Seminario 4: Clase 21, Las bragas de la madre y la carencia del padre, 5 de Junio de 1957

El  Lumpf y el vestido. El desatornillado de la bañera. Fóllatela un poco más. La suplencia del padre. Infecunda castración materna. La Idea de Ana.

Retomemos hoy nuestra charla sobre Juanito, que desde hace algún tiempo es objeto de nuestra atención.

Recuerden con que propósito se desarrolla este comentario. En suma, ¿Qué es Juanito? La palabrería de un niño de 5 años entre el 1 de Enero y el 2 de Mayo de 1908. Esto es Juanito para un rector que no este al corriente. Y si lo esta y no tiene inconveniente en estarlo, sabe que esta palabrería tiene su interés.

¿Por qué lo tiene? Lo tiene porque se plantea, al menos en principio, una relación entre esta palabrería y algo bien consistente, a saber, una fobia, con todas las molestias que supone en la vida del joven sujeto, todas las inquietudes que suscita en su entorno, todo el interés que despierta en el profesor Freud.

Las relaciones entre esta palabrería y esa fobia, considero de suma importancia elucidarlas. No ha lugar tratar de hacerlo en un más allá de la palabrería, que de ninguna manera se nos expone en la observación. Esta idea sólo se nos ocurre a posteriori, con todo el carácter imperioso de un prejuicio. Como ejemplo, ahí tienen el comentario que hice la última vez, sobre la historia de la muñeca que Juanito atraviesa con una navajita.

Hoy he recompuesto una cronología. Creo que todos, con el tiempo, no sólo han leído, sino releído la observación de Juanito, y estas indicaciones tienen ya vida propia.

1)
Me entretuve la última vez en las reacciónes de Juanito con respecto a las dos bragas de su madre, con todo lo que el diálogo con el padre tiene en ese momento de problemático, lleno de interrogaciones, de un profundo malentendido.

Con Freud, puse el acento en lo que en su opinión era el residuo esencial de este diálogo, o sea la afirmación, de ninguna manera inducida ni sugerida por el interrogatorio, de que las dos bragas no tienen en absoluto el mismo sentido si están ahí sueltas —en este caso Juanito escupe, se revuelca por el suelo, monta todo un número, manifiesta un asco cuya clave no nos entrega, pero manifiesta igualmente el deseo de que se lo comuniquen al Profesor— o si las lleva la madre, y en tal caso tienen para él un sentido muy distinto.

Luego ha llegado a mis oídos no se que sorpresa por parte de algunos por el hecho de que yo habría eludido en este sentido la conexión de las Hosen en cuestión, las bragas de la madre, con el Lumpf.

En el vocabulario de Juanito, el Lumpfson los excrementos. Los nombra de esta forma atípica, como ocurre en los niños, en quienes con excesiva frecuencia esta función recibe un nombre fortuito, cuando no desafortunado, a partir de una primera denominación vinculada con determinada conexión de su ejercicio. Veremos de que se trata.

En suma me imputan elidir, por no sé que espíritu de sistema, ese estadio anal que surge al punto en nuestra mente, exactamente como cuando pulsando un botón se provoca alguna reacción condicionada del perro de Pavlov. En cuanto oyen ustedes hablar de excrementos —¡Estadio anal! ¡Estadio anal! ¡Estadio anal! Pues bien, hablemos de estadio anal, porque todo tiene que desarrollarse con normalidad.

Quisiera que consideraran esta observación con alguna perspectiva y advirtieran que en todo caso hay algo que de ninguna forma esta indicado en el proceso de esta cura rápida. ¿Es una cura? Ciertamente, no he dicho que fuese una cura, he dicho que era un texto con una función especial en nuestra experiencia de análisis, como cada una de las grandes observaciones de Freud. En ninguno de estos casos se encuentra nada que pueda inscribirse en el registro frustración-regresión-agresión.

A lo largo de toda esa cura, Juanito no sólo no se ve sometido a ninguna frustración, sino que lo colman. ¿Regresión, agresión? Agresión, sin duda, pero desde luego no vinculada con ninguna frustración, ni con ningún momento de regresión. Si hay regresión, no es en el sentido instintual, ni en el sentido de resurgimiento de algo anterior.

Si en efecto hay un fenómeno de regresión, es de un registro como aquel que les he indicado como posible en diversas ocasiones. Es lo que ocurre cuando, por la necesidad de elucidar su problema, el sujeto persigue la reducción de determinado elemento de su ser en el mundo, de sus relaciones, por ejemplo, la reducción de lo simbólico a lo imaginario, incluso alguna vez, como es manifiesto en est a observación , de lo real a lo imaginario. Se trata, en otras palabras, del cambio del abordaje significativo de los términos presentes. Esto es lo que se ve producirse a lo largo de esta observación, cuando Juanito prosigue su elaboración con esa especie de rigor, de esa manera imperiosa, carácterística del proceso significante tal como Freud lo definió, como inconsciente. Aunque el sujeto no puede darse cuenta, aunque no sabe literalmente nada de lo que esta haciendo, con sólo incitarle a desarrollar la incidencia significante que el mismo ha producido como necesaria para su sustentación psicológica, ya es suficiente para que al desarrollarla obtenga cierta solución, no forzosamente una solución normativa, ni la mejor solución, pero sí una solución que, en el caso de Juanito, tiene como efecto, a todas luces, la resolución del síntoma.

Volvamos al Lumpf.

Con respecto a los signos de asco manifestados ante las bragas de la madre, Freud habla de una relación con el Lumpf Lumpf Zusammenhang. EL padre plantea preguntas en esta dirección, seguramente porque Juanito había dado muestras de que la cuestión de los excrementos no carecía para él ni de significación ni de interés Pero esta relación con el Lumpf se invierte —podemos decir a la inversa que el Lumpf es traído a colación a propósito de las bragas.

¿Qué queremos decir con esto? No es solamente que Juanito se vea llevado a hablar de las funciones excremenciales a propósito de la reacción de asco que manifiesta ante las bragas de la madre. ¿Cómo intervienen los excrementos y lo anal en la observación? Sin duda Juanito se tome un interés por el Lumpf que tal vez no carece de conexión con su propia función excremencial. Pero en este momento se trata de la participación de Juan en las funciones excremenciales de la madre, plenamente aceptada por parte de ella.

Cada vez que se pone o se quite las bragas, tiene ahí pegado a Juanito, dando la lata, y la madre se disculpa ante el padre, quien por otra parte esta bastante al corriente, pero entonces pone al día su pequeña investigación —No puedo evitar llevarlo conmigo al lavabo, dice ella. Entre Juanito y su madre hay este juego de ver y no ver, pero también de ver lo que no puede ser visto porque no existe, y Juanito lo sabe muy bien. Para ver lo que no puede ser visto, es preciso verlo detrás de un velo, es decir, que se ha de poner un velo delante de la inexistencia de lo que se trata de ver. Detrás del tema del velo, de las bragas, del vestido, se disimula el fantasma esencial de las relaciones entre la madre y el niño — el fantasma de la madre fálica. Alrededor de este tema es como se introduce el Lumpf.

En consecuencia, si dejo el Lumpf en el plano que le corresponde, es decir, en este segundo plano, no es por espíritu sistemático, sino porque en la observación aparece únicamente en esta conexión. En un análisis no basta con percibir un aire familiar para quedarse encantado, como quien esta entre amigos, y contentarse entonces con un estribillo, es decir, en este caso, el complejo anal. Se trata de saber en determinado momento del análisis cual es la función precisa de este tema. Si este tema es siempre importante para nosotros, no es simplemente por esa significación puramente implícita, en sí misma vaga y vinculada únicamente con ideas de genetismo que pueden ser cuestionadas en cada caso concreto y en cada momento de una observación. Es por su conexión con el sistema completo del significante en su evolución, tanto mientras hay síntoma, como en el curso de la enfermedad y en el proceso de la cura. Si aquí el Lumpftiene un sentido suplementario en el interior del sistema, es por su estricta homología respecto de la función de las bragas, es decir, la función de velo. El Lumpf, como las bragas, es algo que puede caer. El velo cae, y en la medida en que el velo ha caído, Juanito tiene un problema. Este velo, por así decirlo, el lo levanta, le levanta los faldones, porque el fantasma de la bañera, o sea la introducción de un elemento estrechamente relaciónado con la caída, lo veremos aparecer inmediatamente en función de la experiencia del 9 de Abril, la larga explicación sobre las bragas. La combinación de esto que cae más el otro término presente en la fobia con el que Juan se enfrenta, o sea el mordisco, da en efecto el tema de la amovibilidad, del desatornillamiento, un elemento esencial de reducción de la situación en la sucesión de los fantasmas.

La sucesión de los fantasmas de Juanito debe concebirse sin ninguna duda como un mito en desarrollo, un discurso. En la observación no se trata sino de una serie de reinvenciones de este mito con la ayuda de elementos imaginarios. Se trata de comprender la función de este progreso que va rotando, de esas sucesivas transformaciones del mito, y lo que a un nivel profundo, representa para Juan la solución del problema, el de su posición en la existencia, en la medida en que ha de situarse en relación con determinada verdad, determinado número de referencias de verdad con respecto a las cuales el debe ocupar un lugar.

Si hiciera falta alguna prueba suplementaria de esto que les digo — insisto, porque se me ha hecho esta objeción y, ya que he tropezado con ella, quiero seguirla hasta el final—, añadiría que Juanito, de vuelta de caso de la abuela el domingo 12 de Abril por la noche, en el vagón de tren, da muestras de que los cojines negros del compartimento le den asco, porque es Lumpf. ¿Qué es lo que se compare con la negrura del Lumpf en la explicación posterior con el padre? Una blusa negra y unas medias negras. La estrecha relación del tema del Lumpf con los vestidos de la madre, es decir, con el tema del velo, la revela el propio Juanito, eso SÍ, interrogado por su padre.

Por otra parte, ¿Qué es este Lumpf, y de donde sale? ¿Por qué Juanito llama Lumpf a los excrementos? En la propia observación nos dicen igualmente que es por comparación con las medias negras.

En resumen, en el segmento de observación que todavía estamos examinando, el Lumpf, es decir, el excremento, interviene siempre en determinada función de la articulación significante, relaciónada con el tema del vestido, del velo, tras el cual se esconde la ausencia negada del pene de la madre. Esta es su significación esencial.

En consecuencia, no estamos modificando para nada la dirección de la observación con espíritu partidario de ninguna clase, cuando tomamos este eje para comprender el progreso de las transformaciones míticas a través de las que se efectúa en el análisis la reducción de la fobia.

2)
Habíamos llegado al 11 de Abril y al fantasma de la bañera.

Como les dije, con la bañera empieza a movilizarse la situación, o en otros términos, la realidad asfixiante y única de la madre, a la que por x razones Juan se siente vinculado, con máxima producción de angustia. Desde el momento en que se siente a la vez librado a la madre, amenazado y anulado por ella, la madre representa la situación de peligro, peligro por otra parte innombrable en sí mismo, angustia propiamente dicha. Se trata de ver como sale el niño de esta situación.

Les recuerdo el esquema fundamental de la situación del niño respecto de la madre, en el trance de perder su amor.

La madre es la madre simbólica, primer elemento de la realidad simbolizado por el niño, en la medida en que puede estar ausente o presente. Cuando ella rehusa el amor, la compensación se encuentra en el pecho real, por aplastamiento bajo la satisfacción real, lo que no impide que entonces se produzca una inversión. En efecto, en la misma medida en que el pecho se convierte en una compensación, se convierte al mismo tiempo en el don simbólico, mientras que la madre se convierte en un elemento real, es decir, omnipotente, que rehusa su amor.

El progreso de la situación con la madre consiste en esto, en que el niño ha de descubrir, más allá de la madre, lo que ella ama. El elemento imaginario no es el niño, sino el i, es decir, el deseo del falo de la madre. A fin de cuentas, lo que el niño ha de hacer —no quiere decir que lo haga—, es llegar a formular esto — i S (i). Eso es lo que nos muestra el Juego de ocultación del niño todavía infans, con su comportamiento de alternancia acompañado de una contrapartida simbólica, una oposición vocalizada.

Para Juanito, este esquema se ha complicado con la introducción de dos elementos reales. Por una parte, Ana, es decir, un niño real, complica la situación, las relaciones con el más allá de la madre. Y además, hay algo que sin duda le pertenece, pero no sabe que hacer con ello, un pene real que empieza a menearse y en su momento tropezó con una mala acogida por parte de la persona que lo ponía en funcionamiento. Juanito le había dicho a su madre —Es bonito, ¿no? Su tía se lo había dicho a el un día —No hay ninguno más bonito. Por el contrario, su iniciativa fue muy mal recibida por parte de su madre, y entonces el asunto se complica mucho.

Para apreciar esta complicación, no tienen más que tomar los dos polos de la fobia, o sea los dos elementos que hacen temible al caballo —el caballo muerde y el caballo cae.

El caballo muerde, es decir —Como ya no puedo seguir satisfaciendo a mi madre, ella va a satisfacerse tal como yo lo hago cuando ella no me satisface, o sea que va a morderme como yo la muerdo, mi último recurso cuando no estoy seguro de su amor.

El caballo cae —Cae exactamente como a mí me dejaron caer desde que sólo están por Ana.

Por otra parte, está claro que, en cierto modo, es preciso que Juanito sea comido y mordido. Lo es porque eso corresponde a una revalorización de ese pene que le ha despreciado, que le ha rechazado su madre, y si ha de llegar a ser algo —a eso aspira Juanito— ha de ser mordido. El mordisco, que la madre lo tome, es algo tan deseado como temido.

Lo mismo ocurre con lo de caer. La caída del caballo, Juanito no sólo la teme, también puede desearla. Juanito desea ver caer más de un elemento de la situación. En cuanto introducimos en la observación la categoría de lo caído, el primer elemento que se presenta es la pequeña Ana. Desea que caiga, si puede ser, a través de los barrotes excesivamente separados del balcón estilo secesión —porque es una casa de gente vanguardista—, al cual por otra parte fue necesario añadirle una reja inmunda, no fuera que Juanito se diese demasiada prisa por lanzar a la pequeña Ana al espacio.

La función del mordisco, como la de la caída, se den en las estructuras más aparentes de la fobia. Son elementos esenciales. Como yen, se trata de elementos significantes de dos caras. Este es el verdadero sentido del término ambivalencia. La caída, como el mordisco, Juanito no sólo los teme. Estos elementos pueden intervenir igualmente en sentido opuesto. El mordisco, en cierto modo, es deseado, porque desempeñara un papel esencial en la solución de la situación. La caída es igualmente un elemento deseado, y si bien la niña no caerá, la madre sí describirá una trayectoria de caída tras la aparición de la curiosa función instrumental del desatornillado, surgido por primera vez de forma enigmática en el fantasma de la bañera.

Como les dije la otra vez, de lo que se trata es de una angustia referida no tan sólo a la madre, sino a todo el conjunto, a todo el medio, a todo lo que hasta entonces había constituido la realidad de Juanito, los puntos de referencia fijos de su realidad, lo que llamé la última vez la barraca. Con el primer fantasma en el que aparece aquel Schlosser que desatornilla la bañera, empiezan a desmontársela pedazo a pedazo.

Esto no es de ninguna manera una conexión abstracta que haga yo, es algo perfectamente contenido en la experiencia. La observación nos revela que ya han desatornillado alguna que otra bañera delante de Juanito, porque cuando iban a Gmunden de vacaciones se llevaban una bañera dentro de una caja. Por otra parte, sabemos de más de una mudanza anterior, en fechas que, lamentablemente, no conocemos con precisión, pero deben situarse en la época cubierta por la anamnesis de la observación, es decir, dos años antes de la enfermedad, de los que tenemos algunas notas parentales.

Las mudanzas, así como el transporte de la bañera a Gmunden, han proporcionado ya a Juanito material significante sobre lo que significa eso de desmontar la barraca. Ya sabe que eso puede ocurrir, es una experiencia más o menos  integrada en su manipulación propiamente significante. El fantasma de la bañera desatornillada es como un primer paso en la percepción del fenómeno de la fobia, que primero se presenta con un carácter opaco, con señales de inhibición, de detención, de frontera que no se puede traspasar. Todo esto, sólo puede movilizarlo la misma fobia, con sus elementos que se pueden combinar de distinta forma.

La última vez les expliqué la significación plural de la piece, que tanto en la lengua alemana como en la lengua francesa y en algunas otras, especialmente en la lengua griega, designa el aparato mordedor del caballo, sus dientes delanteros, así como algo que significa pinza o tenazas.

Aquí es donde aparece por primera vez el personaje que interviene con pinzas y tenazas, introduciendo un elemento de evolución, insisto, puramente significante. No vayan a decirme que en el niño ya hay huellas instintivas capaces de explicar que le desatornillen el trasero. En el significante, y en ninguna otra parte, es decir, en el mundo humano del símbolo que comprende igualmente el útil o el instrumento, se desarrollará la evolución mítica en la que se empeña Juanito, con la colaboración oscura y dubitativa establecida entre el y esos dos personajes volcados en su caso para psicoanalizarlo.

Me detendré un momento en lo siguiente, en que no sólo esta la bañera y el desatornillado, también esta el Bohrer, el berbiquL Como siempre, los testigos del período exploratorio del análisis tienen una percepción muy viva, vinculada con la frescura del descubrimiento, y no les cabe la menor duda sobre lo que es este berbiquí —Es el pene paterno, dicen. También aquí aparece cierta ambigüedad en el texto —este pene, ¿apunta a Juanito o apunta a la madre? Esta ambigüedad es completamente válida, tanto más a medida que vamos comprendiendo mejor de que se trata.

Vean en ello una prueba de lo que les digo, que no basta con tener en la cabeza el fichero más o menos completo de las situaciones clásicas del análisis, o sea, que hay un complejo de Edipo invertido, y que en una percepción del coito de los padres un niño puede identificarse con la parte femenina. Es verdad que podemos encontrar ahí una identificación, ¿Por qué no? —pero con una sola condición, que comprendamos en que sentido es verdad, porque conformarse con decirlo, no sólo no tiene ningún interés, además no pega de ninguna manera con ninguno de los pormenores de lo que aparece en el fantasma —el niño imaginándose y articulando que algo le ha hecho un gran agujero en la barriga. Esto sólo puede tener su sentido en el contexto, en la evolución significante en cuestión.

Digamos que en este momento, Juanito le explica a su padre —Méteselo de una vez por todas donde hace falta. De eso se trata, sin duda, en la relación de Juanito con su padre. En todo momento tenemos presente esta carencia y el esfuerzo que hace Juanito para restituir, no diré una situación normal —no es así , porque el padre está desempeñando el papel que desempeña con Juan, es decir, el de suplicarle que crea que el, papa, no es malo —sino una situación estructurada. Y en esta situación estructurada, hay importantes razones para que mientras Juanito acomete el desatornillado de la madre, provoque correlativamente y de forma imperiosa la entrada en funciones de este padre con respecto a la madre. Lo repito —en el curso de un análisis, los fantasmas de pasividad del niño, sus identificaciones con la madre en una relación fantasmática con el padre, pueden intervenir de mil formas, en mil perspectivas.

Sin ir más allá de mi propia experiencia analítica, no hace mucho escuche a un hombre, no más homosexual en mi opinión que lo que Juanito haya podido llegar a ser. articular que en un momento dado de su infancia se había fantaseado sin duda alguna en la posición materna. En este caso, se trataba precisamente de ofrecerse como víctima en su lugar. Toda su situación infantil, en efecto, la había vivido a partir de la importunidad de la insistencia sexual del padre, personaje muy exuberante, incluso exigente en sus necesidades frente a una madre que las rechazaba con todas sus fuerzas, y justificadamente o no, el niño percibía que ella vivía la situación como una víctima.

Esta identificación estaba integrada en el desarrollo de la síntomatología de este sujeto —sujeto neurótico, de forma que no podemos detenernos en la posición simplemente feminizada, hasta homosexual, que representa funcionalmente, en un momento dado del análisis, el surgimiento de este fantasma, cuyo contexto le da en este caso un sentido completamente distinto, incluso opuesto a lo que ocurre en la observación de Juanito.

Juanito le dice a su padre —Fóllatela un poco más, mientras que mi paciente le dice —Fóllatela un poco menos. No es lo mismo, aunque en los dos casos tengan que emplear el término Fóllatela, incluso Fóllame a mi en su lugar si hace falta. Así, es la conexión significante del término lo que permite apreciar de que se trata.

Tal como se la acabo de presentar a ustedes, aparentemente la situación así creada no tiene salida, porque el padre tampoco interviene. Me dirán —Pero el padre existe, el padre está ahí. ¿Cuál es la función del padre en el complejo de Edipo? Evidentemente, sea cual sea la forma en que se presenta el callejón sin salida en la situación del niño con la madre, debe introducirse otro elemento.

Hay que repetir las cosas. Si no se repiten, se pierden. Por eso vamos a rearticular el complejo de Edipo una vez más.

3)
Por supuesto, no voy a hacerles una rearticulación del complejo de Edipo. Como se trata de un esquema fundamental, por definición hay que explicarlo de mil formas distintas. Sin embargo, hay elementos estructurales que son los mismos y que siempre podemos encontrar, al menos en cuanto a su disposición y su número.

En un plano determinado, el padre se introduce como tercero en la situación entre el niño y la madre. Considerado en otro plano, se introduce como cuarto, porque ya hay tres elementos, debido a ese falo inexistente. He aquí el en sí de la situación, si me perdonan ustedes está expresión que no me gusta mucho, pero me veo obligado a emplearla para ir deprisa. Quiero decir que considero de momento al padre en la medida en que debe estar ahí, en la situación, con los otros, independientemente de lo que ocurría para el para sí del sujeto. Tampoco me gusta mucho esta expresión, pues podrían creer ustedes que este para sí se da en la conciencia del sujeto, cuando en su mayor parte esta en su inconsciente, tratándose de los efectos del complejo de Edipo. Por lo tanto, si señalo que el padre de be estar ahí en sí, es para marcar la diferencia. ¿Cuál debe ser su papel?

No puedo rehacer ahora toda la teoría del complejo de Edipo. Digamos de todos modos que el padre es quien posee a la madre, la posee como padre, con su pene de verdad, un pene suficiente, a diferencia del niño, víctima del problema de un instrumento a la vez mal asimilado e insuficiente, cuando no rechazado y desdeñado.

¿Qué nos enseña la teoría analítica sobre el complejo de Edipo? ¿Qué lo hace de alguna manera necesario? No me refiero a una necesidad biológica, ni a una necesidad interna, sino a una necesidad al menos empírica, puesto que si se descubrió fue en la experiencia. Si quiere decir algo que el complejo de Edipo exista, es que el brote natural de la potencia sexual en el niño no se produce solo, ni en un tiempo, ni en dos tiempos. Se produce efectivamente en dos tiempos, si consideramos pura y simplemente el plano fisiológico, pero la sola consideración de este brote biológico no basta en absoluto para explicar lo que ocurre.

Es un hecho—pare que la situación se desarrolle en condiciones normales, me refiero a las que le permiten al sujeto humano conservar una presencia suficiente, no sólo en el mundo real, sino también en el mundo simbólico, o sea para que se soporte a sí mismo en el mundo real, pero en el mundo simbólico, es decir, para que se soporte en el mundo real tal como está organizado, con su trama simbólica, no basta tan sólo con la percepción de lo que llamé la última vez el movimiento, con esa aceleración que arrastra al sujeto y lo transporta, ha de haber además detención y fijación de dos términos. Por una parte, es preciso que el verdadero pene, el pene real, el pene válido, el pene del padre, funcione. Por otra parte, el pene del niño, que se sitúa en comparación con el primero, en una Vergleichung, ha de adquirir su misma función, su realidad, su dignidad. Y para conseguirlo, es preciso pasar por esa anulación llamada el complejo de castración.

En otros términos, en la medida en que su pene resulta momentáneamente aniquilado, el niño estará destinado a acceder a una función paterna plena, o sea ser alguien que se sienta legitimamente en posesión de su virilidad. Y resulta que este legítimamente es esencial para un feliz funcionamiento de la función sexual en el ser humano. Todo lo que decimos sobre el determinismo de las eyaculaciones precoces y los distintos trastornos de la función sexual no tiene ningún sentido, salvo en este registro.

He aquí el problema del complejo de Edipo, resituado. La experiencia nos lo indica, y por otra parte no era previsible. El esquema de la situación que acabo de darles tampoco es en sí mismo previsible. Como lo demuestra que la experiencia analítica, descubridora del Edipo como integración en la función viril, nos permita llevar más lejos las cosas a propósito del padre simbólico.

El padre simbólico, es el nombre del padre. Es el elemento mediador esencial del mundo simbólico y de su estructuración. Es necesario para ese destete, más esencial que el destete primitivo, por el que el niño sale de su puro y simple acoplamiento con la omnipotencia materna. El nombre del padre le es esencial a toda articulación de lenguaje humano, y por esta razón dice el Eclesiastés —El insensato ha dicho en su corazón: no hay Dios.

¿Por qué lo dice en su corazón? Porque no puede decirlo en su boca Por otra parte, es insensato, hablando con propiedad, decirse en el corazón que no hay Dios, simplemente porque es insensato decir algo que es contradictorio con la misma articulación del lenguaje. Saben muy bien que no estoy haciendo aquí profesión de deísmo.

Hay el padre simbólico. Hay el padre real. Como la experiencia nos enseña, en la asunción de la función sexual viril juega un papel esencial la presencia del padre real. Para que el sujeto viva verdaderamente el complejo de castración, es preciso que el padre real juegue de verdad el juego. Debe asumir su función de padre castrador, la función de padre en su forma concrete, empírica, casi iba a decir degenerada, pensando en el personaje del padre primordial y la forma tiránica y más o menos  horrible bajo la cual nos lo presentó el mito freudiano. En la medida en que el padre, tal como existe, cumple su función imaginaria en lo que tiene de empíricamente intolerable, incluso indignante cuando se deja sentir su incidencia castradora, sólo en esta perspectiva, se vive el complejo de castración.

El caso de Juanito lo ilustra maravillosamente. Hay un padre simbólico, y el padre de Juanito, que no es un insensato, cree en el enseguida —Freud es el buen Dios. Este es para Juanito uno de los elementos esenciales en la instauración del equilibrio. Naturalmente, cree como todos creemos en el buen Dios —cree sin creer. Cree porque la referencia a una especie de testimonio supremo es un elemento esencial de cualquier clase de articulación de la verdad. Hay alguien que lo sabe todo, lo ha encontrado, es el profesor Freud. Que suerte tener al buen Dios en la sierra. No todos tenemos tanta suerte.

Esto le resulta muy útil, pero no suple en absoluto la carencia del padre imaginario, del padre verdaderamente castrador. Aquí esta todo el problema. Para Juanito, se trata de encontrar una suplencia para ese padre que se obstina en no querer castrar. Ésta es la clave de la observación.

Se trata de saber como va a poder soportar Juanito su pene real, precisamente porque no esta amenazado. Aquí esta el fundamento de la angustia. Esto es lo intolerable de su situación, esta carencia por parte del castrador. De hecho, a través de toda la observación, no se ve aparecer nada que represente la estructuración, la realización, la vivencia, ni siquiera fantasmática, de algo que se llamé una castración.

Juanito reclama imperiosamente una herida. Cualquier cosa le sirve. Contrariamente a lo que dice Freud, en la experiencia de Fritz hiriéndose en el pie con una piedra no hay nada que por sí mismo haya suscitado esta conexión. EL deseo de que el padre sufra tal herida como una circuncisión mítica aparece enseguida en el gran diálogo del 21 de Abril, cuando Juanito le dice —Tendrías que llegar ahí como un desnudo, als Nackter. Todos se quedan tan estupefactos, que se preguntan que puede querer decir ese niño. Se dicen que ese niño empieza a hablar en lenguaje bíblico. En la propia observación, se abre un paréntesis para explicar que esto sería como decir que ha de ir descalzo. Pero es Juanito quien tiene razón. Se trata de saber si el padre pasará la prueba, si se enfrentará como un hombre a la temible madre y si también él, el padre, ha pasado o no por la iniciación esencial, por la herida, por el golpe contra la piedra. Es tanto como decirles hasta que punto este tema, bajo su forma más fundamental, la más mítica, es algo a lo que Juanito aspira con todo su ser.

Desgraciadamente, no es así. No basta con que Juanito dijera lo que dijo en el diálogo con su padre. Todo lo que mostró en ese momento es que se moría de un imperioso deseo de ver los celos del dios celoso —eifern es el término empleado en la Biblia—, o sea un padre que le tenga rencor y que lo castre. Pero no lo tiene y la situación resulta ser moy distinta. Enseguida les diré cómo podemos concebirla.

Si, por parte del padre, no hay un castrador, tenemos por el contrario cierto número de personajes que están en el lugar del castrador — el Schlosser que empezó desatornillando la bañera y luego perfora, después otro, no estrictamente implicado en la función que se espera del padre, a quien el propio Juanito llama el instalador, y esta presente en el fantasma del 2 de Mayo que viene a concluir la situación. Como el dios no desempeña demasiado bien todas sus funciones, hacen venir al deus ex machina, el instalador, a quien Juanito le hace desarrollar una parte de las funciones del castrador requerido por el complejo de castración.

Hay que saber leer el texto. Nada puede ser más chocante que el último fantasma, el que cierra literalmente la cura y la observación. Lo que el instalador viene a cambiar es el trasero de Juanito, su misma basa. Ya han desmontado toda la barraca, pero no basta, tienen que cambiarle algo a Juanito. Aquí tenemos, sin duda, el esquema de simbolización fundamental del complejo de castración.

Se ve en la propia observación hasta que punto el propio Freud se deja llevar por el esquema. aún cuando en el fantasma de Juanito no hay ningún indicio de que le reemplacen lo de delante, el padre fantasea y dice —Evidentemente, también te han dado otro pene. Y Freud le sigue. Por desgracia, no hay nada de eso. Le desatornillan el trasero, le den otro y luego le dicen—Date la vuelta. Eso es todo, hay que tomar el texto tal como es. Ahí esta la especificidad de la observación y lo que debe permitirnos comprender todo el conjunto.

En efecto, si tras haber estado tan cerca la cosa no llegó más lejos, es que no podía ir más lejos, porque si hubiera ido más lejos no hubiera habido fobia, sino un complejo de Edipo y de castración normal. Y no hubiera habido necesidad de tantas complicaciones, ni de la fobia, ni del síntoma, ni del análisis, para llegar a un punto que no es forzosamente lo estipulado, lo típico.

Esto es lo que nos sitúa de forma aproximada la función del padre en este caso. Esta ahí, indiscutiblemente, actuando, y resulta útil en el análisis. Pero al mismo tiempo, esta ahí en funciones predeterminadas por el conjunto de la situación, manifiestamente incompatibles con la función eficaz del padre castrador.

Si hay castración, es en la medida en que el complejo de Edipo es castración. Pero la castración, no en vano se ha visto, y de forma tenebrosa, que tiene tanta relación con la madre como con el padre. La castración materna —lo vemos en la descripción de la situación primitiva —implica para el niño la posibilidad de la devoración y del mordisco. Hay anterioridad de la castración materna, y la castración paterna es un sustituto suyo.

Esta última no es tal vez menos terrible, pero es sin duda más favorable que la otra, porque es susceptible de desarrollos, lo cual no ocurre con el engullimiento y la devoración por parte de la madre. Del lado del padre, existe la posibilidad de un desarrollo dialéctico. Es posible una rivalidad con el padre, es posible un asesinato del padre, es posible una emasculación del padre. Por este lado el complejo de castración es fecundo en el Edipo, mientras que no lo es del lado de la madre. Y ello por una simple razón, que es imposible emascular a la madre, porque no hay nada que se pueda emascular.

Volvamos al punto donde habíamos dejado a Juanito. Lo tenemos pues en una encrucijada.

Ya vemos dibujarse el modo de suplencia que le permitira superar la situación primitiva, dominada por la pura amenaza de devoración total por parte de la madre. Algo así se esboza en el fantasma de la bañera y el berbiquí. Como todos los fantasmas de Juanito, es un inicio de articulación de la situación. Se produce, por así decirlo, un retorno al remitente, es decir, la madre, de la amenaza. Se desmantela a la madre y se llama al padre a desempeñar el papel del perforador.

Tampoco en este caso hago más que tomar al pie de la letra lo que nos aporta Freud. El esta tan encantado con el papel del perforador, que hace una observación —sin resolver el problema, y por una buena razón, que habría que sondear en la filología, la etnografía, los mitos, etc. —sobre la relación que podía haber entre Bohrer, el berbiquí, y geboren, nacer. No hay relación entre las dos raíces. Es toda la diferencia que hay, en latín, entre ferio, golpear, y fero, llevar. No es la misma raíz, permanecen perfectamente distintas en las diferentes lenguas. En tercer lugar, está forare, perforar, que evidentemente es distinto. Pero lo importante es que Freud se detiene aquí en un hallazgo significante, en la problematica puramente significante que se plantea, en la evocación de Prometeo, que es un perforador, en la diferencia entre lo perforado, gebohrt, y lo nacido, geboren, que designa el transporte fundamental, el alumbramiento del niño. Paréntesis incidental para subrayar el interés de Freud por el significante.

¿De acuerdo con que línea se desarrollará luego la solución, o mejor dicho la suplencia, producida por Juanito? Si la solución no es sino una suplencia, es porque de alguna forma se ve impotente para hacer madurar —permítanme esta expresión, en este caso no se trata de maduración instintual— o para conducir en una dirección que no lleve a un callejón sin salida el desarrollo dialéctico de la situación. Hay que creer que llega a algo, porque hay un desarrollo. Se trata de comprenderlo, y comprenderlo en conjunto. Hoy sólo voy a poder indicárselo.

¿Por qué rodeo pasa todo el desarrollo desde mediados de Abril? Ana se introduce como un elemento cuya caída es posible y deseada. Lo mismo ocurre con la mordedura de la madre, tomada como elemento instrumental, sustituto de la intervención castradora y desviada en lo que a su dirección se refiere, ya que no afecta al pene, sino a algo distinto, que desemboca en un cambio en el último fantasma. Hay que creer que este cambio tiene ya por sí mismo cierto grado de suficiencia, en todo caso de suficiencia en cuanto a la reducción de la fobia. Al final, Juan cambia. Esto es lo que se consigue. EL próximo día veremos todas las consecuencias que esto tiene, consecuencias capitales para el desarrollo de Juan y que, además, son fascinantes.

Ana interviene en el juego. Es el otro término inasimilable de la situación. Todo el proceso de los fantasmas de Juan consiste en resituar este elemento intolerable de lo real en el registro imaginario en el que puede ser reintegrado. Este proceso se escande en etapas que nos esforzaremos por describir una a una.

Lean o relean la observación con esta clave. Vean como Ana es reintroducida bajo una forma completamente fantasmática. Juanito nos dice por ejemplo —Hace dos años, Ana ya vino con nosotros a Gmunden. De hecho, por entonces se encontraba en el vientre de su madre, pero Juanito nos cuenta que la habían llevado en una pequeña maleta detrás del coche, donde se daba la gran vida. O bien, que todos los años anteriores también la habían llevado, porque la pequeña Ana siempre ha estado ahí.

Lo que a Juan le resulta intolerable, lo que no puede ni imaginarse, es que haya habido una Ana distinta de la que conoció durante las vacaciones en Gmunden, y compensa este hecho mediante una reminiscencia

Empleo de forma muy precisa este término con su acento platónico; como opuesto a la función de la repetición y el objeto recobrado. Juanito hace de Ana un objeto cuya idea esta presente desde siempre. De la misma forma que Platón debía contar sin duda con alguna explicación para nuestro acceso al mundo superior, pues podemos entrar en el aunque no formemos parte de él, Juanito reduce a Ana a algo que se recuerda desde siempre. Esta reminiscencia es la primera etapa de la imaginificación de ese real, y esto tiene un sentido distinto que las historias de regresión instintual.

Segunda etapa. En cuanto Ana es una Idea en el sentido platónico del término, incluso un ideal, ¿qué le hace hacer? La hace montar a cabalito sobre el caballo de angustia. Es a la vez humorístico, brillante, mítico y épico. Encontramos aquí todas las carácterísticas de esos textos épicos en los que nos esforzamos por describir dos estados de la condensación, dos etapas de la epopeya, y suponemos toda clase de interpoladores, de comentadores, de mistificadores, para explicar lo que, tanto en la epopeya como en el mito, se debe a esto, a que se trata de explicar tanto lo que ocurre en el mundo imaginario como lo que ocurre en el mundo real.

En este caso, Juanito no puede eliminar al cochero, pero por otra parte, también es preciso que la pequeña Ana lleve las riendas. Entonces, en la misma frase, dice que las riendas las llevaba uno, pero también el otro. Tienen aquí, en vivo, esa especie de contradicción interna que a menudo nos hace suponer que en los mitos hay incoherencia, confusión de dos historias, cuando en realidad el autor, ya sea Homero o Juanito, se enfrenta a una contradicción que es simplemente la de dos registros esencialmente distintos.

En suma, desde el momento en que es una imagen, esa hermana se convierte en su yo (moi) superior. Esta clave les da la significación de todas las apreciaciones hechas a partir de cierto momento en relación con el tema de Ana, incluyendo las apreciaciones admirativas. No son simplemente irónicas, apuntan al otro con minúscula que tiene enfrente, y le son esenciales a su posición. Juanito le hace hacer algo que a el le permitirá empezar a dominar la situación. Cuando la pequeña Ana haya montado lo suficiente el temible caballo, luego, inmediatamente, entonces Juanito podra fantasear que también el doma al caballo, e inmediatamente después aparece el caballo fustigado. De este modo Juanito empieza a experimentar la verdad de la advertencia de Nietzsche— Si vas con mujeres, no te olvides del látigo.

No vean en esta escansión lo esencial de la lección que hoy quiero aportarles. Es sólo un corte exigido por lo avanzado de la hora a la que nos ha llevado este discurso.