajo posterior en esta dirección fue llevado a cabo en la Sociedad
Psicoanalítica Británica desde alrededor de 1927 en adelante. En esta
Sociedad, cierto número de psicoanalistas, trabajando en estrecha cooperación,
hicieron numerosas contribuciones 32 a la comprensión del papel fundamental
de la agresión en la vida mental, en tanto que, tomando el pensamiento
psicoanalítico en general, un cambio de opinión en esta dirección
ha aparecido sólo en contribuciones esporádicas durante los últimos diez a
quince años; sin embargo, estas contribuciones han aumentado últimamente.
Uno de los resultados del nuevo trabajo en la agresión fue el reconocimiento
de la importante función de la tendencia reparatoria, que es una
expresión del instinto de vida en su lucha contra el instinto de muerte. No
sólo desde entonces se consideraron los impulsos destructivos en una perspectiva
mejor, sino que se vio más claramente la interacción de los instintos
de vida y muerte, y por consiguiente también el papel de la libido en
todo proceso mental y emocional.
A lo largo de este capítulo he puesto en claro mi opinión de que el
instinto de muerte (impulsos destructivos) es el factor primario en la causación
de la ansiedad. Sin embargo, también estaba implícito en mi exposición
de los procesos que conducen a la ansiedad y la culpa, que el objeto
primario contra el que se dirigen los impulsos destructores es el objeto de
la libido, y que es por consiguiente la interacción entre agresión y libido –
en última instancia, tanto la fusión como la polaridad de los dos instintos-
lo que causa la ansiedad y la culpa. Otro aspecto de esta interacción es la
mitigación de los impulsos destructivos por la libido. La interacción óptima
de libido y agresión implica que la ansiedad provocada por la constante
actividad del instinto de muerte, aunque nunca eliminada, está contrarrestada
y mantenida a raya por el poder del instinto de vida.