Inteligencia Emocional (IE): constructo de la teoría de la personalidad, abordaje actual

La inteligencia emocional es un constructo todavía escurridizo en psicología de la personalidad, y las investigaciones en este campo no han podido confirmar el entusiasmo inicial a partir de la popularización del concepto por Goleman. Mientras en el ámbito de la educación y en él de las organizaciones y empresas existen ya aplicaciones prometedoras, el campo de la psicología clínica y de la psicoterapia está sembrado y abonado por varios autores, pero todavía se han podido recoger pocos frutos. Aunque en psicopatología, el constructo de IE no parece capaz de explicar ninguno de los fenómenos mejor que otros constructos de personalidad ya consolidados, la relación de la IE con el ajuste psicológico por un lado y la relación de la (falta de) IE con la alexitimia por otro ha quedado patente y ha fomentado investigaciones y programas de intervención, sea como preparación a la terapia de insight o como objetivo terapéutico en determinadas poblaciones de pacientes. La creciente conciencia de la necesidad de incorporar el trabajo con emociones en intervenciones terapéuticas en mayor medida que antes también puede encontrar inspiración en el concepto de IE como conjunto de habilidades emocionales para desarrollar programas específicos, tal como se está haciendo en educación. Se tendría que comprobar si estos programas de trabajo emocional añadidos a intervenciones estándar, como la terapia cognitivo-conductual, aumentan la eficacia de la terapia. Un mayor autoconocimiento de nuestras emociones, la identificación correcta de las vivencias emocionales de los demás, la regulación de nuestros estados afectivos, el uso de las emociones para facilitar el pensamiento, etc., son habilidades beneficiosas para nuestro bienestar psicológico, ya que nos permiten reducir la ansiedad, nos ayudan a superar situaciones estresantes, nos capacitan para mejorar nuestras relaciones sociales y crecer emocionalmente. En este sentido, “mejorar la inteligencia emocional” puede ser un objetivo directo de programas de afrontamiento destinados a colectivos de personas sujetas a situaciones estresantes, como por ejemplo ejecutivos de empresas (Slaski & Cartwright, 2003), o profesionales sometidos a un elevado riesgo de sufrir burnout. La mejora de las competencias emocionales puede ser un objetivo directo de terapias de crecimiento personal dirigidas a personas sin psicopatología (Epstein, 1998), y de programas para mejorar el rendimiento laboral.
También puede ser un objetivo indirecto (como preparación o complemento) en psicoterapia para pacientes con trastornos clínicos. La relación entre valores humanos y salud mental también se plantea como reto para la psicología clínica y la psicoterapia. Entonces, si consideramos la IE no sólo como un conjunto de habilidades emocionales, cuyo dominio nos permite alcanzar mayor satisfacción en la vida, mejor salud mental y mayor éxito académico y laboral, sino también como un conjunto de competencias cargado de virtudes humanas y de valores éticos.