Durkheim: El Suicidio (1897)

Le Suicide (1897)

El libro que Durkheim consagró al problema del suicidio se vincula estrechamente con el estudio de la división del trabajo. Durkheim aprueba el fenómeno de la división orgánica del trabajo.
Considera positiva la diferenciación de los oficios y los individuos, la regresión de la autoridad de la tradición, el dominio cada vez mas acentuado de la razón, sin embargo, observa también que no siempre el hombre se siente mas satisfecho de su suerte en las sociedades modernas, expresión y prueba de ciertos rasgos, quizás patológicos, de la organización actual de la vida en común.
La última parte del libro consagrado a la división del trabajo incluye un análisis de éstos rasgos patológicos. Examina luego ciertos fenómenos: las crisis económicas, la mala adaptación de los trabajadores a sus respectivos empleos, la violencia de las reivindicaciones que los individuos formulan a la colectividad. Todos estos fenómenos son patológicos. En cambio, el individualismo es el principio constitutivo de las sociedades modernas. En él los hombres son y se sienten diferentes unos de otros, y cada uno quiere obtener lo que, según su propio juicio, es su derecho. El principio individualista de justicia se convierte en el principio colectivo, indispensable, del orden actual. Las sociedades modernas pueden ser estables solo si respetan la justicia.
El problema fundamental de las sociedades modernas, es la relación de los individuos con el grupo. Ésta relación se transforma a causa de que el hombre ha adquirido excesiva conciencia de sí mismo para aceptar ciegamente los imperativos sociales. Es necesario tener una disciplina, que solo la sociedad puede imponer.
Durkheim alude a la solución del problema, la curación del mal endémico de las sociedades modernas: la organización de los grupos profesionales que favorecerán la integración de los individuos en la colectividad. El quiere demostrar hasta que punto los individuos están determinados por la realidad colectiva. Si se descubre que este fenómeno está regido por la sociedad, Durkheim habrá demostrado la verdad de ésta última.
El estudio del suicidio en Durkheim comienza con una definición del fenómeno; continúa con una refutación de las interpretaciones anteriores, luego, halamos una determinación de los tipos de suicidio-; y finalmente, sobre la base de esta tipología, se desarrolla una teoría general del fenómeno considerado.
El suicidio es «todo caso de muerte que resulta directa o indirectamente de un caso positivo o negativo realizado por la víctima misma, y que, según ella sabía, debía producir este resultado».
Acto positivo: dispararse un tiro en la sien. Acto negativo: no abandonar una casa en llama o rehusar todo alimento hasta dejarse morir. Una huelga de hambre llevada hasta la muerte es un ejemplo de suicidio.
La expresión «directa o indirectamente» remite a una distinción comparable a la que existe entre los positivo o lo negativo.
Las estadísticas demuestran inmediatamente que la tasa de suicidios es relativamente constante. No varía de modo arbitrario, sino en función de múltiples circunstancias.
Después de definir el fenómeno, Durkheim desecha las explicaciones de tipo psicológico. Reconoce que hay una predisposición psicológica al suicidio, la fuerza que determina el suicidio no es psicológica sino social. La discusión científica está centrada alrededor de estos dos términos: predisposición psicológica y determinación social.
Estudia las variaciones de la tasa de suicidios en las diferentes poblaciones y se esfuerza por demostrar que no hay correlación entre la frecuencia de los estados psicopatológicos y de la de los suicidios.
Rechaza igualmente en éstos análisis preliminares, la interpretación del suicidio a partir del fenómeno de la imitación (Gabriel Tarde, que creía que la imitación es el fenómeno clave del orden social). Para Durkheim se confunden tres fenómenos bajo el título general de la imitación.
El primero es que se denominaría hoy la fusión de las conciencias, el hecho de que un elevado número de hombre experimentan conjuntamente los mismos sentimientos (ej: una multitud revolucionaria).
En el segundo fenómeno el individuo se adapta a la colectividad y se conduce con los demás, sin que haya fusión de las conciencias (la moda es una forma atenuada de imperativo social).
Finalmente, el único que merece el nombre de imitación en el sentido preciso del término, es «un acto que tiene como antecedente inmediato la representación de un acto semejante, realizado anteriormente por otro, sin que entre esta representación y la ejecución se intercale ninguna operación intelectual implícita o explícita, referida a los caracteres intrínsecos del acto reproducido».
Aún puede afirmarse que conviene distinguir dos fenómenos, el contagio y la epidemia. El fenómeno va de un individuo a otro como una piedra que rebota sobre el agua. En cambio, la epidemia que puede transmitirse por contagio es un fenómeno colectivo que se apoya en el conjunto de la sociedad.
Después de éstos análisis formales, Durkheim refuta con la ayuda de estadísticas la idea de que la tasa de suicidios estaría determinada esencialmente por fenómenos de imitación (si los suicidios fuesen resultado del contagio, sería posible seguir en un mapa su difusión desde un centro). La distribución de las tasas es irregular, incompatible con la hipótesis de la imitación.
Resta cumplir la etapa principal de la investigación, la constitución de los tipos. Con este fin, Durkheim examina las estadísticas incompletas y parciales basadas en números reducidos (la tasa de suicidios oscila entre 100 y 300 por millón de personas en un año).
Los tres tipos de suicidios que Durkheim se cree autorizado a definir son: el suicidio egoísta, altruista y anómico.
Este primer tipo social de suicidio, establecido mediante el estudio estadístico de las correlaciones, se define con el término egoísmo. Los hombres o las mujeres tienden mas a quitarse la vida cuando piensan esencialmente en sí mismos, cuando no están integrados.
El segundo tipo de suicidio es el suicidio altruista – dos ejemplos principales: uno es el de la viuda que en la India acepta que la depositen sobre la pira donde arderá el cuerpo de su marido. Del mismo el comandante de una nave que no quiere sobrevivir a la pérdida de su embarcación se suicida por altruismo.
Por consiguiente la corriente suicidógena puede elegir dos tipos de hombres, los que están excesivamente apartados del grupo social y los que no lo están bastante. Los egoístas se suicidan mas fácilmente que los otros, pero también lo hacen los que tiene exceso de altruismo, los que se confunden de tal modo con el grupo al que pertenecen que son incapaces de resistir los golpes de la suerte.
Finalmente, hay un tercer tipo social de suicidio, el suicidio anómico. Este tipo es el que interesa particularmente a Durkheim porque es el mas característico de la sociedad moderna. Este suicidio anómico es el que refleja en la correlación estadística entre la frecuencia de los suicidios y las fases del ciclo económico. Estos fenómenos, el aumento de la frecuencia en las fases de agitación social, la disminución de la frecuencia en ocasión de los grandes acontecimientos, sugieren al sociólogo la idea del suicidio anómico. Éste no es solo el que aumenta durante las crisis económicas. Es también el suicidio cuya frecuencia crece paralelamente con el número de divorcios, el suicidio anómico que afecta a los individuos a causa de las condiciones de existencia que caracterizan a las sociedades modernas. En estas sociedades, la existencia social ya no es regulada por la costumbre; los individuos compiten permanentemente unos con otros; por lo tanto están acechados perpetuamente por el sufrimiento que se origina en la desproporción entre sus aspiraciones y satisfacciones. Durkheim procura luego demostrar que los tipos sociales que ha elaborado corresponden aproximadamente a tipos psicológicos.
El suicidio egoísta se manifestará por un estado de apatía y de ausencia de apego a la vida, el suicidio altruista por la energía y la pasión; y el suicidio anómico se caracterizará por un estado de irritación y de disgusto, que la existencia moderna ofrece, un disgusto que es resultado de que se ha cobrado conciencia de la desproporción entre las aspiraciones y las satisfacciones.
Podemos resumir la teoría de Durkheim: los suicidios son fenómenos individuales, que responden a causas esencialmente sociales.
Hallamos aquí una vez más el tema fundamental de la sociología de Durkheim, a saber que en sí mismas las sociedades son heterogéneas respecto de los individuos. Para extraer las consecuencias prácticas del estudio del suicidio, conviene examinar el carácter normal o patológico de éste fenómeno. A juicio de Durkheim el delito es un fenómeno socialmente normal, si consideramos lo que ocurre regularmente el delito no es un fenómeno patológico. A sí mismo, podemos considerar normal cierta tasa de suicidios pero Durkheim entiende que el aumento de la tasa de suicidios en la sociedad moderna es un fenómeno patológico.
Como se sabe, ésta última se caracteriza por la diferenciación social, la solidaridad orgánica, la densidad de la población, la intensidad de las comunicaciones y de la lucha por la vida. Todos estaos hechos, vinculados con la esencia de la sociedad
moderna, no deben ser considerados como anormales en sí mismos.
«Hay motivos para creer que este agravamiento (de la tasa de suicidios) responde, no a la naturaleza intrínseca del progreso, sino a las condiciones particulares en que aquel se realiza contemporáneamente, y nada nos asegura que las mismas sean normales. Pero entonces si la causa es anormal debe afirmarse lo mismo del efecto. Por consiguiente, lo que la marea ascendente de muertes voluntarias demuestra, no es el brillo cada vez mas intenso de nuestra civilización, sino un estado de crisis y perturbación que no puede prolongarse sin peligro»
¿Cómo puede restablecerse la integración del individuo con la colectividad? Durkheim examina sucesivamente el grupo familiar, el grupo religioso y el grupo político (sobre todo el estado) y procura demostrar que ninguno de los tres ofrece el marco social cercano al individuo que puede ofrecerle seguridad al mismo tiempo que lo somete a las exigencias de la solidaridad.
Desecha por dos razones la reintegración en el grupo familiar. Por una parte, la tasa de suicidios aómicos no aumenta menos en las personas casadas que en las célibes lo cual indica que el grupo familiar no ofrece una protección más eficaz contra la corriente suicidógena.
Por otra parte, las funciones de la familia decaen en la sociedad moderna.
El estado o agrupamiento político está demasiado lejos del individuo, es excesivamente abstracto tiende demasiado a lo autoritario para ofrecer el contexto necesario a la integración.
Finalmente, tampoco la religión puede poner fin a la anomia eliminando las causas profundas del mal. En las sociedades modernas las religiones presentan un carácter cada vez más abstracto e intelectual. Ya no son escuelas de disciplina como antaño. Ahora bien, lo que Durkheim busca para curar los males de la sociedad moderna, no son ideas abstractas y teorías, sino formas morales en acción.
Por lo tanto, el único grupo social que puede favorecer la integración de los individuos en la colectividad es la profesión; o para utilizar el término de Durkheim la corporación.
Pero en esta discusión del carácter patológico de las tasas actuales de suicidios y de la búsqueda de una terapéutica aparece una idea fundamental de la filosofía de Durkheim.
El hombre, abandonado a sí mismo, está animado de ilimitados deseos. El individuo quiere siempre más de lo que tiene, y se siente permanentemente decepcionado por las satisfacciones que encuentra en una existencia dura.
El hombre individual es un ser formado de deseos, y desde luego la necesidad fundamental de la moral y la sociedad es la disciplina. El hombre necesita la disciplina de una fuerza superior, autoritaria y amable es decir, digna de ser amada, esta fuerza que al mismo tiempo se impone y atrae no puede ser sino la propia sociedad.
Las discusiones en relación con la tesis de Durkheim acerca del suicidio se han referido a varios puntos. El primero tratado sobre todo por el doctor A. Delmas, se refiere al valor de las estadísticas. Las variaciones de las tasas de suicidios carecen de significación en la mayoría delos casos, como consecuencias de los errores implicados en las estadísticas.
Dos fuentes de error son indudables: la primera, que generalmente se conoce un caso de suicidio solo por la declaración de la familia. Por consiguiente, de acuerdo con los medios sociales, las épocas y los casos puede variar la proporción de suicidios enmascarados.
El segundo motivo de incertidumbre proviene de la frecuencia de los suicidios fracasados o tentativas de suicidios. El segundo punto de discusión se refiere a la validez de correlaciones establecidas por Durkheim.
En general, el establecimiento de correlaciones entre la taza de suicidios y un factor como el religioso exige la demostración de que no hay otros factores diferenciales en los casos comparados. Ahora bien, a menudo no llegamos a un resultado indudable. Es difícil aislar el factor religioso en general, las poblaciones vecinas que tienen diferente religión poseen también distinto género de vida y de actividad profesional.
El tercer punto de discusión es la relación entre la interpretación sociológica y la psicológica. Los psicólogos y los sociólogos coinciden en un hecho: la mayoría de los que se suicidan tiene una constitución nerviosa y psíquica no siempre anormales pero en todo caso vulnerable.
En un texto de este orden el equívoco proviene de la expresión «corriente suicidógena».
En este concepto parece sugerir que, en rigor, hay una fuerza social o colectiva, emanación del grupo total, que impulsa a los individuos a matarse. Ahora bien, ni los hechos individuales observados directamente ni los hechos estadísticos nos obligan a imaginar nada semejante.
El riesgo de la interpretación o el vocabulario de Durkheim, consiste en sustituir la interpretación positiva, que combina sin dificultad los factores individuales y los factores colectivos, con una cristalización mítica de los factores sociales transfigurados en una fuerza supraindividual, nuevo Moloch que elige a sus víctimas entre los individuos.