Diccionario de psicología, letra A, Análisis didáctico

Análisis didáctico
Al.: Lehranalyse, didaktische Analyse. –
Fr.: analyse didactique. –
Ing.: training analysis. –
It.: analisi didattica. –
Por.: análise didática.

Psicoanálisis a que se somete el que quiere dedicarse al ejercicio de la profesión de
psicoanalista y que constituye la pieza fundamental de su formación.
El descubrimiento del psicoanálisis se halla íntimamente mezclado con la exploración personal
que Freud hizo de sí mismo (véase: Autoanálisis). Desde un principio comprendió que sólo podía
llegarse a la práctica del análisis mediante el conocimiento de su propio inconsciente. En el
Congreso de Nuremberg, en 1910, Freud consideró un Selbstanalyse (literalmente: análisis de sí
mismo) como condición a exigir para que «[…] el médico pueda reconocer en sí y dominar la
contratransferencia». ¿Alude Freud aquí al autoanálisis o a un psicoanálisis dirigido por un tercero? El término Selbstanalyse no permite aclararlo. Según el contexto, puede pensarse que se trata más bien de un autoanálisis, pero juzgando por la reseña que hizo Otto Rank del
Congreso, Freud tenía presente también la institución del análisis didáctico. Sea como fuere, parece que, en su opinión, por aquellas fechas todavía no estaba firmemente establecido el valor insubstituible del análisis didáctico en comparación con el autoanálisis.
El valor formativo del análisis personal se reconoce más claramente en los Consejos al médico
en el tratamiento analítico (Ratschläge für den Arzt bei der psychoanalytischen Behandlung,
1912); aquél se relaciona con la teoría según la cual el analista « […] debe volver hacia el
inconsciente del enfermo, emisor, su propio inconsciente como órgano receptor». Para hacerlo,
el analista debe ser capaz de comunicar -más libremente con su propio inconsciente (véase:
Atención flotante), ,y esto es precisamente lo que ha de conseguir, en principio, mediante el
análisis didáctico; Freud elogia a la escuela de Zurich por haber «[…] exigido que todo aquel que desee practicar análisis en otros, ha de someterse, previamente, a un análisis por alguien experimentado».
En 1922, en el Congreso de la Asociación Psicoanalítica Internacional, dos años después de la
fundación del Instituto de Psicoanálisis de Berlín, se establece la exigencia del análisis didáctico para todo candidato a analista.
Al parecer fue Ferenczi quien más contribuyó a subrayar el valor del análisis didáctico, que
considera como la «segunda regla fundamental del psicoanálisis». En opinión de Ferenczi, el
análisis didáctico no es menos completo ni menos profundo que el análisis terapéutico: «Para
mantenerse firme frente a este ataque general por parte del paciente, es preciso que el propio
analista haya sido plena y totalmente analizado. Insisto en ello, porque con frecuencia se
considera suficiente que un candidato pase, por ejemplo, un año familiarizándose con los
principales mecanismos en lo que se llama su análisis didáctico. Se confía que los progresos
ulteriores los adquirirá en el curso de su propia experiencia. Ya he dicho repetidamente, en
ocasiones anteriores, que, en principio, no puedo admitir diferencia alguna entre un análisis
terapéutico y un análisis didáctico, a lo cual deseo añadir todavía lo siguiente: así como con fines
terapéuticos no se precisa llegar siempre a la profundidad de que hablamos al referirnos a un
análisis completamente terminado, el analista, del cual depende la suerte de tantas otras
personas, debe conocer y controlar hasta las más íntimas debilidades de su carácter; y esto es
imposible sin un análisis plenamente acabado».
Los requisitos establecidos por Ferenczi se hallan hoy en día generalmente admitidos(82);
tienden a hacer del análisis personal del individuo que aspira a ser analista una empresa en la
que pierde importancia la adquisición de conocimientos mediante la experiencia, aspecto que el
calificativo de didáctico sitúa indebidamente en primer plano.
El problema, tanto teórico como práctico, inherente al concepto mismo y a la institucionalización
del análisis didáctico (es decir, ¿cómo un análisis puede dirigirse, de entrada, a una finalidad
particular, a una «representación-fin» tan destacada como es la de obtener de una institución,
en la que la apreciación del analista didáctico desempeña un importante papel, como es la
habilitación para el ejercicio de una profesión?) ha sido objeto de discusiones, que todavía
siguen, dentro del movimiento psicoanalítico.

Expresión empleada a partir de 1922, y adoptada en 1925 por la International Psychoanalytical Association (IPA), para designar el psicoanálisis de quienes se forman para la profesión de psicoanalistas. Se trata de una formación obligatoria.
Carl Gustav Jung, trabajando con Eugen Bleuler en la Clínica del Burghölzli, fue quien tuvo
primero la idea de «tratar a los estudiantes como pacientes», y fue también él, como subrayó
Sigmundo Freud en un artículo de 1912, quien «destacó la necesidad de que toda persona que
quiera practicar el análisis se someta antes ella misma a esa prueba con un analista calificado».
A principios de siglo, Freud tomó la costumbre de tratar con psicoanálisis algunos de sus
discípulos que presentaban trastornos psíquicos: Wilhelm Stekel, por ejemplo. Jung hizo lo mismo
en la clínica de Zurich, donde ciertos internados adoptaban después el método que los había
«curado», con la inquietud de ayudar a sus semejantes. Por otra parte, varios de los pioneros del
psicoanálisis, desde Poul Bjerre hasta Viktor Tausk, pasando por Hermine von Hug-Hellmut e
incluso Melanie Klein, padecían las mismas enfermedades psíquicas que sus pacientes y, al igual
que Freud con su autoanálisis, experimentaron con los principios de la investigación del
inconsciente. En este sentido, Henri F. Ellenberger tiene razón al señalar que el análisis didáctico
deriva a la vez de la «enfermedad iniciática» que le otorga al chamán su poder curativo, y de la
«neurosis creadora», tal como la vivieron y describieron los grandes pioneros del descubrimiento
del inconsciente.
El principio del análisis didáctico enraizó espontáneamente en el corazón de la Sociedad
Psicológica de los Miércoles, y después fue elaborándose en virtud de las reflexiones del
movimiento sobre la contratransferencia. Como no había ninguna regla establecida, Freud y sus
discípulos no vacilaron en tomar en análisis a allegados (amigos, amantes de uno u otro sexo) o a los miembros de sus propias familias (esposas, hijos, sobrinos), ni en mezclar estrechamente las relaciones amorosas y profesionales. Fue así como Jung se convirtió en amante de Sabina Spielrein, Freud analizó a su propia hija y se encontró implicado en un increíble embrollo con Ruth Mack-Brunswick, Sandor Ferenczi fue el analista de su mujer y de la hija de ella, de la que se enamoró, y Erich Fromm se convirtió en el terapeuta de la hija de Karen Horney, habiendo sido compañero de esta última.
En 1919, en el Congreso de la IPA en Budapest, Hermann Nunberg propuso por primera vez que
una de las condiciones exigidas para ser psicoanalista fuera haberse analizado. Pero Otto Rank,
apoyado por Ferenczi, se opuso al votarse la moción. No obstante, la idea se abrió camino, y la
creación en 1920 del famoso Berliner Psychoanalytisches Institut (Instituto Psicoanalítico de
Berlín, o BPI), integrado al Policlínico del mismo nombre, desempeñó un papel decisivo en el
establecimiento de la cura didáctica en el seno de la IPA. En 1925, en el Congreso de
Bad-Hombourg, por iniciativa de Max Eitingon, se hizo obligatorio el análisis didáctico para todas
las sociedades psicoanalíticas, junto con el análisis de control.
A partir de esa fecha se comenzaron a considerar como transgresiones las costumbres
anárquicas de la época anterior. A los ojos de los dirigentes de la IPA, el establecimiento de
normas debía permitir la socialización de las relaciones entre maestro y discípulo, y alejar las
prácticas idolátricas y de imitación a Freud. Ahora bien, con el transcurso de los años la IPA se
transformó en un vasto aparato obsesionado por el culto de la personalidad. En 1948, Michael
Balint comparó el sistema de la formación analítica con las ceremonias iniciáticas: «Sabemos que
el objetivo general de todos los ritos de iniciación es forzar al candidato a identificarse con su
iniciador, introyectar al iniciador y sus ideales, y construir, a partir de sus identificaciones, un
superyó fuerte que lo dominará durante toda la vida».
De tal modo se volvía a encontrar en el análisis didáctico esa fuerza de la sugestión que Freud, sin embargo, había desterrado de la práctica del psicoanálisis. En consecuencia, sus herederos corrían el riesgo de transformarse en discípulos devotos de pequeños maestros, de tomarse por nuevos profetas, o incluso de aceptar en silencio la esclerosis institucional.
Esta crisis de la formación psicoanalítica marcó todos los debates de la segunda mitad del siglo
XX, y originó numerosos conflictos en el movimiento freudiano, desde las Grandes
Controversias, en el curso de las cuales se opusieron kleinianos y annafreudianos, hasta la
escisión francesa de 1963, que llevó a Jacques Lacan a abandonar la IPA.
En el interior de la legitimidad freudiana, tanto en los Estados Unidos como en Gran Bretaña o en
la Argentina, numerosos psicoanalistas cuestionaron la rigidez burocrática de las reglas del análisis didáctico. Se contaron entre ellos Siegfried Bernfeld, Donal Woods Winnicott, Masud
Khan, Marie Langer, etcétera.