Adolescencia

C. Efectos del crecimiento mental durante la adolescencia

Las capacidades cognoscitivas del joven o de la joven siguen desarrollándose también, lo mismo cuantitativa que cualitativamente, durante los años de la adolescencia. La importancia de los cambios que tienen lugar durante este período, sobre todo la aparición de la etapa de las operaciones formales, mal podría sobre estimarse. Estos cambios desempeñan un papel decisivo en lo que respecta a ayudar al adolescente a encarar las demandas creciente complejas, en materia de educación y de vocación, que se le hacen. Sería virtualmente imposible dominar temas académicos tales como el cálculo o el uso de metáforas en poesía, sin un elevado nivel de pensamiento abstracto; sin poseer la capacidad que Piaget ha llamado de las operaciones de segundo grado, o capacidad de pensar acerca de aseveraciones que no guardan relación con objetos reales del mundo. Nuevas reflexiones, sin embargo, nos harán ver que muchos otros aspectos del desarrollo adolescente dependen también de los adelantos cognoscitivos realizados durante este período. Estos cambios cognoscitivos influyen fuertemente en la modificaciones del carácter de las relaciones padres – hijos, en las nacientes características de la personalidad y en los mecanismos de defensa psicológica, en la planeación de las futuras metas educativas y vocacionales, en las crecientes preocupaciones por los valores sociales, políticos y personales, e incluso en el sentido que se va desarrollando de la identidad personal. Uno de los aspectos más importantes de la aparición del pensamiento operacional formal es la capacidad de tomar en consideración hipótesis o proposiciones teóricas que se apartan de los acontecimientos inmediatamente observables. La personalidad de un individuo se ve afectada por la conducta que no es mas que las manifestaciones visibles del comportamiento, juzgadas según el grado en que dichas actuaciones se conforman a las normas y costumbres del grupo social. Así se habla de buena conducta» o «mala conducta», según el nivel de adecuación del comportamiento de los individuos a los mencionados parámetros. Sin embargo, los padres, los educadores y todas las personas que tienen a su cargo la tarea de formar y guiar a las jóvenes generaciones, deben profundizar más en el conocimiento de estos aspectos para tener una mejor comprensión del complejo mecanismo del comportamiento humano. Una definición bastante amplia de la conducta la describe como: «Todo aquello que hacemos, sentimos y pensamos»1. Esta definición, a pesar de su aparente sencillez, abarca tres campos básicos: actividades motrices, actividades intelectuales y reacciones emocionales. Los aspectos motrices incluyen: el comportamiento relativo al desarrollo físico, las reacciones posturales, la coordinación neuromuscular y ciertas aptitudes específicas como: prensión, locomoción y manipulación. Esta categoría comprende también adaptaciones de carácter perceptual manual, verbal y de orientación. La actividad intelectual se refiere a la capacidad del individuo para acomodarse a nuevas situaciones, servirse de las experiencias pasadas para trazarse nuevos esquemas conceptuales y realizar abstracciones. La conducta social concierne a las relaciones con los demás individuos y las reacciones ante los estímulos culturales. Abarca el lenguaje, la vida doméstica, la interacción social y la adaptación a los convencionalismos de la comunidad. Karl y William Smith citados por Sánchez Hidalgo ofrecen otra definición de conducta, en la forma siguiente: «respuestas de un organismo vivo a su medio; adaptaciones que realiza un individuo a las condiciones y cambios del mundo que le rodea»7 El individuo reacciona ante tres clases de estímulos: los que provienen del medio externo (frío, luz, calor, sonido, presión y otros); los que se originan en su medio interno (indispensables para mantener la homeostasis, o sea 7. Sánchez Hidalgo, La Conducta en el Hombre. Buenos Aires, Editorial EUDEBA, 1982, pág. 29 la tendencia del organismo o mantener un estado interno constante) y las exigencias del medio social (presiones familiares, influencias culturales y raciales, grupos nacionales, actividades de recreación, de trabajo y otros). Las personas, en su vivir cotidiano, responden constantemente a los estímulos de los medios externo, interno y social. Como el individuo tiene la capacidad de recordar y de aprender, los acontecimientos pasados y las experiencias actuales afectan sus respuestas. La conducta es, pues, la adaptación al medio, ya sea modificando las actuaciones, cambiando las condiciones del estímulo o transformando el ambiente. En las definiciones planteadas, se observa que la conducta tiene una fase objetiva y una fase subjetiva, lo que complica considerablemente cualquier estudio que se trate de efectuar en relación con un caso específico. La fase objetiva es aquella que se percibe fácilmente, debido a que presenta manifestaciones exteriores. La fase subjetiva es el móvil interior o subyacente que, muchas veces, ni siquiera la persona afectada puede definir con claridad. Los móviles interiores o impulsos subyacentes son los que hacen que el tratamiento de la conducta que se aparta de las normas que la sociedad considera deseables; se torne difícil en múltiples ocasiones. El hombre ha intentado, a través de los tiempos, descubrir, en primer lugar, la explicación del mundo físico; y en segundo lugar, una explicación de sí mismo. Ambas investigaciones han sido llevadas hacia adelante, en virtud de dos tipos de esfuerzos que se han realizado en el tiempo y que corresponden a dos grandes etapas del conocimiento humano: la primera, caracterizada por la intuición y las explicaciones racionales; y la segunda, determinada por el advenimiento del método científico, una aplicación sistemática de observaciones y experimentos, que establecen las explicaciones sobre la base de hechos comprobables. Sin embargo, a pesar del desarrollo de la ciencia, muchas consideraciones sobre la naturaleza de la conducta humana constituyen todavía motivo de especulación. Hasta las últimas décadas del pasado siglo se impuso la tendencia de explicar la delincuencia, o cualquier otra forma de desajuste social, como resultado de una perversión innata del ser humano. En los primeros años de este siglo la conducta humana se atribuía a los instintos, es decir, a patrones no aprendidos de la conducta.8 Los modernos aportes de la Psicología y de la Sociología han permitido llegar a la conclusión de que toda personalidad está regida por la conducta humana. No hay conducta sin causa y, por lo tanto, existe una explicación para cada forma de conducirse. Hay actos cuya explicación salta a la vista, pero no siempre el individuo es capaz de explicar su conducta. En esos casos, la persona ignora cuáles son las presiones que determinan su manera de proceder. Los móviles que establecen las necesidades, impulsos, tendencias, valores, intereses apreciaciones y actuaciones de los individuos, son el resultado de la interacción de diversos elementos entre los que se cuentan: los factores físicos, fisiológicos y psíquicos que componen la herencia biológica; y factores mesológicos, que proceden de la influencia del ambiente en que el individuo crece y se educa. 1. Factores que Inciden en la Personalidad Toda personalidad tiene factores que la ocasionan, por lo tanto es importante conocerlos para poder orientar al adolescente, ya que a esta edad lo que más le preocupa es su apariencia física. Los cambios que observamos actualmente en el ambiente socioeconómico afectan considerablemente el desarrollo, el comportamiento del hombre de su familia y de todo grupo social. En la escuela, algunas situaciones desconciertan al educador que debe enfrentar y manejar educandos que evidencian trastornos de personalidad. Estos adolescentes poco a poco se van convirtiendo en seres apáticos, descontentos, agresivos, tímidos, exhibicionistas, nerviosos; y hasta llegan a sufrir ciertos defectos físicos (visuales, auditivos) y desajustes emocionales con limitadas posibilidades de aprendizaje presentando en el aula problemas de conducta. 8. Ibid, pág. 65. Debemos ser muy cautelosos al formular juicios valorativos sobre el comportamiento del ser humano procurando que los mismos no posean valoraciones prejuiciadas desde distintas perspectivas: El enfoque biofísico se refiere al trastorno orgánico; el enfoque psicoanalítico se presenta cuando hay problemas psíquicos dentro del individuo (disturbios emocionales); el enfoque conductual pone énfasis en las normas de conducta que se aprenden. Dentro del enfoque educativo podemos decir que el desajuste de una conducta es el trastorno en el desarrollo emocional manifestando sentimientos de hostilidad, inadaptación, desconfianza y otros. Es importante que el educador, ante los problemas de conducta realice un diagnóstico de las posibles causas de dichos problemas, para poder aplicar cualquier procedimiento que influyan sobre los mismos de una manera racional y aceptable. De esta forma orienta al estudiante y nunca reprime ni prohíbe ni castiga ya que no sería la mejor actitud ejecutada por el educador. El alumno es un ser en pleno desarrollo evolutivo por lo cual las normas de conducta que se establezcan tienen importancia vital, ya que de ello dependerá lo que el individuo habrá de ser en el futuro. En el aprendizaje del niño influyen factores exógenos o sea lo que le rodea exteriormente y los factores endógenos, es decir lo que el individuo internaliza. De la intensidad en que intervengan estos factores se determinarán los problemas de aprendizaje que presentará el estudiante en diversas etapas de su vida. Los nuevos ideales de la educación y el desarrollo de una filosofía de la vida que reconoce la importancia de los derechos individuales se han cambiado para transformar básicamente el significado de la disciplina como una fase de proceso educativo. Lo esencial de la disciplina, como aspecto educativo, es que los educandos adquieran formas de actuación adecuadas a la convivencia social y a la organización conveniente para el trabajo. El aprendizaje será efectivo y continuo sólo cuando la actividad educativa esté de acuerdo con las capacidades, necesidades e intereses de los educandos para ello el maestro tendrá que graduar; clasificar y adecuar el contenido y las experiencias de aprendizaje. Les enseñará a los niños cómo profundizar y ampliar sus intereses; cuando les dé la oportunidad de compartir su propio aprendizaje, no sólo se sentirán orgullosos de las satisfacciones logradas, que recordarán y aplicarán lo aprendido sino que disminuirán los problemas disciplinarios. La calidad de la disciplina en el aula dependerá por lo regular de lo que el maestro hace o deja de hacer mientras imparte y comparte su enseñanza en la clase. Lo que haga el maestro con una clase entera, o aun con un solo estudiante delante de la clase afectará a menudo la disciplina del grupo entero.