Seminario 4: Clase 19, Permutaciones, 15 de Mayo de l957

No te fugues de mi!. La barraca que se larga. Sé un verdadero padre. La pinza.

Llegamos pues a lo que se desarrolla entre el 5 y el 6 de Abril. Este momento en el espacio temporal no debe confundirse forzosamente con la distancia cronológica.

Hemos seguido la explicación que Juanito da a su padre, el 5 de Abril, sobre fantasmas forjados por él, en los cuales expresa las ganas que tiene de trepar un poquito al coche que suelen descargar delante de caso.

A propósito de esto hemos insistido en la ambigüedad de la angustia a la que Juan da forma en este fantasma. Puede parecer que la angustia surge ante la simple perspectiva del temor de la separación, pero como hemos señalado, lo que Juan teme no es tanto ser separado de su madre, pues a una pregunta de su padre, el mismo precisa que esta seguro, casi demasiado seguro, de poder volver.

El 9 de Abril por la tarde surge el weóen dem Pferd, cuando Juan revela un momento que le parece significativo en la forma como pilló la tontería. No es casual, ya lo saben ustedes, si en las retrospecciónes de la memoria el momento en que Juan pilla la tontería esta lejos de ser unívoco. Cada vez que lo dice, lo hace con la misma convicción—Pillé la tontería. Todo se basa en esto, porque no se trata sino de una retrospección simbólica, vinculada con la significación, presente en todo momento, de la plurivalencia significante del caballo.

Hay por lo menos dos momentos que ya conocemos en los que Juan dice —Pillé la tontería.

Esta el momento en que hace surgir este weóen dem Pferd que me permitió concluir mi última lección, pero a costa de algún salto, sin tiempo para indicarles el contexto donde aparece esta metonimia manifiesta. Metonimia que es correlativa de la historia de la caída de Fritz cuando están jugando a los caballos en el campo, en Ómunden.

En otra ocasión dice —Pillé la tontería cuando salí con mamá. El propio texto indica lo paradójico de esta explicación, pues si no se ha despegado de mamá en todo el ala, es porque a ella le ha tocado cargar con su angustia intensiva. De modo que ya habla empezado a estar angustiado, y aún diré más —en el contexto del acompañamiento, la fobia de los caballos ya se había declarado.

He aquí en que estamos, por una parte en el texto de Freud y por otra parte en un principio de desciframiento. Este desciframiento, se lo di la última vez en un gráfico que les dibujé, en sus tres formas.

Todo esto se refiere a cosas que Juan ha pensado, ha elucubrado. No se trata en ningún caso de un sueño. El siempre le dice a su padre — He pensado, gedacht, tal cosa. Reconocemos aquí la materia misma sobre la cual estamos acostumbrados a trabajar cuando trabajamos con niños, la materia imaginaria, siempre rica en resonancias. Pero todas las resonancias imaginarias que podamos sondear, yo les muestro que no sustituyen a esa sucesión de estructuras cuya serie intentaré hoy completarles.

Dichas estructuras están marcadas todas ellas por el mismo rasgo ejemplar. En el fantasma del 5 de Abril, completado por el interrogatorio del padre, encontramos la idea de que Juan vuelve con su madre, después de haberse ido en coche. En el fantasma del 21 de Abril, otro momento importante de la evolución, Juan imaginé, no sin razón, que parte con la abuela, y luego a través de un óap, una hiancia, el padre lo alcanza, a él, a Juanito, en un movimiento que también puede inscribirse en este ciclo, con sólo una condición, que hay aquí una enigmática imposibilidad, la de esos dos personajes que vuelven a reunirse tras estar separados un instante.

Luego iremos más lejos en una exploración confirmatoria de esta exhaución de las posibilidades del significante, que es en este caso el objeto en el nivel original que les aporto. Este circuito imaginario del caballo, manifiestamente angustiante en el primer ejemplo, manifestado como imposible en el otro, ya les indiqué su tangencia respecto del circuito más amplio constituido por el sistema de las comunicaciones. Freud enuncia exactamente su fórmula, de la forma más clara —no debe sorprendernos que Juan, que explota el sistema de las comunicaciones, pase progresivamente del circuito del caballo al del ferrocarril. Todo tiene lugar, en suma, entre dos nostalgias —nostalgia viene de (escritura en griego), retorno—venir y volver. Freud afirma que el retorno es fundamental en lo referente al objeto. El objeto, subraya, sólo consigue constituirse en el desarrollo del sujeto bajo la forma del objeto vuelto a encontrar. El alejamiento del objeto resulta necesario. Esta necesidad es, hablando con propiedad, correlativa de la dimensión simbólica. Pero si el objeto se aleja, es para que el sujeto lo vuelva a encontrar.

De esta verdad, la mitad siempre se elude, incluso se pierde, con la insistencia del psicoanálisis de hoy en acentuar la frustración, sin comprender que esta nunca es más que la primera etapa del retorno hacia el objeto, el cual para constituirse debe ser perdido y recobrado.

Recordemos que esta en juego en la historia de Juanito.

Para Freud no se trata de ninguna otra cosa más que del complejo de Edipo, drama que aporta una dimensión nueva, necesaria para la constitución de un mundo humano pleno y, en particular, para la constitución del objeto. Esta, lejos de ser correlativa de una maduración instintual pretendidamente genital, depende de la adquisición de determinada dimensión simbólica.

¿Cuál? Puedo designarla aquí directamente, dado el discurso que he sostenido y supongo que ustedes conocen. Es algo que esta en juego cada vez que nos enfrentamos con la aparición de una fobia, y en este caso es manifiesto —se trata de lo que, sea como sea, se le revela al niño como la privación fundamental con la que esta marcada la imagen de la madre. Esta privación es intolerable, porque, a fin de cuentas, de ella depende el hecho de que el niño aparezca como amenazado por la castración suprema, es decir, no poder colmar a la madre de ningún modo. Y es a esta privación a lo que el padre debe aportar algo. Esta tan claro como el agua clara de la copulación —lo que no tiene, esa de ahí, que se lo de él —Por Dios, que se la meta. De esto se trata en el drama de Juanito, y se nos va revelando a medida que prosigue el diálogo.

La imagen ambiental, como se dice hoy día, del círculo familiar de Juan, no está, dicen, lo suficientemente clara. ¿Qué más quieren? —si basta con leer, y ni siquiera entre líneas, para ver desplegarse la presencia constante y aplicada del padre, mientras que a la madre ni se la menciona, salvo cuando el padre le pregunta si lo que acaba de contar es exacto. Al fin y al cabo, en la observación, la madre nunca está con Juanito, mientras que el padre, tan sensato, tan amable, tan vienés, está ahí, empeñado en mimar a su Juanito, además de trabajar. Y todos los domingos va a ver a su mamá, con Juanito, por supuesto. Por fuerza ha de resultarnos chocante, sabiendo cuales son por entonces sus ideas dominantes, con que facilidad admite Freud que Juanito, aún habiendo vivido en la habitación de sus padres hasta la edad de cuatro años, no ha visto jamas ninguna clase de escena capaz inquietarle en cuanto a la naturaleza fundamental del coito. El padre lo afirma en sus escritos y Freud no lo discute —tal vez debía tener alguna idea al respecto, si la madre fue paciente suya.

En un momento de esta escena fundamental, su diálogo con el padre, Juanito le dice de alguna manera —Has de eifern. La expresión es casi intraducible al francés, como advirtió el hijo de Fliess, que se fijó en esta escena, y si bien no sale del todo airoso, sus observaciones son muy pertinentes. Llega a apelar a las resonancias bíblicas del dios celoso, aquel dios idéntico a la figura del padre en la doctrina freudiana. Has de ser un padre, has de estar enfadado conmigo, todo esto tiene que ser verdad. Antes de que Juan llegue decir esto, habrá llovido mucho, necesitara algún tiempo para alcanzar este momento.

Por otra parte, preguntémonos a continuación si, durante la crisis, Juanito puede estar satisfecho en este punto. ¿Por qué iba a estarlo, si su padre se encuentra en esa posición critica que aparece en el trasfondo y debe concebirse como un elemento fundamental de la abertura de donde surgió el fantasma fóbico? No resulta de ningún modo concebible que este diálogo haya, por así decirlo, psicoanalizado, no a Juanito, sino a su padre, y que cuando se acaba esta historia, liquidada bastante felizmente en cuatro meses, el padre sea más viril que al comienzo. Dicho de otra manera, aunque Juanito lanza su llamada tan imperiosa a ese padre real, no hay ninguna razón para que lo haga surgir realmente.

Si Juanito llega a una solución feliz de la crisis en la que habla entrado, vale la pena preguntarnos si podemos considerar que al terminar la crisis nos encontramos al final de un complejo de Edipo completamente normal. La posición genital alcanzada por Juanito, ¿basta por sí sola para asegurar que su relación con la mujer será en el futuro todo lo que uno pueda imaginar como más deseable?

La cuestión queda abierta. Y no sólo queda abierta, sino que podemos hacer ya muchas observaciones al respecto. Si bien Juanito esta destinado a la heterosexualidad, ello no es tal vez garantía suficiente para pensar que así ya queda asegurada en su caso una plena consistencia del objeto femenino, por así decirlo.

Como ven, estamos obligados a proceder por pinceladas concéntricas. Hemos de tensar la tela, con el cuadro, entre los distintos polos a los que va clavada, para asegurar su fijación normal, formando así una pantalla que permita seguir este fenómeno particular, o sea 1 o que ocurre en el desarrollo de la fobia, que es correlativo del propio tratamiento.

Para ilustrar el lado poco animoso del padre en esta historia, se me ocurre un pequeño ejemplo muy simple que animara la investigación. Tras una larga explicación de Juanito a su padre sobre lo mucho que le quiere —se pasa así toda la mañana—, están desayunando juntos, el padre se levanta de la mesa y Juan le dice —Vatti, renn nicht davon!

La traducción, irresistiblemente marcada por no sé que estilo de cocinera, nos da esta frase, que con todo no es falsa —jPapá, quédate! No te vayas al galope. El padre destaca que la palabra renn le resulta chocante. Es más bien —No te fugues de esta manera. E incluso, porque el alemán lo permite —No te me fugues de esta manera. Elevamos la cuestión del análisis del significante al nivel del desciframiento jeroglífico de la función simbólica, pero aún así, estar atento al significante quiere decir en primer lugar saber leer. Esta es la condición previa para saber traducir correctamente. Aquí tenemos una carencia lamentable en cuanto a la resonancia justa que puede tener para los lectores franceses la obra de Freud.

Estamos pues con el padre. Ya casi hemos inscrito en este esquema el lugar que deberla ocupar, pues por medio de el, a través suyo, a través de la identificación con él, es como Juanito debería encontrar la vía normal de ese circuito más largo por el cual ya es hora de que pase. Tanto es así, que lo confirma lo que viene a redoblar la celebre consulta del 30 de Marzo.

Se trata de la consulta en caso de Freud, a donde Juanito ha ido acompañado por su padre. Para mi, es la ilustración de esa duplicación, incluso la triplicación de la función paterna en la que insisto como esencial para toda comprensión tanto del Edipo como propiamente de un tratamiento analítico, en la medida en que hace intervenir al nombre del padre. El padre conduce a Juan ante Freud, que representa al superpadre, al padre simbólico. Cuando Freud, no sin que el mismo lo indique con cierto humor, profetiza y aborda de entrada el esquema del Edipo, Juanito lo escucha con un interes divertido, del estilo —¿Cómo puede saber todo ese? Pero si el Profesor no es el confidente de Dios… Este intercambio verdaderamente humorístico que sostiene, a lo largo de toda la observación, la relación de Juanito con ese padre lejano que es Freud, es ejemplar y al mismo tiempo señala la necesidad de esta dimensión trascendente, y sería una equivocación encarnarla siempre con un estilo de terror y de respeto. No es menos fecunda en este otro registro, con su presencia que le permite a Juanito desplegar su problema.

Pero paralelamente, como les dije, ocurren otras cosas que tienen mucha más importancia para el progreso de Juanito. Lean la observación y verán que ese lunes 30 de Marzo, cuando le llevan a caso de Freud, el informe del padre señala dos cosas, sin minimizar su importancia, pero de tal forma que su función exacta queda algo desdibujada, porque las cuenta ambas en el preámbulo, aún siendo la segunda un comentario de Juanito posterior a la consulta.

Primera cosa. Les recuerdo que hoy es lunes, al día siguiente de aquel domingo, cuando se complicó la visita a caso de la abuela con un pequeño paseo a Schonbrunn. Juanito le cuenta a su padre un fantasma —comete con el una transgresión. No puede dársele otro nombre, es la misma imagen de la transgresión. Esta transgresión extrapura está designada con una cuerda que los dos atraviesan por debajo. Es la cuerda que le habla hecho preguntar a Juanito, en el jardín de Schonbrunn —¿Por qué está ahí esa cuerda? —Es para que no pisen el césped, dice el padre. – ¿Por qué no se puede pasar?—Lo niños educados, responde el padre, no pasan por debajo de las cuerdas, sobre todo si están para indicar que no se las debe atravesar. Juan responde con este fantasma—Entonces hagamos la transgresión juntos. Este juntos es lo importante. Y luego van a decirle al guarda —Mire que hemos hecho. Y  ¡hop! el guarda los trinca a los dos.

No cabe la menor duda sobre la importancia de este fantasma, considerada en su contexto. Se trata de introducirse en el ámbito del padre y hacer algo a consecuencia de lo cual los trincan a los dos, zusammengepackt. La cuestión del embarque falido puede quedar clara entonces, a condición de tomar el esquema al revés, porque corresponde a la propia naturaleza del significante presentar las cosas de forma estrictamente operatoria. Toda la cuestión se plantea en torno al embarque —se trata de saber si se embarcara con su padre. Pero ni hablar de embarcarse con su padre, porque el padre no puede valerse precisamente de esta función, al menos en el sentido corriente de la palabra embarcar. Todas las elaboraciones sucesivas de Juanito le sirven para aproximarse a ese objetivo, al mismo tiempo deseado e imposible. Resulta indicativo que esto se esboce ya en el primer fantasma que acabo de explicarles, situado justo antes de la consulta a Freud.

He aquí ahora el segundo fantasma, que esta ahí como para que no podamos ignorar la función recíproca de los dos circuitos, el pequeño, el circuito materno, y el grande, el circuito paterno. El fantasma se acerca todavía más al objetivo. Volviendo de caso de Freud, esa noche, Juanito se entrega nuevamente a una transgresión —reconoce haber pensado por la mañana que estaba con su padre en el tren y juntos rompían un cristal. Este es también el mejor significante que pueda haber como significante de una ruptura hacia el exterior. En este caso igualmente, el agente de policía se los lleva a los dos juntos, mitgenommen. Es de nuevo el punto más extremo, terminal, del fantasma.

El 2 de Abril, o sea tres días después de esta observación, primera mejoría, que sospechamos un poco amañada por el padre, puesto que el mismo se corrige dirigiéndose a Freud —Tal vez esta mejoría no haya sido tan marcada como le dije. De todos modos, hay una especie de despegue —ese día Juanito empieza declarando que puede dar unos pasos más frente a la puerta cochera. No olvidemos que esta puerta, en el contexto de la época representa en la familia el bienestar, lo que queda bien. Cuando han de cambiar de vivienda, la madre dice —Cambiar de piso no tiene importancia, pero la puerta cochera se la debes a tu hijo. La puerta cochera no es pues poca cosa en la topología de todo lo relaciónado con Juanito.

Como les dije la última vez, esta puerta cochera, la frontera que marca, se reproduce punto por punto en algo que suele verse menos, comparado con lo que les dije la última vez, pero esta a la vista, a saber, la fachada de la entrada de la estación de donde parte el ferrocarril de la ciudad, el que les lleva regularmente a casa de la abuela.

En efecto, la última vez, gracias a una información cuidadosamente recogida, les hice un pequeño esquema donde la caso de los padres de Juanito se encontraba situada en la calle de detrás de la Aduana, la Hintere Zolamtstrasse. No es del todo exacto. Me di cuenta gracias a algo que una vez más les revelara a ustedes nuestra ceguera para lo que tenemos delante de los ojos, lo que se llama el significante, la letra.

En el propio esquema que tenemos en la observación de Freud esta el nombre de la calle, es la Untere Viaductgasse.

Hay una calle escondida, lo cual permite suponer que hay, a un lado de la vía, un pequeño edificio. Esta indicado en los pianos de Viena y corresponde a lo que Freud llama Lagerhaus. Es un depósito especial consagrado a la concesión de los derechos de aduana para la entrada de comestibles en Viena. Esto explica todas las conexiones que hay—la vía de ferrocarril del Nordbahn, la vagoneta que juega cierto papel en el fantasma de Juan, el depósito al que se refiere Freud, justo enfrente de la caso —y al mismo tiempo, la caso, que se ve bien desde la entrada de la estación.

Ya tenemos pues el decorado. En esta escena se desarrolla el drama. El espíritu poético y, si ustedes quieren, trágico, de Juanito, nos permitirá seguir su construcción.

¿Cómo concebir que Juanito haya necesitado pasar a un círculo más vasto?

Ya se lo he dicho —todo se debe al obstáculo que surge en las relaciones de Juan con su madre. Lo encontramos indicado constantemente. Su inserción en el mundo, era su madre quien la había sostenido hasta entonces. La crisis que conocerá entonces el niño, podemos encontrar su traducción, al pie de la letra, en esa angustia que le impide a Juanito irse más allá de determinado círculo, a la vista de su caso.

Obsesionados como estamos por cierto número de significaciónes predominantes, a menudo nos ocurre que no vemos algo que sin embargo esta inscrito de la forma más evidente en el texto de un síntoma tan a flor de significante como es la fobia. En el momento de embarcarse, Juanito se vuelve ansioso hacia su caso. ¿Por qué empeñarse en no comprender que no tenemos más que traducir esto tal como Juan lo presenta? De lo que tiene miedo, no es simplemente de que falsa alguien cuando vuelva a caso, tanto más cuanto que el padre no se encuentra siempre en el interior del circuito y, edemas, parece que la madre pone bastante de su parte. En el momento en que se encuentra Juanito, la cuestión es, como lo expresa ese fantasma en el que el va montado en coche, que toda la caso se vaya, que toda la barraca se largue. Se trata esencialmente de la caso. La caso es lo que esta en juego en cuanto Juanito comprende que esa madre puede faltarle y el sigue siéndole totalmente solidario. Lo que teme, no es tanto que le separen de ella, sino que se lo lleven con ella Dios sabe dónde. Este elemento, lo vemos surgir a cada momento en la observación —en la medida en que es solidario de la madre, ya no sabe dónde está.

Sólo mencionaré un episodio. Se trata de esa segunda ocasión, el 5 de Abril, que he destacado hace un momento, donde Juan sitúa el surgimiento de la tontería, de forma tal vez algo arbitraria. Estaba con su madre, dice, y precisa que era justo después de la compra del chaleco. Entonces, vieron al caballo de un ómnibus que se cayó al suelo. Se trata de esos ómnibus desde el interior de los cuales Juanito veía a los caballos. Era un caballo con la grupa grande, de aquellos que yo todavía he conocido. Y cuando cae, algo le dice a Juan —Ahora siempre pasará lo misma Todos los caballos de ómnibus se caerán.

Para hacer revivir la flor japonesa en el agua de las observaciones, ¿por qué no preguntarnos, siguiendo simplemente la curiosidad del padre, que significa ese momento del día, cuando Juanito estaba con su madre? El propio padre le pregunta —¿Donde estuviste ese día con mamá? Vemos cómo se desarrolla el programa —estuvieron en el Skating Ring, luego en el Kaffeehaus, inmediatamente después vino la caída y, por fin, —episodio distinto de todo lo anterior—fueron a la pastelería. El hecho de haber ido beim Zuckerbaker mit der Mammi, a la pastelería con mamá, de haber estado juntos todo el día, parece indicar que hay, yo no diría un agujero o una censura por parte del niño, sino que ha ocurrido algo. Juan subraya claramente que estaba con mamá y con ninguna otra persona que hubiera podido haber por ahí. Este con Mamá, mit der Mammi, tiene en el discurso de Juanito el mismo valor, el mismo acento, el mismo papel que cuando subrayaba —Nicht mit der Mariedl, ganz allein mit der Mariedl.

Ese tono con el que el padre lleva el interrogatorio bastante lejos, tono que luego abandona rapidamente, nos deja percibir algo igualmente confirmado más arriba, cuando Juanito va a buscar a su padre a la cama y le indica que cuando esta ausente teme que no vuelva a caso. ¿AIguna vez te he amenazado con irme? pregunta el padre.—Nadie me ha dicho que vayas a irte, mamá me dijo un día que ella se iría. Y el padre, para calafatear el abismo, le dice —Te lo dijo porque te portabas mal.

En efecto, se ve lo que esta en juego en todo momento. Sin llevar más lejos una investigación de carácter policial, digamos que para Juanito se trata de lo que cuestiona la solidaridad de la pareja de sus padres, algo que encontramos perfectamente resuelto en la catamnesis de la observación. En eso reside la angustia de que se lo lleven a la barraca materna, bastante presente desde el primer fantasma.

Si el caballo tiene aquí la propiedad de representar la calda que amenaza a Juanito, por otra parte esta el peligro expresado mediante la mordedura del caballo.

Esta mordedura que empieza a temer en el momento en que se abre la crisis, al no poder ya, manifiestamente, satisfacer a su madre, ¿es eso una retorsión? Se puede querer encontrar ahí eso que se explota de forma confusa en la idea del retorno del impulso sádico, tan importante, como ustedes saben, entre los temas kleinianos. Pero no se trata tanto de esto como de lo otro que les indique, o sea aquello en lo que el niño aplasta su decepción de amor. A la inversa, si el decepciona, ¿cómo no va a ver que esta lo bastante cerca como para ser engullido? La madre, insatisfecha e insoportablemente privada, puede morderlo igualmente. El peligro se ha hecho cada vez más amenazador por su propia privación, y no hay ya por donde cogerlo, puesto que el no puede morder de la misma forma. Lo cierto es que el caballo representa a la vez caer y morder, estas son sus dos propiedades. Se lo indico porque en el primer circuito el elemento de la mordedura lo vemos tan solo, de alguna manera, eludido.

Prosigamos y puntuemos lo que vendrá después de un momento preciso que era necesario explicar, poniendo de relieve cómo se ha producido, aún a costa de revisar uno a uno los sucesivos fantasmas de Juanito. Desde este momento, se producen cierto número de otros fantasmas que puntúan lo que llamé la sucesión de las permutaciones míticas.

El mito a nivel individual se distingue por toda clase de carácterísticas de la mitología desarrollada. Esta se encuentra en la basa de todo equilibrio social en el mundo, como es patente allí donde los mitos están presentes con su función. Pero incluso cuando están aparentemente ausentes, como sucede en nuestra civilización científica, no crean ustedes que no están en alguna parte. Aunque de ninguna manera se puede devolver el mito individual a una identidad con la mitología, sin embargo tienen una carácterística común —la función de solución en una situación de callejón sin salida, como la de Juanito entre su padre y su madre. El mito individual reproduce a pequeña escala este carácter profundo del desarrollo mítico, siempre que podemos comprenderlo lo suficiente. En suma, consiste en enfrentarse con una situación imposible mediante la articulación sucesiva de todas las formas de imposibilidad de la solución.

En este sentido la creación mítica responde a una pregunta. Recorre el círculo completo de lo que se presenta al mismo tiempo como una posible apertura y como una abertura imposible, impracticable. Al terminar el circuito, se ha realizado algo que significa que el sujeto se ha situado al nivel de la pregunta. En esto Juan es un neurótico y no un perverso.

No es artificial distinguir la dirección de su evolución de otra dirección posible. Este sentido esta indicado en la propia observación, se lo mostrare la próxima vez. Pero puedo decirles ya que todo lo que se produce alrededor de las bragas maternas indica en negativo la vía que Juan hubiera podido tomar, del lado de lo que desemboca en el fetichlsmo.

Las braguitas están ahí, nada más y nada menos, para presentarnos una solución que hubiera podido consistir en que Juan se aferrara a esas braguitas detrás de las cuales no hay nada, pero en ellas hubiera podido pintar lo que se le antojara. Pero, precisamente porque Juanito no es un simple amante de la naturaleza, es un metafísico. Sitúa la pregunta precisamente donde esta, es decir, donde algo falta. Y entonces pregunta dónde esta la razón, en el sentido en que se dice razón matemática, de esta falta de ser. Y como cualquier espíritu colectivo de la tribu primitiva, se comportara con el rigor que ya sabemos y recorrerá el ciclo de todas las soluciones posibles, con una batería de significantes escogidos. No lo olviden, el significante no esta ahí para representar la significación sino más bien para completar las hiancias de una significación que no significa nada. Porque la significación esta literalmente perdida, porque el hilo se ha perdido, como en el cuento de Pulgarcito, los guijarros del significante surgen para colmar ese agujero y ese vacío.

De estos fantasmas, les di la última vez tres ejemplos —el fantasma del coche frente al muelle de carga, el del descenso falido del tren en Gmunden, finalmente el de la partida con la abuela y el retorno hacia el padre, a pesar de su evidente imposibilidad.

Ahora pondremos en serie una secuencia de otros fantasmas que ilustran lo que les estoy diciendo, porque si sabemos leerlos, cubren y modifican la permutación de los elementos.

3)
El primer fantasma de la serie les mostrara enseguida dónde se da el paso. Se sitúa en un momento bastante tardío del progreso del diálogo entre el padre y Juanito, el 11 de Abril. Se trata del fantasma de la bañera, en el que todo el mundo se fija con una especie de confusa ternura, como si encontraran ahí no se que cara conocida, aunque son incapaces de decir cual.

Este fantasma es el siguiente. Juan está en la bañera. Les he dicho de el ya lo suficiente como para que adviertan que este en la bañera esta lo más cerca posible de en el coche, dicho de otra manera, lo más cerca del fundamental en la barraca —se trata de la conexión con ese chisme siempre dispuesto a escabullirse que es la plataforma del soporte materno. Entonces entra alguien que de alguna forma es el tercero esperado, el Schlosser, el cerrajero, que desatornilla la bañera y luego, con su berbiquí, Bohrer —Freud introduce en una note la posibilidad de un equívoco con haber nacido, geboren, sin resolverlo—, perfora el vientre de Juanito.

Con los métodos habituales de interpretación que empleamos, enseguida tratan de forzar las cosas, y Dios sabe todo lo que se puede llegar a decir de este fantasma. Por su parte, el padre no deja de ponerlo en relación con la escena que se produce habitualmente en la cama de la madre, a saber, que Juanito expulsa al padre y, de alguna forma, lo reemplaza, y luego es objeto de alguna agresión por parte del padre, salvo cuando lo es por parte de la madre. No es que esto sea un error absoluto, pero para permanecer estrictamente en el plano donde se sitúan las cosas, digamos que si la bañera responde a Wagen —eso con lo que Juanito mantiene una relación de solidaridad, que trata de superar—, sin lugar a dudas, el hecho de que se la carguen es algo que de todas formas se debe tener en cuenta.

Igualmente debemos tener en cuenta que por otra parte, en su fantasma, perforan a Juanito a la altura del vientre. En efecto, podemos concebir que en el sistema de las permutaciones es el quien acaba asumiendo personalmente el agujero de la madre, o sea el abismo, el punto crucial, el punto último en cuestión, la cosa que no se puede mirar, que flota en forma de una negrura siempre inaprehansible delante de la figura del caballo, precisamente donde muerde, la cosa dentro de la cual no se debía mirar. Ya verán como es igualmente Juanito quien lo dice, si se remiten al pasaje donde se refiere a las bragas de la madre.

Juanito, preguntado por su padre más allá de lo razonable, aporta, oponíendose a todas sus sugestiones, dos elementos y sólo dos. El segundo, se lo diré la próxima vez cuando volvamos a analizar este momento, pero el primero es este —Le escribirás al Profesor y le dirás que he visto las bragas, que he escupido, que he caído por el suelo y que he cerrado los ojos para no mirar. Pues bien, en el fantasma de la bañera, Juanito tampoco mira, pero asume el agujero, es decir, la posición materna. Tenemos aquí el complejo de Edipo invertido, el cual, como nos muestra la perspectiva del significante, es necesario porque no es más que una fase del complejo de Edipo positivo.

¿Qué ocurre luego? Con uno de los fantasmas posteriores al 22 de Abril, volvemos a otra posición, que es la de la vagoneta. Juanito, perfectamente reconocible bajo la forma de un pilluelo, va montado en la vagoneta donde le han dejado desnudo toda una noche, y es algo muy ambigüo, a la vez un deseo y un temor. Esto esta estrictamente vinculado con el momento inmediatamente anterior, cuando le dice a su padre, en ese diálogo que como les he indicado es capital —Estabas ahí como un todo desnudo, als Nackter.

En el artículo que les mencione, Robert Fliess subraya en este sentido el carácter tajante del vocabulario del niño, como si de golpe el espíritu bíblico lo poseyera, y eso desconcierta a todo el mundo, tanto, que se precipitan a colmar el agujero poniendo entre paréntesis —Quiere decir: descalzo. Fliess observa con gran pertinencia que el estilo del termino es destacable y que esto se inscribe claramente como una continuación de aquel momento en que, una vez mas, habla invocado a su padre —Haz tu trabajo. Al fin y al cabo, si no hay forma de ver cómo se satisface la madre, al menos que este satisfecha, tienes que hacerlo, ha de ser verdad. Das muss wahr sein quiere decir Sé un verdadero padre.

Precisamente después de dar a luz esta fórmula, que nos muestra claramente que es convocado en la realidad, Juanito fomenta en su fantasma que pasa toda una noche en el coche, en el circuito más amplio del ferrocarril. Pasa ahí toda una noche, cuando hasta ese momento las relaciones con la madre se basaban esencialmente en intercambios hechos geschwind, a toda velocidad. Y hasta ese momento el lo ha querido así. Por otra parte, se lo explica a su padre, también en ese diálogo del que estamos hablando, el 21 de Abril. En efecto, cuenta, desarrollando su fantasma —Tendrás que dar un patada a una piedra, hacerte daño, hacerte sangre y desaparecer. Así tendría tiempo de estar en tu sitio un rato, pero tu volverías. Tenemos aquí de nuevo el ritmo de lo que podemos llamar el juego primitivo de la transgresión con la madre, que sólo se sostiene precisamente en esta clandestinidad.

Otro fantasma, el 22 de Abril. Juanito pasa toda la noche en la vagoneta y, a la mañana siguiente, le den cincuentamil Gulden —en la epoca de la observación tiene toda su importancia— al conductor, para que le permita al niño continuar su viaje en el mismo tren.

Otro fantasma, el 2 de Mayo, que parece ser el último de la historia, la cima, el final de línea, con el que Juanito termina. Esta vez se trata, no ya del cerrajero, sino del fontanero, el instalador, der Installateur, que viene con sus tenazas, acentuando así el carácter de desatornillamiento. Es inexacto traducir Zanóe por destornillador, Schraubenzeicher, con la excusa de que antes había aparecido un instrumento puntiagudo, el berbiquí, Bohrer. Zange es una tenaza para arrancar el tornillo. Y lo que se desatornilla, es el trasero de Juanito, para ponerle otro.

He aquí pues que se ha dado un paso mas. La superposición de este fantasma con el anterior de la bañera queda suficientemente evidenciada por las relaciones de tamaño entre el trasero y la bañera, articuladas de la forma más precisa por el propio Juanito. Sólo se siente a gusto en la bañera que tienen en caso, en Viena, porque se adapta a su pequeño trasero, que así da la talla. Esta es la cuestión —¿da la talla, o no la da? En este caso, sl, encaja, incluso se ve obligado a quedarse ahí sentado. Pero siempre que la bañera esta lejos de ofrecer las mismas garantías, se reanudan los fantasmas de engullimiento y la angustia, de forma que se niega a bañarse en ninguna otra parte, como en Gmunden o en cualquier otra bañera mayor.

Sin que haya, por supuesto, equivalencia de significación, hay superposición, en el esquema, del trasero desatornillado con la bañera anteriormente desatornillada. También hay correspondencia —y al mismo tiempo algo cambia— con el hecho de que el coche arranca o no arranca, arranca más o menos deprisa, de la rampa a la que momentáneamente esta adosado.

Completo el último fantasma. El instalador le dice luego a Juanito —Date la vuelta y enséname tu Wiwi, realidad insuficiente que no consiguió seducir a la madre. Aquí todo el mundo completa la interpretación diciendo que el instalador se lo ha desatornillado para darle uno mejor. Por desgracia, eso no esta en el texto. Nada indica que al final Juanito haya cumplido completamente el recorrido significante del complejo de castración.

Si el complejo de castración es algo, es esto —en alguna parte no hay pene, pero el padre es capaz de dar otro. aún diremos mas— en la medida en que el paso al orden simbólico es necesario, hasta cierto punto siempre es necesario que el pene haya sido retirado y luego devuelto. Naturalmente, nunca puede ser devuelto, porque todo lo que es simbólico es, por definición, perfectamente incapaz de devolverlo. Ahí reside el drama del complejo de castración —el pene es retirado y devuelto sólo simbólicamente.

Pero en un caso como este, vemos que el pene es retirado simbólicamente y no es devuelto. Por lo tanto, se trata de saber en que medida le puede bastar a Juanito con el recorrido que ha hecho.

Puede decirse que es equivalente desde el punto de vista del examen, que Juan ha recorrido un circuito suplementario y que el sólo hecho de que sea un ciclo o un circuito, basta para cumplir el rito de pasaje y para darle un valor igual que si se hubiera terminado por completo. Al menos la pregunta se plantea.

De todos modos, como podemos hacer progresar nuestra comprensión de las formaciones sintomáticas no es fuera del terreno estricto del análisis del significante. Antes de dejarles, como siempre procuro acabar con algo que les divierta, trataré de mostrárselos con una última observación.

¿Qué son estas tenazas? ¿De dónde vienen? En ningún momento se había hablado de ellas. La madre ha podido decir —Te la cortarán. El padre nunca ha dicho —Volverán a atornillártela. Sin embargo, quedándonos en el piano del significante, con lo que el instalador interviene cuando se trata de desatornillar el trasero, no hay ninguna duda — se trata de unas tenazas o unos alicates.

Resulta que he visto que antiguamente esos dientes enormes con los que un caballo puede morderle un dedo a Juanito, se llamaban en todas las lenguas pinzas. Y además, la parte delantera de la pezuña con la que el caballo hace su pequeño Krawall, se llamaba también una pinza, en alemán Zanóe. Esta palabra tiene los mismos dos sentidos que la palabra pince en francés.

Les diré más —en griego, (escritura en griego) tiene exactamente el mismo sentido. Esto no lo he encontrado hojeando en griego el manual del cerrajero, que no existe, sino por casualidad, en el prólogo de la obra Las Fenicias, de Eurípides.

Yocasta, antes de contar la historia de Antígona, da un detalle muy curioso sobre lo que sucede en el momento de la muerte de Layo. Con tanto cuidado como el que yo he puesto al construir esas pequeñas redes de los ferrocarriles y de las avenidas vienesas, explica por dónde han venido cada uno de ellos. Los dos iban a Delfos, se encontraron en la encrucijada, entonces se desencadena la dispute por la prioridad entre uno, que va en carro, y el otro, que va a pie. Se las tienen, llegan a las manos, y el más fuerte, Edipo, pasa delante. Entonces, Yocasta tiene cuidado de advertir —detalle que no he encontrado en ninguna otra parte— que si la dispute se reanudó es porque uno de los corceles habla golpeado con su pezuña, (escritura en griego), el talon de Edipo.

Así, para que Edipo cumpliera su destino, no bastaba con que tuviera el pie hinchado por el hierrecito que le habían pasado por los tobillos, sino que como el padre de Juanito, ha de tener en el pie esa herida hecha precisamente por la pezuña de un caballo —pezuña que se llama en griego, como en alemán, como en francés, pinza, porque (escritura en griego) designa tanto una pinza como las tenazas.

Esta observación esta destinada a mostrarles que no exagero cuando les digo que, en la sucesión de las construcciónes fantasmáticas de Juanito, siempre da vueltas el mismo material.