Obras de S. Freud: Sobre la teoría del ataque histérico

Sobre la teoría del ataque histérico (1)

Aún no existe, que sepamos, una teoría del ataque histérico, sino meramente una descripción de él, dada por Charcot y referida al «grande attaque hystérique» completo, de rara ocurrencia. Un ataque «típico» de esta índole consta, según Charcot, de cuatro fases: 1) la epileptoide; 2) los grandes movimientos; 3) la fase de las «attitudes passionnelles (2) el «délire terminal». Puesto que cada una de estas fases pueden volverse autónomas, prolongarse, modificarse o aun faltar, así nacen, según Charcot, todas aquellas múltiples formas de ataques histéricos que el médico tiene oportunidad de observar con más frecuencia que al grande attaque típico. Esta descripción no brinda esclarecimiento alguno sobre un eventual nexo entre las diversas fases, sobre el significado del ataque dentro del cuadro total de la histeria o sobre la modificación de los ataques en los enfermos individuales. Acaso no andemos errados si conjeturamos que en la mayoría de los médicos predomina la inclinación a ver en el ataque histérico «un aligeramiento periódico de los centros motores y psíquicos de la corteza cerebral». Por nuestra parte, hemos llegado a nuestras intuiciones sobre el ataque histérico tratando a los enfermos con sugestión hipnótica y explorando, mediante inquisición en la hipnosis, los procesos psíquicos que tuvieron durante el ataque. A continuación formu laremos nuestras tesis sobre el ataque histérico, pero antes de enunciarlas hacemos notar que, para la explicación de fenómenos histéricos, consideramos indispensable el supuesto de una disociación -escisión del contenido de conciencia-.

1. Contenido constante y esencial de un ataque histérico (recurrente) es el retorno de un estado psíquico que el enfermo ya ha vivenciado antes; en otras palabras: el retorno de un recuerdo. Aseveramos, pues, que la pieza esencial del ataque histérico está contenida en la fase de las attitudes passionnelles, de Charcot. En muchos casos es harto evidente que esta fase contiene un recuerdo de la vida del enfermo, que además suele ser siempre el mismo. Pero en otros parece faltar una fase así: el ataque consta en apariencia sólo de fenómenos motores, convulsiones epileptoides, un estado de reposo cataléptico o semejante al dormir; no obstante, también en ellos la exploración en la hipnosis permite la comprobación cierta de un proceso de recuerdo psíquico, como el que de ordinario se trasluce de manera evidente en la fase passionnelle. Los fenómenos motores del ataque nunca se presentan fuera de todo nexo con el contenido psíquico de ellos; constituyen la expresión general de la emoción concomitante o corresponden exactamente a aquellas acciones que el proceso de recuerdo alucinatorio conlleva.

2. El recuerdo que forma el contenido del ataque histérico no es arbitrario, sino que es el retorno de aquella vivencia causante del estallido histérico del trauma psíquico. Esta relación es también manifiesta en aquellos casos clásicos de histeria traumática que Charcot demostró en varones, y en los que el individuo, antes no histérico, cayó víctima de la neurosis tras sobrevenirle de golpe un gran terror (accidente ferroviario, caída, etc.). En este caso, el contenido del ataque es la reproducción alucinatoria del suceso que conllevó peligro mortal, quizá con el eventual añadido de las ilaciones de pensamientos e impresiones sensoriales que el individuo amenazado urdió en ese momento. Pero estos casos no divergen de la histeria femenina común, sino que, directamente son paradigmáticos respecto de ella. Sí en esta última se explora el contenido de los ataques por el camino indicado, se tropieza con vivencias que de algún modo son aptas, por su naturaleza, para producir el efecto de un trauma (terror, mortificación, desengaño). Por regla general, el gran trauma único es sustituido aquí por una serie de traumas más pequeños que forman un todo coherente por su semejanza o por ser piezas de una historia de padecimiento. Y además, estos enfermos tienen a menudo diversas variedades de ataque, cada una de ellas con un particular contenido mnémico. Debido a este hecho, uno se ve movido a conceder una extensión mayor al concepto de histeria traumática. En un tercer grupo de casos hallamos como contenido de los ataques unos recuerdos a los que en sí y por sí no se les atribuiría valor traumático, pero que evidentemente lo deben a la circunstancia de haber coincidido con un momento de predisposición acrecentada en sentido patológico, de haberse asociado con él elevándose así a la condición de traumas.

3. El recuerdo que forma el contenido del ataque histérico es un recuerdo inconciente; dicho en términos más correctos: pertenece al estado de conciencia segunda, que en toda histeria posee un grado de organización más o menos elevado. De acuerdo con esto, falta por completo en la memoria del enfermo en su estado normal, o sólo tiene en ella una presencia sumaria. Si se logra llevar íntegro este recuerdo a la conciencia normal, cesa su eficiencia productora de ataques. Durante el ataque mismo, el enfermo se encuentra en todo o en parte dentro del estado de conciencia segunda. Si lo primero, en su vida normal es amnésico para el ataque entero; si lo segundo, percibe su alteración de estado y sus exteriorizaciones motrices, en tanto que el proceso psíquico coetáneo al ataque permanece oculto para él. Pero este puede ser evocado en cualquier momento mediante hipnosis.

4. La pregunta por el origen del contenido mnémico de ataques histéricos coincide con la que inquiere por las condiciones decisivas para que una vivencia (representación, designio, etc.) sea acogida, no en la conciencia normal, sano en la conciencia segunda. De estas condiciones, hemos discernido dos con certeza en los histéricos. Sí el histérico quiere olvidar adrede una vivencia, rechaza de sí, inhibe y sofoca violentamente un designio o una representación, por ello mismo estos actos psíquicos caen dentro del estado de la conciencia segunda, exteriorizan desde entonces sus efectos permanentes, y el recuerdo de ellos retorna como ataque histérico. (Histeria de las monjas, de las mujeres abstinentes, de los muchachos bien criados, (3) de las personas que registran en su interior una inclinación por el arte, el teatro, etc.) Dentro del estado de la conciencia segunda caen también aquellas impresiones que han sido recibidas durante un estado psíquico inhabitual (afecto, éxtasis, autohipnosis). Agregamos que estas dos condiciones a menudo se combinan por un nexo íntimo y que además de ellas cabe suponer otras.

5. El sistema nervioso se afana por mantener constante dentro de sus constelaciones funcionales algo que se podría denominar la «suma de excitación», y realiza esta condición de la salud en la medida en que tramita por vía asociativa todo sensible aumento de excitación (4) o lo descarga mediante una reacción motriz correspondiente (5). Si se parte de esta tesis, que por lo demás tiene mayores alcances, se llega a una peculiaridad común de las vivencias psíquicas que se hallan como contenido de ataques histéricos. Todas son unas impresiones a las que se denegó la descarga adecuada, sea porque los enfermos, por miedo a unas penosas luchas anímicas, no quisieron saber nada de tramitarlas, sea porque lo prohibían la pudibundez y unas circunstancias sociales (como en el caso de las impresiones sexuales), o, por último, porque estas impresiones se recibieron en estados en que el sistema nervioso se encontraba incapacitado para la tramitación. Por este camino se obtiene una definición del trauma psíquico que es utilizable también para la doctrina de la histeria. Deviene trauma psíquico cualquier impresión cuyo trámite por trabajo de pensar asociativo o por reacción motriz depara dificultades al sistema nervioso.