Evaluación de las funciones ejecutivas en el niño (BRIEF, D-KEFS, Test Stroop de colores y palabras y otros tests)

FUNCIONES EJECUTIVAS Y LÓBULOS FRONTALES
El concepto empírico de ‘función ejecutiva’ se deriva principalmente
del estudio de pacientes y animales de experimentación con lesiones
en el córtex prefrontal, sobre todo en su porción dorsolateral.
La investigación neuropsicológica acerca del papel del lóbulo
frontal (LF) sobre el comportamiento humano tiene una larga
trayectoria que se remonta al siglo XIX, época en la que ya aparecen
descripciones de casos aislados, como el del famoso Phineas
Gage, publicado por Harlow en 1868. Habitualmente, en el adulto,
las lesiones frontales entorpecen la planificación y ejecución
de conductas complejas, sin que por ello se afecten otros procesos
perceptivos, motores o nemónicos de carácter más básico [10,11].
Este concepto se ha extrapolado al ámbito pediátrico, y se han
vinculado las alteraciones en las FE a disfunciones del LF. Sin
embargo, investigaciones más recientes [12] comprobaron que
sujetos con lesiones en el LF o en estructuras gangliobasales,
tanto congénitas como adquiridas en los primeros años de vida,
presentaban dificultades de atención sostenida, pero realizaban
normalmente el resto de las tareas propuestas como medida de las
FE. Tampoco encontraron problemas de conducta disocial en la
edad adulta ni a lo largo del desarrollo, lo cual sugiere que el
síndrome frontal infantil, consecuencia de lesión congénita o
adquirida en los primeros años de la vida, es una entidad diferente
al síndrome frontal adquirido del adulto.
De ello se desprende que no sería prudente asociar directamente
FE con funciones del LF. Tal como señala Stuss [13], un
abordaje estrictamente localizacionista parece ser inapropiado.
El término LF define una entidad estructural, pero no enfatiza
el hecho fundamental de que el cerebro es una unidad funcional
integrada. Dicho término, a veces se reemplaza por el término
‘sistema frontal’, que le otorga un matiz más interactivo, pero
que igualmente subraya la base anatómica. Actualmente, hay
una creciente conciencia de que los procesos mentales del LF
describen un ‘constructo’ psicológico, más que funciones anatómicas.
Un individuo con una afectación cerebral puede presentar
una significativa ‘disfunción frontal’, pero no es posible
atribuir la misma exclusivamente, o incluso primariamente, al
LF. La disfunción es real, pero la fisiopatología subyacente es
incierta. En realidad, términos tales como ‘control ejecutivo’,
‘sistema supervisor’ o ‘síndrome disejecutivo’ remiten más directamente
al concepto psicológico que al trastorno anatómico.