La Gestalt, relación terapéutica

Relación terapéutica.
La relación que establecemos con una persona en el ámbito de la consulta implica un verdadero encuentro existencial; una relación afectiva sólida y sólo puede haber encuentro entre dos cosas diferentes y es por ello que buscamos diferenciarnos de lo que no soy yo, siendo lo que somos.
El manejo de la transferencia implica entonces el aceptar lo que la persona en consulta pone en nosotros que es verdadero, que no es fantasía ya que no todo lo que esa persona dice es proyección. Y a partir de esa constatación en una situación real, a partir de ese contacto es que puede comenzar a establecerse la relación terapéutica. Por tanto, el contacto y como tal la relación terapéutica implican ambas un intercambio de energía.
Como terapeutas también podemos actuar en tanto que modelos al mostrarle a la persona que hay otros seres que han pasado por situaciones similares y que lograron traspasar la «gran barrera».
En la relación terapéutica no tenemos reglas ni fórmulas predeterminadas sino que siempre habremos de basarnos -en nuestra praxis- en nuestro propio darnos cuenta, en y a través de ser lo más plenamente conscientes de nosotros mismos que podamos.
De esta manera la diferenciación se llevaría a cabo en un marco de relación o encuadre que estaría en continuo desarrollo. Y esta tendría como fin el permitir establecer contacto. Nos diferenciamos cuando es pertinente diferenciarnos y esto necesita muchas veces de una retroalimentación con y a través del otro, de lo contrario entraríamos en confluencia, que implicaría el presuponer que lo que yo comunico es lo que la otra persona entendió.
En una estrategia terapéutica parte del proceso de cambio es la frustración del «acting». No puede haber cambio si no dejamos de hacer lo que hemos venido haciendo en forma rutinaria para evitar el contacto; no puede haber cambio si no dejamos de hacer lo que siempre hemos hecho para sostener nuestro «carácter».
La neurosis no se soluciona en forma espontánea sino a través de acciones concretas. En el proceso terapéutico vamos hasta el límite, al borde entre lo que soy yo y lo que es no-yo y de ahí en más es responsabilidad nuestra el dar el paso hacia lo desconocido, y es en ese momento, en el impasse –momento de mayor miedo para la persona- en donde y cuando nos podemos desenganchar de lo viejo, de lo perimido y lanzarnos hacia lo nuevo, hacia el establecer contacto. Y es por ello que en toda relación que se precie de terapéutica buscamos generar un clima de apoyo, una relación afectiva que permita ese cambio, que sustente ese salto existencial hacia lo desconocido.