Seminario 7: Clase 4, Das Ding, 9 de Diciembre de 1959

Voy a intentar hablarles hoy de la cosa Das Ding. Es, creo, a ciertas ambigüedades, ciertas insuficiencias concernientes al verdadero sentido en Freud, de la oposición entre principio de placer y principio de realidad, sobre la pista de lo cual intento llevarlos este año, para hacerles comprender la importancia para nuestra práctica en tanto que ética de algo que es como del orden del significante, del orden lingüístico mismo, es decir, de un significante concreto, positivo y particular, a saber, y que yo no veo a lo que en la lengua francesa puede corresponder —les estaría reconocido a aquellos a quienes esas observaciones les interesaran, y me estimularan bastante para proponerme una solución—, la oposición sutil en alemán, que no es fácil poner en evidencia, entre dos términos que designan la cosa: Das Ding y die Sache.

Nosotros tenemos una sola palabra, esa palabra cosa que deriva del latín causa, y que nos indica por su referencia etimológica—jurídica lo que se presenta para nosotros como el envoltorio y la designación de lo concreto. La cosa, no se dude de eso, no deja de ser utilizada en la lengua alemana, en un sentido original, como operación, deliberación, debate jurídico. Está atestiguado si hacemos una búsqueda etimológica más precisa.

Das Ding puede apuntar no tanto a la operación judicial misma,— como a la reunión que la condiciona, Volksversammlung. No crean que, conforme a lo que Freud todo el tiempo nos recuerda, esta promoción, la búsqueda, la profundización lingüística para encontrar allí la huella de la experiencia acumulada de la tradición y las generaciones, el vehículo más cierto de la transmisión de una elaboración que marca la realidad psíquica, no crean sin embargo que esa suerte de apercibimientos, de golpes de sonda etimológicos, sean de lejos aquello que preferimos para guiarnos. También el empleo actual, en tanto nos permite notar, reparar en el uso del significante en su sincronía, nos es infinitamente más precioso, y otorgamos mucho más peso a la manera en la cual Ding y Sache son utilizados corrientemente.

Pues en efecto, por otra parte, si nos fiamos, nos remitimos a un dicciónario etimológico, encontraremos también a Sache como tratándose en su origen de una operación jurídica, que la Sache era la cosa puesta en cuestión jurídica, o pasaje en nuestro vocabulario al orden simbólico, dé aquello en debate, de ese conflicto entre los hombres.

Sin embargo; los dos términos no son absolutamente equivalentes. Y también por ejemplo, han podido ustedes notar en los propósitos de L. Pontalis la última vez, la cita meritoria ya que él no sabe alemán, de términos cuya saliente en la ocasión ha hecho intervenir en su exposición, en un momento preciso para plantear la cuestión, diría contra mi doctrina, evocando especialmente ese pasaje del inconsciente, Unbewusste, donde la representación de las cosas se opone, cada vez, a aquélla de las palabras, Wortvorstellung. Yo no entraría hoy en la discusión de lo que permitiría responder a ese pasaje que nos es invocado por aquéllos de entre ustedes a quienes mis lecciónes incitan a leer a Freud, frecuentemente como un punto de interrogación en su espíritu de lo que podría oponerse en tal pasaje al acento que pongo sobre la articulación significante como aquélla que otorga su verdadera estructura al inconsciente.

Este pasaje, parece ir en contra, colocando el acento, oponiendo la Sachevorstellung, como perteneciente al inconsciente y la Wortvorstellung como perteneciente al preconsciente. Quisiera, pese a todo —ya que no son tal vez la mayoría de ustedes los que van a buscar en los textos de Freud el control de lo que adelanto aquí en mi comentario porque son aquéllos quienes se detienen en ese pasaje— rogarles que lean de un tirón, el artículo die Verdrängung, la represión, que precede este artículo sobre el inconsciente, luego el inconsciente mismo, antes que uno llegue a ese pasaje con respecto al cual indico para los otros que se relacióna expresamente a la cuestión que plantea para Freud la actitud esquizofrénica, dicho de otra manera, la prevalencia extraordinariamente manifiesta de las afinidades de las palabras en lo que se podría llamar el mundo del esquizofrénico.

Todo lo que precede, en ese punto preciso, me perece que sólo puede ir en un sólo sentido, a saber, que todo eso sobre lo cual opera la Verdrängung, es decir la represión, es sobre significantes y que es alrededor de una relación del sujeto con el significante que se organiza la posición fundamental de la Verdrängung.

Es solamente a partir de allí que Freud subraya que es posible hablar, en el sentido analítico del término, en el sentido riguroso, en el sentido, diríamos, operacional que tienen esas palabras para nosotros, de inconsciente y de consciente. Acto seguido Freud se da cuenta que la posición particular del esquizofrénico nos coloca de una manera más aguda que en toda otra forma neurótica, en presencia del problema de la representación.

En efecto, es algo sobre lo cual quizás tendremos ocasión, a continuación, de volver siguiendo su texto, pero cuyo texto mismo nos subraya que al parecer dar la solución por medio de una oposición de la Wortvorstellung y de la Sachevorstellung, hay una dificultad, un impasse que él subraya, que articula él mismo y que yo creo halla su solución simplemente en lo que él no podia dado el estado de la lingüística en su época, no comprender, pues ha comprendido admirablemente, en particular formulado, a saber, la distinción de la operación del lenguaje como función, a saber, en el momento en que se articula y juega un rol esencial en el preconsciente, y de la función del lenguaje como estructura, es decir, en tanto es según la estructura del lenguaje que se ordenan los elementos puestos en juego en el Inconsciente. Entre ambas se establecen esas coordinaciones, esas Bahnungan (vías), ese encadenamiento que domina su economía.

Pero sólo he hecho aquí un rodeo demasiado largo. Quiero limitarme a esta observación: que en todo caso Freud habla de Sachevorstellung y no de Dingvorstellung. Y que también no es en vano que esas Sachevorstellung estén ligadas a la Wortvorstellung, mostrándonos lo que es claramente cierto, que hay una relación, que la paja de las palabras no nos aparece como paja más que en tanto hemos separado allí el grano de las cosas y que es primero esta paja quien ha portado ese grano. Quiero decir, lo cual es demasiado evidente, que no quiero meterme aquí a elaborar una teoría del conocimiento. Sucede que las cosas del mundo humano son cosas de un universo estructurado en palabras, que el lenguaje domina, que los procesos simbólicos gobiernan todo; lo que nos esforzamos por sondear en el límite del mundo animal y del mundo humano, es ese fenómeno que para nosotros sólo puede aparecer como un tema de asombro, es a saber cuánto el proceso simbólico como tal es inoperante en el mundo animal, y seguramente demostrarnos al mismo tiempo que sólo una diferencia de inteligencia, una diferencia de ductilidad y de complejidad de los aparatos no podría ser el único resorte que nos permitiera designar esta diferencia. Que el hombre esté tomado por los procesos simbólicos de una manera a la cual ningún animal accede de la misma forma no podría ser resuelto en términos de psicología. Es este algo que implica que tengamos primeramente un conocimiento completo, estricto, centrado, de lo que ese proceso simbólico quiere decir.

Yo diría que la Sache, es justamente pues esta cosa, producto de industria, si se puede decir, de la acción humana en tanto ésta es acción dirigida, gobernada, por el lenguaje. Las cosas están, en suma, en la superficie, siempre al alcance de ser explicitadas por más implícitas que se encuentren primero en la génesis de esta acción. Estamos en efecto aquí, en los frutos de una actividad con respecto a la cual se puede decir que por más que sea subyacente, implícita a toda acción humana, es del orden del preconsciente, de algo que nuestro interés puede hacer llegar a la conciencia, con la condición de que le prestemos bastante atención, que lo notemos. Es allí donde se situará esta recíproca posición de la palabra en tanto ella se articula, viene aquí a explicarse, con la cosa, en tanto una acción en sí misma dominada por el lenguaje, incluso por la orden, habrá destacado y hecho nacer este objeto. Sache y Wort se hallan aquí estrechamente ligados como un par. De igual modo con Das Ding, con la cosa donde se sitúa ese punto de localización, ese peso. Este Das Ding de la cosa es lo que quisiera mostrarles hoy en la vida. Es mostrarles que en el Principio de Realidad, tal como Freud lo hace entrar en juego al comienzo de su pensamiento y hasta su término, ese Das Ding cuya indicación original voy a enseñarles a encontrar en tal pasaje del Proyecto; lo encontrarán en el fin de toda la evolución de su pensamiento sobre el principio de realidad, en die Verneinung, o sea La Denegación. como un punto esencial. Ese Das Ding se sitúa en otra parte que en esta relación, de algún modo reflexiva, en tanto es explicitable, que hace al hombre cuestionar esas palabras como refiriéndose a las cosas que sin embargo han creado. Hay otra cosa en Das Ding.

Eso que hay en Das Ding es el verdadero secreto, pues hay un secreto de este principio de realidad en Freud, cuya paradoja les ha demostrado la última vez L. Pontalis. Ya que si él habla de principio de realidad es en cierto modo, como lo ha subrayado bien L. Pontalis, por un lado, para mostrárnoslo en suma siempre fracasado y no llegando a hacerse valer más que sobre el margen, y por una suerte de presión con respecto a la cual se podría decir si las cosas no fueran infinitamente más lejos, que es aquélla que Freud llama —no como se dice frecuentemente bastante mal para subrayar el rol del proceso secundario— las necesidades vitales. Pero en el texto alemán es Not des Lebens. Die Not des Lebens.

Fórmula infinitamente más fuerte. Algo que quiere, la necesidad y no las necesidades, la presión, la urgencia. El estado de Not es el estado de urgencia de la vida.

Es menester notar que Not des Lebens que he anotado la última vez en el pizarrón mientras L. Pontalis hablaba, es ese algo que interviene en el nivel del proceso secundario, pero de una manera más profunda que por esta actividad correctiva sobre la cual uno y otro, L. Pontalis y yo, hemos insistido. Para determinar el nivel Q’ñ, , la cantidad de energía soportada si puede decirse, conservada, sostenida, por el organismo, para estar a la medida de la respuesta necesaria para la conservación de la vida.

Nóteselo bien, el nivel de esta determinación necesaria se ejerce a nivel del proceso secundario.

Retomemos el principio de realidad pues, que es invocado bajo la forma de su incidencia, de necesidad, lo que nos coloca sobre la vía de algo que yo llamo su secreto. Es lo siguiente: que desde que intentamos articularlo para hacerlo depender del mundo físico al cual el pensamiento, el designio de Freud parece exigir llevarlo, lo que nos sorprende es que allí es muy claro que ese principio de realidad mismo funciona como aislando al sujeto de la realidad.

Y aquí no encontramos otra cosa más que lo que en efecto la biología nos enseña, a saber, que un proceso de homeostasis, de cierre, de aislamiento en relación a esta realidad es lo que domina la estructura de un ser viviente.

¿Es esto todo lo que Freud nos ha dicho cuando nos habla del funcionamiento de ése principio de realidad?. En apariencia sí. Y lo que nos muestra es que ni el elemento cuantitativo ni el elemento cualitativo en cuanto a la realidad, no transcurre en lo que se puede llamar el reino —por otra parte, es el término que él emplea, Reich del proceso secundario. La cantidad exterior, se los he dicho el otro día, en tanto es a ella que se relacióna en su determinación el aparato de lo que llama el sistema phi, es decir, lo que del conjunto neurónico está directamente dirigido hacia el exterior. Digamos en grueso, las terminaciones nerviosas a nivel de la piel, de los tendones, incluso de los músculos o de los huesos, la sensibilidad profunda. Es de esto de lo cual se trata.

Todo está hecho para que esta cantidad sea netamente barrida, detenida en relación a lo que será sostenido de Q’n de otra cantidad, aquélla que determina el nivel que distingue el aparato psi en el conjunto neurónico, pues el Entwurf es la teoría de un aparato neurónico en el cual el organismo queda como exterior, simplemente por posición de la teoría, tanto como el mundo exterior.

En cuanto a la cualidad se nos dice bien que allí también el mundo exterior no pierde toda cualidad sino que esta cualidad viene a inscribirse como lo sabemos —la teoría de los órganos sensoriales nos lo muestra—, de una manera discontinua según una escala en suma cortada en los dos extremos según los diferentes campos de la sensibilidad que están interesados.

Siempre es comprobable, que un aparato sensorial como tal no juega solamente aquí el rol de un extintor, de un amortiguador como ya acabamos de verlo en el aparato phi en general, sino como un tamiz nos dice Freud. Pero se trata pues de saber qué valor podemos darle a eso.

Aquí Freud no se compromete más lejos en tentativas de solución que competen, hablando propiamente, a un fisiologista, a aquél que escribe como M. Piéron: la sensación, guía de la vida. La cuestión de saber si la elección está hecha de tal o cual manera en el campo, a fin de provocar percepciones visuales, auditivas u otras, no es atacada de otro modo. Aquí también tenemos sólo la noción de una profunda subjetivación del mundo exterior, de algo que clasifica, tamiza, que hace que la realidad sea percibida, al menos en el estado natural, espontáneo, por el hombre sólo en una forma profundamente elegida. Son pedazos elegidos de la realidad con los cuales tiene relación.

Y en verdad en la economía de lo que Freud nos muestra esto sólo interviene en una función que, en relación a la economía del conjunto, está localizada en la función no de cualidad en tanto ella nos informaría más profundamente, como una cosa que alcanzara una esencia, sino de signos. Freud no los hace intervenir más que en tanto ellos son Qualitätzeichen, pero la función de signo no entra tanto en juego en relación a la cualidad, a la cualidad opaca y enigmática. Es la función de signo en tanto esos signos nos avisan, nos advierten sobre la presencia de algo que se relacióna efectivamente con ese mundo exterior, señalando a la conciencia que es con el mundo exterior que ella se relacióna.

Cómo y en qué tiene relación con ese mundo exterior es lo que tiene qué desentrañar, y de lo cual, desde que hay hombres, y que piensan, y que intentan una teoría del conocimiento, ha intentado desembarazarse. Freud no entra aquí más lejos en este problema, sino para decir que seguramente es muy complejo y que estamos incluso muy lejos de poder bosquejar la solución de lo que puede orgánicamente haber determinado su precisión, sus determinaciones, su génesis particular.

¿Pero desde entonces, es justamente de eso de lo que se trata cuando Freud nos habla del principio de realidad?. Es algo gracias a lo cual, según una fórmula que es demasiado frecuentemente posible sentir en la manera en que se expresan los teóricos de un cierto behaviorismo, esta realidad no es después de todo más que ese algo que representa los tropiezos de un organismo frente a un mundo donde sin duda tiene de qué nutrirse, tiene ciertos elementos para asimilar, pero que es un principio hecho de un mundo que se presenta como un mundo de casualidades, como un mundo caótico, como un mundo de reencuentros.

¿Es esto todo lo que Freud articula cuando nos habla de principio de realidad?. Es la cuestión que hoy les expongo con esta noción de Das Ding.

Antes de entrar les vuelvo a hacer notar lo que comporta el pequeño cuadro a doble columna que les he introducido hace dos semanas. Es a saber esto, que opongan en una columna el Lustprinzip, la Realitätprinzip en la otra columna, partiendo de ese dato que está del lado del principio del placer, que lo que es inconsciente funciona como tal, y el Lustprinzip que rige, que domina aquí algo que, consciente o preconsciente, es en todo caso algo que se presenta en el orden del discurso reflexivo, del discurso articulable, accesible, que sale del preconsciente. Esta observación que les he hecho sobre los procesos de pensamiento en tanto el principio del placer los domina, Freud subraya bien hasta qué punto son inaccesibles en sí mismos, son inconscientes, sólo llegan a la conciencia en tanto se los puede verbalizar, es decir que algo los lleve por la vía de una explicitación reflexiva al alcance del principio de realidad, al alcance de una conciencia en tanto ella está perpetuamente despierta, interesada por el investimiento de la atención, en sorprender algo que pueda producirse para permitirle orientarse en relación al mundo real.

Yo diría que es en sus propias palabras (paroles) que el sujeto, de una manera tan precaria, llega a captar las astucias gracias a las cuales en su pensamiento vienen a agenciarse, a continuarse esas ideas que para él emergen de una manera frecuentemente tan enigmática y entre Las cuales por otra parte esta necesidad de hablarlas, de articularlas, introduce este orden frecuentemente tan artificial sobre el cual Freud gustaba poner el acento, diciendo que uno halla siempre razones para ver surgir en sí tal disposición, tal humor, uno a continuación del otro, pero que nada después de todo, nos confirma que en esta explicitación que nosotros damos allí, nos sea dado el verdadero mecanismo de su sucesiva emergencia y que sea allí precisamente donde el análisis aporta a nuestra experiencia.

No solamente hay más razones que menos, sino que hay superabundancia de razones para hacernos creer en no sé cuál racionalidad de la sucesión de nuestras formas endopsíquicas. Sin embargo justamente por otra parte, como lo sabemos, en una cantidad de casos, en la mayoría de los casos, la verdadera ligazón puede ser captada.

Entonces, en tanto este proceso de pensamiento que es el camino, el acceso a la realidad, el Not des Lebens que mantiene en cierto nivel su investimiento, se halla en el campo del inconsciente, nos es sólo accesible por el artificio de lo que Freud va incluso a puntuar, o sea en tanto las relaciones son habladas, en tanto hay Bewegung, en tanto hay movimiento de la palabra, en otros términos, en tanto escuchamos hablar. Y ese algo que hay en todo movimiento, dice, —pues empleando una palabra cuya utilización no creo que sea corriente en alemán y que no es por nada que la emplea, subraya de ese modo la extrañeza de la noción sobre la cual insiste— en tanto que Bewegung, se anuncia al sistema representado por la omega que les he puesto aquí, —verán en su momento por qué— y en tanto todo movimiento aparece como algo sensible, es que hay algo que puede ser conocido de aquello que en algún grado se intercala en el circuito, el cual a nivel del aparato phi, tiende ante todo a descargarse en movimiento, Abfuhr, para mantener en el nivel más bajo la tensión.

En tanto aquí algo está interesado en ese proceso de Abfuhr, algo aquí entra, hablando propiamente, bajo el signo del principio del placer, el sujeto en tanto consciente sólo aprehende algo en la medida en que hay algo de centrípeto en el movimiento, que hay digamos sentimiento de movimiento, sentimiento del esfuerzo. Y eso se limitaría a esta percepción oscura, cuanto más capaz de oponer en el mundo las dos grandes cualidades que Freud no se privaría de calificar de monótonas y que no se priva de hacerlo cuando les he hablado de lo móvil y de lo inmóvil, de eso que puede moverse y de eso que es imposible mover, si no hubiera entre esos movimientos, movimientos que podemos llamar de cualidad, de una estructura diferente, los movimientos articulados de la palabra alrededor de lo cual algo, que participa aún de la monotonía, de la palidez, de la falta de color del movimiento, que es igualmente eso por lo cual todo lo que se relacióna con los procesos del pensamiento, con esos menudos intentos de encaminamiento de las Vorstellung en Vorstellung, de representación en representación alrededor de lo cual se organiza el mundo humano, adviene a la conciencia. Es en tanto algo aquí, en el circuito sensación—motricidad llega a interesar en cierto nivel al sistema psi de una manera que permite que algo sea en suma, retroactivamente percibido, sensible, bajo la forma de Wortvorstellung.

Es decir que el sistema de la conciencia, el sistema omega, puede registrar algo de lo que pasa en el psiquismo, algo de la realidad endopsíquica —que algo de eso a lo cual Freud hace alusión en diversas ocasiones, siempre con prudencia, algunas veces con ambigüedad, es entrevisto como percepción endopsíquica—.

Acentuemos aún de qué se trata aquí, en el sistema psi. Freud aísla, desde el Entwurf, un sistema del Ich. Ese Ich cuyas metamorfosis y transformaciones ulteriormente, en la continuación de los desarrollos de la teoría tendremos que ver. Ese Ich que también se presenta de alguna manera de entrada con toda la ambigüedad que restablecerá más tarde diciéndonos que el Ich es en gran parte inconsciente.

Aquí el Ich está estrictamente definido. Cuando él habla de la Einführung des Ich, es del sistema, hablando propiamente, uniformemente investido por algo que tiene una Gleichbesetzung. No escribió Gleichbesetzung, pero estoy seguramente en la simple corriente de lo que él expresa sirviéndome de este término, de un investimiento igual, uniforme.

Hay en el sistema psi algo que se constituye como Ich, en tanto ese Ich es ese algo que en el sistema ein Gruppe von Nueronen (…) die konstant besetet ist, also dem durch die sequndäre Funktion erforderten Vorratsträger entspricht  —el término Vorrat es muy especialmente repetido— para el mantenimiento de ese investimiento que carácteriza allí una función regulatriz. Y hablo aquí de función. Si hay inconsciente, es ciertamente el Ich en tanto inconsciente en función, en tanto está reglado por esta Besetzung, esta Gleichbesetzung, con el cual tenemos que tratar. Es esto lo que nos permite el valor de esta decusación sobre la cual insisto, que vamos a ver mantenida en su dualidad en la continuación del desarrollo del pensamiento de Freud.

Y es que el sistema que percible, que registra, aquél que se llamará más tarde Wahrnehmungsbewusstsein, no está a nivel de ese yo (moi) en tanto mantiene igual y uniforme; y tanto como es posible constante, la Besetzung que regula el funcionamiento del pensamiento. Esta conciencia se halla en otra parte, es un aparato que es menester que Freud invente, forje, y que nos dice, a la vez, que es intermediario entre esos dos sistemas, el sistema psi y el sistema phi y al mismo tiempo todo en el texto nos impone no colocarlo aquí, en el límite.

El sistema psi penetra de alguna forma directamente, sin duda a través de un aparato, se ramifica directamente en el sistema phi, en el cual abandona sólo una parte de la cantidad que le aporta.

Es ciertamente en otra parte y por lo tanto en una posición por así decir más aislada, menos situable que todo otro aparato, que viene a funcionar este sistema omega; en tanto, dice Freud, que de ninguna forma es de la cantidad exterior que recoge su energía, que como mucho se puede concebir que «sich die Periode anignen» el período. Y es a lo que yo aludía recién hablando de la elección del aparato sensorial, que la juega acá; ese rol de guía, ese rol de las contribuciones que aportan los Qualitätzeichen, para permitir al menor paso todas esas partidas que se individualizan en tanto atención sobre tal o cual punto elegido del circuito que le permitirán esta mejor aproximación en relación a los procesos que debería hacer automáticamente el principio del placer.

Cuando Freud intenta articular la función de ese sistema, hay algo que nos sorprende. Ese par, esa unión que parece una coalescencia de la Wahrnehmung, de la percepción, con la Bewusstsein que es la conciencia, eso que expresa el símbolo W-Bw, encuentra, desde que intentamos ver funcionar allí el juego a ese nivel primero de aprehensión del sistema psíquico en Freud —todo indica que aquí, y les ruego remitirse a esa carta 52 con respecto a la cual L. Pontalis nos hacía observar la última vez cómo me valía de ella constantemente y repetidas veces, carta en la cual Freud comienza, en la confidencia con Fliess, a aportar la concepción que es menester hacerse del funcionamiento del Inconsciente como tal— literalmente la sucesión de los Niederschrift, de las inscripciones alrededor de las cuales Freud hace girar toda su teoría de la memoria en tanto allí reside, para él, la exigencia fundamental de todo ese sistema, que es ordenar lo que ve funcionar efectivamente en las huellas mnémicas, ordenar sus campos diversos, en una concepción coherente del aparato psíquico.

¿Y qué vemos nosotros a nivel de la carta 52?. Vemos esto. La Wahrnehmung, es decir la impresión del mundo exterior como bruto, es original, es primitiva, está fuera del campo que corresponderá a una experiencia que sea notable, es decir, efectivamente inscripta en algo que es totalmente sorprendente que en el origen de su pensamiento Freud lo exprese como un Niederschrift, como una inscripción, como algo que se propone no simplemente en términos «Prägung» y de impresión, sino en el sentido de algo que hace signo, del orden de la escritura. No soy yo quien le ha hecho elegir ese término.

La primera Niederschrift se produce en cierta época, en cierta edad, que su primera aproximación del sujeto le hace ubicar antes de la edad de cuatro años. Poco importa. Es a nivel de un «a». Luego, hasta la edad de ocho años, un «b» que le parecerá ser algo, u otra Niederschrift más organizada, organizada en función de recuerdos, hablando propiamente, conceptuales, nos parecerá constituir más especialmente un Inconsciente. Poco importa que en ese momento él se equivoque o no, que hayamos visto después que podemos hacer remontar el inconsciente como tal, con su organización de pensamiento, mucho más alto. Lo que nos importa es esto: es que acto seguido tenemos el nivel del Vorbewusstsein, que corresponde a un estado ulterior, luego el nivel del Bewusstsein en tanto no es ya la indicación de un tiempo, sino de un término. En otros términos, que toda la elaboración que hace que progresemos de una significación del mundo a una palabra que puede formularse, que toda la cadena que va del inconsciente más arcaico hasta la forma articulada de la palabra en el sujeto, que todo eso suceda, si puede decirse entre Wahrnehmung y Bewusstsein, como se dice, entre cuero y carne, que es, en suma, en algún lugar que no es totalmente esencial identificar desde el punto de vista de la topología subjetiva con un aparato neurónico donde se sitúa el progreso que interesa a Freud. Efectivamente, eso que pasa entre Wahrnehmung y Bewusstsein debe igualmente tener relación, porque es así como Freud nos lo representa, con el inconsciente, esta vez no sólo en función, sino como se expresa él mismo, haciendo su oposición, en Aufbau o en estructura.

En otros términos, es en tanto la estructura significante se interpone entre la percepción y la conciencia, que interviene el inconsciente, que el principio del placer interviene no ya en tanto Gleich Besetzung, función de mantenimiento de un cierto investimiento, sino en tanto que concierne a las Bahnung. Es la estructura de la experiencia acumulada que mora y permanece allí inscripta.

A nivel del Ich, del inconsciente en función, algo que tiende a separar el mundo exterior, a una retención del afuera, del mundo exterior, se juega, se regula. Lo que por el contrario, se ejerce a nivel de la Übung, es lo que es Abfuhr, descarga, para reencontrar aquí el mismo entrecruzamiento de todo lo que se puede llamar la economía total del aparato. Es la estructura la que regula la descarga, es la función que la retiene, que sostiene sus reservas, lo que Freud llama también el Vorrat, la provisión —pues encontramos allí el uso de esa misma palabra que él ha utilizado para designar el armario de provisión, Vorratskammer, de su propio inconsciente—. Es la misma palabra de la cual se sirve para designar el Ich del cual les hablo. Vorratsträger es el soporte de cantidad y de energía en tanto constituye el corazón y el centro del aparato psíquico.

Es sobre esta base que viene a entrar en juego eso que vamos a ver ahora funcionar como la primera aprehensión de la realidad como tal por el sujeto. Es aquí donde interviene, sin la menor ambigüedad, una realidad que es aquella de la cual la última vez les he mostrado la importancia — quizás un poco velada, sino olvidada por L. Pontalis— bajo la forma de eso que tiene relación de la forma más íntima con el sujeto en el Neben Mensch. Fórmula enteramente sorprendente en tanto articula poderosamente la especie de lado y al mismo tiempo de similitud, de separación y al mismo tiempo de identidad, que es allí donde el sujeto va hacia esa experiencia fundamental, ¿persiguiendo qué?

Sería menester aquí que les leyera todo el pasaje, sin embargo, elegiré el punto más importante, la culminación del pasaje que llega a esto: Así es para el complejo del Neben Mensch (el semejante) en dos partes, una de las cuales se impone por un aparato comprobado, que permanece junto como Ding. He aquí lo que la traducción seguramente muy detestable con la cual ustedes cuentan en francés, deja enteramente perderse, diciendo que algo permanece como todo coherente. Ya que lejos de que se trate aquí de una alusión a algo que sea un todo coherente, es decir, algo que pasaría por la transferencia del verbo al sustantivo, por el contrario, es en tanto que este Ding es el elemento que está en su origen aislado en esas dos partes por el sujeto, esos dos términos de la experiencia del Nebenmensch, aislado como lo que sucede con su naturaleza extraña, Fremde, en ese sentido es que se distingue lo que constituye la segunda parte de ese complejo del objeto. Lo que constituye la segunda parte, con respecto a la cual nos dice que hay una división, una diferencia a ese nivel en el abordaje del juicio, que todo lo que era cualidad del objeto puede ser formulado como siendo esos atributos, predicado, y algo que entonces lo mete en el investimiento del sistema psi, son las Vorstellungen primitivas alrededor de las cuales se jugará todo el destino, todo lo que será regulado según las leyes del Lust y del Unlust, del placer y del displacer, en lo que podemos llamar las entradas primitivas del sujeto.

Es aquí enteramente otra cosa. Es una división original que nos es dada como siendo aquélla, hablando propiamente, de la experiencia de la realidad como tal, que reencontraremos en la Verneinung. Les ruego remitirse a su texto. Lo encontrarán del mismo alcance, con la misma función, como siendo esencialmente lo que desde dentro del sujeto se encuentra en el origen, llevado a un primer afuera. Un afuera, nos dice Freud, que no tiene relación con esta realidad en la cual el sujeto acto seguido tendrá que ubicar la Qualitätzeichen, lo que le indica que está en el buen camino, en la buena vía para la búsqueda de su satisfacción.

Aquí hay algo que, antes de la prueba de esta búsqueda, plantea en alguna forma su término, su meta y su alcance. Y es esto lo que el otro día L. Pontalis les decía que está expresado de una manera que le parece o le parecía hasta cierto grado enigmática, es lo que Freud nos designa cuando nos dice «que la meta primera y más próxima de la prueba de realidad es encontrar un objeto en la percepción real que corresponda a lo que el sujeto se representa en el momento. Pero eso de reencontrarlo, de testimoniarse que está aún presente en la realidad…»

La noción de ese Ding como Fremde, como extraño y hasta hostil en su momento en todo caso como el primer exterior, es alrededor de lo cual se orienta todo el encaminamiento que sin ninguna duda para el sujeto, es en todo momento el andar, encaminamiento de control, de referencia ¿en relación a qué?: al mundo de sus deseos. Hace la prueba de que algo, después de todo esta allí, que hasta cierto grado puede servir.

¿Pero servir para qué? Servir para nada más que para referir en relación a ese mundo de anhelos y de espera que le es orientado, hacia lo que servirá en su momento para alcanzar Das Ding, cuando este objeto esté allí, cuando todas las condiciones sean llenadas, es decir, al fin de cuentas, ustedes lo saben bien, pero porque bien entendido es claro que lo que se trata de encontrar no puede ser reencontrado, ya que por su naturaleza el objeto está perdido como tal, no será jamás reencontrado, algo está allí esperando mejor o esperando peor pero esperando.

El sistema del mundo freudiano, es decir, del mundo de nuestra experiencia, es que se trata de reencontrar este objeto, Das Ding, en tanto otro absoluto del sujeto. Es el estado de hallarlo a lo sumo, como lamento. No es a éste a quien hallamos, sino sus coordenadas de placer; ese estado de desearlo y de esperarlo en el cual será buscado en el nombre del principio del placer, esta tensión óptima por debajo de la cual ya no hay seguramente ni percepción ni esfuerzo.

Y si al fin de cuentas no hay algo que lo alucine en tanto que sistema de referencia, ningún mundo de la percepción llegará a ordenarse, a constituirse de una manera humana, de una manera válida, dado ese mundo de la percepción como correlativo, como dependiente, como referencia a esta alucinación fundamental sin la cual no habría ninguna atención disponible

Y aquí llegamos a la noción de la spezifische Aktion de la cual Freud habla repetidas veces y que quisiera aquí aclararles, pues hay también una ambigüedad en la Befriedigungserlebnis. Efectivamente, lo que se busca, es este objeto en relación al cual funciona el principio del placer. Este funcionamiento es, en el ethos, en la trama, el soporte al cual se refiere toda experiencia práctica. Y bien, ¿cómo concibe Freud esta experiencia, esta acción específica?

Es aquí donde es menester leer su correspondencia con Fliess para percibir su alcance en una carta que es aún la carta 52, que como ven no ha terminado de librarnos sus secretos. El nos dice: «El acceso histérico no es ninguna descarga, no es una descarga». Criterio para aquéllos que experimentan siempre la necesidad de colocar en primer plano la incidencia de la cantidad en la función del afecto. Es menester decir que no hay campo que sea más favorable que aquél de la histeria para mostrar cuánto el hecho en el encadenamiento de los acontecimientos psíquicos es una contingencia correlativa. No es de ninguna manera una descarga, sondern eine Aktion, sino una acción que es Mittel zur Reproduktion von Lust. Vamos a ver allí esclarecerse lo que Freud llama una acción. El carácter propiamente original de toda acción es de ser Mittel, medio de reproducción.

Es esto: das ist er [der hysterische Anfall] wenigstens in der Wurzel. Lo es al menos en su raíz. Por otra parte, sonst motiviert er sich vor dem Vorbwusstten mit allerlei Gründen, que puede motivarse por toda clase de fundamentos de todas las especies que son tomadas a nivel del preconsciente». ¿Pero qué es lo que está en su esencia?. Freud lo dice y enseguida después, y al mismo tiempo nos ilustra lo que quiere decir aquí la acción como Mittel zur Reproduktion. En el caso de la histeria se trata de esto la crisis de llanto. Todo está calculado, reglado, como apoyado sobre den Anderen, el Otro. Es decir ante todo, dice él, este Otro prehistórico, inolvidable, que ya nadie luego alcanzará jamás.

Aquí encontramos articulado lo que en suma nos permite, desde cierto punto de vista, una primera aproximación a eso de lo cual se trata en la neurosis, comprender lo correlativo, el término regulador. Si efectivamente la acción específica que apunta a la experiencia de satisfacción, es una acción cuyo fin es reproducir el estado, reencontrar Das Ding, el objeto, comprenderemos muchos modos de lo que es el comportamiento neurótico, da la conducta de la histérica, si de lo que se trata en la conducta de la histérica es de recrear un estado centrado por el objeto en tanto este objeto, Das Ding, es el centro y el soporte de una aversión, como Freud lo escribe en alguna parte.

En tanto el objeto primero es objeto de insatisfacción, se ordena, se organiza el Erlebnis específico de la histérica. Y es también en tanto por una diferencia, una distinción, una oposición, la primera de las cuales ha visto Freud y que no da lugar a ser abandonada, que en la neurosis obsesiva este objeto, Das Ding, en relación al cual se organiza la experiencia de fondo, la experiencia de placer, es un objeto que literalmente aporta demasiado placer, lo cual Freud ha percibido muy bien —ésa ha sido su primera percepción de la neurosis obsesiva—.

Si observan en sus progresos diversos, en todos sus recovecos, el comportamiento del obsesivo, lo que indica y lo que significa, eso como lo cual aparece sujeto él mismo, es siempre ese algo que se regula para evitar al fin de cuentas, lo que él ve a menudo bastante claramente como la meta y el fin de su deseo. Y para evitarlo de una manera cuya motivación es en suma —extraordinariamente radical porque efectivamente el principio del placer nos es dado para tener un modo de funcionamiento— evitar este exceso, este placer en demasía.

Para ir rápido y tan rápido como va Freud en sus primeras percepciones de la realidad ética, hablando propiamente, en tanto ésta funciona en aquello del sujeto con el cual tiene relación, no olviden una de sus referencias que les he aportado, y que no tengo inmediatamente a mano, para estos tres términos —les daré la próxima vez y muy fácilmente— sobre la posición del sujeto en las tres grandes categorías que Freud discierne primeramente: la histeria, neurosis obsesiva y paranoia. En la paranoia, cosa curiosa, Freud nos aporta ese término que les ruego mediten en su surgimiento primordial Versagen des Glaubens. El paranoico no cree en este primer extraño al cual el sujeto tiene que referirse primeramente.

Esta puesta en función del término de la creencia, me parece estar acentuada incluso en un sentido menos psicológico de lo que parece en el primer abordaje. Quiero decir que este modo de relación, el más profundo del hombre en relación a la realidad, que se articula en el término de la fe, es aquí lo que me parece involucrado en lo que Freud señala, designa, como la actitud más radical en el paranoico. Y me parece que aquí pueden ustedes ver con qué facilidad se hace el lazo con ese grito de otra perspectiva, aquélla que viene al encuentro de está última. Se los he ya designado diciéndoles que lo que constituye el resorte de la paranoia es esencialmente el rechazo de cierto apoyo en el orden simbólico, de este apoyo especifico alrededor del cual puede ser que vayamos a verlo, y veremos en las entrevistas que continuarán, hacerse la división en dos vertientes, de esa relación con Das Ding.

Si Das Ding es originalmente eso que entonces llamaremos el fuera—significado (hors-signifié), es en función de este fuera—significado y de una relación patética, gracias a lo cual el sujeto conserva su distancia, se constituye en ese modo de relación, de afecto primario, anterior a toda represión que es aquello alrededor de lo cual se hace toda la primera articulación del Entwurf. La represión, no lo olvidemos, aún ocasionándole a ese nivel problemas y todo lo que dirá a continuación acerca de ella no es otra cosa, ni puede ser incluso comprendido, concebido en su extraordinario refinamiento más que como una especie de necesidad de comprender lo que puede ser específicamente la represión en relación a todas las demás formas de defensa.

Y bien, en relación a este Das Ding original es que se constituye aquí esta primera orientación, esta primera lección, este primer asiento de la orientación subjetiva que llamaremos en la ocasión Neurosenwahl, la elección de la neurosis. Regulando aquí en adelante esta primera molienda (mouture), toda la función del principio del placer.

Lo que nos va a quedar por ver, es que es en el mismo lugar donde viene a organizarse ese algo que es de alguna manera su opuesto, su reverso y su idéntico. Es, a saber, lo que en último término se sustituye a esta realidad muda que es Das Ding, la realidad que manda, que ordena lo que al fin de cuentas apunta, si ustedes quieren, en la filosofía de alguien que mejor que ningún otro ha entrevisto la función de Das Ding, abordándolo sólo por las vías, por los ensayos de la filosofía de la ciencia, a saber Kant; a saber, que es al fin de cuentas concebible que sea como trama significante pura, como máxima universal, como la cosa más despojada de relación con el individuo, que deben presentarse los términos de Das Ding. Si es aquí que debemos ver con Kant el punto de mira, el punto de alcance, el punto de convergencia según el cual se presentará una acción que calificaremos de moral y con respecto a la cual veremos cuán paradójicamente se presenta ella misma como siendo la regla de un cierto.

Pero por hoy no quiero más que insistir sobre algo que es que la Cosa sólo se presenta a nosotros en tanto hace palabra (fait mot), como se dice dar en el blanco (faire mouche), que el grito es la manera en que lo extraño y lo hostil aparecen en la primera experiencia de la realidad para el sujeto humano, la manera en que se presenta en el texto de Freud, como he insistido.

Yo diría que no tenemos necesidad de este grito. Y aquí quisiera hacerles referencia a algo que está más inscripto en la lengua francesa —cada lengua tiene sus ventajas— de lo que lo está en la lengua alemana. En la lengua alemana, das Wort es a la vez la palabra (mot) y el habla (parole). Le mot (palabra) en la lengua francesa, no lo olviden, tiene un peso y un sentido particular. Mot es esencialmente no hay respuesta; como dice en alguna parte La Fontaine, es lo que se calla, mot es justamente cuando ninguna palabra es pronunciada. Las cosas de las cuales se trata y que algunos podrían oponer como estando para Freud en un nivel superior, en ese mundo de los significantes con respecto al cual les digo que es el verdadero resorte de un funcionamiento en el hombre, del proceso calificado de primario. Pero esas cosas son cosas en tanto mudas, y cosas mudas, no es enteramente la misma cosa que cosas que no tienen ninguna relación con las palabras.

Solamente les ruego evocar una figura que pienso será vital para cada uno de ustedes, es la figura del terrible mudo que hay en los cuatro Marx Brothers, Harpo. ¿Hay alguna cosa que puede plantear una cuestión presente, más presente, más pregnante, más trastornadora, más nauseosa, más hecha para echar en el abismo y la nada, todo lo que puede pasar delante de él, que la cara marcada por esa sonrisa de la cual no se sabe si es la de la más extrema perversidad o de la bobería más completa, que es la de H. Marx? Este mudo sólo basta para soportar la atmósfera de puesta en cuestión, de destrucción (anéantissement) radical que es la que vea formar la trama, el objeto de la formidable farsa del juego de jokes no discontínuo que da todo el valor a todo este ejercicio.

Pero aún una palabra. He aquí la palabra que va a surgir. Y además les he hablado hoy del Otro en tanto que Ding. Quisiera terminar sobre algo mucho más accesible a nuestra experiencia, es el empleo aislado al cual allí aún el francés reserva ciertas formas especializadas para el pronombre de llamado. ¿Qué es lo que quiere decir, qué es lo que representa la emisión, la articulación, el surgimiento de nuestra voz, de ese tú (toi) que puede venirnos a los labios en tal momento de desarrollo, de indefensión, de sorpresa, de algo que yo no llamaría àpresuradamente la muerte, pero seguramente la presencia de un semejante privilegiado para nosotros, y alrededor del cual giran nuestras mayores preocupaciones, y que por lo tanto no deja de turbarnos?.

No creo que este tú (toi), ese tú (toi) de devoción, donde en su momento viene a tropezar toda otra manifestación de la necesidad de querer, sea simple. Creo que en sí mismo hay también algo que intenta aprisionar a este Otro, este Otro prehistórico, este Otro inolvidable, que arriesga de golpe sorprendernos y precipitarnos desde lo alto por su aparición. TU (toi) que contiene no sé cuál defensa y yo diría que en el momento en que ese Tú (toi) es pronunciado, es enteramente y no en otra parte, en el Tú (toi) que surge, donde reside lo que les he presentado hoy como Das Ding.

Y para no terminar sobre algo que podría parecerles también optimista, pondré a la vista la utilización, el sentido, el peso, la identidad de la cosa y de la palabra (mot), especialmente de la palabra, tal como podemos encontrarla en un otro aislado. A ese Tú (toi) que he llamado el Tú de domesticación, que no domestica nada, de vano encantamiento, de vana ligazón; hay también algo que puede sucedernos cuando cierto orden nos viene de más allá del aparato, donde cruje aquello que con nosotros, tiene relación con Das Ding. Es lo que respondemos cuando alguna cosa nos es imputada o bien a nuestro cargo o bien a nuestra cuenta, Yo (moi). ¿Qué es este Yo (moi)? Yo (moi), por sí solo. ¿Qué es sino un Yo (moi) de excusa, un Yo de rechazo, un Yo muy poco para mí?.

Así desde su surgimiento, desde su origen el yo (moi), en tanto se expulsa él también por un movimiento contrario, el yo (moi) en tanto defensa, en tanto primeramente y ante todo yo (moi) que rechaza y que denuncia, lejos de enunciar, ese yo (moi) en esta experiencia aislada de su surgimiento que debe quizás considerarse como siendo su declinación original, ese yo (moi) se articula aquí. Volveremos a hablar de él la próxima vez para ir más lejos en eso en lo cual el axioma, la moral, se presenta como experiencia de satisfacción.