Seminario 3: Clase 4, «Vengo del fiambrero», 7 de Diciembre de 1955

Acerca de lo que vuelve en lo real. Marionetas del delirio. R.S.I. en el lenguaje. La erotización del significante.

En dos artículos titulados respectivamente. La Pérdida de Realidad en las Neurosis y Psicosis y Las Neurosis y las Psicosis, Freud nos proporcionó informaciones interesantes sobre el problema de saber que diferencia neurosis y psicosis. Intentaré enfatizar qué las diferencia en lo que hace a los trastornos que ambas producen en las relaciones del sujeto con la realidad.

Es también una oportunidad de recordar de manera fina y estructurada qué se debe entender, a propósito de las neurosis, por represión.

1)
Freud subrayó hasta qué punto de las relaciones del sujeto con la realidad no son las mismas en la neurosis y en la psicosis. En particular, el carácter clínico del psicótico se distingue por esa relación profundamente pervertida con la realidad que se denomina un delirio. Esta gran diferencia de organización o de desorganización debe tener, dice Freud, una profunda razón estructural. ¿ Cómo articular esta diferencia?

Cuando hablamos de neurosis hacemos cumplir cierto papel a una huida, a una evitación, donde un conflicto con la realidad tiene su parte. Se intenta designar a la función de la realidad en el desencadenamiento de la neurosis mediante la noción de traumatismo, que es una noción etiológica. Esto es una cosa, pero otra cosa es el momento de la neurosis en que se produce en el sujeto cierta ruptura con la realidad ¿De que realidad se trata? Freud lo subraya de entrada, la realidad sacrificada en la neurosis es una parte de la realidad psíquica.

Entramos ya aquí en una distinción muy importante: realidad no es homónimo de realidad exterior. En el momento en que se desencadena su neurosis, el sujeto elide, escotomiza como se dijo después, una parte de su realidad psíquica, o, en otro lenguaje, de su id. Esta parte es olvidada, pero continua haciéndose oír. ¿Cómo? De una manera que toda mi enseñanza enfatiza: de manera simbólica.

Freud, en el primero de los artículos que citaba, evoca ese deposito que el sujeto pone aparte en la realidad, y en el que conserva recursos destinados a la construcción del mundo exterior: allí es donde la psicosis toma su material. La neurosis, dice Freud, es algo muy diferente, porque la realidad que el sujeto elidió en determinado momento, intenta hacerla volver a surgir prestándole una significación particular, un sentido secreto, que llamamos simbólico. Pero Freud no enfatiza este hecho de manera adecuada. En forma general, el modo impresionista en que se utiliza el término simbólico, nunca ha sido precisado hasta ahora de manera verdaderamente conforme a lo que está en juego.

Les señalo al pasar que no siempre tengo la posibilidad de darles estas referencias al texto que algunos anhelan, porque es necesario que mi discurso mantenga continuidad. No obstante, les doy, me parece, las citas, cuando es necesario.

Muchos pasajes de la obra de Freud dan fe de que sentía la necesidad de una plena articulación del orden simbólico, porque eso es lo que para el esta en juego en la neurosis. A ella le opone la psicosis, donde en un momento hubo ruptura, agujero, desgarro, hiancia, pero con la realidad exterior. En la neurosis, es en un segundo tiempo, y en la medida en que la realidad no esta rearticulada plenamente de manera simbolice en el mundo exterior, cuando se produce en el sujeto huida parcial de la realidad, incapacidad de afrontar esa parte de la realidad, secretamente conservada. En la psicosis, en cambio, es verdaderamente la realidad misma la que esta primero provista de un agujero, que luego el mundo fantasmático vendrá a colmar.

¿Podemos contentarnos con una definición tan simple, con una oposición tan somera entre neurosis y psicosis? De ningún modo, y Freud mismo precisa, luego de su lectura del texto de Schreber, que no basta con ver como están hechos los síntomas, que aún es necesario descubrir su mecanismo de formación. Partamos de la idea de que un agujero, una falle, un punto de ruptura en la estructura del mundo exterior, está colmado por la pieza agregada que es el fantasma psicótico. ¿Como explicarlo? Tenemos a nuestra disposición el mecanismo de proyección.

Comenzare por el hoy, con particular insistencia, debido a que algunos de ustedes que trabajan los textos freudianos que ya comenté, me han hecho saber que retomando un pasaje cuya importancia señalé, estaban dudosos en cuanto al sentido que debía darse a un trozo, sin embargo muy claro, que se refiere a la alucinación episódica donde se muestran las virtualidades paranoicas del hombre de los lobos. Al mismo tiempo que captan muy bien lo que subraye diciendo lo que fue rechazado de lo simbólico reaparece en lo real, plantean una discusión sobre mi manera de traducir el enfermo no quiere saber nada de ello en el sentido de la represión. Sin embargo, actuar sobre lo reprimido mediante el mecanismo de la represión, es saber algo acerca de ello, porque la represión y el retorno de lo reprimido no son sino una sola y única cosa, expresada no en el lenguaje consciente del sujeto sino en otra parte. Algunos encuentran una dificultad porque no perciben que lo que está en juego es del orden de un saber.

Les daré otra cita, tomada del caso Schreber. En el momento en que Freud explica el mecanismo propio de la proyección que podría dar cuenta de la reaparición del fantasma en la realidad, se detiene, para observar que en este caso no podemos hablar pura y simplemente de proyección. Lo cual es harto evidente con sólo pensar cómo funciona ese mecanismo, por ejemplo, en el delirio de celos llamado proyectivo que consiste en imputar al cónyuge infidelidades de las que uno se siente imaginariamente culpable. Otra cosa es el delirio de persecución, que se manifiesta a través de intuiciones interpretativas en lo real. Estos son los términos en que se expresa Freud: Es incorrecto decir que la sensación interiormente reprimida —la Verdrängung es una simbolización, y Unterdrückung, indica sencillamente algo caído por debajo— es proyectada de nuevo hacia el exterior— esto es lo reprimido y el retorno de lo reprimido. Deberíamos decir más bien que lo rechazado—recuerdan quizás el tono de insistencia que el uso dio a esta palabra—retorna del exterior.

Este es un texto para agregar a los que ya cité en el mismo registro, textos que son pivotes. Precisamente, el texto de la Verneinung que comentó Hyppolite, permitió articular con precisión que hay un momento que, si puede decirse, es el origen de la simbolización. Entiendan bien: este origen no es un punto del desarrollo, responde a una exigencia; que la simbolización necesita un comienzo. Ahora bien, en todo momento del desarrollo, puede producirse algo que es lo contrario de la Bejahung, una Verneinung de algún modo primitiva, cuya continuación es la Verneinung en sus consecuencias clínicas. La distinción de ambos mecanismos, Verneinung y Bejahung, es absolutamente esencial.

Sería mejor abandonar el término de proyección. Aquí esta en juego algo que nada tiene que ver con esa proyección psicológica por la cual, por ejemplo, recibimos siempre todo lo que hacen aquellos hacia los cuales tenemos sentimientos algo mezclados, con al menos alguna perplejidad en lo tocante a sus intenciones. La proyección en la psicosis es muy diferente a todo esto, es el mecanismo que hace retornar del exterior lo que esta preso en la Verwerfung, o sea lo que ha sido dejado fuera de la simbolización general que estructura al sujeto.

¿Qué es este juego de manos del que somos presa, este malabarismo entre lo simbólico,lo imaginario y lo real? Como no conocemos al malabarista podemos hacer la pregunta. La incluyo en el orden del día este año, pues permitirá definir lo que se denomina la relación con la realidad, y articular a la vez el objetivo del análisis, sin caer en las perpetuas confusiones que al respecto se hacen en la teoría analítica. Cuando se habla de adaptación a la realidad, ¿de qué se habla? Nadie puede responder si no se define qué es la realidad, lo cual no es asunto sencillo.

A fin de introducir el problema partiré de un elemento totalmente actual. No puede decirse, en efecto, que este seminario es tan sólo una comentario de textos, en el sentido de que se trataría de una pura y simple exégesis: estas cosas viven para nosotros en nuestra práctica cotidiana, en los controles, en el modo de dirigir nuestra interpretación, en el modo en que actuamos ante las resistencias.

Por ello tomaré un ejemplo de mi presentación de enfermos del viernes pasado.

2)
Quienes asisten a mis presentaciones recuerdan que me vi enfrentado con dos personas en un único delirio, lo que se llama un delirio de a dos.

La hija, más aún que la madre, no fue fácil de examinar. Todo me hace pensar que había sido examinada y presentada antes de ocuparme yo de ella, y dada la función que cumplen los enfermos en un servicio docente, al menos una buena docena de veces. Por más delirante que uno sea, rápidamente se fastidia de este tipo de prácticas, y la paciente no estaba muy bien dispuesta.

Algunas cosas, empero, pudieron ser puestas en evidencia y en particular que el delirio paranoico, porque era una paranoica, en nada supone una base carácterial de orgullo, de desconfianza, de susceptibilidad, de rigidez psicológica como suele decirse. Esta joven al menos, junto a la cadena de interpretaciones, difícil de captar, de la que se sentía víctima, tenía por el contrario la impresión de que una persona tan gentil, tan buena como ella, y que para colmo había padecido además tantas pruebas, sólo podía gozar de una benevolencia, de una simpatía general, y, a decir verdad, su jefe de servicio, en el testimonio que daba de ella, siempre se refería a ella como una mujer encantadora y querida por todos.

En suma, luego de haber tenido las mayores dificultades para abordar el tema, me aproxime al centro de lo que estaba manifiestamente presente allí. Por supuesto, su preocupación fundamental era probarme que no tema ningún elemento de reticencia, sin a la vez dar pie a la mala interpretación por parte del medico, de la que estaba segura por adelantado. De todos modos me confío que un ala, en el pasillo, en el momento en que salía de su casa, tuvo que vérselas con una especie de mal educado, hecho que no tema por qué asombrarla, pues era ese malvado hombre casado que era el amante regular de una de sus vecinas de vida fácil.

Al pasar -no podía disimulármelo, todavía la hería- él le habla dicho una palabra grosera, palabra grosera que no estaba dispuesta a repetirme, porque, tal como ella lo expresaba, eso la rebajaba. No obstante, cierta suavidad mía al acercarme a ella, había hecho que, luego de cinco minutos de entrevista, estuviésemos en buenos términos, y me confiesa entonces, con una risa de concesión, que al respecto ella no era totalmente inocente, porque ella también había dicho algo al pasar. Me confiesa ese algo con más facilidad que lo que escuchó: Vengo del fiambrero.

Naturalmente, soy como todo el mundo, caigo en las mismas faltas que ustedes, hago todo lo que les digo que no hagan. Aunque me salga bien, no dejo de estar equivocado. Una opinión verdadera no deja de ser una opinión desde el punto de vista de la ciencia, véase Spinoza. Si comprenden, mucho mejor, pero guárdenselo, lo importante no es comprender, sino alcanzar lo verdadero. Pero si lo alcanzan por azar, incluso si comprenden, no comprenden. Naturalmente, comprendo: lo que prueba que todos tenemos alguna cosita en común con los delirantes. Al igual que ustedes, tengo lo que tiene de delirante el hombre normal.

Vengo del fiambrero. Si me dicen que hay algo que entender ahí, puedo muy bien articular que hay una referencia al cochino. No dije cochino, dije puerco. Ella estaba muy de acuerdo, era lo que quería que comprendiese. Era también quizá, lo que quería que el otro comprendiese. Sólo que es precisamente lo que no hay que hacer. Lo que debe interesarnos es saber por qué, justamente, quería que el otro comprendiera eso, y por que no se lo decía claramente sino por alusión. Si comprendo, paso, no me detengo en eso, porque ya comprendí. Esto les pone de manifiesto qué es entrar en el juego del paciente: es colaborar con su resistencia. La resistencia del paciente es siempre la de uno, y cuando una resistencia tiene éxito, es porque están metidos en ella hasta el cuello, porque comprenden. Comprenden, hacen mal. El asunto es precisamente comprender por qué se da algo a comprender. ¿Por qué dijo Vengo del fiambrero, y no cochino?

Limité mi comentario, pues no me alcanzaba el tiempo, a hacerles observar que ésta era una perla, y les mostré la analogía con el descubrimiento que consistió en percatarse un día de que algunos enfermos que se quejaban de alucinaciones auditivas, hacían manifiestamente movimientos de garganta, de labios, en otras palabras las articulaban ellos mismos. Aquí, no pasa lo mismo, es análogo, y es aún más interesante porque no es igual.

Dije: Vengo del fiambrero, y entonces, nos largó el asunto, ¿que dijo él? Dijo: Marrana. Es la respuesta del pastor a la pastora: hilo, aguja, mi alma, mi vida, así ocurre en la existencia.

Detengámonos un momentito aquí. Ahí lo tienen muy contento, se dirán ustedes, es lo que nos enseña: en la palabra, el sujeto recibe su propio mensaje en forma invertida. Desengáñense, precisamente no es eso. El mensaje en juego no es idéntico, ni mucho menos, a la palabra, por lo menos en el sentido en que la articulo para ustedes como esa forma de mediación en la que el sujeto recibe su mensaje del otro en forma invertida.

Primero, ¿ quién es este personaje? Ya lo dijimos, es un hombre casado, amante de una muchacha que es amiga de nuestra enferma y muy implicada en el deseo del que es víctima: ella es, no su centro, sino su personaje fundamental. Las relaciones de nuestra sujeto con esta pareja son ambigüas. Son ciertamente personajes persecutorios y hostiles, pero no son aprehendidos en forma demasiado reivindicativa, como pudieron darse cuenta con asombro los que estaban presentes en la entrevista. Las relaciones de la sujeto con el exterior se carácterizan más bien por la perplejidad: ¿cómo se pudo entonces, por chismes, por una petición, sin duda, llevarlas al hospital? El interés universal que se les concede tiende a repetirse. A ello se deben esos esbozos de elementos erotomaníacos que captamos en la observación. Hablando estrictamente, no son erotómanas, pero están habitadas por la impresión de que se interesan por ellas.

¿Qué es Marrana? Es, en efecto, su mensaje, pero ¿no es más bien su propio mensaje?

Al comienzo de todo lo dicho, tenemos la intrusión de la susodicha vecina en la relación de estas dos mujeres aisladas, que permanecieron estrechamente unidas en la existencia, que no pudieron separarse en el momento del casamiento de la más joven, que huyeron súbitamente de la dramática situación que parece haberse creado en las relaciones conyugales de la joven, debido a las amenazas de su marido, el cual, según los certificados médicos, quería, ni más ni menos, cortarla en rodajas. Tenemos ahí la impresión de que la injuria del caso —el termino injuria es allí esencial, siempre fue destacado en la fenomenología clínica de la paranoia— se ajusta con el proceso de defensa vía expulsión, a la que. se sintieron obligadas a proceder en relación a la vecina, considerada como primordialmente invasora. Venia a golpear la puerta siempre que estaban arreglándose, o en el momento en que comenzaban algo, mientras estaban cenando o leyendo. Se trataba ante todo de alejar a esta persona esencialmente propensa a la intrusión. Las cosas sólo se volvieron problemáticas cuando esa expulsión, ese rechazo, esa negativa se realizo plenamente, quiero decir en el momento en que realmente la pusieron de patitas en la calle.

¿Debemos situar esto en el plano de la proyección, como un mecanismo de defensa? Toda la vida intima de estas pacientes se desenvolvió fuera del elemento masculino, siempre hicieron de él un extraño con el que nunca se pusieron de acuerdo, el mundo para ellas era esencialmente femenino. ¿La relación que mantienen con personas de su propio sexo es acaso del tipo de la proyección, en la necesidad en que se encuentran ambas de permanecer encerradas en si mismas, en pareja? ¿Esta vinculada a esa fijación homosexual, en el sentido más amplio del término, que está en la base, dice Freud, de las relaciones sociales? Esto explicaría que, en el aislamiento del mundo femenino -en que viven ambas mujeres, ambas se encuentren en la posición, no de recibir del otro su mensaje, sino en la de decírselo ellas mismas al otro. ¿Acaso es la injuria el modo de defensa que vuelve de algún modo por reflexión en su relación, relación que es comprensible, a partir del momento en que está establecida, se extienda a todos los otros en cuanto tales, cualesquiera sean? Esto es concebible, y hace pensar que efectivamente se trata del propio mensaje del sujeto, y no del mensaje recibido en forma invertida.

¿Debemos detenernos aquí? Ciertamente no. Este análisis permite comprender que la paciente se siente rodeada de sentimientos hostiles. Pero el problema no es ése. Lo importante es que Marrana haya sido escuchado realmente, en lo real.

¿Quién habla? Ya que hay alucinación, es la realidad la que habla. Nuestras premisas lo implican, si planteamos que la realidad está constituida por sensaciones y percepciones. Al respecto no hay ambigüedad, no dice: Tuve la impresión de que me respondía: Marrana, dice:—Dije: Vengo del fiambrero, y él me dijo:—Marrana.

O bien nos contentamos con decir: Miren, está alucinada, o bien intentamos—puede parecer una empresa insensata, pero ¿el papel de los psicoanalistas hasta el presente no es dedicarse a empresas insensatas?—ir un poquitito más lejos.

En primer término, ¿se trata de la realidad de los objetos? ¿Quién suele hablar para nosotros en la realidad? ¿La realidad es precisamente cuando alguien nos habla? El interés de las observaciones que hice la vez pasada sobre el otro y el Otro, el otro con minúscula y el Otro con mayúscula, era hacerles notar que cuando el Otro con mayúscula habla, no es pura y simplemente la realidad ante la cual están, a saber, el individuo que articula. El Otro está más allá de esa realidad.

En la verdadera palabra, el Otro, es aquello ante lo cual se hacen reconocer. Pero sólo pueden hacerse reconocer por é! porque él está de antemano reconocido. Debe estar reconocido para que puedan hacerse reconocer. Esta dimensión suplementaria, la reciprocidad, es necesaria para que valga esa palabra cuyos ejemplos típicos di, Tú eres mi amo o Tú eres mi mujer, o también la palabra mentirosa, que siendo lo contrario, supone de igual modo el reconocimiento de un Otro absoluto, al que se apunta más allá de todo lo que pueden conocer, y para quien el reconocimiento sólo tiene valor precisamente porque está más allá de lo conocido. Ustedes lo instituyen en el reconocimiento, no como un puro y simple elemento de la realidad, un peón, una marioneta, sino un absoluto irreductible, de cuya existencia como sujeto depende el valor mismo de la palabra en la que se hacen reconocer. Algo nace ahí.

Diciéndole a alguien: Tú eres mi mujer, implícitamente le dicen Yo (je) soy tu hombre, pero primero le dicen Tú eres mi mujer, vale decir que la instituyen en la posición de ser reconocida por ustedes, mediante lo cual podrá reconocerlos. Esta palabra es entonces siempre un más allá del lenguaje. Un compromiso como éste, al igual que cualquier otra palabra, así fuese una mentira, condiciona todo el discurso que va a seguir y aquí, entiendo que discurso incluye actos, gestiones, contorsiones de las marionetas presas del juego, y la primera son ustedes mismos. A partir de una palabra se instituye un juego, comparable en todo a lo que sucede en Alicia en el país de las maravillas, cuando los servidores y los demás personajes de la corte de la reina se ponen a jugar a las cartas disfrazándose de cartas y transformándose ellos mismos en el rey de corazón, la reina de pique y el vales de diamantes. Una palabra los compromete a sostenerla por vuestro discurso, a negarla, recusarla o confirmarla, a refutarla, pero más aún puede llevarlos a muchas cosas que están en la regla del juego. Aunque la reina cambie a cada momento la regla, eso no cambiará para nada lo esencial: una vez entrados en el juego de los símbolos, siempre están obligados a comportarse según una regla.

En otros términos, cuando una marioneta habla, no habla ella sino alguien que está detrás. El asunto es saber cuál es la función del personaje que encontramos en esta ocasión. Podemos decir que, para el sujeto, manifiestamente habla algo real. Nuestra paciente no dice que otro habla detrás de él, ella recibe de él su propia palabra, pero no invertida, su propia palabra está en el otro que es ella misma, el otro con minúscula, su reflejo en su espejo, su semejante. Marrana surge en ping-pong y ya no se sabe dónde estuvo el primer saque.

Que la palabra se expresa en lo real quiere decir que se expresa en la marioneta. El Otro en juego en esta situación no esta más allá de la pareja, esta más allá del sujeto mismo —es la estructura de la alusión: se indica a sí misma en un más allá de lo que dice—.

Intentemos ubicarnos a partir de este juego de a cuatro que implica lo que dije la vez pasada.

El a con minúscula, es el señor con quien se encuentra en el pasillo, la A mayúscula no existe. a’ minúscula es quien dice Vengo del fiambrero. ¿Y de quién se dice Vengo del fiambrero? De S, a minúscula le dijo Marrana. La persona que nos habla, y que hablo, en tanto delirante, a’, recibe sin duda en algún lado su propio mensaje en forma invertida, del otro con minúscula, y lo que ella dice concierne al mismo más allá que ella misma es en tanto sujeto, y del cual, por definición, sencillamente porque es sujeto humano, sólo puede hablar por alusión.

Sólo hay dos maneras de hablar de ese S, ese sujeto que somos radicalmente; o bien dirigirse verdaderamente al Otro, con mayúscula, y recibir de él el mensaje que lo concierne a uno en forma invertida; o bien indicar su dirección, su existencia bajo la forma de alusión. Si esta mujer es estrictamente una paranoica, es que el ciclo, para ella, entraña una exclusión del gran Otro. El circuito se cierra sobre los pequeños otros que son la marioneta que esta frente a ella, que habla, y en la que resuena su mensaje, y ella misma, quien, en tanto que yo, es siempre otro y habla por alusión.

Esto es lo Importante. Habla tan bien por alusión que no sabe qué dice. ¿Qué dice? Dice: Vengo del fiambrero. Ahora bien, ¿ quien viene del fiambrero ? Un cochino cortado en pedazos. Ella no sabe que lo dice, pero de todos modos lo dice. Le dice sobre sí misma a ese otro a quien le habla: Yo, la marrana, vengo del fiambrero, ya estoy disyunta, cuerpo fragmentado, membra disjecta, delirante, y mi mundo se cae en pedazos, al igual que yo. Esto es lo que dice. Este modo de expresarse, por comprensible que parezca es, empero, es lo menos que se puede decir, un poquitito curioso.

Todavía hay otra cosa, que afecta la temporalidad. Resulta claro, a partir de los comentarios de la paciente, que no se sabe quién habló primero. Todas las apariencias indican que no es nuestra paciente, al menos forzosamente. Nunca sabremos nada sobre este punto, porque no vamos a cronometrar las palabras desreales, pero si el desarrollo que acabo de hacer es correcto, si la respuesta es la alocución, vale decir lo que verdaderamente dice la paciente, el Vengo del fiambrero presupone la respuesta Marrana.

En la palabra verdadera, por el contrario, la alocución es la respuesta. La consagración del Otro como mi mujer o mi amo es lo que responde a la palabra, luego, en este caso, la respuesta presupone la alocución. El Otro está excluido verdaderamente en la palabra delirante, no hay verdad por detrás, hay tan poca que el sujeto mismo no le atribuye verdad alguna, y esta frente a este fenómeno, bruto a fin de cuentas, en una realidad de perplejidad. Hace falta mucho tiempo antes de que intente restituir alrededor de esto un orden al que llamaremos orden delirante. No lo restituye, como se cree, por deducción y construcción, sino de una manera que como veremos más adelante no deja de estar relaciónada con el fenómeno primitivo mismo.

Estando pues verdaderamente excluido el Otro, lo que concierne al sujeto es dicho realmente por el pequeño otro, por sombras de otro, o como se expresara nuestro Schreber para designar todos los seres humanos que encuentra, por hombrecitos mal paridos, o hechos a la ligera. El pequeño otro presenta, en efecto, un carácter irreal, tendiente a lo irreal.

La traducción que acabo de darles no es completamente válida, hay resonancias en alemán que intento transmitir mediante la expresión mal parido.

3)
Tras habernos interesado en la palabra, vamos ahora a interesarnos un poco en el lenguaje, al que precisamente se aplica la repartición triple de lo simbólicos de lo imaginario y de lo real.

Indudablemente el cuidado con que Saussure elimina de su análisis del lenguaje la consideración de la articulación motora muestra claramente que distingue su autonomía El discurso concreto es el lenguaje real y eso, el lenguaje habla. Los registros de lo simbólico y de lo imaginario los encontramos en los otros dos términos con los que articula la estructura del lenguaje’ es decir el significado y el significante.

El material significante, tal como siempre les digo que esta, por ejemplo en esta mesa en estos libros, es lo simbólico Si las lenguas artificiales son estúpidas es porque siempre están hechas a partir de la significación Alguien me recordaba hace poco las formas de deducción que regulan el esperanto, por las cuales cuando se conoce rana, se puede deducir sapo, renacuajo, escuerzo y todo lo que quieran. Le pregunté cómose dice en esperanto ¡Mueran los sapos¡ porque tendrá que deducirse de ¡Viva la policía! Sólo esto basta para refutar la existencia de las lenguas artificiales, que intentan moldearse sobre la significación, razón por la cual no suelen ser utilizadas.

Luego está también la significación, que siempre remite a la significación Obviamente significante puede quedar metido ahí dentro a partir del momento en que le dan una significación, en que crean otro significante en tanto que significante, algo en esa función de significación. Por eso podemos hablar del lenguaje. La participación significante-significado sin embargo se repetirá siempre. No hay dudas de que la significación es de la índole de lo imaginario. Es, al igual que lo imaginario, a fin de cuentas siempre evanescente, porque está ligada estrictamente a lo que les interesa, es decir a aquello en lo que están metidos. Si supieran que el hambre y el amor son lo mismo, serían como todos los animales, estarían verdaderamente motivados. Pero, gracias a la existencia del significante, vuestra pequeña significación personal —que es también de una genericidad absolutamente desesperante, humana, demasiado humana—los arrastra mucho más lejos. Como existe ese maldito sistema del significante del cual no han podido aún comprender ni como esta ahí, ni como existe, ni para que sirve, ni adonde los lleva, el es quien los lleva a ustedes.

Cuando habla, el sujeto tiene a su disposición el conjunto del material de la lengua, y a partir de allí se forma el discurso concreto. Hay primero un conjunto sincrónico, la lengua en tanto sistema simultáneo de grupos de oposiciones estructurados, tenemos después lo que ocurre diacrónicamente, en el tiempo, que es el discurso. No podemos no poner el discurso en determinada dirección del tiempo, dirección definida de manera lineal, dice Saussure.

Le dejo la responsabilidad de esta afirmación. No porque la creo falsa; fundamentalmente es cierto que no hay discurso sin cierto orden temporal, y en consecuencia sin cierta sucesión concreta; aún cuando sea virtual. Si leo esta página comenzando por abajo y subiendo al revés, no pasará lo mismo que si leo en dirección adecuada, y en algunos casos, esto puede engendrar una grave confusión. Pero no es totalmente exacto que sea una simple línea, es más probable que sea un conjunto de líneas, un pentagrama. El discurso se instala en este diacronismo.

La existencia sincrónica del significante está carácterizada suficientemente en el hablar delirante por una modificación que ya señalé aquí, a saber que algunos de sus elementos se aíslan,se hacen más pesados, adquieren un valor, una fuerza de inercia particular, se cargan de significación, de una significación a secas. El libro de Schreber está sembrado de ellos.

Tornen una palabra corno por ejemplo Nervenanhang, adjunción de nervios, palabra de la lengua fundamental. Schreber diferencia perfectamente las palabras que le surgieron de manera inspirada, precisamente por vía de Nervenanhang, que le fueron repetidas en su significación electiva que no siempre entiende exactamente. Seelenmord, asesinato del alma, por ejemplo, es otra de estas palabras, para él problemática, pero que él sabe que tiene un sentido particular. Por lo demás, habla de todo esto en un discurso que es en verdad el nuestro, y su libro, debo decirlo, está escrito notablemente, claro y ágil. Más aún, es tan coherente corno muchos de los sistemas filosóficos de nuestra época, en que a cada rato vernos a algún señor a quien le pica de golpe, en una vuelta del camino, no sé qué bicho que le hace descubrir que el bovarisrno y la duración son la clave del inundo, y reconstruye todo el mundo alrededor de esa noción, sin que uno sepa por qué escogió ésa y no otra. No me parece que el sistema de Schreber sea menos valioso que el de esos filósofos cuyo tema general acabo de perfilar. Y Freud descubre, cuando llega al término de su desarrollo, que en el fondo ese tipo escribió cosas estupendas, que se parecen a lo que yo, Freud, he descrito.

Este libro, escrito entonces en discurso común, señala las palabras que adquirieron para el sujeto ese peso tan particular. Lo llamaremos una erotización, y evitaremos las explicaciones demasiado simples. Cuando el significante está cargado de este modo, el sujeto se da perfectamente cuenta. En el momento en que Schreber emplea el término instancia—él también tiene sus pequeñas instancias—para definir las diversas fuerzas articuladas del mundo que le ha tocado, dice: Instancia es mío, no me lo dijeron los otros, es mi discurso común. ¿Qué pasa a nivel de la significación? La injuria es siempre una ruptura del sistema del lenguaje, la palabra amorosa también. Que Marrana esté cargada de un sentido oscuro, cosa probable, o no, con ello ya tenemos la indicación de la disociación. Esta significación como toda significación que se respete, remite a otra significación. Es precisamente lo que aquí carácteriza la alusión. Diciendo Vengo del fiambrero, la paciente nos indica que esto remite a otra significación. Desde luego, es un poco oblicuo, ella prefiere que yo entienda.

Cuídense de la gente que les dice: Usted comprende. Siempre lo hacen para que uno vaya a donde no había que ir. Es lo que ella hace: Usted comprende bien, quiere decir que ella misma no está muy segura de la significación, y que ésta remite, no tanto a un sistema de significación continuo y ajustable, sino a la significación en tanto inefable, a la significación intrínseca de su realidad propia, de su fragmentación personal. Luego, está lo real, la articulación real de verdad verdad, que por un juego de manos pasa al otro. La palabra real, quiero decir, la palabra en tanto articulada, aparece en otro punto del campo, pero no en cualquiera, sino en el otro, la marioneta, en tanto que elemento del mundo exterior.

El S mayúscula, cuyo medio es la palabra, el análisis muestra que no es lo que piensa el vulgo. Está la persona real que está ante uno en tanto ocupa lugar -en la presencia de un ser humano está eso, ocupa lugar, en su consultorio pueden entrar a lo sumo diez personas, no ciento cincuenta— está lo que ven, que manifiestamente los cautiva, y es capaz de hacer que de repente se echen en sus brazos, acto inconsiderado que es del orden imaginario; y luego está el Otro que mencionábamos, que también puede ser el sujeto, pero que no es el reflejo de lo que tiene enfrente, y tampoco es simplemente lo que se produce cuando se ven verse.

Si lo que digo no es cierto, Freud nunca ha dicho la verdad, porque el inconsciente quiere decir eso.

Hay varias alteridades posibles, y veremos cómo se manifiestan en un delirio completo corno el de Schreber Tenemos primero el día y la noche, el sol y la luna, esas cosas que siempre vuelven al mismo lugar, y a las que Schreber flan a el orden natural del mundo Existe la alteridad del Otro que corresponde al S, es decir el gran Otro, sujeto que no conocemos, el Otro que es de la índole de lo simbólico el Otro al que nos dirigirnos más allá de lo que vemos En el medio, están los objetos. Y luego, a nivel del S hay algo que es de la dimensión de lo imaginario el yo y el cuerpo, fragmentado o no, pero más bien fragmentado.

Interrumpiré por hoy aquí Este análisis de estructura esboza lo que les diré la vez que viene.

Trataremos de comprender, a partir de este cuadrito, lo que ocurre en Schreber, el delirante llegado a su completo florecimiento y, a fin de cuentas, perfectamente adaptado Schreber se carácteriza, en efecto, por nunca dejar de patinar a toda velocidad, pero estaba tan bien adaptado, que el director del sanatorio decía de él: Es tan amable.

Tenemos la suerte de tener ahí un hombre que nos comunica todo su sistema delirante, en el momento en que éste ha llegado a su pleno florecimento Antes de preguntarnos cómo entró en él, y de hacer la historia de la Pre-psychotic Phase antes de tomar las cosas en el sentido de la génesis, como siempre se hace, cosa que es la fuente de inexplicables confusiones, vamos a verlas tal corno nos son dadas en la observación de Freud, quien nunca tuvo más que este libro, quien nunca  vio al paciente.

Percibirán cómo se modifican los diferentes elementos de una sistema construido en función de las coordenadas del lenguaje: Este abordaje es ciertamente legítimo, tratándose de un caso que sólo nos es dado a través de un libro, y nos permitirá reconstruir eficazmente su dinámica. Pero comenzaremos por su  dialéctica.