Seminario 11: Clase 13, Desmontaje de la pulsión, 6 de Mayo de 1964

La última charla terminé subrayando el sitio al que les había concluido mediante la esquematización topológica de un cierto reparto y de un perímetro que involuciona sobre sí mismo, que es lo que constituye lo que corrientemente llamamos, impropiamente, la situación analítica.

Esta topología apunta a hacerles concebir donde está el punto de disyunción y de conjunción, de unión y de frontera, que sólo puede ser ocupado por el deseo del analista.

Para ir más lejos, para enseñarles cómo esta señalización está necesitada de todos los rodeos, de concepto y de práctica, que nos permite acumular una larga experiencia del análisis y de sus enunciados doctrinales, preciso -para aquellos que no pudieron seguir, por razones simplemente de hecho, mis anteriores seminarios- asentar el cuarto concepto que les anuncié como esencial para la experiencia analítica: el de la pulsión. Esta introducción -para emplear el término de Freud, Einführung- sólo podemos hacerla a las postres de Freud, por cuanto esta noción en Freud es completamente nueva.

El término Trieb tiene, en verdad, una larga historia, no sólo en la psicología o en la fisiología, sino en la propia física y, de seguro, no es por pura casualidad que Freud escogió este término. Sin embargo, dio al Trieb una utilización tan específica, y el Trieb está tan integrado a la propia práctica analítica, que su pasado ha quedado realmente oculto. Del mismo modo que el pasado del término inconsciente pesa en el uso de dicho término en la teoría analítica –por lo que respecta al Trieb, cada cual lo emplea como la designación de una especie de dato radical de nuestra experiencia.

A veces incluso se llega a invocarlo contra la doctrina, la mía, referente al inconsciente, designando en ella una intelectualización -si se supiese lo que pienso de la inteligencia, seguramente podrían retractarse de este reproche- y no sé qué negligencia de lo que todo analista conoce por existencia, a saber, lo pulsional. Encontraremos en la experiencia, en efecto, algo que posee que carácter de irreprimible a través mismo de las represiones -por otra parte, si allí debe haber represión es que más allá hay algo que presiona. No hay necesidad alguna de ir muy lejos en un análisis de adultos, basta con ser un practicante de ambos, para conocer este elemento que da peso clínico a cada uno de los casos que tenemos que manejar, que se llama la pulsión. Por tanto, parece que aquí se hace referencia a un dato último, a lo arcaico, a lo primordial.

Semejante recurso, al que mi enseñanza, para comprender el inconsciente, les invita a renunciar, parece aquí inevitable.

Ahora bien, lo que está en cuestión en referencia a la pulsión ¿pertenece al registro de lo orgánico?, ¿es de ese modo que hemos de interpretar lo que dice Freud en un texto que forma parte de Janseit des Lustprinzip- que la pulsión, el Trieb, representa die Ausserung der Tragheit, una manifestación de la inercia de la vida orgánica?.¿se trata de una noción simple que se completaría con la referencia a un arrumaje de esta inercia que seria la fijación, la Fixierung?.

No sólo no lo creo, sino que creo que un examen serio de la elaboración que hace Freud de la noción de pulsión va en contra de ello.

La pulsión no es la presión. El Trieb no es el Drang, aunque sólo sea por la siguiente razón. En un articulo escrito en 1915 –es decir un año después de Einführung zum Nar-zissmus, dentro de poco verán la importancia de este recuerdo- que se titula Trieb and Triebschicksal -hay que evitar traducirlo por avatar, si fuese Triebwandlungen, seria avatar; Schicksal es aventura, vicisitud- en este artículo, pues, Freud dice que hay que distinguir cuatro términos en la pulsión. Pongamos el Drang primero, la presión. La Quelle, la fuente. El Objekt, el objeto. El Ziel, el fin. Por supuesto, al leer esta enumeración, podemos, encontrarla totalmente natural. Mi propósito es probarles que todo el texto está escrito para mostrarnos que no es tan natural como pensamos.

Resulta esencial, en primer lugar, recordar lo que el propio Freud nos dice al principio de este articulo, que la pulsión es un Grundbegriff, un concepto fundamental, con lo cual se muestra buen epistemólogo, que a partir del momento en que él, Freud, introduce la pulsión en la ciencia, una de dos -o este concepto será mantenido o será rechazado. Será mantenido si funciona, diríamos en la actualidad, yo diría si traza su camino en lo real que hay que penetrar. Este es el caso de todos los demás Grundbergriff en el campo científico.

Vemos ahí dibujarse lo que esta en la mente de Freud, los conceptos fundamentales de la física. Sus maestros en fisiología son los que promueven llevar a cabo, por ejemplo, la integración de la fisiología en los conceptos fundamentales de la física moderna, y especialmente en los de la energética. En el curso de la historia, tanto la noción de energía como, la de fuerza ¡cuantas veces no han conocido reanudaciones de su temática sobre una realidad cada vez más englobada!

Eso es lo que prevé Freud. El progreso del conocimiento, dice, lo soporta ninguna Stargheit, ninguna fascinación de las definiciones. En algún otro lugar dice que la pulsión forma parte de nuestros mitos. Por mi parte dejaré a un lado este término de mito -además, en este mismo texto, en el primer párrafo, Freud emplea la palabra Konvention, convención, que está mucho más próxima de lo que tratamos, y que denominaré con un término benthamiano hecho observar a los que me siguen, una ficción. Término, lo digo de paso, completamente preferible al de modelo, del cual se ha abusado demasiado. En cualquier caso, el modelo nunca es un Grundbegriff, pues, en un cierto campo, varios, modelos pueden funcionar correlativamente. No ocurre lo mismo con un Grundbegriff, con un concepto fundamental, ni con una ficción fundamental.

Preguntémonos ahora por lo que aparece en primer lugar cuando miramos de más cerca los cuatro términos enunciados por Freud, relativos a la pulsión. Digamos que estos cuatro términos sólo pueden aparecer disjuntos.

La presión, en primer lugar, será identificada con una pura y simple tendencia a la descarga. Esta tendencia se produce a causa de un estimulo, a saber, la transmisión de la parte admitida, a nivel del estimulo, del suplemento de energía, la famosa cantidad del Qn del Entwurf Freud sobre esto, y de entrada, sólo nos hace una observación que llega muy lejos. Sin duda aquí también hay estimulación, excitación, para emplear el término que Freud usa a este nivel, Reitz la excitación. Pero el Reitz en cuestión en lo concerniente a la pulsión es diferente de toda estimulación proveniente del mundo exterior, es un Reitz interno, ¿qué quiere decir esto?

Tenemos, para explicitarlo, la noción de necesidad, tal como se manifiesta en el organismo, en niveles diversos y en primer lugar al nivel del hambre, de la sed. Eso es lo que Freud parece querer decir al distinguir la excitación interna de la excitación externa. ¡Y bien! dígase que, desde las primeras líneas, Freud expone, de la manera más formal, que en el Trieb no se trata en absoluto de la presión de una necesidad tal como el Hunger, el hambre, o el Durst, la sed.

En efecto, para examinar lo que ocurre con el Trieb ¿se refiere Freud a algo cuya instancia se ejerce al nivel del organismo en su totalidad? En su estado de conjunto ¿irrumpe aquí lo real? ¿Es lo vivo lo que aquí importa? No. Siempre se trata específicamente del propio campo freudiano, bajo la forma más indiferenciada que Freud le diera al principio, lo que esta a este nivel -para referirnos a la Esquisse que hace un rato designé, el Ich, el Real Ich. El Real Ich se concibe como sostenido, no por el organismo entero, sino por el sistema nervioso.

Tiene un carácter de sujeto planificado, objetivado. Subraya los carácteres de superficie de este campo al tratarlos topológicamente, y al intentar enseñarles cómo tomarlo bajo la forma de una superficie responde a todas las necesidades de su manejo.

Este punto es esencial, pues, cuando lo contemplemos de más cerca, veremos que es por el Triebreiz que ciertos elementos de este campo son, dice Freud, triebbesetz, catectizados pulsionalmente. Esta catéxis nos sitúa en el terreno de una energía -y no de cualquier energía- de una energía potencial, pues -Freud lo articula de manera más apremiante- la carácterística de la pulsión radica en ser una Konstante Kraft, una fuerza constante. No puede concebirla como una momentane Stoss-kraf.

¿Qué quiere decir momentane Stosskraft? Sobre esta palabra Moment, tenemos ya el ejemplo de un malentendido histórico. Los parisinos, durante el sitio de París de 1870, se burlaron de un cierto psychologisches Moment, del que Bismarck hizo uso. Esto les hizo absolutamente reír, pues los franceses han sido siempre quisquillosos, hasta una época reciente que les ha acostumbrado a todo, sobre el uso exacto de las palabras. Este momento psicológico complemente nuevo les pareció motivo para reír a gusto. Y ello quería decir simplemente el factor psicológico. Este momentane Stosskraft no puede tomarse totalmente en el sentido de factor, sino en el sentido de momento de la cinemática. Creo que este Stosskraft, fuerza de choque, no es otra cosa que una referencia a la fuerza viva, a la energía cinética. En la pulsión no se trata en modo alguno de energía cinética, no se trata de algo que va a regularse con el movimiento. La descarga en juego es de otra naturaleza, y se sitúa en otro piano.

La constancia del empuje veda toda asimilación veda toda asimilación de la pulsión a una función biológica, la cual siempre tiene un ritmo. La primera cosa que dice Freud de la pulsión es, si puedo expresarme así, que no tiene día o noche, primavera o otoño, subida o bajada. Es una fuerza constante. Será preciso, sin embargo, tener en cuenta los textos y también la experiencia.

Al otro extremo de la cadena, Freud hace referencia a esto, que también escribe con todas sus letras, pero con un par de comillas -la Befriedigung, la satisfacción. ¿Qué quiere decir la satisfacción de la pulsión? Ustedes me dirán: bien, es bastante simple, la satisfacción de la pulsión en que llegue a su Ziel, a su fin. La fiera sale de su agujero querens quem devoret, y cuando ha encontrado algo para hincar el diente, está satisfecha, digiere. El hecho mismo de que semejante imagen pueda ser evocada muestra bastante bien que se la deja resonar en armonía con la mitología, propiamente hablando de la pulsión.

Ahí surge enseguida una objeción -resulta bastante notorio que nadie lo haya puesto de relieve, haciendo ya tiempo que está ahí para proponernos un enigma, que, a la manera de todos los enigmas de Freud, ha sido sostenido como una apuesta hasta el final de su vida sin que Freud se haya dignado explicar más- dejaba probablemente el trabajo a los que hubieran podido hacerlo. En efecto, se acuerdan de que la tercera de las cuatro vicisitudes fundamentales de la pulsión que Freud expone al principio es curioso que haya cuatro vicisitudes como hay cuatro elementos de la pulsión es la sublimación ¡y bien! en este articulo, repetidas veces, Freud no dice que la sublimación es también satisfacción de la pulsión, cuando es zielgehemmt, inhibida en cuanto a su fin -cuando no lo alcanza La sublimación no deja de ser la satisfacción de la pulsión, y ello sin represión.

En otras palabras -por el momento, yo no jodo, les hablo, ¡pues bien! puedo tener exactamente la misma satisfacción que si jodiese. Esto es lo que eso quiere decir. Es lo que planteo, por otra parte, la cuestión de saber si efectivamente jodo. Entre estos dos términos se establece una extrema antinomia que nos recuerda que el uso de la función de la pulsión no tiene para nosotros otro alcance que examinar lo que es la satisfacción.

Donde ahora, todos los que aquí son psicoanalistas deben sentir hasta qué punto anuncio el nivel de acomodación más esencial. Esto claro que aquellos con los que tenemos que habémoslas, los pacientes, no se satisfacen, como se dice, con lo que son y por tanto, sabemos que todo lo que son, todo lo que viven, sus mismos síntomas, dependen de la satisfacción. Satisfacen algo que sin duda va en contra de eso con lo que podrían satisfacerse, o quizá mejor, satisfacen a algo. No se contentan con su estado, pero a pesar de ello, estando en este estado tan poco contentador, se contentan. Toda la cuestión radica justamente en saber qué es ese que ahí es contentado.

En conjunto, y en una primera aproximación, diremos que eso a lo que satisfacen por las vías del displacer, es asimismo -además es comúnmente aprobado- la ley del placer, Digamos que, para esta clase de satisfacción, se dan demasiado trabajo Hasta un cierto punto, este demasiado trabajo es la única justificación de nuestra intervención.

No se puede decir, por tanto que el fin no se alcanza en cuanto a la satisfacción. Se alcanza. No se da una toma de posición ética definitiva. Pero en cierto nivel, es así que nosotros, analistas, abordamos el problema en cuanto sabemos un poco más que los otros sobre lo que es normal y anormal. Sabemos que las formas de acuerdo existentes entre lo que marcha bien y lo que marcha mal constituye una serie continua. Lo que tenemos ante nosotros en el análisis, es un sistema en el que todo se acomoda, y que alcanza su propia clase de satisfacción. Si nos mezclamos en ello, es en la medida que pensamos que hay otras vías, más cortas, por ejemplo En todo caso, si nos referimos a la pulsión, es en la medida que al nivel de la pulsión el estado de satisfacción debe ser rectificado.

Esta satisfacción es paradójica. Cuando la miramos de cerca, nos damos cuenta que entra en juego algo nuevo -la categoría de lo imposible. La cual es, en los fundamentos de las concepciones freudianas absolutamente radical. El camino del sujeto -para pronunciar aquí el término sólo con relación al cual puede situarse la satisfacción- el camino del sujeto pasa entre dos murallas de lo imposible.

Esta función de lo imposible hay que abordarla con prudencia, como toda función que se presenta bajo una forma negativa. Querría simplemente sugerirles que la mejor forma de abordar estas nociones no es tomándolas por su negación. Este método nos llevaría aquí a la cuestión de lo posible, y lo imposible no es forzosamente lo contrario de lo posible, o bien entonces, ya que lo opuesto de lo posible es lo real, tendremos que definir lo real como lo imposible.

No veo en esto, por lo que a mi respecta, obstáculo alguno, y ello tanto menos cuanto que, en Freud, es bajo esta forma que aparece lo real, a saber, el obstáculo al principio del placer. Lo real es el choque, es el hecho de que eso no se arregla enseguida, como quiere la mano que se tiende hacia los objetos exteriores. Pero pienso que se da ahí una concepción completamente ilusoria y reducida del pensamiento de Freud sobre este punto. Lo real se distingue, como dije la última vez, por su separación del campo del principio del placer, por su desexualización, por el hecho que su economía, en consecuencia, admite algo nuevo, que es precisamente lo imposible.

Pero lo imposible también está presente en el otro campo, como esencial. El principio del placer se carácteriza incluso por cuanto lo imposible está tan presente allí que jamas es reconocido como tal. La idea de que la función del principio del placer consiste en satisfacerse por la alucinación, está ahí para ilustrarlo -no es más que una ilustración. La pulsión al apresar su objeto aprende en cierta manera que no es justamente por ahí que se satisface. Pues si distinguimos, al principio de la dialéctica de la pulsión, el Not del Bediirfms, la necesidad de la exigencia pulsional, es precisamente porque ningún objeto de ningún Not, necesidad, puede satisfacer la pulsión.

A pesar de que atiborréis la boca, esta boca que se abre en el registro de la pulsión,- no es de alimento que se satisface, es, como se dice, del placer de la boca. Por ello, en la experiencia analítica, la pulsión oral se encuentra en último término, en una situación en la que no hace otra cosa que encargar el menú. Esto se hace sin duda con la boca, que está al principio de la satisfacción -lo que va a la boca, y se agota en este placer que acabo de llamar, para referirme a términos usuales, placer de la boca.

Esto es lo que nos dice Freud. Tomen el texto: por lo que respecta al objeto en la pulsión, sepamos que no tiene, propiamente hablando, ninguna importancia. Resulta totalmente indiferente. Nunca hay que leer a Freud sin agudizar el oído. Cuando se leen tales cosas, debiera uno al menos conmoverse.

¿Cómo hay que concebir el objeto de la pulsión para que podamos decir que, en la pulsión, cualquiera fuera ésta, resulta él indiferente? Para la pulsión oral, por ejemplo, es evidente quizá no se trata de alimento, ni de recuerdo de alimento, ni de eco de alimento, ni de cuidados de la madre, sino de algo que se llama seno y que parece no presentar problemas porque pertenece a la misma serie. Si Freud nos hace esta observación, que el objeto en la pulsión no tiene ninguna importancia, se debe probablemente a que el seno está totalmente por revisar en cuanto a su función de objeto.

A este seno en su función de objeto, de objeto a causa del deseo, tal como aporté su noción, debemos dar una función tal que podamos señalar su sitio en la satisfacción de la pulsión. La mejor formula nos parece que es ésta: Qué la pulsión hace su tour (vuelta).  Encontraremos ocasión para aplicarla a propósito de otros objetos. Debiendo tomarse aquí tour con la ambigüedad que le da la lengua francesa, a la vez como turn, límite a cuyo alrededor se gira, y trick, vuelta de escamoteo.

Presento por último la cuestión de la fuente. Si quisiéramos a cualquier precio hacer entrar la regulación vital en la función de la pulsión, pensaríamos seguramente, que es ahí donde está el sesgo.

¿Por qué? ¿Por qué las zonas erógenas no son reconocidas más que en estos puntos que se diferencian para nosotros por su estructura de borde? ¿Por qué se habla de la boca y no del esófago, o del estómago? Participan igualmente de la función oral. Pero a nivel órgano, hablamos de la boca, y no sólo de la boca, de los labios y los dientes, de lo que Homero llama el recinto de los dientes.

Lo mismo ocurre con la pulsión anal. No todo consiste en decir que una cierta función viviente esta integrada a una función de intercambio con el mundo el excremento. Hay otras funciones excrementicias, hay otros elementos que participan además del margen del ano, que es sin embargo específicamente lo que se define, igualmente para nosotros, como fuente y principio de una cierta pulsión.

Diré que, si la pulsión se parece a algo, es a un montaje. No es un montaje concebido en una perspectiva referida a la finalidad. Esta perspectiva es la que se instaura en las modernas teorías del instinto, en las que la presentificación de una imagen de montaje es completamente sorprendente. Un montaje, en este case., es, por ejemplo, esta forma especifica que hará que la galina en el corral se esconda en el suelo cuando hacemos pasar a algunos metros, por encima de ella un papel recortado en forma de halcón, es decir, algo que desencadena una reacción más o menos apropiada, cuya astucia consiste por otra parte en hacemos observar que no es forzosamente apropiada. No es de esta clase de montaje que hablo.

El montaje de la pulsión es un montaje que, en primer lugar, se presenta como si no tuviera ni pies ni cabeza -en el sentido en que se habla de montaje de un collage surrealista. Si aproximamos las paradojas que acabamos de definir al nivel del Drang, al nivel del objeto, al del fin de la pulsión, creo que la imagen que nos aparece mostrará el funcionamiento de una dínamo empalmada en la toma de gas, saliendo de ella una pluma de pavo real que cosquillea el vientre de una hermosa mujer que permanece allí por la belleza del aparato. Y ello empieza por otra parte a volverse interesante por cuanto la pulsión define, según Freud, todas las formas que pueden invertir semejante mecanismo. Ello no quiere decir que se vuelva boca arriba la dínamo -se desenvuelven sus hilos, ellos son los que se convierten en la pluma del pavo real, la toma de gas pasa a la boca de la dama, y una rabadilla sale en medio.

Esto es lo que muestra como ejemplo desarrollado. Lean este texto de Freud de hoy al próximo día, verán al instante el salto, sin transición, de las imagenes de lo mis heterogéneas de unas a otras. Todo esto no pasa de referencias gramaticales, cuyo artificio podrán comprender fácilmente el próximo día.

En efecto, ¿cómo podemos decir pura y simplemente, como lo hará Freud, que la exhibición es lo contrario del voyeurismo, o que el masoquismo es lo contrario del sadismo? Lo anticipa por puramente gramaticales, de inversión del sujeto y del objeto, como si el objeto y el sujeto gramaticales fueran funciones reales. Resulta fácil demostrar que no es nada de eso, y basta con referimos a nuestra estructura del lenguaje para que esta deducción se vuelva imposible. Pero lo que, alrededor de ese juego, nos permite alcanzar en lo concerniente a la esencia de la pulsión es lo que, el próximo día les definiré como el trazado del acto.

Dr. Green: -Usted ha planteado un punto que parece totalmente capital. Se trata del hecho de que las cuatro cualidades que especifican la pulsión han de ser concebidas como elementos discontinuos. La cuestión que planteo concierne al elemento de presión que usted ha dejado un poco de lado, en el transcurso de su exposición de hoy, porque, creo, le parece uno de los caminos más cortos para extraviarnos. Pero si la pulsión, como usted muestra, está finalmente entregada a la combinatoria del hecho de la discontinuidad, surge el problema de la contradicción inherente a la energía del sistema, que es concebido como una fuerza a la vez constante y como sometida a variaciones. Es esta cuestión lo que me gustaría que precisase si puede, en la medida que hace intervenir un punto de vista que sigue siendo para mi muy importante, y que no percibo bien en su enseñanza, a saber, el punto de vista económico.

J. LACAN: -Si, volveremos a ello, y verán por qué sesgo. Por otra parte. resulta fácil prever si leen mi artículo. Hay una referencia que puede ponernos en el camino, y a la cual no he querido hacer alusión, o bien porque no he tenido tiempo, o bien porque eso se elimina por si sólo -muy a menudo, trazo aquí una vía al contacto mismo de vuestra audiencia. Es una referencia en un cierto capitulo de la energética.

En un sistema limite, hay una cierta manera de inscribir cada punto definido, como definido, como carácterizado en cuanto a la energía potencial respecto a los puntos más vecinos -se habla de notación o cota escalar. Desde ese momento, se puede definir cada punto por una cierta derivada -saben que en el cálculo infinitesimal, es una de las maneras, de acotar las variaciones infinitamente pequeña. Habrá pues, para cada punto, una derivada con respecto al lado inmediatamente vecino, y esta derivada será anotada para cada punto del campo. Esta derivada puede inscribirse bajo la forma de un vector y al conjunto de los vectores podemos componerlos. Hay entonces una ley que parece al principio curiosa, pero que es ciertamente considerada como fundamental: -lo que de este vector- el cual realizó la composición de estas derivadas connotadas de cada punto del campo desde el punto de vista de la energía potencial -lo que, pues, de ese vector, franquea una cierta superficie- que no es otra cosa, que lo que yo llamaré la hiancia, definida por una estructura de borde -es, para una misma superficie, una constante. Las variaciones del sistema siendo lo que pueden ser, lo que se encuentra con todo el nivel de la integración de potencial, lo que se llama el flujo, es pues constante.

De lo que se trataría pues, para nosotros, en el Drang de la pulsión, es de algo que es, y es solamente, connotable en relación con la Quelle, en cuanto que la Quelle inscribe en la economía de la pulsión esta estructura de borde.

Las variaciones fisiológicas, las variaciones profundas, las que se inscriben en la totalidad del organismo, están sometidas a todos los ritmos, hasta a las descargas mismas que pueden producirse con ocasión de la pulsión. Por el contrario, lo que carácteriza al Drang, la presión de la pulsión, es la constancia mantenida que está, para tornar una imagen que vale simplemente lo que vale, a la medida de una abertura, hasta cierto punto individualizada, variable. Es decir, la gente tiene la boca más o menos grande. Convendría incluso algunas veces tenerlo en cuenta, en la selección de los analistas. Pero, en fin, esto es algo de lo que tendremos que ocuparnos en otra referencia distinta.

Esto es lo que no agota la cuestión que usted plantea, pero da un principio de solución racional a la antinomia que usted expone, y que Freud subraya -que, cuando el sistema funciona en conexión con el unwelt, se trata de descarga, y cuando se trata de Triebreiz, de ese lado hay barrera. Este es un punto al cual no se presta demasiada intención. Pero que puede querer decir esto? No hay barrera a no ser que la catéxis está en el campo mismo. De forma que lo que tenemos que designar es justamente esto -en tanto que el campo mismo comporta esta catéxis no puede tratarse para él del funcionamiento de barrera.

Dr. Mathis: Una pregunta con respecto a la estructura de borde. Cuando se trata de la boca y del margen anal, ¿Localiza usted la erotización en las dos extremidades? ¿Dónde sitúa lo que puede suceder al nivel esofágico al nivel gástrico, en el sorbo, en el vómito, al nivel traqueal? ¿Es que se da ahí algo profundamente diferente de lo que usted ha articulado al nivel de los labios?

J. LACAN: -Me he limitado a los dos bordes que están interesados en el tracto. También hubiera podido decirles que el borde legañoso de nuestros párpados, nuestra oreja, nuestro ombligo, son también igualmente bordes, y que hay todo esto en esta función del erotismo. En la tradición analítica, nos referimos siempre a la imagen estrictamente focalizada, de las zonas reducidas a su función de borde. Esto no quiere decir en absoluto que, en nuestra síntomatología, no intervienen otras zonas. Pero consideramos que intervienen en esta zona de caída que llamo descentralización, y función de la realidad.

Tomemos un ejemplo. En la función en la que el objeto sexual sigue hacia la pendiente de la realidad, y se presenta como un paquete de carne, surge esta forma de descentralización tan manifiesta que se llama en la histérica reacción de asco. Esto no quiere decir que digamos que el placer está localizado en estas zonas erógenas. El deseo interesa -a Dios gracias, lo sabemos demasiado- a otra cosa, e incluso otra cosa que el organismo, aunque implicando en diversos niveles el organismo. Pero la función central de la pulsión, ¿Qué satisfacción está destinada a engendrar? Es justamente en la medida que zonas anexas, conexas, están excluidas, que otras toman su función erógena, que se convierten en fuentes especificas para la pulsión. ¿Me sigue?

Por supuesto que otras zonas distintas a estas zonas erógenas están interesadas en la economía del deseo. Pero observen bien lo que pasa cada vez que surgen. No he tomado al azar la función del asco. Hay verdaderamente dos grandes vertientes del deseo tal como puede surgir en la caída de la sexualización -por una parte, el asco engendrado por la reducción del compañero sexual a una función de realidad cualquiera que sea, por otra parte, lo que he llamado, a propósito de la función escópica, la invidia, la envidia. La envidia no es lo mismo que la pulsión escópica, y el asco no es lo mismo que la pulsión oral.