Teorias de la identidad (Las actitudes y el cambio actitudinal)

Teorias de la identidad.
Torregrosa señala que la identidad es identificación, identificación
desde otros y que nuestra identidad es, con anterioridad nuestra,
personal, una identidad para otros.
Solo desde los otros podemos tener
noticia inicial de quiénes somos. La realidad radical de nuestra
identidad personal no es nuestro cuerpo, en el que obviamente tiene que
apoyarse, sino las relaciones específicas con que hemos estado respecto
de los otros.
La individualidad personal y su identidad son una construcción social, una realidad social.
Al abordar a Blumer, toma en consideración que el interaccionismo
simbólico descansa en tres supuestos fundamentales, el primero es que
los hombres se relacionan con las cosas y con ellos mismos, de acuerdo
con los significados que tienen para ellos. El segundo supuesto es el
que esos significados se derivan o surgen en el proceso de interacción
social. Y el tercero el de que la utilización y modificación de esos
significados se produce a través de un proceso activo de interpretación
de la persona al tener que vérselas y tratar con los objetos de su
entorno. De aquí se deduce que la identidad personal surge a través de
un proceso social.
Cooley, desarrolla el concepto del yo – espejo o del yo – reflejado, y
refiere que el sentimiento, de autovaloración o cualquiera otra idea que
tienda a formar el concepto de sí mismo la autoidentificación o
identidad personal surge a través de la captación de la imagen de uno
mismo en el otro, pone de manifiesto, como el yo, deviene en objeto,
para sí mismo desde otro.
Mead otorga un papel fundamental al lenguaje en la emergencia y
constitución de la realidad social. Para él la persona no sólo surge de
un contexto social sino que es, en sí misma una construcción social y
una estructura social. La adopción o experimentación de la actitud de
otro es lo que construye la conciencia de sí. Para que la persona se
constituya plenamente es necesario, además de asumir la actitud de los
otros aisladamente, adoptar la actitud de la comunidad o grupo de la que
forma parte como un todo. Mead no solo sitúa el campo de la identidad
en el nivel de las relaciones interpersonales, sino en el de la
organización social y la cultura. Esta matriz sociocultural, cuya
apropiación individualizada es, el otro generalizado, hace posible la
comunicación simbólica y a través de ella el surgimiento de la persona.
El proceso comunicativo que posibilita el surgimiento de sí mismo se
instaura en la interioridad misma de la persona. El diálogo lo llevaran a
cabo las dos instancias que el autor distingue en el sí mismo: el yo y
el mí. El yo es la instancia actuante, expresiva, espontánea, la que en
cada momento representa la iniciación del acto; el mi es la
incorporación de las actitudes de los otros hacia mi mismo, el otro
generalizado, que responde, evalúa y controla lo que el yo hace. El mi
establece el marco en el que el yo, tiene que actuar, el yo es la
reacción del organismo a las actitudes de los otros, el mi es la serie
de actitudes organizadas de los otros que adopta uno mismo.
Este autor proporciona una visión sociologista de la personalidad que
elimina la individualidad específica de la persona concreta al
disolverla en el contexto de sus determinaciones sociales. Su objeto fue
mostrar ese necesario entronque de lo individual en lo colectivo y
viceversa.
Goffman amplía la perspectiva desde el proceso de socialización
primaria. Señalando que en toda situación de interacción el individuo
proyecta una definición de la misma de la cual forma parte importante su
propia autodefinición; ésta tiene que ser revalidada por los otros
partícipes en la misma.
El yo, tiene, para esta autor dos aspectos: uno como actor y otro como
carácter, imagen o persona que se intenta representar, un yo – actor y
un yo – actuado o representado. El primero es el que programa y prepara
los detalles de la representación y el segundo el que resulta proyectado
en la representación misma. Además distingue tres niveles en el proceso
de conformación y funcionamiento de la identidad estigmatizada.: el de
la identidad social, el de la identidad personal y el de la identidad
del yo.
Por identidad social entiende el carácter o rasgos atribuidos desde
indicios o señales que una sociedad emplea normalmente para establecer
amplías categorías o clases de personas.
Se trata de identidad personal
en tanto que identificación por los otros por medio de determinadas
marcas o señas que las sirven de referencia. La identidad personal se
apoya en el supuesto de que un individuo, puede ser distinguido de todos
los demás, y de que entorno a todos estos medios de diferenciación
puede adherirse una historia continua y única de hechos sociales. Ambas
identidades la social y la personal están íntimamente entrelazadas. La
identidad del yo hace referencia a las concepciones y valoraciones de la
propia persona sobre sí misma.
También realiza el análisis de los roles sociales lo cual permite una
segmentación y diferenciación de los sistemas sociales en unidades o
constelaciones más directamente observables que la totalidad de las que
forman parte. Desde el punto de vista psicosociológico la relevancia del
concepto de rol se deriva de su naturaleza relacional, del hecho de que
además de constituir una unidad distinguible del sistema social tiene
como contrapartida una interiorización del mismo, un rol interiorizado o
una identidad o subidentidad personal. Sirve de vehículo de inserción
de la personalidad en la estructura social. Infiere que en el concepto
de rol pueden ir implicados varios componentes y niveles de análisis: a)
en tanto que contrapartida del status o de la posición social, y, por
tanto, como unidad de la estructura sociocultural, el rol constituye una
especificación de las prescripciones a las que la conducta del ocupante
de dicho status debe atenerse; b) las expectativas del rol, el
contenido normativo no es contemplado desde las normas que lo conectan
con la estructura sociocultural, sino de desde las expectativas que los
ocupantes de los roles complementarios tienen sobre los ocupantes del
rol focal; c) el concepto de rol desde su actuación y eventual
elaboración en la interacción. En este sentido los roles se definen como
pautas de conducta reiterativas, pero que se configuran específicamente
en la interacción social concreta; subrayando su carácter procesual y
dinámico.
Goffman se refiere a los estigmas y considera que una posibilidad
fundamental en la vida de una persona estigmatizada es la colaboración
que presta a los normales al actuar como si su diferencia manifiesta
careciera de importancia y no fuera motivo de una atención especial.
Señala también que la segunda posibilidad importante en la vida de una
persona estigmatizada aparece cuando su diferencia no se revela de modo
inmediato y no se tiene de ella un conocimiento previo, es decir, cuando
no se trata en realidad de una persona desacreditada sino
desacreditable. El problema consiste en manejar la información que se
posee acerca de su deficiencia. Otro sería el encubrimiento, donde la
persona oculta información sobre su identidad personal, recibiendo y
aceptando un trato sobre suposiciones falsas respecto de su persona, que
desacreditan al yo.
La información es reflexiva y corporizada, es trasmitida por la misma
persona a la cual se refiere y ello ocurre a través de la expresión
corporal. Los símbolos de prestigio pueden contraponerse a los símbolos
de estigma, aquellos signos especialmente efectivos para llamar la
atención sobre degradante incongruencia de la identidad. Los signos que
trasmiten información social varían según sean o no congénitos y, en
caso de que no lo sean según que, una vez empleados se conviertan o no
en una parte permanente de la persona. Los signos no permanentes
empleados sólo para transmitir una información social pueden o no
utilizarse contra la voluntad del informante, en caso afirmativo
tienden a ser símbolos de estigma.
También plantea el problema de la visibilidad de un estigma particular
es decir, en qué medida ese estigma sirve para comunicar que el
individuo lo posee. En primer lugar hay que distinguir la visibilidad
de un estigma de su conocimiento. Cuando un individuo posee un estigma
muy visible, el simple contacto con los demás dará a conocer dicho
estigma. Pero el conocimiento que los demás tienen de él dependerá de
otro factor además del de la visibilidad corriente, en segundo lugar la
visibilidad debe distinguirse a su imposición por la fuerza. Cuando un
estigma es inmediatamente perceptible sigue en pié el problema de
determinar hasta que punto interfiere con el fluir de la interacción. En
tercer lugar es separar la visibilidad de un estigma de ciertas de
posibilidades de lo que podría denominarse foco de percepción. En
conclusión al hablar de visibilidad hay que distinguirla entonces de
otros problemas: el conocimiento del atributo, la fuerza con la que se
impone y su foco de percepción.
En todo del problema del manejo del estigma influye el hecho de que
conozcamos o no personalmente al individuo estigmatizado, para tratar de
describir en qué consiste esa influencia es indispensable formular el
concepto de identidad personal.
Es sabido que dentro de los círculos
sociales pequeños y de larga data cada uno de los miembros llega a ser
conocido por los demás como una persona única. El término único entraña
ideas de importancia.
Una idea implicada en la noción de unicidad es la de una marca positiva o
soporte de la identidad, como por ejemplo la imagen fotográfica que
tienen los demás de un individuo o el conocimiento de su ubicación
especial dentro de una determinada red de parentesco. La segunda idea
implicada en la noción de unicidad es que, la mayoría de los hechos
particulares relativos a un individuo también puede aplicarse a otros,
advertimos que en ninguna otra persona en el mundo, se encuentran
combinados, la totalidad de los hechos que se dan en aquella que
conocemos íntimamente, este es un recurso más que permite distinguirla
positivamente de cualquier otra. Según una tercera idea lo que distingue
a un individuo de todos los demás es la esencia de su ser, un aspecto
general y central de su persona que lo hace enteramente diferente de
quienes más se le asemejan.
El autor entiende por identidad personal las dos primeras ideas; las
marcas positivas o soportes de la identidad y la combinación única del
ítem de la historia vital, adherida al individuo por medio de esos
soportes de su identidad. La identidad personal se relaciona, entonces,
con el supuesto de que el individuo puede diferenciarse de todos los
demás y que alrededor de este medio de diferenciación se adhieren y
entrelazan los hechos sociales de una única historia continua.
La
identidad personal puede desempeñar un rol estructurado, rutinario y
estandarizado de la organización social precisamente a causa de su
unicidad.

Las actitudes y el cambio actitudinal:
Vander Zanden determina que una actitud es una tendencia o
predisposición adquirida y relativamente duradera a evaluar de
determinado modo a una persona suceso o situación y actuar en
consonancia con dicha evaluación. Constituye una orientación social, una
inclinación subyacente a responder a algo de manera favorable o
desfavorable. En tal sentido una actitud es un estado de ánimo.
Los psicólogos sociales disciernen tres elementos componentes en una
actitud
. El componente cognoscitivo que es el modo en que se percibe un
objeto, suceso o situación; los pensamientos, ideas, creencias que un
sujeto tiene a cerca de algo. Cuando el objeto de la actitud es un ser
humano, el componente cognitivo con frecuencia es un estereotipo, vale
decir un cuadro mental que nos forjamos de una persona o de un grupo de
personas. Lo que se hace es tipificar a individuos y grupos en juicios
de tipo abarcador. Si bien los estereotipos son convenientes tienen una
importante falle carecen de exactitud. Son generalizaciones
acientíficas. El componente afectivo de una actitud consiste en los
sentimientos o emociones que suscita en un individuo la presentación
efectiva de un objeto, suceso o situación, o su representación
simbólica. El nivel emocional se diferencia del cognitivo pero ambos
pueden presentarse juntos. El componente conductual es la tendencia o
disposición a actuar de determinada manera con referencia a un objeto,
suceso o situación. La definición pone el acento en la tendencia no en
la acción en sí.
En cuanto a la funciones de las actitudes Kats define cuatro tipos:
función de adaptación, los seres humanos procuran maximizar las
recompensas y minimizar las penalidades, por lo tanto desarrollan
actitudes que los ayudan a cumplir con ese objetivo. Tienden a favorecer
a partidos o candidatos políticos que promuevan su fortuna económica.
Función de defensa del yo, ciertas actitudes sirven para protegernos de
reconocer variedades básicas sobre nosotros mismos o sobre la dura
realidad de la vida. Actúan a manera de mecanismo de defensa evitándonos
padecer un dolor interior uno se esos mecanismos es la proyección:
atribuimos a otros ciertos rasgos nuestros que consideramos inaceptables
y hacerlo así nos disociamos de tales rasgos. Función de expresión de
valores, estas actitudes nos ayudan a dar expresión positiva a nuestro
valores centrales y al tipo de persona que imaginamos ser; refuerzan
nuestro sentimiento de autorrealización y expresión de sí. Función de
conocimiento
, en la vida procuramos alcanzar cierto grado de orden,
claridad en nuestro marco personal de referencia, buscamos comprender
los acontecimientos que nos afectan y conferirles sentido. Las actitudes
nos ayudan al suministrarnos patrones de evaluación, mientras que los
estereotipos nos brindan orden y claridad respecto de las complejas y
desconcertantes cuestiones que obedecen a las diferencias humanas.
La teoría funcionalista de este autor ayuda a explicar también el cambio
actitudinal.
La modificación o reemplazo de una actitud vieja por otra
nueva es un proceso de aprendizaje, y el aprendizaje parte siempre de un
problema o de las dificultades de un sujeto para ser frente a una
situación. El cambio actitudinal no procede de la modificación en la
información de la persona o en su percepción de un objeto sino más bien
de la que sufren las necesidades de su personalidad y sus motivaciones
subyacentes.
Muchos investigadores han dado por sentado que las actitudes ocupan un
lugar decisivo en nuestra conformación mental y como consecuencia,
afectan nuestra manera de actuar. Desde este ángulo, las actitudes son
motores poderosos que brindan la energía para nuestro comportamiento y
lo dirigen; nos aprontan para cierta clase de acción. Entender nuestras
actitudes es entender nuestra conducta, ya que las mismas permiten
predecir con bastante exactitud nuestras acciones.