Diccionario de psicología, letra P, preconciente (Freud)

Preconciente
s. m. (fr. préconscient; ingl. preconscious; al. [das] Vorbewußte). Instancia psíquica supuesta
por S. Freud tras su descubrimiento del inconciente para representar en el aparato psíquico un
lugar intermedio entre el conciente y el inconciente, lugar necesario para asegurar el
funcionamiento dinámico de este aparato.
El establecimiento de estos lugares le da a Freud la base de su «nueva psicología», el psicoanálisis.
Características. El preconciente hace de pantalla entre el inconciente y el conciente. Mantiene en el inconciente lo que está allí reprimido, imponiendo una censura cuyo levantamiento obedece a ciertas fuerzas y que es un lugar de resistencia en la cura. Las excitaciones que le llegan del otro lado se evacuan bajo el control del proceso secundario, tanto en forma de descarga motriz como de trasformación en fenómeno conciente, pero con ciertas condiciones. Lugar de
almacenamiento donde vienen a inscribirse las representaciones de cosa y las representaciones
de palabra ligadas entre sí, es por consiguiente sede de la memoria y corresponde a nuestro «yo
oficial».
El término preconciente subraya una separación relativa del conciente, del que es «la
antecámara», a tal punto que el hecho de aislar este término desdeña ciertas formulaciones,
como la de «sistema preconciente-conciente». Freud, efectivamente, osciló entre un aparato de dos y de tres instancias. Y sólo posteriormente el conjunto de las tres instancias diferenciadas
recibió la denominación de primera tópica.
Premisas. En la carta 52 a Fliess, en 1896, abandonando parcialmente sus presupuestos
biológicos, Freud habla de registro, de trascripción, de traducción de las representaciones
verbales en un espacio psíquico: «El preconciente es la tercera trascripción ligada a las
representaciones verbales». Esta tesis se repetirá en todos los textos y se confirmará aun en el
Esquema del psicoanálisis (1938).
El aporte de la Interpretación de los sueños. La publicación de La interpretación de los sueños,
en 1900, hace conocer las teorías freudianas a partir del estudio del sueño, tomado como
paradigma de las formaciones psíquicas anormales, como Freud lo menciona desde la primera
edición. Establece en primer lugar que el sueño es una producción del inconciente. Siempre al
acecho de las contradicciones, se da cuenta, al estudiar la elaboración secundaria del sueño, de
que tropieza «con los sentimientos de crítica en el interior del sueño» y se pregunta de dónde
viene que «en un sueño, podamos tener el sentimiento de que eso es sólo un sueño».
Comprueba que «el contenido del sueño no proviene enteramente de los pensamientos del sueño
sino que una parte de sus elementos puede ser provista por una función psíquica inseparable de
nuestro pensamiento de vigilia» –lo que exige la hipótesis del preconciente– y agrega que «esta función que censura puede también producir agregados y acrecentamientos», que llama
«pensamientos inter -medios». Destaca su carácter tendencioso, dirigido a «quitarle al sueño su
apariencia de absurdo e incoherencia».
Identifica «la elaboración secundaria con el trabajo de nuestro pensamiento de vigilia
(pensamiento preconciente), que se comporta hacia los elementos provistos por la percepción
exactamente igual que la elaboración secundaria hacia los contenidos del sueño. Pone orden,
establece relaciones, aporta una cohesión inteligible». Freud estipula además que el
preconciente asegura la creación de compromisos en las formaciones del inconciente que no son el sueño: el síntoma, el chiste, el lapsus, el acto fallido. Concluye, en esa época, que «la psicoterapia no puede seguir otro camino que poner al inconciente bajo el dominio del preconciente».
Los aportes de la metapsicología. Quince años después de La interpretación de los sueños,
Freud precisa, en Trabajos sobre metapsicología (escritos en 1915), ciertas propiedades del preconciente: «El sistema preconciente-conciente rige la afectividad como también el acceso a la motilidad», y al preconciente le incumbe el gasto permanente de la represión originaria gracias a
un «contrainvestimiento». En la represión propiamente dicha, se agrega a ello el retiro del
investimiento preconciente sobre los retoños inconcientes. En el preconciente reina el principio de realidad y, con él, la relación con el tiempo. Es la sede de una cierta memoria cuyo contenido proviene en parte de la vida pulsional y en parte de la percepción. En 1916, Freud no vacila en asimilar «la vida psíquica normal al sistema preconciente».
A partir de 1920, la segunda tópica: el ello, el yo y el superyó, sustituye a la primera sin
recubrirla, y el preconciente pierde su referencia tópica para no ser más que una cualidad del
yo. En el Esquema del psicoanálisis, Freud retoma su definición primera del preconciente (carta 52) y agrega que «el hecho de que un proceso sea condicionado por la palabra permite concluir con seguridad que este proceso es de naturaleza preconciente» y que «el estado preconciente, caracterizado de un lado por su acceso a la conciencia, de otro lado por su ligazón con las huellas verbales, es algo particular cuya naturaleza no se agota en estas dos características».
Después de Freud. Sería excesivo afirmar que el concepto de preconciente resultó fallido, pero son pocos los analistas que lo utilizan. Lacan, en los Escritos, se refiere a él rara vez y no lo desarrolla. En su Seminario I, 1953-54, «Los escritos técnicos de Freud» (1975), se vale de la proposición freudiana de comparar el aparato psíquico con una especie de «microscopio complicado» para dar «libre curso a sus hipótesis», según el consejo de Freud. Es así como sustituye el esquema freudiano del aparato psíquico por la experiencia del ramo invertido y luego por un esquema óptico que muestra este objeto. Con la ayuda de esta nueva metáfora, hace el salto desde la tópica freudiana hasta sus propias categorías: real, imaginario y simbólico,
dándole desde entonces al yo [moi] preconciente su estatuto imaginario.