Filosofía y epistemología: IMAGINARIOS SOCIALES Y DISCURSO CIENTÍFICO

Filosofía y epistemología: IMAGINARIOS SOCIALES Y DISCURSO CIENTÍFICO

Simonetti, Graciela; Ponce, María Flaviana; Lerma, Silvana; Turco, Domingo Luis; Quiroga, Victor Fabián; Rinaldi, Mónica
Facultad de Psicología, Universidad Nacional de Rosario. Argentina

RESUMEN
La presente ponencia se inscribe en una investigación que venimos
realizando en la Facultad de Psicología de la Universidad
Nacional de Rosario a través de la cual intentamos abordar
los imaginarios sociales con respecto a la ciencia o como
cada investigador del Consejo de Investigaciones, a través de
sus prácticas y discursos, concibe el conocimiento, la ciencia,
el saber, la verdad, el poder. Nuestro trabajo de campo se encuentra
en una fase incipiente por lo que solamente pretendemos
ofrecer algunas conceptualizaciones que permitan discutir
los asuntos de interés para el análisis de las formaciones
discursivas de los investigadores, con el propósito de generar
el debate consiguiente.
Palabras clave: Imaginarios Ciencia Investigación Discursos

INTRODUCCIÓN
Esta presentación se asienta en un Proyecto de investigación
que tiene como objetivo general analizar cuáles son los imaginarios
sociales que subyacen a la praxis científica de los investigadores
del Consejo de Investigaciones de la Universidad
Nacional de Rosario (CIUNR), organización que coordina, promueve
y asesora en los aspectos referidos a la investigación
científica en la citada Universidad.
El abordaje metodológico que utilizamos se inscribe en una
perspectiva interpretativa que opera con distintas fuentes de
datos: análisis documental, historias de vida y entrevistas en
profundidad.
La investigación forma parte de un Programa, en donde los
datos, análisis y discusiones metodológicas y teóricas, se realizan
en forma colaborativa con otros investigadores que desarrollan
sus propios procesos investigativos al interior del Programa.
En el camino recorrido hasta el momento nos encontramos en
el procesamiento de las formaciones discursivas de los investigadores
a partir del corpus construido por periódicos, documentos
oficiales y actos, que dieron origen al Consejo de
Investigaciones de la UNR en el año 1971.
Sociedad y significaciones sociales imaginarias.
Para Castoriadis (1989) la sociedad se instituye a sí misma a
partir de las significaciones sociales imaginarias. Así unidad e
identidad de una sociedad están dadas a partir de la particularidad
o la especificidad de dichas significaciones en determinado
momento social e histórico.
Para este sociólogo, tanto la dimensión imaginaria como la
simbólica, son dimensiones institucionales, constitutivas de lo
social y están articuladas, en la misma realidad institucional.
Esto debe ser entendido como una red simbólica socialmente
sancionada que transmite significaciones imaginarias sociales,
produciendo sentido para el sujeto.
Castoriadis afirma que «la sociedad es magma, y magma de
magmas». La sociedad y sus instituciones materializarían un
magma de significaciones imaginarias sociales, es decir, múltiples
instituciones a través de las cuales los sujetos encuentran
sentido. Ese tejido de instituciones tendría existencia social
por encarnar ese magma de significaciones imaginarias
sociales, creadoras de un mundo que el sujeto significa y le
atribuye sentido, que a su vez lo orientan en su propio devenir
social.
Se podría decir que no queda nada por fuera de esas significaciones
imaginarias sociales: hasta los individuos resultan
«creados» y existen en correlación con ese mundo de significaciones
instituídas. Por ejemplo, el capitalismo contiene significaciones,
a partir de las cuales se originan representaciones
ligadas al comercio, a la economía, a lo financiero, con afectos
y actos que le son propios, como lo son el consumo, la avidez
por la ganancia, etc.
Entendemos una significación como un haz indefinido de remisiones
interminables por lo cual nada más alejado entonces de
pensar en las significaciones como cosas cerradas «en si».
Según Claudia Laudano (1997), «son significaciones imaginarias
en tanto producciones, creaciones incesantes que, más
que ser reales construyen «lo real» y sociales ya que corresponden
a un colectivo anónimo y no meramente a todas las
significaciones que sobre algo pueda hacer o asociar un individuo
en particular».
Cabe aclarar entonces que las significaciones no son evidentemente
lo que los seres humanos se representan, consciente
o inconscientemente, ni lo que piensan. Es aquello por medio
y a partir de lo cual mujeres y hombres son formados como
individuos sociales, con capacidad para participar en el hacer
y en el representar/decir sociales: es decir, las significaciones
sociales como condición de lo representable y de lo factible
para cada momento en determinada sociedad.
Los espacios institucionales están así significados, y a la vez
se significan. El nivel de la significación remite a la expresión.
Lo imaginario social existe como un hacer/representar lo histórico
social: expresa y representa a las instituciones.
Para comprender los vaivenes de la sociedad – ese poder
autoinstituyente – Castoriadis distingue dos aspectos de lo
imaginario social: la imaginación radical o capacidad de la psique
de reproducir representaciones y el imaginario social instituyente
en el dominio histórico.-social, ambas instancias – lo
instituído y lo instituyente – coexisten.
Esta construcción histórico-social es hecha por y en las formaciones
discursivas, a partir de dos aspectos de la significación
que se implican de modo circular: por un lado, la definidad –
determinidad – distinción – limitación y por otro, la idefinidad –
indeterminidad – indistinción – ilimitación. Es decir, las formaciones
discursivas otorgan siempre la posibilidad de tratar las
significaciones de las que es portador como un conjunto formado
por términos rigurosamente determinados y distintos, a
la vez que suministra la posibilidad de que emerjan nuevos
términos y se redefinan inagotablemente las relaciones entre
ellos.
Formaciones discursivas y relaciones de poder.
Entonces las formaciones discursivas no son «imagen de» o
«reflejan a» las cosas sino, más bien, en y por ellas investimos
de sentido al mundo.
Los planteamientos de Foucault nos permiten dar una vuelta
más a la producción teórica de Castoriadis vinculándola a
nuestro objeto de investigación, cuando recurrimos al material
documental producido en el campo de la investigación científica
de la UNR (informes, discursos, artículos periodísticos, documentos
oficiales), como forma de establecer un nexo entre
los conceptos de imaginario social, relaciones de poder, prácticas
discursivas de los investigadores y condiciones sociales
de existencia de los mismos.
Consideramos importante a Foucault (1990) porque produce
un cambio de perspectiva sobre los documentos, a los que
deja de entender como materia inerte a través de la cual la
historia trata de reconstruir lo que los seres humanos han hecho
o dicho, lo que ha pasado y de lo cual solo queda el surco
y en cambio, trata de definir en el propio tejido documental
unidades, series, relaciones. Se plantea de ese modo transformar
los documentos en «monumentos» y a partir de la masa de
elementos disponibles, aislar, agrupar, hacer pertinentes, disponer
en relaciones, constituir en conjuntos, sin dejar de observar
las lagunas y los intersticios producidos. Toma, de esta
manera, cada momento del discurso en su irrupción de acontecimiento,
tratando de captar su existencia singular.
En éste sentido, entonces, es que los discursos son entendidos
por Foucault como prácticas que forman sistemáticamente
los objetos de los que se habla. Para Foucault tanto en los enunciados,
sus tipos, los conceptos, las elecciones temáticas, puede
encontrarse una regularidad, un orden, que en conjunto nos
permite acercarnos a una formación discursiva.
Magariños de Morentín (1993), postula la existencia de un conjunto
de variaciones contextuales de sentido -si bien históricamente
acumulado y diversamente actualizado- que producen
la ilusión de una realidad sustancial significativa. A partir de
dicho núcleo se mueven las restantes variaciones en una pugna
por constituirse en superación de las preexistentes y/o coexistentes.
Desde ésta propuesta la significación es tanto un
producto contextual como diferencial, diferencia que se obtiene
a partir de la contrastación de los distintos discursos sociales.
Imaginario y discurso científico
Lo planteado hasta el momento interpela el particular recorte
del objeto de nuestro estudio. Si hablamos de los imaginarios
sociales acerca de lo que se considera ciencia/científico
se hace necesario, entonces, tener en cuenta las condiciones
históricas, políticas, sociales que posibilitan su construcción,
circulación, consenso y posición posible en la discursividad
hegemónica de una época dada.
Los trabajos foucaltianos (1926-1984) se preguntan por la
episteme, es decir, por los diferentes modos de mirar, pensar,
saber, conocer y objetivar el mundo y las cosas, en una cultura
y tiempo histórico determinado.
El análisis de la episteme no consistiría en una lectura epistemológica
interpeladora de la validez de los conocimientos,
sino que interroga por lo que hace que se justifique o adjetive
un saber como científico, o no, en determinado momento histórico.
Se interesa por el análisis de una complejidad de condiciones
que en determinada época y cultura legitiman un conocimiento
como científico.
Teniendo en consideración todo esto, estamos en condiciones
de afirmar que la ciencia se construye en el curso de una historia
que implica marcos de referencia, supuestos, prejuicios,
diferentes visiones ideológicas, etc., sobre el mundo. De este
modo, el hombre y la sociedad, estructuran un verdadero sistema
configurador de lo que se considera ciencia/científico,
cargado socialmente de significación y de sentido que nos preexisten
en el tiempo.
En definitiva, y teniendo en cuenta todo lo considerado anteriormente,
podemos concluir que las modalidades de enunciación
emergen dentro de una compleja trama y como efecto de
la praxis humana, de ciertas condiciones de producción y de
vicisitudes históricas que, más allá de la individualidad de los
hablantes, explican, sostienen y reconocen lo que se considera
ciencia/científico.
Las preguntas que ameritan en este instante son: ¿cuál es el
límite entre un conocimiento científico y un conocimiento cotidiano?;
¿será que la delimitación entre ciencia y no ciencia es
una diferenciación de poder, una territorialización de poder?
Podemos decir que la ciencia no es lo que se descubre y llega
a la sociedad, sino que, en muchos casos, cuando la ciencia
formaliza un concepto, éste ya está en la sociedad mucho antes
y a la vez la sociedad se apropia del conocimiento que los
científicos producen. El tema es que en realidad, el conocimiento
como tal, en su estado natural, aparece como conocimiento:
«ni científico, ni cotidiano o vulgar».
La construcción del conocimiento es un hecho eminentemente
social; sin embargo, es la institución de la Ciencia la que ha
promovido de una manera sistemática la producción del conocimiento
legitimado.
El conocimiento científico ha devenido, además, en teorías
que no son otra cosa que discursos estructurados sobre lo
real, organizados y presentados a través de una gramática y
sintáctica peculiares. Sin embargo, estos logros de las ciencias
están pautados por un modelo racional de corte positivista
que privilegia sobre todo la explicación de la realidad, a través
de la búsqueda de regularidades que puedan ser observadas
de manera recurrente y en donde el efecto o la conducta de un
objeto está en relación de dependencia a otro antecedente, o
a causa de la misma. Este sistema genera principios o leyes
de carácter nomotético y ha propiciado también la división de
la Ciencia en «disciplinas científicas».
Bonantini, Simonetti y Michelín (2000) sostienen que cada disciplina
desarrolla diferentes paradigmas que portan formulaciones
conceptuales a las que deben atenerse quienes se desempeñan
al interior de ellas, lo que supone el desarrollo de
una formación discursiva específica a la que sólo es posible
acceder a través de lecturas especializadas.
Cada nueva territorialización establece demarcaciones específicas
que nos hablan de quienes pueden y quienes no pueden
acceder al campo específico. Ello supone el desarrollo de
jerarquizaciones que implican depositarios del saber e interpretadores
oficiales que instituyen lo que al interior de un determinado
territorio es o no es científico, los criterios de «medición»
de la cientificidad, la ciudadanía científica del investigador
en un campo determinado, la adjudicación de roles y otras
cuestiones, que nos remiten a una cierta circulación de poder.
Es que la llamada comunidad científica no está al margen de
la sociedad y es atravesada por los intereses que circulan a la
misma. El investigador es un miembro más de la sociedad y
como trabajador está permanentemente sometido a las tensiones
y exigencias de los grupos sociales que se desenvuelven
en un determinado momento histórico.

BIBLIOGRAFÍA
Bonantini, C; Simonetti, G y Michelín, M. (2000). «Ciencia y Poder». Cuadernos
Sociales 2. U.N.R. Editora, agosto, pp. 9-24.
Castoriadis, C (1989) La institución imaginaria de la sociedad. Vol 2,.
Barcelona, Ed. Tusquets, pp 34.
Castoriadis; C. (1992) «La dimensión instituyente». Zona Erógena. Nº 12.
Buenos Aires.
Castoriadis; C. (1997). «El Imaginario Social Instituyente». Zona Erógena Nº
35, Buenos Aires.
Foucault, M. (1980) La microfísica del poder. Madrid, Editorial La Piqueta
Foucault, M (1990) La Arqueología del Saber. México, Ed. Siglo XXI, pp.
62.
Foucault, M (1992) El orden del discurso. Buenos Aires, Ed. Tusquets.
Foucault, M. (1998) Las palabras y las cosas. México, Ed. Siglo XXI.
Laudano, CN (1997) «Las mujeres en los discursos militares», Red de
Editoriales de Univ. Nacionales. Papeles de investigación. Argentina, Ed.
Página 12, pp.15.
Magariños de Morentín, JA; Fernández, N; Monteiro, A y Sosa, R (1993)
Introducción a Semiótica de Enunciados, La Plata, UNLP. IICS.