Diccionario de psicología, letra R, reacción terapéutica negativa, cap V, El yo y el Ello

Reacción terapéutica negativa
El desarrollo dedicado por Freud en 1923 a la reacción terapéutica negativa (negative
therapeutische Reaktion) en el capítulo V de El yo y el ello, titulado «Los vasallajes del yo» (Die
Abhüngigkeiten des Ichs) presenta esta noción quizá como más importante en cuanto a su
función operatoria en la economía de conjunto del pensamiento freudiano, y más precisamente
en la segunda tópica, que en cuanto a su significación práctica en lo que se puede denominar la
clínica de la cura. Desde este último punto de vista, «algunas personas -escribe Freud- se
comportan, en el curso del trabajo analítico, de una manera totalmente singular. Cuando uno les
da esperanzas y les demuestra que está satisfecho con la marcha del tratamiento, ellas parecen
descontentas y por lo común se agrava su estado. Al principio, atribuimos este hecho a una
manifestación de su espíritu de contradicción y al deseo de demostrar su superioridad sobre el
médico. Pero no se tarda en verificar que se trata de un fenómeno mucho más profundo. Se
advierte que no sólo estas personas son incapaces de elogiar y de reconocer, sino también que
reaccionan al progreso del tratamiento de una manera opuesta a la que se podría esperar con
toda lógica. Todo progreso parcial que debería tener como consecuencia (y que efectivamente la
tiene en otros) una mejoría o una desaparición pasajera de los síntomas, provoca en ellos un
agravamiento momentáneo de su dolencia, y su estado, en lugar de mejorar, empeora en el
curso del tratamiento. Ellas presentan pues lo que se llama «reacción terapéutica negativa». Los
análisis que siguen iluminan ciertos aspectos esenciales de funcionamiento del superyó.
Son, en efecto, abordados sucesivamente en una determinación conceptual progresiva del
fenómeno, los casos siguientes: «la hipermoralidad» del superyó por la agresividad vuelta desde
afuera hacia el sujeto; la identificación con el prototipo paterno; la desexualización e incluso la
sublimación concomitante. «Nuestras ideas acerca del yo comienzan a aclararse y sus
diferentes relaciones empiezan a aparecernos con más nitidez. Ahora conocemos al yo con
toda su fuerza y con todas sus debilidades. Está encargado de funciones importantes; por sus
relaciones con el mundo de la percepción, regula la sucesión de los procesos psíquicos en el
tiempo, y los somete a la prueba de realidad. Al hacer intervenir los procesos intelectuales,
obtiene un aplazamiento de las descargas motrices y controla las vías que conducen a la
motilidad. Esta última función es, no obstante, más formal que efectiva; el yo juega con respecto
a la acción el papel de un monarca constitucional cuya sanción se necesita para que una ley
pueda entrar en vigor, pero un monarca que vacila y reflexiona mucho antes de oponer su veto
a una propuesta del Parlamento. El yo se enriquece con todas las experiencias que recibe del
exterior. Pero el ello constituye su otro mundo exterior, al que intenta someter a su poder, Le
sustrae al ello la mayor cantidad posible de su libido, transforma los objetos de fijación libidinal
del ello en otros tantos avatares del yo. Con la ayuda del superyó, de una manera que para
nosotros es aún oscura, accede a las experiencias prehistóricas acumuladas en el ello.»
Así, en efecto, se encuentra abierta la vía para el estudio de la reacción terapéutica negatíva, en
la dirección de nuevas relaciones del superyó: relación con el ello, con la angustia, con la pulsión
de muerte, con la castración, con el masoquismo. El problema será retomado en 1937 en el
artículo «Análisis terminable e interminable», sobre la base del dualismo pulsional, sin que la
reacción terapéutica negativa intervenga explícitamente en su formulación. En esa fecha, en
efecto, las discusiones de las que esta noción representa una de las piezas más interesantes,
se anudan en torno a la innovación preconizada por la «técnica activa» de Ferenczi, desde la
perspectiva de la ambivalencia de la transferencia.