Diccionario de psicología, letra, S, Sadismo – masoquismo, sadomasoquismo

Sadismo – masoquismo, sadomasoquismo
Al.: Sadismus – Masochismus, Sadomasochismus.
Fr.: sadisme-masochisme, sado-masochisme.
Ing.: sadism – masochism, sado-masochism.
It.: sadismo-masochismo, sado-masochismo.
Por.: sadismo-masoquismo, sado-masoquismo.

Expresión que no sólo pone de relieve lo que puede haber de simétrico y complementario en las dos perversiones sádica y masoquista, sino que además designa un par antitético fundamental, tanto en la evolución como en las manifestaciones de la vida pulsional.
Dentro de esta perspectiva, el término «sadomasoquismo», utilizado en sexología para designar formas mixtas de estas dos perversiones, ha sido recogido por el psicoanálisis, especialmente en Francia por Daniel Lagache, para subrayar la interrelación de estas dos posiciones, tanto en el conflicto intersubjetivo (dominio-sumisión) como en la estructuración de la persona (autocastigo).
En los artículos Masoquismo y Sadismo encontrará el lector, sobre todo, consideraciones terminológicas; el presente artículo considera únicamente el par antitético sadismo masoquismo, desde el punto de vista de la relación que establece el psicoanálisis entre sus dos polos y de la función que le atribuye.
La idea de una conexión entre las perversiones sádica y masoquista ya fue señalada por
Krafft-Ebing. Freud la subraya a partir de los Tres ensayos sobre la teoría sexual (Drei
AbhandIungen zur Sexualtheorie, 1905), haciendo del sadismo y del masoquismo las dos
vertientes de una misma perversión, cuyas formas activa y pasiva se encuentran en
proporciones variables en un mismo individuo: «Un sádico es siempre al mismo tiempo un
masoquista, lo que no impide que pueda predominar el aspecto activo o el pasivo de la
perversión y caracterizar la actividad sexual prevalente».
En las siguientes obras de Freud y en el pensamiento psicoanalítico, se afirmarán cada vez más dos ideas:
1.ª la correlación de los dos términos del par es tan íntima que no pueden ser estudiados
separadamente en su génesis ni en ninguna de sus manifestaciones;
2.ª la importancia de este par va mucho más allá del plano de las perversiones: «El sadismo y el masoquismo ocupan, entre las perversiones, un lugar especial. La actividad y la pasividad, que forman sus características fundamentales y opuestas, son constitutivas de la vida sexual en general».
En lo que respecta a la génesis respectiva del sadismo y del masoquismo, las ideas de Freud
evolucionaron paralelamente a las modificaciones aportadas a la teoría de las pulsiones.
Aludiendo a la primera teoría, tal como se elabora definitivamente en Las pulsiones y sus
destinos (Triebe und Triebschicksale, 1915), se dice corrientemente que el sadismo es anterior al masoquismo, que éste es un sadismo vuelto hacia la propia persona. De hecho, sadismo se toma aquí en el sentido de una agresión contra otro, en la cual el sufrimiento de éste no entra en consideración y que no se acompaña de ningún placer sexual. «El psicoanálisis parece mostrar que el infligir dolor no desempeña papel alguno en los fines a los que apunta originariamente la pulsión. El niño sádico no hace entrar en sus consideraciones ni en sus intenciones el hecho de infligir dolor». Lo que Freud llama aquí sadismo es el ejercicio de la pulsión de apoderamiento.
El masoquismo responde a una vuelta hacia la propia persona y al mismo tiempo a una
transformación de la actividad en pasividad. Sólo en la fase masoquista la actividad pulsional
adquiere una significación sexual y el hacer sufrir se convierte en un carácter inmanente de la
misma: « […] la sensación de dolor, al igual que otras sensaciones displacenteras, invaden el
dominio de la excitación sexual y provocan un estado de placer, por amor al cual se puede
también encontrar gusto al displacer del dolor». Freud indica dos etapas de esta vuelta hacia la
propia persona: una en la que el sujeto se hace sufrir a sí mismo, actitud singularmente clara en la neurosis obsesiva, y otra, característica del masoquismo propiamente dicho, en la cual el
sujeto se hace infligir dolor por persona ajena: antes de pasar a la voz «pasiva», el verbo hacer
sufrir pasa por la voz «intermedia» reflexiva. Finalmente, el sadismo en el sentido sexual del
término, implica una nueva vuelta de la posición masoquista.
En estas dos vueltas sucesivas, Freud subraya el papel desempeñado por la identificación con
el otro en la fantasía: en el masoquismo « […] el yo pasivo se sitúa fantaseadamente en su lugar precedente, lugar que ahora ha sido cedido al sujeto ajeno». Igualmente, en el sadismo «[…] al infligir [dolores] a otros, se goza masoquistamente [de ellos] en la identificación con el objeto que sufre.
Se observará que la sexualidad interviene en el proceso, correlativamente a la aparición de la
dimensión intersubjetiva y de la fantasía.
Si bien Freud dijo, para caracterizar esta etapa de su pensamiento en comparación con la
siguiente, que deducía el masoquismo del sadismo y que no admitía entonces la tesis de un
masoquismo primario, puede verse, sin embargo, que, a condición de tomar el par
masoquismo-sadismo en su sentido propio, sexual, la fase masoquista ya se considera
ciertamente como la primera, la fundamental.
Con la introducción de la pulsión de muerte, Freud plantea en principio la existencia de lo que
llama masoquismo primario. En una primera fase, mítica, toda la pulsión de muerte se halla vuelta hacia la propia persona, pero todavía no es esto lo que Freud llama masoquismo primario. Es inherente a la libido el derivar gran parte de la pulsión de muerte hacia el mundo exterior: «Parte de esta pulsión se pone directamente al servicio de la pulsión sexual, donde su papel es  importante. Tal es el sadismo propiamente dicho. Otra parte no acompaña esta desviación hacia el exterior, sino que persiste en el organismo, donde es ligada libidinalmente con la ayuda de la excitación sexual, de la cual se acompaña […]; reconocemos aquí el masoquismo originario, erógeno».
Si se prescinde de cierta imprecisión terminológica que no escapó al propio Freud, puede decirse que el primer estado en el que la pulsión de muerte se dirige totalmente contra el propio individuo no corresponde más a una posición masoquista que a una posición sádica.
En un mismo movimiento, al asociarse la pulsión de muerte a la libido, se escinde en sadismo y en masoquismo erógenos. Observemos, por último, que este sadismo, a su vez, puede volverse hacia la propia persona y convertirse en un «masoquismo secundario, que se añade al masoquismo originario».
Freud describió, en la evolución del niño, la parte que corresponde al sadismo y al masoquismo en las diferentes organizaciones libidinales; los ve actuar, ante todo y principalmente, en la organización anal-sádica, pero también en las otras fases (véase: Fase oral-sádica; Canibalismo; Unión-Desunión). Ya es sabido que el par actividad-pasividad, que se realiza eminentemente en la oposición sadismo-masoquismo, se considera por Freud como una de las grandes polaridades que caracterizan la vida sexual del sujeto y que vuelve a encontrarse en los pares que suceden a aquél: fálico-castrado, masculino-femenino.
La función intrasubjetiva del par sadismo-masoquismo fue descubierta por Freud, especialmente en la dialéctica entre superyó sádico y yo masoquista.
Freud señaló no sólo la interrelación entre sadismo y masoquismo en las perversiones
manifiestas, sino también la reversibilidad de las posiciones en el fantasma y en el conflicto
intrasubjetivo. En esta misma línea de pensamiento, D. Lagache ha insistido particularmente en el concepto de sadomasoquismo, que considera como la dimensión fundamental de la relación intersubjetiva. El conflicto psíquico, y su forma central o conflicto edípico, puede interpretarse como un conflicto de demandas (véase: Conflicto) «[…] la posición del que demanda es, virtualmente, una posición de perseguido-perseguidor, puesto que la mediación de la demanda introduce necesariamente las relaciones sadomasoquistas del tipo dominio-sumisión que implica toda interferencia del poder».