Seminario 9: Clase 24, del 13 de Junio de 1962

Seminario 9, clase 24
Tenemos aquí tres figuras. La figura 1 responde al corte simple en tanto el plano proyectivo no podría  tolerar más de uno sin dividirse. Este no divide, abre. Es interesante mostrar esta abertura bajo esta forma porque permite visualizar, materializar, la función del punto.

La figura 2 los ayudará a comprender la otra. Se trata de saber lo que ocurre cuando el corte aquí designado ha abierto la superficie. Se trata ahí de una descripción de la superficie ligada a lo que se llama sus relaciones extrínsecas,  a saber, la superficie en la medida en que intentamos insertarla en el espacio de tres dimensiones. Pero les he dicho que esta distinción de las propiedades intrínsecas de la superficie y sus propiedades extrínsecas no era tan radical como se insiste a veces en una preocupación de formalismo, pues es justamente a propósito de su hundimiento (plongée) en el espacio, como se dice, que algunas de las propiedades intrínsecas de la superficie aparecen con todas sus consecuencias. No hago más que señalar el problema.

Todo lo que voy a decirles en efecto sobre el plano proyectivo, el lugar privilegiado que ocupa ahí el punto, lo que llamaremos el punto que esta ahí figurado en ese cross-cap aquí, punto terminal de la línea, pseudo-penetración de la superficie sobre sí misma, ese punto, ven ustedes su función  en esta forma abierta del mismo objeto descrito en la figura 1. Si la abren según el corte, lo que verán aparecer  es un fondo que está abajo, el de la semi-esfera. Arriba es el plano de esta pared (paroi) anterior en la medida que se continúa en pared (paroi) posterior, después de haber penetrado el plano que le es, si se puede decir, simétrico, en la composición de este objeto. ¿Porqué lo ven ustedes así al desnudo hasta arriba? Porque una vez practicado el corte, como esos dos planos que se cruzan como éste a nivel de la línea de penetración no se cruzan realmente no se trata de una real penetración, sino de una penetración que no es requerida sino por la proyección  en el espacio de la superficie de que se trata.

Podemos, a voluntad, remontar una vez que un corte ha disuelto la continuidad de la superficie uno de esos planos a través del otro ya que no sólo no es importante saber a qué nivel ellos se atraviesan, que puntos corresponden en el atravesamiento, sino que por el contrario conviene expresamente no tomar en cuenta esta coincidencia de niveles de los puntos en tanto que la penetración podría volverlos, en algunos momentos del razonamiento, superponibles.

Conviene por el contrario marcar que no lo son. El plano anterior de la figura 1 y que pasa del otro lado se encontró bajado hacia el punto que llamamos desde entonces el punto a secas, mientras que arriba vemos producirse esto: una línea que va hasta arriba del objeto y que, de tras, pasa del otro lado. Cuando practicamos, en esta figura, un atravesamiento  obtenemos algo que se presenta como un hueco abierto hacia adelante El trazo en puntillado va a pasar detrás de esta muerte de oreja y encuentra una salida del otro lado, a saber, el corte entre ese borde y lo que, del otro lado, es simétrico de esta suerte de canasta, puerta detrás. Hay que considerar que detrás hay una salida.

Aquí tenemos la figura 3 que es una figura intermediaria. Aquí ven aún el entrecruzamiento en la parte superior del plano anterior, que d viene posterior, para volver enseguida. Y pueden relevar esto indefinimente, -se los he hecho ya observar,   Es lo que se produce a nivel extremo. Es lo mismo que ese borde que ustedes encuentran descrito en la figura 1, vamos a llamarla A. Es esto lo que se mantiene de la figura 2 en este lugar.

La continuidad de ese borde se hace con lo que detrás de la superficie de alguna manera oblicua así desprendida, se repliega hacia atrás una vez que han comenzado ustedes a soltar el todo. De manera que si se lo vuelve a pegar, se reunirá como en la figura 3. Es por lo que lo he indicado en azul en mi dibujo. El azul es, en suma, todo lo que perpetúa el corte mismo.

¿Qué resulta de esto? Es que tienen un hueco, un bolsillo en el que pueden introducir algo. Si pasan la mano, ésta pasa detrás de esta oreja que está en continuidad por delante con la superficie; lo que encuentra detrás es una superficie que corresponde al fondo de la canasta pero se parada de lo que resta cobre la derecha, a saber esta superficie que viene adelante ahí, y que se repliega hacia atrás en la figura 2. Siguiendo un camino como ese tienen una flecha plena, luego en punteado porque ella pasa detrás de, la oreja que corresponde a A. Ella aparece aquí porque es la parte del corte que está detrás. Es la parte que puedo designar por B. La oreja que está dibujada aquí por los limites de ese puntillado en la figura 2, podría encontrarse del otro lado. Esta posibilidad de dos orejas, es lo que reencontrarán cuando hayan realizado el doble corte y aíslen en el cross-cap algo que se prepara aquí. Lo que ven en esta pieza central así aislada en la figura 4, es en suma un plano tal que ustedes borran ahora el resto del objeto de suerte que no tendrán que poner en puntillado aquí ni tampoco un atravesamiento: no queda sino la pieza central.
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¿Qué tienen entonces? Pueden imaginarlo fácilmente con una suerte de plano que torciéndose va en determinado momento a recortarse a sí mismo según una línea que pasa entonces detrás. Tienen entonces ahí también dos orejas, una laminilla hacia adelante, una laminilla hacia atrás. Y el plano se atraviesa a sí mismo según una línea estrictamente limitada por un punto. Podría ser que ese punto fuera ubicado justo en la extremidad de la oreja posterior, sería, por el plano, una manera de recortarse a sí mismo que, seria también interesante por algunos lados ya que es lo que he realizado en la figura 5 para mostrarles hace un rato la manera con que conviene considerar la estructura de ese punto.

Sé personalmente que se han inquietado ya por la función de ese  punto ya que me han planteado una vez en privado la cuestión de saber porqué siempre yo mismo y los autores representamos bajo esta forma, indicando en el centro una suerte de pequeño agujero. Es seguro que ese pequeño agujero da para reflexionar. Y es justamente sobre él que vamos a reflexionar, a insistir, pues nos entrega la estructura absolutamente particular de ese punto que no es un punto como los otros. Es sobre lo cual ahora me veo llevado a explicarme.

Su forma un poco oblicua, torcida, es divertida, pues la analogía con la hélice, la antihélice y aún el lóbulo es sorprendente por la forma de ese plano proyectivo cortado, si se considera que se puede reencontrar esta forma, es atraída profundamente por la forma de la banda de Moebius.

Se la encuentra mucho más simplificada en lo que he llamado un día el arum o aún la oreja de asno. Esto no está hecho más que para atraer vuestra atención sobre ese hecho evidente de que la naturaleza parece de alguna manera aspirada por sus estructuras, y en órganos particularmente significativos,  aquellos de esos orificios del cuerpo que son de alguna manera dejados aparte, distintos de la dialéctica analítica. Esos orificios del cuerpo, cuando muestran esta suerte de parecido, podría enlazarse a una suerte de consideración de vinculo a la Naturwissen de ese punto, el cual debe bien reflejarse ahí si tiene algún valor efectivamente.
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La analogía sorprendente de mucho e de esos dibujos que he hecho con las figuras que se encuentran en cada página de los libros de embriologia merece también retener la atención. Mientras consideran lo que ocurre cuando franqueado el estado de la placa germinativa, en los huevos de serpientes o de peces -en la medida en que es lo que se aproxima más a un exámen que no es absolutamente completo en el estado actual de la ciencia ciencia, del desarrollo del huevo humano – ustedes encuentran algo sorprendente, es la aparición, sobre esta placa germinativa, en un momento dado, de lo que se llama la línea primitiva que está igualmente  terminada en un punto, el nudo de Hensen, que es un punto absolutamente germinativo y verdaderamente problemático en su formación en la medida en que está ligado por una especie de correlación con la formación del tubo neural. Viene de alguna manera a su reencuentro por un proceso de repliegue del ectodermos es, como ustedes no lo ignoran, algo que da bien la idea de la formación de un toro, ya que en un cierto estado del tubo neural queda abierto como una trompeta de dos lados. Por el contrario, la formación del canal cordal que se produce a nivel de ese nudo de Hensen, con una manera de propagarse lateralmente, da la idea de que se produce ahí un proceso de entrecruzamiento, cuyo aspecto morfológico no puede dejar de recordar la estructura del plano proyectivo sobre todo si se piensa que el proceso que se realiza por ese punto llamado nudo de Hensen,  es de alguna manera un proceso regresivo: a medida que el desarrollo avanza, es en una línea, en un retroceso posterior del nudo de Hensen que se completa esta función de la línea primitiva, y que ahí se produce esta abertura hacia adelante, hacia el entoblasto, por ese canal que en los saurópsides se presenta como el homólogo, sin ser del todo identificable al canal neuro-entérico que se encuentra en los batracios, a saber lo que pone en comunicación la parte terminal del tubo digestivo y la parte terminal del tubo neural,  en suma ese punto tan altamente significativo por conjugar el orificio cloacal, este orificio tan importante en la teoría analítica, con algo que se encuentra, adelante de la parte más inferior de la formación caudal, ser lo que especifica al vertebrado y al prevertebrado más fuertemente que cualquier otro carácter, a saber la existencia de la cuerda de la que esta línea primitiva y el nudo de Hensen constituyen el punto de partida.

Hay ahí ciertamente toda una serie de direcciónes de búsquedas que creo merecerían retener la atención en todo caso, si no he insistido, es que seguramente no es en ese sentido que deseo comprometerme. Si hablo por ahora de esto es a la vez para despertar en ustedes un poco más de interés por esas estructuras tan cautivantes en si mismas y también para autentificar una observación que me ha sido hecha sobre lo que la embrología tendría aquí para decir, al menos a titulo ilustrativo.

Esto va a permitirnos ir más lejos enseguida sobre la función de ese punto.

Una discusión muy específica sobre el plano del formalismo de esas construcciónes topológicas no harta más que eternizarse y quizás podría fatigarlos. Si la línea que trazo aquí bajo la forma de una, suerte de entre cruzamiento de fibras es algo cuya función en el cross- cap ya conocen, lo que trato de señalarles es que el punto que lo termina, es por supuesto un punto matemático, un punto abstracto. No podemos entonces darle ninguna dimensión. Sin embargo no podemos pensarlo más que como un corte al cual es necesario que demos propiedades paradojales de entrada por el hecho de que podemos concebirlo como puntiforme Por otra parte es irreductible.

En otros términos, por la concepción misma de la superficie no podemos considerarla como colmada. Es un punto-agujero, si se puede decir. Además, si la consideramos como un punto-agujero, es decir, hecho por el pegamiento de dos bordes, seria de alguna manera incortable en el sentido del atravesamiento – y uno puede en efecto ilustrarlo por ese tipo de corte único que se puede hacer en el cross-cap; están los que son hechos normalmente para explicar el funcionamiento de la superficie en los libros técnicos que se consagran a esto, si hay un corte que pasa por ese punto, ¿cómo debemos concebirlo?
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¿Es que de alguna manera es el homólogo y únicamente el homólogo de lo que ocurre cuando hacen pasar una de esas líneas más altas, atravesando la línea estructural de falsa penetración, es decir de alguna manera, si algo existe que podemos llamar punto agujero de tal suerte que el corte, aún cuando se aproxime hasta confundirse con ese punto, haga el rodeo de ese agujero? Es en efecto lo que hay que concebir, pues en tanto trazamos un corte tal, he aquí en qué desembocamos: tomen, si quieren, la figura 1, transfórmenla en figura 3 y consideren de lo que se trata entre las dos orejas que quedan ahí a nivel de A, y de B que estaría detrás. Es algo que puede aún separarse indefinidamente hasta el punto en que el conjunto del aparato tome este aspecto, figura 5, representando esas dos partes de la figura los repliegues anterior y posterior que he dibujado en la figura 4. Aquí en el centro, esta superficie que dibujé en la figura 4 aparece aquí también en la figura 5. Ella esta ahí en efecto, detrás.
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De todos modos algo en ese punto debe ser mantenido que es de alguna manera el esbozo de la fabricación mental de la superficie, a saber en relación a este corte que es aquel en torno al cual se construye realmente la superficie. Pues esta superficie que ustedes quieren mostrar, conviene concebirla como una cierta manera de organizar un agujero, ese agujero cuyos bordee están aquí figurados. El esbozo es el punto de donde conviene partir para que puedan hacerse, de una manera que construya efectivamente la superficie de la que se trata, las junturas, borde a borde que están aquí dibujadas, a saber que ese borde ahí, después seguramente de todas las modificaciones necesarias a su descenso a través de la otra superficie y ese borde ahí vienen a juntarse con aquel que hemos llevado en esta parte de la figura 4: a con a’. El otro borde, por el contrario debe venir a conjugarse se el sentido general de la flecha flecha con ese borde ahí: d con d’. Es una conjunción que no es concebible más que a partir de un esbozo que se significa como el recubrimiento, tan puntual como quieran, de esta superficie por ella misma en un punto, es decir de algo que está aquí en un pequeño punto donde ella está hendida y donde viene a recubrirse si misma.

Es en torno a esto que se opera el proceso de construcción. Si ustedes no tienen esto, si consideran que el corte B que han hecho aquí atraviesa el punto-agujero no contorneándolo como los otros cortes en un rodete sino por el contrario viniendo a contarlo aquí, a la manera en que, en un toro, podemos considerar que un corte se produzca así:
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¿Qué deviene esta figura? Ella toma un aspecto muy diferente. Esto es lo que deviene:
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Deviene pura y simplemente la forma más simplificada del repliegue hacia delante y hacia atrás de la superficie figura 4, es decir que lo que ustedes han visto figurado 4 organizarse según  una forma que viene a entrecruzarse borde a borde según cuatro segmentos, viniendo el segmento a sobre el segmento a’: es un segmento que llevaría el N° 1 en relación a otro que llevaría el N°3 en relación a la continuidad del corte así dibujado, luego, un segmento N°2 con el segmento N° 4.

Aquí, última figura, no tiene más que dos segmentos. Debemos concebirlos como pegándose uno al otro por una completa inversión de uno en relación al  otro. Es muy difícilmente visualizable. Pero el hecho de que lo que está de un lado está en sentido opuesto nos muestra aquí la estructura pura, aunque no visualizable de la banda de Moebius.

La diferencia de lo que se produce cuando ustedes practican este corte simple sobre el plano proyectivo con el plano proyectivo mismo es que pierden uno de los elementos de su estructura no hacen sino una simple y pura banda de Moebius, con la salvedad de que no ven aparecer en ninguna parte lo que es esencial en la estructura de la banda de Moebius: un borde. Este borde es absolutamente esencial en la banda de Moebius. En efecto, en la teoría de las superficies -no puedo extenderme aquí de una manera enteramente satisfactoria para determinar propiedades tales como  el género, el número de conexiones, la carácterística, todo lo que hace al interés de esta topología, ustedes deben hacer entrar en línea de cuentas que la banda de Moebius tiene un borde y no tiene más que uno, que está construida sobre un agujero.

No es por el placer de la paradoja que digo que las superficies son organizadoras del agujero. Aquí entonces, si se trata de una banda de Moebius, esto significa que aunque en ninguna parte haya lugar de representare o es necesario que el agujero permanezca. Para que sea una banda de Moebius pondrán entonces ahí un agujero, por pequeño que sea. Por puntiforme que sea, cumplirá topológicamente exactamente las mismas funciones que aquellas del borde completo en eso que ustedes pueden dibujar cuando dibujan una banda de Moebius, es decir aproximadamente algo como esto:
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Como se los he hecho observar, una banda de Moebius es tan simple como esto. Una banda de Moebius no tiene sino un borde. Si sigue su borde habrán hecho la vuelta de todo lo que es borde sobre esta banda y de hecho no es sino un agujero, algo que puede aparecer como puramente circular, subrayando los dos lados invirtiendo uno por relación al otro pegándose, quedarla que sería necesario para que se trate de una banda de Moebius que conservemos bajo una forma así tan reducida como posible la existencia de un agujero. Es efectivamente lo que nos indica el carácter irreductible de la función de ese punto. Y si intentamos articularla, mostrar su función, somos llevados, designándolo como punto origen de la organización de la superficie sobre el plano proyectivo, a reencontrar ahí que no completamente las del borde  de la superficie de Moebius, pero que son sin embargo algo de tal modo un agujero que si se pretende suprimirlo por esta operación de sección por el corte que pasa por ese punto, es en todo caso un agujero que se hace aparecer, de la manera más indiscutible.
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¿Qué quiere decir esto? Para que esta superficie funcione con sus propiedades completas, y particularmente la de ser unilateral como la banda de Moebius, a caber que un sujeto infinitamente chato que se paseara puede, partiendo de un punto cualquiera, exterior, de su superficie, volver por un camino extremadamente corto y sin tener que pasar por ningún borde al punto inverso de la superficie de la que ha partido, para que esto pueda producirse, es necesario que en la construcción del aparato que llamamos plano proyectivo haya en alguna parte, por reducido que lo supongan, esta suerte de fondo que está representado aquí, ese culo del aparato; debe quedar un pequeño fragmento de la parte que no está estructurada por el entrecruzamiento, por pequeño que sea, sin el cual la superficie deviene  otra cosa y particularmente no presenta más esta propiedad de funcionar como unilátera.

Otra manera de poner en valor la función de este puntos el cross-cap no puede dibujarse pura y simplemente como algo que estarla dividido en dos por una línea donde se entrecruzarían las dos superficies. Debe quedar aquí algo que más allá del punto lo rodee, algo como una circunferencia por reducida que sea, una superficie que permite hacer comunicar los dos lóbulos superiores, si se puede decir, de la superficie así estructurada, Es esto lo que nos muestra la función paradojal y organizadora del punto.

Pero lo que esto nos permite articular ahora, es que ese punto esta hecho por el pegamiento de dos bordes de un corte, corte que no podría él mismo de ninguna manera ser reatravesado, ser recortable, corte que ustedes ven aquí de la manera que se los he dibujado como deducida de la estructura de la superficie y que es tal que se puede decir que si definimos arbitrariamente algo como interior y como exterior -poniendo por ejemplo en azul sobre el dibujo lo que es interior y en rojo lo que es exterior- a uno de los bordes de ese punto el otro se presentarla así que está hecho de un corte, por mínimo  que puedan suponerlo, de la superficie que viene a superponer se al otro. En este corte privilegiado, lo que se afrontará sin reunirse será un exterior con un interior, un interior con un exterior.

Tales son las propiedades que les presento, se podría expresar esto bajo una forma erudita, más formalista, más dialéctica, bajo una forma que me parece no sólo suficiente sino necesaria para poder enseguida imaginar la función que pretendo darle para nuestro uso.

Les he hecho observar que el doble corte es la primer forma de corte que introduce en la superficie definida como cross-cap del plano proyectivo, el primer corte, el corte mínimo que obtiene la división de esta superficie.. Les he ya, indicado la última vez a qué conducta, esta  división y lo que ella significaba. Se los he mostrado en figuras  muy precisas que ustedes tienen, lo espero, tomadas en notas, y que consistían en probarles que esta división tiene justamente por resulta de dividir la superficie en: 1) una superficie de Moebius, es decir una superficie unilátera del tipo de la figura.

Falta gráfico en el original

Esta conserva, si se puede decir, en ella, una parte solamente de  las propiedades de la superficie llamada cross-cap y, justamente esta  parte particularmente interesante y expresiva que consiste en la propiedad unilátera;  y en la que es desde siempre puesto en valor en tanto he hecho circular entre ustedes pequeñas bandas de Moebius de mi fabricación, a saber que se trata de una superficie izquierda, que es, diremos en nuestro lenguaje, especularizable, que su imagen en el espejo no podría  serle superpuesta, que está estructurada por una disimetría profunda. Es todo el interés de esta estructura  que  les demuestro: es que la parte central por el contrario, lo que llamaremos la pieza central aislada por el doble corte, siendo manifiestamente aquella que comporta con ella la verdadera estructura de todo el aparato llamado cross-cap, basta mirarla, diría, para verlo, para imaginar que, de una manera cualquiera, se reúnen aquí los bordes en los puntos de correspondencia que presentan visualmente para que sea enseguida reconstituída la forma general de ese plano proyectivo o cross-cap.
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Pero con este corte lo que aparece es una superficie que tiene ese aspecto que pienso ustedes ahora pueden considerar como algo que para ustedes, alcanza una suficiente familiaridad como para que la proyecten en el espacio, esta superficie que se atraviesa a sí misma según una cierta línea que se detiene en un punto. Es esta línea y es sobre todo ese punto los que dan a la forma de doble giro de este corte su significación privilegiada desde el punto de vista esquemático, porque es ésta de la que vamos a fiarnos para darnos un esquema de representación esquemática de lo que es la relación S/ corte de a, lo que no llegamos a aprehender a nivel de la estructura del toro, a saber de algo que nos permite articular esquematicamente la estructura del deseo, la estructura del deseo en tanto que formalmente la hemos ya inscrito en ese algo del que decimos nos permite concebir la estructura del fantasma $ corte de a. $(a.

No agotaremos hoy el tema, pero intentaremos  introducir para ustedes de  esta figura en su función esquemática -es suficientemente ejemplar para permitirnos encontrar la relación de $ corte de a, la formalización del fantasma en su relación con algo que se inscribe en lo que es el resto de la superficie llamada plano proyectivo cuando la pieza central es de alguna manera enucleada. Se trata de una estructura especularizable, profundamente desimétrica  que va a permitirnos localizar el campo de esta disimetría del sujeto en relación al otro, especialmente concerniente a la función esencial que ahí juega la imagen especular.

Tenemos aquí en efecto de lo que se trata la verdadera función imaginaria, si se puede decir, en tanto interviene a nivel del deseo, es una relación privilegiada con a, objeto del deseo, término del fantasma, digo término ya que hay dos, $  y a, ligados por la función del corte. La función del objeto del fantasma, en tanto término de la función del deseo, esta función está oculta.

Lo que hay de más eficiente, de más eficaz en la relación del objeto tal como la entendemos en el vocabulario actualmente recibido del psicoanálisis, está marcado de un velamiento máximo. Se puede decir que la estructura libidinal, en tanto marcada por la función narcicística, es lo que para nosotros recubre y enmascara la relación al objeto. Es en: santo la relación narcicística narcicismo secundario, la relación a la imagen del cuerpo como tal, está ligada por algo estructural a esta relación al objeto que es la del fantasma fundamental, que toma todo su peso.

Pero eso de estructural de lo que hablo es una relación complementaria,  es en tanto la relación del sujeto mareado por el rasgo unario encuentra un cierto apoyo que es de engaño, que es de error, en la imagen constitutiva dé la identificación especular que tiene su relación indirecta con lo que se oculta detrás de ella, a saber la relación de objeto, la relación al fantasma fundamental,. Hay entonces dos imaginarios, el verdadero y el falso; y falso se sostiene en esta suerte de subsistencia a la cual quedan adheridos todos los espejismos del «desconocer-me» (mé- connaître) -he ya introducido ese juego de palabras, me-connaisance: el sujeto se «mé-connaît»(desconoce) en la relación del espejo. Esta relación de espejo puede ser comprendida como tal, debe ser situada sobre la base de esta relación al Otro que es fundamento del sujeto, en tanto nuestro sujeto es el sujeto del discurso, el sujeto del lenguaje.

Es situando lo que es S/ corte de a en relación a la deficiencia fundamental del otro como lugar de la palabra, en relación a lo que es la única respuesta definitiva a nivel de la enunciación, el significante de A/, del testigo universal en tanto hace defecto que en un momento dado no tiene más que una función de falso testigo, es situando la función de a en ese punto de desfallecimiento mostrando el soporte que encuentra el sujeto en ese a que es lo que apuntamos en el análisis como objeto del idealismo clásico, que no tiene nada en común con el objeto del sujeto hegeliano.

Es articulando de la manera más precisa ese a en el punto de carencia del Otro que es también el punto en que el sujeto recibe de este Otro, como lugar de la palabra, su marca mayor, la del rasgo unario, la que distingue nuestro sujeto del sujeto de la transparencia del conocimiento del pensamiento clásico, como un sujeto enteramente ligado al significante en tanto ese significante es el punto de giro(tournant), de su rechazo, de él, sujeto, de toda la realización significante, es mostrando a partir de la fórmula S/ ( a como estructura del fantasma, la relación de este objeto a con la carencia del Otro, que vemos como, en un momento, todo retrocede, todo se borra en la función significante ante la ascensión, la irrupción de este objeto. Es hacia lo cual podemos avanzar aunque sea la zona más velada, la más difícil de articular de nuestra experiencia. Pues justamente tenemos de esto el control en esto que por esas vías que son las de nuestra experiencia, vías que recorremos, lo más habitualmente aquellas del neurótico, tenemos una estructura que no se trata del todo de cargar sobre, las espaldas de chivos, emisarios. A ese nivel, el neurótico como el perverso, como el psicótico mismo, no son sino caras de la estructura normal.

Se me dice a menudo luego de estas conferencias: cuando usted habla del neurótico y de su objeto que es la demanda del Otra, a menos que su demanda sea el objeto del otro, que nos hable del deseo normal! Pero justamente hablo de esto todo el tiempo., El neurótico es el normal en tanto para él el Otro con una A’ tiene toda la importancia el perverso es el normal en tanto que para él el Phallus -el mayúsculo que vamos a identificar a ese punto que da a la pieza central del plano proyectivo toda su consistencia- el Palo tiene toda la importancia. Para el psicótico el cuerpo propio; que debe ser distinguido en su lugar (place), en esta estructuración del deseo, el cuerpo propio tiene toda la importancia. Y no son aquí más que caras en las que algo se manifiesta de este elemento de paradoja que ea aquel que voy a intentar articular ante ustedes a nivel del deseo.

Ya, la última vez, les di un anticipo mostrándoles lo que puede haber ahí de distinto en la función en tanto emerge  del fantasma, es decir de algo que el sujeto fomenta, intenta producir en el lugar ciego, en el lugar oculto que es aquel cuya pieza central da el esquema.
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Ya a  propósito el neurótico y precisamente del obsesivo les indicaba cómo puede concebirse que la búsqueda  del objeto sea la verdadera mira, en el fantasma obsesivo, de esta tentativa siempre renovada y siempre impotente de esta destrucción de la imagen especular en tanto que es ella a lo que el obsesivo apunta, que siente como obstáculo a la realización del fantasma fundamental.

Les he mostrado que esto esclarece muy bien lo que ocurre a nivel del fantasma, en absoluto sádico sino sadeano, es decir aquel que he tenido la ocasión de deletrear ante ustedes, para ustedes, con ustedes en el seminario sobre la ética, en; la medida en que, realización de una experiencia interior que no se puede reducir enteramente alas contingencias del cuadro conocible de un esfuerzo del pensamiento :concerniente a la relación del sujeto a la naturaleza, es en la injuria a la naturaleza  que Sade intenta definir la esencia, del deseo humano.

Y está ahí aquello con lo que hoy podría introducirlos en la dialéctica de la que se trata. Si, en alguna parte podemos conservar todavía la noción de conocimiento es seguramente fuera del campo humano. Nada hace obstáculo a que pensemos, nosotros positivistas, marxistas, todo lo que quieran, que fa, naturaleza, ella, se conoce. Ella tiene seguramente sus preferencias. Ella no toma, cualquier material. Es lo que nos deja hace algún tiempo: el campo, nosotros, para encontrar montones de otros y divertidos, que ella precisamente había dejado de lado.

De la manera que ella se conozca, no vemos ahí ningún obstáculo. Es cierto que todo el desarrollo de la ciencia, en todas  sus ramas, se hace para nosotros, de una manera que vuelve cada vez más clara la noción de conocimiento. La connaturalidad con cualquier medio en el campo natural, es lo que hay de más extraño, cada vez más extraño al desarrollo de esta ciencia. ¿Es que no es justamente ésta que vuelve tan actual  que nos adelantemos en, la estructura del deseo tal como nuestra experiencia justamente, efectivamente, nos la hace sentir todos los días?  El nudo del deseo inconsciente  su relación de orientación, de imantación, si se puede decir, es absolutamente central en relación a todas las paradojas del desconocimiento humano. ¿No se sostiene acaso su fundamento en el hecho de que el deseo humano es una función acósmica?

Es por lo cual intento para ustedes fomentar esas plásticas, puede parecerles ver una reactualización de antiguas técnicas imaginarias que son las que les he enseñado a leer bajo la forma de la esfera en Platón. Podrán decirse eso. Ese pequeño punto doble,: ese rombo, nos muestra que ahí está el campo donde se cierne el; verdadero resorte de la relación entre lo posible y lo real. Lo que constituye todo el encanto, toda la seducción largamente proseguida por la lógica clásica, el verdadero punto de interés de la lógica formal -entiendo la de Aristóteles es lo que ella supone y lo que ella excluye y que es verdaderamente su punto pivote a saber el punto del imposible en tanto aquel del deseo. Volveré sobre esto.

Entonces, ustedes podrán decirse que todo lo que estoy por explicarles es la continuación del discurso precedente . Los -déjenme emplear esta fórmula- asuntos de Théo. Pues al fin de cuentas conviene darle un nombre a ese Dios con el que nos hacemos gárgaras Un poquito demasiado románticamente en la garganta bajo esta suerte de sentencia que habríamos dado feliz golpe diciendo que Dios está muerto. Hay dios y dios. Les he ya dicho  que están los que son absolutamente reales. Estaríamos equivocados en desconocer su realidad. El Dios que está en causa y cuyo problema no podemos eludir como un problema que es asunto nuestro, un problema en el cual debemos tomar partido,: éste, por la distinción de términos, haciendo eco a :Beckett que lo ha llamado un día Godot, ¿porqué no haberlo llamado con su verdadero nombre, el Ser supremo? Si recuerdo bien  por otra parte, la amiguita de Robespierre tenía ese nombre por nombre propio, creo que se llamaba Catherine Théot.

Es cierto que toda una parte de la elucidación analítica, y para decirlo todo, toda la historia del padre en Freud, es nuestra; contribución esencial a la función de Théo en un cierto campo, muy precisamente  en ese campo que encuentra sus límites en el borde del doble corte en tanto es el que determina los carácteres estructurantes, el núcleo fundamental del fantasma en la teoría como en la práctica. Si algo puede articularse que pone en balanza los dominios de Théo, que se revelan no ser tan totalmente reducidos, ni reductibles, ya que nos ocupamos tanto que, desde hace algún tiempo, perdemos si puedo decir el alma, el zumo y lo esencial, No se sabe más que decir.

Ese padre parece reabsorverse en una nube cada vez más lejana y al mismo tiempo dejar singularmente en suspenso el alcance de nuestra practica. Que haya ahí en efecto algún correlativo histórico no es en absoluto superfluo que lo evoquemos cuando se trata de definir aquello con lo cual tenemos que vérnosla su nuestro dominio. Creo que es tiempo.  Es hora, porque ya bajo mil formas concretizadas, articuladas, clínicas y prácticas, un cierto sector se desprende en la evolución de nuestra práctica, que es distinta de la relación al Otro, A, como fundamental, como estructurante de toda la experiencia cuyos fundamentos hemos encontrado en el inconsciente. Pero su otro polo tiene todo el valor que he llama do hace un rato complementario, aquel sin el cual vagamos, quiero decir aquel sin el cual volvemos, como un retroceso, una abdicación, a algo que ha sido la ética de la era teológica, aquella cuyos orígenes les he hecho sentir ciertamente guardando todo su valor, en ene frescura original que le han conservado los diálogos de Platón. Qué vemos después de Platon si no es la promoción de lo que ahora se perpetúa bajo la forma polvorienta de esta distinción de la que es verdaderamente un escándalo que se pueda aún encontrar bajo la pluma de un analista, del yo-sujeto y del yo-objeto. Háblenme de caballero y de caballo, del diálogo del alma y del deseo. Pero justamente se trata de esta alma y este deseo, ese reenvía del deseo al alma en el momento en que precisamente no se trataba sino del deseo, en suma, todo lo que les he mostrado el último año en la Transferencia.

Se trata de ver esta claridad más esencial que podemos aportar es que el deseo no está de un lado. Si tiene la apariencia de ser ese no-manejable que Platón describe de una manera tan patética, tan conmovedora y que el alma superior está destinada a dominar, a cautivar, seguramente es que hay una relación, pero la relación es interna, y divisarla la es justamente dejarse llevar a un error que se sostiene en que esta imagen del alma, que no es otra que la imagen central del narcisismo secundario  tal como lo he definido hace un rato y sobre el cual volveré, no funciona sino como vía de acceso, aún de acceso engañoso, pero vía de acceso orientado como tal al deseo.

Es cierto que Platón no lo ignoraba. Y lo que vuelve a su empresa tanto más extrañamente perversa es que él nos la oculta. Pues les hablaré, del Falo en su doble función, la que nos permite verlo como -el punto, común de eversión si puedo decir, evergencia, si puedo adelantar aquí el término como construido al revés del deconvergencia: si ese falo pienso poder articular de un lado su función a nivel del S/ del fantasma y a nivel del a que por el deseo autentifica, desde hoy les indicaré el parentesco de las paradojas con esta imagen misma que les da ese esquema de la figura ya que nada más que ese punto asegura a esta superficie así recortada su carácter de superficie unilátera, pero le asegura a él enteramente, haciendo verdaderamente de S/ el soporte de a.
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Pero no vayamos demasiado rápido, a seguramente es el corte de S. La  realidad que apuntamos en esta objetalidad o esta objetividad que somos los únicos para definir, es verdaderamente lo que unifica al sujeto para nosotros. ¿Y qué hemos visto en el diálogo de Sócrates con Alcibiades? Es que esta comparación de este hombre llevada al pináculo del homenaje apasionado con una caja: esta caja maravillosa, como siempre ha existido donde el hombre ha sabido construirse objetos, figuras de lo que es para él el objeto central, el del fantasma fundamental, ¿contiene qué, dice Alcibiades a Sócrates?. El agalma.

Comencemos a entrever lo que el agalma es: algo que no debe tener poca relación con ese punto central que da su acento, su dignidad al objeto a. Pero las cosas, de hecho, deben invertirse a nivel del objeto. Ese falo, si está tan paradojalmente constituído que es necesario siempre poner mucha atención a lo que es la función envolvente y la función envuelta, creo que es más bien en el corazón del agalma que Alcibiades busca eso a lo cual hace llamado, en ese momento en que el Banquete termina en algo que somos los únicos capaces de leer, aunque sea evidente, ira que lo que él busca, eso ante lo cual se prosternará eso a lo cual hacia ese llamado impúdico, ¿es qué? Sócrates como deseante, cuya confesión quiere.

En el corazón del agalma lo que busca en el objeto se manifiesta como siendo el puro (escritura en griego) pues lo que quiere no es decirnos que Sócrates es amable, es decirnos que lo que él desea más en el mundo es ver a Sócrates deseante. Esta implicación subjetiva radical en el corazón del objeto mismo del deseo donde pienso que de todos modos ustedes se hallarán un poco simplemente porque podrán hacerlo entrar en el viejo cajón del deseo del hombre y el deseo del Otro. Es algo que podremos puntuar más precisamente. Vemos que lo que lo organiza es la función puntual, central, del Falo. Y ahí tenemos a nuestro viejo encantador, pudriéndose o no, pero encantador seguramente, aquel  que sabe algo sobre el deseo, que envía a  nuestro Alcibíades sobre las rosas ¿diciéndole qué? Ocuparse de su alma, de su yo, de devenir lo que él no es: un neurótico para los siglos más tarde, un hijo de Théo.

¿Y porqué? ¿Qué es este reenvío de Sócrates a un ser tan admirable como Alcibíades? En lo que el agalma es manifiestamente él que lo es, como creo haberles manifestado ante ustedes, es pura y manifiestamente que el falo, Alcibíades lo es. Simplemente nadie puede saber de quién él es el falo,  Para ser Falo en ese estado ahí, hay que tener una cierta estofa. No carecía de esto seguramente y los encantos de Sócrates permanecen sin poder sobre Alcibíades, sin ninguna duda. Pasa sobre los siglos que han seguido de la ética teológica hacia esta forma enigmática y cerrada pero que sin embargo el Banquete nos indica en el punto de partida y con todos los complementos necesarios, a saber que Alcibíades, manifestando su llamado al deseante en el corazón del objeto privilegiado no hace sino aparecer en una posición de seducción desenfrenada en relación al que he llamado el boludo fundamental, que para colmo de la ironía Platon connota con el nombre propio del Bien mismos Agathon, el Bien Supremo no tiene otro nombre en su dialéctica. ¿Es que no hay acaso allí algo que muestra suficientemente que no hay nada de nuevo en nuestra búsqueda? Ella vuelve al comienzo para, esta vez, comprender todo lo que ha pasado después.