Diccionario de psicología, letra T, Trans-subjetividad – trans-subjetivo

Trans-subjetividad – trans-subjetivo

Definición
Janine Puget concibe el espacio trans-subjetivo como el conjunto de representaciones del mundo
real (social y físico) que el yo adquiere desde lo originario directamente, así como por la
mediatización del super-yo de los padres. El sujeto es tanto sujeto del mundo como de la
estructura familiar.
«La representación originaria de este espacio es la de una continuidad oceánica entre el yo y el
otro incluido en una dimensión de infinito. El vínculo entre el mundo externo y el yo se establece
sobre la base de un acuerdo inconsciente vivido como las raíces que lo insertan en una zona
geográfica y social determinada». (1989)
Reconoce una forma originaria basada en el pensamiento místico y religioso traducido en
creencias y convicciones ilusoriamente compartidas y, una forma secundaria donde la
continuidad y la falta organizan el espacio según reglas y un código, de tal forma que el
sentimiento de comunidad es la base del vínculo.
René Kaës llama trans-subjetividad a los lazos de continuidad entre cada sujeto y el conjunto y,
a la inversa, entre el conjunto y cada sujeto que lo constituye estos vínculos de comunidad, de
pertenencia, de interpretación, de creencia, de certeza, están sostenidos por las investiduras
psíquicas requeridas a sus sujetos que, a cambio, encuentran en ellos sus referencias
identificatorias, y sobre todo, las funciones de identificación con lo humano, con la comunidad de
pertenencia a la especie, fundamento del apuntalamiento narcisista originario».
Distingue en el espacio trans-subjetivo dos polos: un polo estructurante y un polo regresivo o
degradado hacia formas y procesos psíquicos indiferenciados. (1993)
Origen e historia del término
Comienza en 1987 Con el trabajo «En la búsqueda de una hipótesis. El contexto social»,
presentado por J. Puget en el 35º Congreso Internacional de Psicoanálisis, Montreal, Canadá.
Se reconoce un antecedente de este término en Argentina, si bien no está mencionado como tal
en Pichon Riviére y en Bleger.
Pichon Riviére, partiendo entre otras fuentes, de Psicología de las masas y análisis del yo«
formula que toda psicología es en un sentido estricto, social e introduce la dimensión ecológica
como presente y determinante del psiquismo a través de la concepción de un sujeto emergente,
portavoz, producido y productor, un hombre en situación, imposible de ser abordado sin el
contexto geográfico y social en el que surge y vive; estando este contexto físico y social
presente desde su gestación a través del protovínculo madre hijo, sustituyendo la noción de
instinto por la de estructura vincular, entendiendo al vínculo como un protoaprendizaje, como el
vehículo de las primeras experiencias sociales constitutivas del sujeto como tal.
Enfrentándose con la ortodoxia de la Asociación Psicoanalítica Argentina de la década del 40,
construye un ECRO (esquema conceptual referencial y operativo) en apoyo y en ruptura con el
psicoanálisis, tomando aportes de la filosofía -Sartre, Hegel, Marx- de la psicología social -Mead-
de la dinámica de grupo -Lewin-, dimensionando la realidad externa como configuracional del
psiquismo y no meramente como resto diurno.
Bleger por su lado divide las áreas de la conducta en tres: mente, cuerpo y mundo externo. A su
vez desarrolla el concepto de sociabilidad en dos modalidades presentes en todo vínculo:
sociabilidad por interacción y sociabilidad sincrética. Este último concepto será insoslayable de
ser evocado –cuando no puesto a trabajar- en las indagaciones acerca de la trans-subjetividad.
Posteriormente a los años de la dictadura militar, Janine Puget y por su lado R. Kaës empiezan a
trabajar acerca de los efectos del contexto social sobre el psiquismo.
Desarrollo desde la perspectiva vincular
Desde la perspectiva psicoanalítica vincular, J. Puget e I. Berenstein desarrollan la hipótesis de la
existencia de tres espacios psíquicos. Se trata de un modelo de aparato psíquico donde se
organizan zonas diferenciales llamadas «espacios psíquicos», que metaforizan tres tipos de
representaciones mentales y vinculares establecidas por el yo con: su propio cuerpo, con cada
uno o varios otros, y con el mundo circundante. Estos espacios demarcarían bordes, algún tipo
de organización y zonas intersticiales. Son originarios, fundantes y simultáneos, apareciendo en
escena según el estímulo recibido tanto desde el interior de la mente, como del mundo externo.
Cada uno de estos espacios tiene vida propia y todos constituyen los pilares del sentimiento de
pertenencia.
Se observa una homología y una diferencia de este desarrollo con el de Piera Aulgnier en
relación a los espacios al que el yo debe advenir. Esta autora también reconoce la base
fundacional del psiquismo en relación al cuerpo, los otros y el mundo sociocultural; la diferencia
consiste en la posición psicogenética: para P. Aulagnier el modelo de lo originario estaría en el
pictograma (objeto -zona complementaria- investidura), la relación con los otros y con la
sociedad serían adquisiciones segundas sostenidas en lo originario ya que no lo anulan como
modo de funcionamiento mental, pero el psiquismo va trabajando sobre la presencia-ausencia del
objeto, los restos no representados y el lenguaje en el que está inmerso, adquiriendo modos de
funcionamiento más complejos (primario y secundario). Para Puget y Berenstein el psiquismo
trabaja desde el inicio -directamente y conforme a los estímulos- en los tres espacios.
El modelo de los tres espacios habilita especialmente, para indagar los estados emocionales que
se configuran en la zona de encuentro entre un sujeto y un otro privilegiado o entre un sujeto y
«su público». J. Puget designa a este otro cualificado como reconocedor privilegiado y su
presencia se revela necesaria en cada zona de encuentro.
El concepto de pertenencia a una estructura vincular, inaugura un sendero fructífero para el
psicoanálisis. Si el tener/ ser/ poseer sostienen la construcción de la identidad sexual, el
sentimiento de pertenencia se relaciona con el apropiarse/ poseer y ser propiedad de/ ser
poseído. En este sentido, ocupar un lugar y ser aceptado por quien lo ofrece, tiene que ver con
un doble mecanismo activo y pasivo y presenta en su menor nivel de complejidad la activación
de métodos primitivos de los que se obtiene identidad y pertenencia a un conjunto a predominio
de mecanismos imitativos, mientras que en niveles de mayor complejidad cada yo puede dar su
impronta al lugar que ocupa desde la puesta en actividad de una disposición primitiva: la opción
de elección. La pertenencia tiene que ver con una apropiación por el sujeto, de un espacio
virtual y teóricamente existente, de un lugar, y es dada o confirmada por un otro o por un
conjunto. Si el reconocedor es un otro conocido y valorado, se te exige que repita el acto de
reconocimiento a lo largo del vínculo. En el espacio intrasubjetivo, la construcción del sentimiento
de pertenencia al propio cuerpo no depende de la presencia actual de un otro. Predomina un
procesamiento ligado al mundo pulsional y a las demandas propias. En el espacio inter y
trans-subjetivo el reconocedor privilegiado es un otro, u otros, elegidos, no transferibles y
también lo es el conjunto.
René Kaës coincide con J. Puget en la existencia de tres espacios psíquicos, aunque, si bien no
se pronuncia en relación a la psicogénesis, por sus escritos se deduce que en este punto
coincidiría con P. Aulagnier: es a través del otro de la represión -el portavoz- como el aparato
psíquico toma inicialmente contacto con el conjunto trans-subjetivo. Si bien Kaës asigna al
espacio trans-subjetivo su especificidad, lo considera en el mismo nivel de análisis que al
espacio intersubjetivo.
El interés de este autor es el de situar al sujeto del inconsciente en referencia a los espacios
inter y trans-subjetivos. Para ello define tres niveles lógicos del problema: el primero concierne al
sujeto singular y su espacio intrapsíquico. Este nivel requiere de dos conceptos: el de grupalidad
psíquica y el de sujeto del grupo. El segundo corresponde a la especificidad de la realidad
psíquica movilizada y producida por los vínculos intersubjetivos y trans-subjetivos, en arreglo
tanto a su positividad, como a su negatividad. El tercer nivel lógico trata de las formaciones
intermediarias (que incluye objetos y procesos intermediarios) situadas en los puntos de
anudamiento, pasaje y transformación de la realidad psíquica trabajada en los espacios y niveles
anteriores.
Propone el modelo del aparato psíquico grupal para la «comprensión del funcionamiento psíquico
a partir de la hipótesis del inconsciente y de sus efectos en los espacios intra, inter y
trans-subjetivos que el grupo moviliza. Este modelo describe un sistema complejo (multiplicidad
de elementos diferentes y multiplicidad de relaciones) no inteligible desde la noción lineal de
causa efecto que supone encadenamientos simples La actividad psíquica se regula por el
principio del placer/displacer y por el principio de realidad. Esta regulación puramente «egoísta»
ya no puede funcionar de un modo relativamente simple cuando se toma en consideración lo que
se agrega al valor de otro para el otro… Los intereses de¡ yo ya no son los únicos en juego
desde el momento en que el objeto psíquico adquiere el estatuto de sujeto para otro sujeto. La
toma en consideración de la realidad psíquica en tanto es la del otro introduce los principios del
funcionamiento psíquico en un nivel de complejidad superior».
El espacio trans-subjetivo es el mundo en el cual estamos inmersos y al mismo tiempo es el que
construimos: es el espacio del lenguaje común a un conjunto, el de la organización social en la
cual se nace, es aquel en el cual se organizan los grupos en torno a una creencia o idea
compartida, el de los acontecimientos históricos, las tradiciones, los mitos y los sistemas
explicativos de la vida cotidiana. Es el que se pierde en el transcurso de una migración que
despierta sentimiento de extranjería y marginalidad. La migración revela el sufrimiento debido a la
pérdida de un vínculo social estable que mientras no se moviliza, transcurre parcialmente mudo.
Es también la ocasión para trabajar sobre este aspecto de la identidad y poder construir
pertenencias que impliquen mayores grados de libertad.
Problemáticas conexas
Este concepto, si bien se desarrolla en el contexto del pensamiento psicoanalítico acerca de los
vínculos, afecta al psicoanálisis en general en tanto retorna como preocupación aquello que
fuera planteado como un borde: la realidad externa.
Es importante distinguir en la obra de Freud dos categorías de escritos: los propiamente
psicoanalíticos, relacionados con la psique como tal que hacen al descubrimiento del
inconsciente y de la represión, de la interpretación de los sueños, de las teorías pulsionales, del
narcisismo, de la transferencia, etcétera; y una segunda categoría de escritos que tratan sobre
la sociedad -1913 «Tótem y tabú» y «El múltiple interés por el psicoanálisis»; 1915
«Consideraciones actuales sobre la guerra y la muerte»; 1921 «Psicología de las masas y análisis
del yo»; 1927″ El porvenir de una ilusión»; 1930 «El malestar en la cultura»; 1933 «¿Por qué la
guerra?»; 1939 «Moisés y la religión monoteísta» y la «XXXV de las Nuevas conferencias
introductorias al psicoanálisis»- que constituyeron para el mismo Freud preocupaciones
relativamente distantes de su campo central de trabajo.
De unos y otros escritos se desprende que la impronta de lo social admitiría dos derivaciones: la
formación del superyó y la herencia filogenética. Si bien estas conclusiones, basadas en la
repetición, obturaron la posibilidad de otros desarrollos, el trabajo del pensamiento freudiano
para arribar a ellas fue dejando planteadas cuestiones fértiles para seguir indagando.
Se advierte en Freud el predominio de una lógica basada en la inminencia de un factor de
progresión, pero también hay mención a acontecimientos fundadores, como en «Tótem y tabú» y
en «Moisés y la religión monoteísta», que implicarían momentos de ruptura.
Las producciones post-freudianas se centraron en la preocupación por la relación del yo y sus
objetos, hasta el punto de reconocerse una teoría de las relaciones objetales.
Los desarrollos que indagaron la relación del yo con los otros yoes externos a él, quedaron del
lado de la psicología social y en la perspectiva interaccional.
Será Lacan quien reenvíe esta problemática al psicoanálisis con la noción de sujeto-sujetado,
con la hipótesis del inconsciente como discurso del otro, el estadio del espejo, el modelo de la
banda de Moebius.
De una figura de bordes netos entre un adentro y un afuera, se va construyendo otra de nudos,
pliegues y atravesamientos.
Se empieza a concebir una nueva psicogénesis: un sujeto construido en la alteridad, trabajado
desde la represión de un otro, inmerso en un mundo de significaciones, parentales y sociales.
El concepto de trans-subjetividad ancla en el cruce de la noción de subjetividad -más abarcativa
que la de «yo» o de «aparato psíquico»- y el prefijo «trans» que remite a «del otro lado», «más allá»,
o «a través de».
Problemáticas teóricas,- entender lo trans-subjetivo como polo isomórfico (fusional) del
funcionamiento psíquico en tanto implica borramiento relativo de los límites entre los sujetos y un
funcionamiento a predominio de la sociabilidad sincrética (M. Bernard).
Concebirlo como un espacio que admite el trabajo psíquico en ambos polos (isomórfico y
homomórfico). Podemos articular este último modo de entender el concepto con la noción de
apuntalamiento en sus diferentes modalidades: apoyo y modelo en el polo isomórfico y
desprendimiento-transcripción en el polo homomórfico.
Un eje central para pensar la constitución del aparato psíquico es la noción de ausencia, que la
corriente lacaniana designa como falta. Puget y Berenstein añaden la imposición de presencia,
de tal manera que el trabajo psíquico consiste tanto en la aceptación de la falta fundante, como
en la elaboración de la imposición de presencia del otro, en sus aspectos semantizables y no
semantizables.
Problemáticas clínico – técnicas: tener en cuenta estos conceptos modifica la concepción:
– de lo que es material para el analista, desde el momento que los pacientes producen
significantes procedentes de los tres espacios (J. Puget-1. Berenstein).
– en cuanto a la manera de abordarlo, una modalidad será deconstruir las significaciones
coaguladas. Complementariamente se analizará también la relación del sujeto con dichas
significaciones articuladas con las producciones en los otros espacios (A. Zadunaisky).
– no se trata sólo de hacer consciente lo inconsciente, sino también de promover el trabajo
psíquico en su actividad interpretante e historizante (G. Bianchi).
– en lo atinente a la transferencia, cuestiona los límites de la misma en la medida que los
contenidos de este espacio, ligados a la «ideología» y a los referentes identificatorios, movilizan
aspectos clivados de la relación terapéutica y convocan a la persona del analista obligándola a
revisar su propia implicación (G. Ventrici).