La angustia, primera y segunda teoría

En una primera concepción no incluida en el criterio psicoanalítico, Freud la consideraba como una reacción ante frustración o inhibición del orgasmo sexual provocada por diversas circunstancias, como el celibato, el coito interrumpido o las neurosis. La frustración traía la angustia. En una segunda teoría, 25 años después, establecía que la primitiva reacción de angustia se debía a las transformaciones de la libido cuando el yo era aún débil, y que las siguientes reacciones angustiosas eran una señal de defensa del yo ante un peligro interno y desconocido, similares a las reacciones promovidas por el instinto de conservación en el miedo, ante el peligro externo y conocido. Las experiencias que daban esta señal, que para Rank eran el trauma del nacimiento y para Greenacre, remontándose cronológicamente a épocas anteriores, eran experiencias fetales, se encontraban superadas por los mecanismos defensivos de proyección como en el caso de las fobias o de la represión misma, que tiene tanta importancia y participación en la dinamogénesis de las expresiones del comportamiento. Para Freud los motivos de defensa son: la angustia real u objetiva, en la neurosis infantil; la angustia frente al superyó, en la neurosis del adulto; la angustia frente a las fuerzas del instinto, cuando estos amenazan el yo, o la angustia por necesidad del yo de mantener su síntesis ante la lucha entre los impulsos contrarios, la homosexualidad contra la heterosexualidad o la actividad contra la pasividad. Los psicólogos de orientación cultural dan, en cambio, importancia a las relaciones interpersonales. La angustia existe cuando algo en el interior del individuo amenaza perturbar sus relaciones con personas consideradas importantes. En el caso de la angustia básica o forma primitiva de la angustia, como la denomina Sullivan, el niño necesita la aceptación de los adultos y evitar su reprobación aprendiendo para ello normas o hábitos diversos de origen social. Si se consigue esa aprobación, surge el sentimiento de euforia; si no, la reprobación determina el sentimiento de pérdida de esa euforia y la angustia consecutiva. From estima que hay un conflicto entre la necesidad de trabar contacto social y obtener aceptación del medio por una parte y la necesidad de mantener su independencia individual. De ese conflicto surge la angustia. Para Horney la situación de frustración determina en el niño un estado de hostilidad que hace que sienta, a su vez, que el mundo le es hostil y que entre en angustia. Para el caso de la angustia secundaria, Horney habla de un círculo vicioso: la angustia primaria produce defensas y estas a su vez son angustiantes. Sullivan se refiere a lo que él llama sistema propio, que es un conjunto de rasgos adquiridos con la aprobación de personas de significación para el individuo, rasgos obtenidos sobre todo en la niñez. Las inclinaciones que no se adaptan al sistema propio son disociadas, pero si llegan a hacerse conscientes amenazan al sistema propio y desembocan en la angustia.