Juego de escrituras 2 de Febrero de 1955

Juego de escrituras 2 de Febrero de 1955

 

Locura no es sueño. Cuatro esquemas. Oposición y mediación. El proceso primario. La
entificación de la percepción-conciencia.
A noche, tras la exposición de Lang, Lefebvre-Pontalis dirigió a todos ustedes la
siguiente observación: habría que disciplinarse sobre el estadio del espejo.
Su comentario cuenta con mi asentimiento en tanto que no debe hacerse un empleo
abusivo de él. El estadio del espejo no es la palabra mágica. Tiene ya algún tiempo, unos
veinte años, pues lo produje en 1936. Comienza a cosquillear esa necesidad de
renovación, que no siempre es lo mejor, pues para progresar hay que saber volver sobre
las cosas. Resulta fastidioso no por repetirlo tanto, sino por utilizarlo mal. Y, en este
sentido, podemos aprobar a Lang.
(Llega el Sr. Lefebvre-Pontalis )
¡Aquí tenemos al insurgente! Le aseguro que hay algo de lo que posiblemente usted,
Lefebvre-Pontalis, no tenga la menor idea: hasta qué punto es discutido y discutible el
diagnóstico de psicosis en el niño. En cierto modo no se sabe si es correcto emplear la
misma palabra para las psicosis del niño y del adulto. Durante décadas se rehusó pensar
que en el niño pudiera haber verdaderas psicosis, y se intentó ligar los fenómenos con
ciertas condiciones orgánicas. En el niño y en el adulto la psicosis no está estructurada en
absoluto de la misma forma. Si en el caso del niño hablamos legítimamente de psicosis es
porque como analistas podemos dar un paso más que los otros en la concepción de la
psicosis.
Como sobre este punto aún no poseemos teoría alguna, ni siquiera en nuestro grupo,
Lang se hallaba en una situación difícil.
Sobre la psicosis del adulto, y a fortiori sobre la del niño, reina aún la mayor confusión.
Pero si el trabajo de Lang me pareció bien situado fue porque trató de hacer algo
indispensable en materia de comprensión analítica, especialmente cuando se avanza
hacia las fronteras, esto es: tomar distancia.
En todo lo que concierne a la aprehensión de nuestro dominio clínico existen dos peligros.
El primero consiste en no ser bastante curiosos. Enseñamos a los niños que la curiosidad
es una reprobable falta, y en conjunto esto es cierto: no somos curiosos, y no es fácil
provocar este sentimiento de manera automática.
El segundo peligro es comprender. Comprendemos siempre demasiado, particularmente
en el análisis. La mayoría de las veces, nos equivocamos. Pensamos que podemos
realizar una buena terapéutica analítica si tenemos dotes, si somos intuitivos, si tenemos
chis pa, si ponemos en práctica ese talento que cada cual despliega en la relación
interpersonal. A partir del momento en que uno deja de exigirse un extremado rigor
conceptual siempre encuentra la manera de comprender. Pero nos quedamos sin brújula:
no sabemos de dónde partimos ni a dónde queremos llegar.
¿Puede la psicosis del niño aclararnos, de rebote, lo que debemos pensar sobre la
psicosis del adulto? Esto es lo que Lang trató de hacer, e hizo muy bien. Señaló con gran
tacto las incoherencias, extravíos o hiancias de los sistemas de Melanie Klein y Anna
Freud, a favor de Melanie Klein a fin de cuentas, pues el sistema de Anna Freud está,
desde el punto de vista analítico, en un impuse.
Me gustó mucho lo que dijo Lang acerca de la regresión. Señaló que la regresión era un
símbolo, y no un mecanismo que se lleva a cabo en la realidad. Saben ustedes que no me
agrada valerme a diestra y siniestra del término «pensamiento mágico», pero aquí hay algo
que se asemeja al pensamiento de un mago. ¿Acaso hemos visto alguna vez a alguien, un
adulto, regresar verdaderamente, volver a ser un niñito, ponerse a dar vagidos? La
regresión no existe. Como indica Lang, es un síntoma que debe ser interpretado como tal.
Hay regresión en el plano de la significación y no en el plano de la realidad. En el caso del
niño esto queda bien demostrado por la simple reflexión de que no dispone de mucho
tiempo para regresar.
He releído en La interpretación de los sueños una nota referida a los procesos y
mecanismos de la psicología onírica, en la que Freud cita a Jackson: Encuentren la
naturaleza del sueño y habrán encontrado todo lo que puede saberse sobre la demencia y
la locura.
Pues bien: es falso. No tiene nada que ver, métanse esto en la cabeza. Ambos manejan
sin duda los mismos elementos, los mismos símbolos, y es posible hallar analogías. Pero
esta perspectiva no es la nuestra. Todo está aquí: ¿por qué un sueño no es una locura?
Inversamente, lo que hay que definir en la locura es aquello por lo cual su mecanismo
determinante nada tiene que ver con-lo que ocurre cada noche en el sueño.
No creamos que esto pertenece enteramente al activo de Freud. La edición francesa es
incompleta, y no indica que hay aquí una especie de aprobación dada a Ernest Jones,
quien estimó oportuno hacer el paralelo, que sin duda consideraba apto para incorporar el
análisis a lo que ya estaba bien visto en Inglaterra. Demos a Jones lo que es de Jones y a
Freud lo que es de Freud. Partan ustedes de la idea de que el problema del sueño deja
enteramente abiertos todos los problemas económicos de la psicosis.
Hoy no puedo decir más sobre el tema. Es un anticipo lanzado hacia el porvenir. Quizá ya
este año podamos comenzar a ocuparnos de las psicosis; de cualquier modo tendremos
que hacerlo el año próximo.
Volvamos al texto de Freud.
He encomendado a Valabrega la continuación del comentario; pero antes haré en la
pizarra un esquema al que podrán remitirse para aprehender el movimiento de lo que aquí
se explora. En realidad, haré cuatro esquemas, que son de estructura comparable, y cuyas
diferencias marcan el progreso de la elaboración de Freud.
El primero está vinculado con lo que se esboza a nivel de su primera psicología general,
que quedó inédita, referencia para él mismo rica en intuiciones fecundas. El segundo da
forma a la aportación de La interpretación de los sueños, la teoría del aparato psíquico que
tiene por objeto explicar el sueño. Adviertan bien esto: después de haber dado todos los
elementos de la interpretación del sueño todavía le faltaba situar a éste como función
psíquica. El tercero se coloca en el nivel de la teoría de la libido, muy posterior. No es en
absoluto contemporánea de los Tres ensayos, sino correlativa al advenimiento de la
función del narcisismo. Por último, cuarto esquema: Más allá del principlo del placer.
Aunque vinculados a funciones completamente diferentes, estos esquemas presentan algo
semejante en su forma. En efecto, se trata siempre de un esquema del campo analítico. Al
comienzo, Freud lo llama aparato psíquico, pero ya verán los progresos que realiza, que
son los de su concepción respecto a lo que podemos llamar el ser humano.
De esto se trata. En el fondo de vuestras reivindicaciones en el plano teórico, en el fondo,
por ejemplo, del llamamiento que hizo ayer Lefebvre-Pontalis, está la idea de que tienen
frente a ustedes algo individual, si no único, de que todo está concentrado en la forma que
tienen delante, de que ahí está la unidad de objeto en psicoanálisis, si no en psicología,
cuyos límites y leyes se cree poder conocer.
Todos ustedes creen seguir estando en el dominio psicológico, que la psique es una
especie de doble y de propiedad, de eso que ven.
Llama la atención vuestra inadvertencia de que todo progreso científico consiste en hacer
que el objeto como tal se desvanezca. En física, por ejemplo, cuanto más se avanza
menos se capta el objeto. Lo que pertenece al orden de lo sensible sólo interesa al físico a
nivel de los intercambios de energía, de los atamos o las moléculas, que sólo en forma
contingente y transitoria realizan la apariencia sensible.
Esto no quiere decir que para nosotros el ser humano se desvanezca.
Como filósofos deben ustedes saber que el ser y el objeto no son en absoluto la misma
cosa. Desde el punto de vista científico, al ser, desde luego, no podemos aprehenderlo, ya
que no es de orden científico. Pero el psicoanálisis constituye sin embargo, una
experiencia que muestra, por así decir, su punto de fuga. Subraya que el hombre no es un
objeto, sino un ser realizándose, algo metafísico. ¿Es ése nuestro objeto, nuestro objeto
científico? Por cierto que no, pero nuestro objeto tampoco es el individuo que en
apariencia encarna a este ser.
Hay en todo sueño, dice Freud, un punto absolutamente inasequible, que pertenece al
dominio de lo desconocido: lo llama «ombligo del sueño». No hacemos hincapié en estas
cosas de su texto probablemente porque creemos que son poesía. Pues no. Esto quiere
decir que hay un punto que no es aprehensible en el fenómeno: el punto de surgimiento de
la relación del sujeto con lo simbólico. Lo que denomino «ser» es esa última palabra, por
cierto no accesible para nosotros en la posición científica, pero cuya dirección está
indicada en los fenómenos de nuestra experiencia.
Lo que nos importa es saber en qué punto tenemos que situarnos en la relación con lo que
llamamos nuestro partenaire. Pues bien, si algo resulta evidente es que en el fenómeno
único constituido por la relación interhumana, hay dos dimensiones diferentes, aunque sin
cesar se aúnen: lo imaginario y lo simbólico. En cierto modo, ambas se entrecruzan y es
preciso que sepamos siempre qué función ocupamos, en qué dimensión nos situamos con
respecto al sujeto, de una manera que realice ya sea una oposición ya sea una mediación.
Nos engañamos si creemos que por confundirse en el fenómeno estas dos dimensiones
forman sólo una. Acabamos así en una especie de comunicación mágica, en una analogía
universal en base a la cual muchos teorizan su experiencia. En lo concreto y lo particular
esto suele ser a menudo muy rico, pero absolutamente inelaborable y expuesto a toda
clase de errores técnicos.
Todo esto es muy somero, pero lo verán precisado y representado en el cuarto esquema,
que responderá a la última etapa del pensamiento de Freud, la de Más allá del principio del
placer.
Intervenciones durante la exposición del Sr. Valabrega.
¿A qué denomina Freud sistema? Freud parte del esquema del arco reflejo en su forma
más simple, que tantas esperanzas ofreció de comprender las relaciones entre el ser vivo y
un medio circundante. Dicho esquema pone de manifiesto la propiedad esencial del
sistema de relaciones de un ser vivo: éste recibe algo, una excitación, y responde algo.
No olviden que la noción de respuesta implica siempre que nos hallamos ante un ser
adaptado. Este esquema del arco reflejo surgió, por ejemplo, de las primeras experiencias
con la rana, en la época en que la electricidad-que como modelo, ya verán, nos enseñará
tantas cosas-comenzaba a hacer su aparición en el mundo. Si se estimula eléctricamente
a una rana, o se le echa una gota de ácido en la pata, se rascará esa pata con la otra: a
esto se le llama respuesta. No sólo existe el par aferente -eferente; es preciso suponer que
la respuesta sirve para algo, es decir, el ser vivo es un ser adaptado.
Freud retama todo esto al comienzo de su construcción. Parece ya introducir ahí la noción
de un equilibrio o, dicho de otro modo, de un principio de inercia. Pero esto no es legítimo.
El estímulo que Valabrega denomina, de modo prematuro, una información, no es nada
más que un in-put, un puesto-dentro. Este enfoque del problema es precientífico, anterior a
la introducción de la noción energética como tal, e incluso muy anterior a la estatua de
Condillac. No hay ninguna consideración de energía en este esquema de base. Sólo
cuando Freud tome en cuenta que lo que sucede en el sistema ? debe ser eficaz en el
sistema Ü, intervendrá la noción de un aporte de energía. Sólo entonces puntualizará
Freud que el sistema tiene que ver con las incitaciones internas, es decir, con las
necesidades.
¿Qué son las necesidades? Las necesidades son algo efectivamente vinculado al
organismo y que se distingue muy bien del deseo. Deploraba anoche Lang el que se siga
confundiendo deseo con necesidad y, en efecto, no son en absoluto lo mismo. El need
expresa de qué modo el sistema, que es un sistema particular del organismo, entra en
juego en la homeostasis total de éste. Por lo tanto, aquí interviene necesariamente la
noción de constancia energética,que emerge ya aquí en la obra de Freud,
transversalmente.
Entre y que experimenta algo del interior del organismo y ? que produce algo que tiene
relación con sus necesidades, Freud considera que hay equivalencia energética. Esto se
vuelve completamente enigmático: ignoramos totalmente qué puede significar la
equivalencia energética entre la presión interna, ligada al equilibrio del organismo, y su
salida. Entonces, ¿para qué sirve? Es una x que, tras haber servido de punto de partida,
es lisa y llanamente abandonada.
Freud no puede contentarse con el in-put, lo traído del mundo exterior, y tiene que
improvisar. Introduce entonces un aparato suplementario, ? Ya lo dije la vez pasada: todo
esto es un juego de escritura.
Se trata de construirlo todo a partir de nociones energéticas, vale decir, de la idea de que
para que podamos sacar un conejo del sombrero primero hace falta meterlo. Para que algo
salga es preciso que algo entre. A partir de aquí vamos a construirlo todo. Se trata, muy
probablemente, del sistema de la percepción. No lo llamemos, prematuramente,
conciencia. Más adelante Freud lo confundirá con el sistema de la conciencia, pero
necesita introducir este sistema como hipótesis suplementaria. ¿Por qué? Porque l e hacen
falta no sólo estímulos procedentes del mundo exterior sino el mundo exterior mismo. Le
hace falta un aparato interior que refleje no sólo las incitaciones del mundo exterior, sino,
si les parece bien, la estructura.
Freud no es guestaltista-no es posible atribuirle todos los méritos-, pero sí experimenta las
exigencias teóricas que engendraron la construcción guestaltista. En efecto, para que el
ser vivo no perezca cada vez es menester que posea cierto reflejo adecuado del mundo
exterior. Lo cual equivale a decir que este esquema se basa, en realidad, en lo que más
tarde será aislado con el término homeostasis. Ya está presente aquí en la noción de un
equilibrio a conservar y de una zona-moderadora, que mantiene las excitaciones en el
mismo nivel y que, por consiguiente, sirve tanto para no registrar como para registrar mal.
Registra, pero de manera filtrada. Ya aparece aquí, por tanto, la noción de homeostasis,
implicando a la entrada y a la salida algo llamado energía.
Pero este esquema muestra ser insuficiente. Si el sistema nervioso realiza, en efecto, un
filtrado, se trata de un filtrado organizado, progresivo, que supone facilitaciones. Ahora
bien, nada permite pensar que esas facilitaciones seguirán alguna vez una dirección
funcionalmente utilizable. La suma de todas esas facilitaciones, los acontecimientos, los
incidentes sobrevenidos en el desarrollo del individuo, constituyen un modelo que
proporciona la medida de lo real. ¿Está ahí lo imaginario? En efecto, lo imaginario debe
estar ahí. Pero, como tal, supone una intervención de las Gestalten, que predisponen al
sujeto vivo a cierta relación con una forma típica que le responde especialmente: supone
un acoplamiento biológico del individuo a una imagen de su propia especie, a las
imagenes de lo que le es útil biológicamente en un medio determinado. De esto no hay
aquí rastros. Solamente hay zona de experiencia y zona de facilitación.
En resumidas cuentas, la memoria se concibe aquí como serie de engramas, suma de
series de facilitaciones, y esta concepción revela ser enteramente insuficiente si no
introducimos en ella la noción de imagen. Si se postula que una serie de facilitaciones, una
secuencia de experiencias hace surgir una imagen en un aparato psíquico concebido
como una simple placa sensible, es obvio que cuando la misma serie es reactivada por
una nueva excitación, por una presión, por una necesidad, se reproducirá la misma
imagen. Dicho de otro modo, todo estímulo tiende a producir una alucinación. El principio
del funcionamiento del aparato ? es la alucinación. Esto es lo que quiere decir proceso
primario.
El problema está entonces en la relación de la alucinación con la realidad. Freud se ve
llevado a restaurar el sistema de la conciencia y su autonomía paradójica desde el punto
de vista energético. Si la concatenación de las experiencias produce efectos alucinatorios,
es preciso un aparato corrector, un test de realidad. Dicho test de realidad supone una
comparación de la alucinación con algo recibido en la experiencia y conservado en la
memoria del aparato psíquico. Y desde ese momento, por haber querido eliminar
completamente el sistema de la conciencia, Freud se ve obligado a restablecerlo con
reforzada autonomía.
gráfico(9)
No digo que esto sea ilegítimo, pero ya verán a dónde lo conduce. ¿Qué rodeos deberá
efectuar Freud para imaginar esa comparación de referencia entre lo que es dado por la
experiencia en el sistema y sistema-moderador, sistema homeostático, que modera las
incitaciones y el registro de estas últimas? ¿A qué hipótesis suplementarias se ve
conducido? Las dificultades que debe enfrentar pueden medirse por las hipótesis
complementarias..
Dichas hipótesis se agrupan bajo las dos rúbricas distinguidas por Valabrega: inhibición e
información.
El sistema co está formado por órganos diferenciados que no registran las energías
masivas procedentes del mundo exterior. Es posible concebir energías tan
masivas-cambios de temperatura, presiones considerables, etc.-que pongan en tela de
juicio la subsistencia del ser vivo. Si éste ya no puede moderar los choques, sólo le queda
huir. Pero esto es por completo ajeno a lo que importa. Aquí se trata de las relaciones
entre la psique y las determinaciones sutiles del mundo exterior. Tomemos la energía
solar: el aparato especializado no retiene más que una parte del fenómeno. Elige
determinado nivel de frecuencia, se pone en concordancia no con la energía en cuanto
tal-¿nosotros transformadores, células fotoeléctricas?-sino con el período. Un ojo, cuando
recibe la luz, retiene mucha menos energía que una hoja verde, la cual, con esa misma
luz, hace toda clase de cosas. Freud se ve conducido, pues, a identificar la cualidad en un
aparato especializado, lo que implica el eclipsamiento casi completo de todo aporte de
energía.
Pueden advertir ustedes que la noción de una descarga solamente perceptiva responde, a
nivel de este aparato, a una simple necesidad de simetría. Freud tiene que admitir que
también aquí hay cierta constancia de energía, y que lo que es incorporado debe
reaparecer en algún lado.
Pero el acento recae en que entre la excitación y la descarga hay un mínimo de energía
desplazada. ¿Por qué? Porque este sistema debe ser lo más independiente posible de los
desplazamientos de energía. Es preciso que de ellos Freud desprenda, distinga la cualidad
pura, a saber, el mundo exterior tomado como simple reflejo.
Para que pueda haber comparación, escala común entre lo interior, donde la imagen sólo
posee dependencias memoriales, donde es alucinatoria por naturaleza, y lo exterior, es
menester que el yo, acentuando al segundo grado la función de regulación del moderador,
inhiba al máximo los pasajes de energía en este sistema. Lo que llega como incitación, ya
considerablemente filtrado, debe serlo nuevamente para poder ser comparado con las
imagenes especiales que surgen en función de una necesidad. La cuestión es saber cuál
es el nivel de presión de la necesidad, si ésta se impondrá contra toda evidencia, o si la
cantidad de energía desplazada podrá ser suficientemente amortiguada, tamizado por el
yo para se advierta que la imagen no es realizada.
En otros términos, pensando, conforme a la tradición, que a partir del reflejo poco a poco
se acabaría deduciendo toda la escala-percepción, memoria, pensamiento, ideas-, Freud
se ve inducido a construir una conciencia-percepción entificada en un sistema. Lo cual no
es del todo absurdo. Es cierto que este sistema diferenciado existe, tenemos noción de él
y hasta podemos situarlo con alguna aproximación. Este sistema distingue en el aparato
psíquico dos zonas: una zona de imaginación, memoria o, mejor aún, alucinación
memorial, en relación con un sistema perceptual especializado como tal. La conciencia es
aquí reflejo de la realidad.
Sr. VALABREGA:-Sí,pero esto aparece mucho después. Freud no tiene todavía una idea
muy clara de la noción de aparato psíquico, que más tarde ofrecerá con el sistema
percepción-conciencia. Aquí sólo hay elementos.
Los elementos son ?
Sr. VALABREGA: – No lo concibe como lo que más tarde llama aparatos psíquicos.
Por el contrario, creo que los aparatos como tales ya están ahí. ¿Si no los distinguiera
como aparatos, por qué los llamaría , , y ?
VALABREGA:-Más adelante va a distinguir dos elementos fundamentales en el propio
sistema , y de allí surgirá el aparato psíquico.
Pero lo que precisamente quiero mostrarles la próxima vez es que la denominación
aparato psíquico resulta por completo insuficiente para designar lo que presenta la
Traumdeutung, donde la dimensión temporal comienza a emerger.
Sr. VALABREGA:-Con respecto al ego y a las indicaciones de realidad, hay que distinguir
tres casos. En primer lugar, si el yo se encuentra en un estado de deseo en el momento en
que aparece la indicación de realidad, hay descarga de energía en la acción específica.
Este primer caso corresponde simplemente a la satisfacción del deseo. En segundo lugar,
con la indicación de realidad coincide un aumento del displacer. El sistema reaccióna
produciendo una defensa por medio de una investidura lateral.
Esto quiere decir que la cantidad de energía al pasar por varios filtros neuronales llega con
menor intensidad al nivel de las sinapsis: es el esquema eléctrico. Si se hace pasar una
corriente por tres o cuatro hilos en lugar de uno sólo se necesitaría en cada uno de ellos
una resistencia menor, proporcional a su número. Por último, y en tercer término, si no se
produce ni uno ni otro de los casos precedentes, la investidura puede desarrollarse según
la tendencia dominante sin ser obstruida.
Juicio, pensamiento, etc., son descargas energéticas en tanto que inhibidas. Esta seguirá
siendo la construcción de Freud cuando diga que el pensamiento es un acto mantenido a
nivel de una investidura mínima. En cierto modo, es un acto simulado. Debe admitirse que
hay un reflejo del mundo, en la medida en que la experiencia nos obliga a postular una
percepción neutra; digo desde el punto de vista de las investiduras, vale decir, una
percepción que tiene investiduras mínimas.
Si la psicología animal ha hecho progresos, fue por haber puesto de relieve en el mundo,
en el Umwelt del animal, líneas de fuerza, configuraciones que para él son puntos de
llamada preformadas que corresponden a sus necesidades, esto es, a lo que también se
denomina su Innenwelt, la estructura ligada a la conservación de su forma.
En efecto, no basta con hablar de homeostasis energética. Las necesidades de un
cangrejo no son las de un conejo, y el uno no se interesa por las mismas cosas que el otro.
Pero pónganse a explorar el campo de percepción de un conejo, un cangrejo o un pájaro.
Propongan a una rata, a una galina, algo que le es eminentemente deseable, el alimento,
el objeto que satisface una de sus necesidades, y pongan sistemáticamente en correlación
ese objeto con una forma o un color. Es increíble la cantidad de cosas que una galina y
hasta un cangrejo son capaces de percibir, ya sea por medio de sentidos homólogos a los
nuestros-la vista, el oído-, o de aparatos que tienen todo el aspecto de aparatos
sensoriales sin que podamos atribuirles un correspondiente antropomórfico: el caso del
saltamonte, por ejemplo. De cualquier modo, pueden ustedes advertir que el campo
sensorial que se encuentra a disposición de un determinado animal se halla
marcadamente extendido en comparación con lo que interviene de manera electiva como
estructurante de su Umwelt. Dicho de otro modo, no hay simplemente coaptación del
Innenwelt con el Umwelt, estructuración preformada del mundo exterior en función de las
necesidades. Cada animal tiene una zona de conciencia-decimos conciencia en cuanto
que hay recepción del mundo exterior en un sistema sensorial-mucho más amplia que lo
que podemos estructurar como respuestas preformadas a sus necesidades-pivotes.
En cierto sentido, esto corresponde precisamente a lo que este esquema nos presenta
como capa sensible generalizada. El hombre tiene, en efecto, muchas más informaciones
sobre la realidad que las que adquiere por la simple pulsación de su experiencia. Pero le
falta lo que denomino vías preformadas. El hombre parte absolutamente de nada. Es
preciso que aprenda que la madera arde y que no hay que arrojarse al vacío.
No es cierto que el hombre tenga que aprender todo eso, pero, ¿qué sabe de nacimiento?
Es ambigüo. Probablemente lo aprende, pero por otras vías que el animal. Tiene ya cierta
orientación, cierto conocimiento [connaissance], en el sentido de Claudel, co-nacimiento
[co-naissance] de la realidad, que no es otra cosa que las Gestalten, las imagenes
preformadas. Admitirlo no sólo es un requisito de la teoría Freudiana, sino una exigencia de
la psicología animal; hay un aparato de registro neutro que constituye un reflejo del
mundo, sea que, como Freud, lo llamemos consciente o no.
En el hombre, empero, esto se presenta con el relieve particular que denominamos
conciencia, en la medida en que entra en juego la función imaginaria del yo. El hombre
adquiere la visión de ese reflejo desde el punto de vista del otro. Es otro para él mismo.
Esto es lo que produce la ilusión de que la conciencia es transparente a sí misma. En el
reflejo no estamos; para percibir el reflejo estamos en la conciencia del otro.
Como pueden comprobar, el esquema racional del aparato psíquico propuesto por Freud
no está elaborado, y esto es lo ingrato que presenta nuestro discurso de hoy. Se trata del
primer aleteo de Freud. Todo es al mismo tiempo grosero, ambigüo y, en ciertos aspectos,
redundante; sin embargo, llegará a ser fecundo.
La noción de equivalencia, por ejemplo, es aquí bastarda. Hay necesidades, dice Freud, y
estas necesidades impulsan al ser humano a reacciónes destinadas a satisfacerlas. Pues
bien, lejos de ser vitalista, lejos de introducírsela por la fuerza en un esquema
seudomecanicista, esta noción es, en realidad, energética. Al comienzo hay una cantidad
de energía neuronal. La conjunción de esta concepción con la experiencia del sueño
producirá, como verán, una sorprendente evolución del esquema.
Sin duda, todo esto les parece estéril y arcaico. Pero para nosotros se trata de aprehender
lo que en este esquema anuncia el futuro, y obliga a la concepción de Freud a evolucionar.
No es cierto, como pretende hacernos creer Kris, que Freud haya pasado del pensamiento
mecanicista al pensamiento psicológico, grosera oposición que nada significa. Freud no
abandonó su esquema después: lo elaboró en su teoría del sueño, sin marcar, sin siquiera
sentir las diferencias, y dio entonces un paso decisivo que nos introduce en el campo
psicoanalítico como tal. No hay conversión de Freud a un pensamiento organopsicológico.
Es siempre el mismo pensamiento que continúa. Podría decirse que su metafísica no
cambia, sino que Freud completa su esquema haciendo entrar en él una cosa muy
diferente: la noción de información.
Sepan dejar en suspenso el pensamiento sobre momentos ingratos, y no olviden que son
estos los primeros momentos de un pensamiento creador, cuyo desarrollo conduce mucho
más allá.