La desfiguración onírica. contin.2

La desfiguración onírica

 

Bueno, esta noche so que vea a Karl muerto frente a m. Yaca en su pequeño atad, las manos recogidas, con velas en derredor, poco más o menos como estuvo el pequeño Otto, cuya muerte me conmovió tanto. Dígame usted ahora, qué significa eso? Me conoce usted bien; acaso soy tan perversa que desee a mi hermana la pérdida del único hijo que le queda? O significa el sueño que yo deseara que el muerto fuese Karl y no Otto, por quien sentí un cariño tanto mayor?. Le aseguró que esta última interpretación deba excluirse. después de meditar unos instantes pude decirle la interpretación correcta del sueño, que ella después me corroboró. Pude hacerlo porque conocía toda la historia anterior de la soñante, Huérfana muy temprano, la niña se crio en casa de una hermana que le llevaba mucha edad; allí, entre los amigos y visitantes de la casa, se encontró también con el hombre que dejara una huella imborrable en su corazón. Durante un tiempo pareció que aquellas relaciones, apenas declaradas. Habrían de terminar en matrimonio; pero está feliz desenlace fue desbaratado por la hermana, sobre cuyos motivos nunca se tuvo explicación cabal. después de la ruptura, el hombre amado por nuestra paciente evita la casa; y ella misma, algún tiempo después que murió el pequeño Otto, en quien haba volcado entretanto su ternura, se instaló por su cuenta. Pero no pudo emanciparse del estado de dependencia en que haba cado por su inclinación hacia el amigo de su hermana. Su orgullo le orden rehuirlo; pero le fue imposible trasferir su amor a otros pretendientes que la requirieron después. Cuando el hombre amado, que era un literato, anunciaba en algún lugar una conferencia, infaltablemente se encontraba ella en el auditorio, e igualmente aprovechaba cuanta ocasión se le ofrecía para verlo de lejos en terceros lugares. Record que das pasados me haba contado que el profesor concurriría a determinado concierto y ella quería ir también allá para tener la dicha de verlo otra vez . Eso fue el día anterior al sueño; el da en que me lo contó deba realizarse el concierto. Así me resulta fácil reconstruir la interpretación correcta, y le pregunté si se le ocurría algún suceso sobrevenido a consecuencia de la muerte del pequeño Otto. Respondió al punto: Por cierto, esa vez el profesor volvió después de larga ausencia y yo lo vi de nuevo frente al atad del pequeño Otto. Eso era tal como yo lo esperaba. Interpreté entonces su sueño en la siguiente forma: Si ahora el otro niño muriese, eso mismo se repetirá. Pasará usted el da en casa de su hermana, el profesor seguramente ira a presentarle sus condolencias y en idéntica situación a la de entonces lo volvería usted a ver. El sueño no significa otra cosa que este deseo suyo de volverlo a ver, contra el cual usted se debate interiormente. S que lleva en el bolsillo la entrada para el concierto de hoy. Su sueño es un sueño de impaciencia, no ha hecho sino adelantar en unas horas esa visión fugaz que ha de producirse hoy. Es manifiesto que para encubrir su deseo ella haba escogido una situación en que tales deseos suelen sofocarse, una situación en que se está tan embargado por el duelo que no se piensa en el amor. Y no obstante es muy posible que aun en la situación real que el sueño copiaba fielmente, frente al atad del mayor de los niños, por quien sentía fuerte cario, ella no pudiera sofocar el sentimiento de ternura hacia el visitante largamente añorado. Diverso esclarecimiento encontró un sueño parecido de otra paciente, que años antes se había destacado por su ingenio vivaz y su buen humor, y ahora acreditaba esas cualidades al menos en las ocurrencias que tena durante el tratamiento. Sucedió a esta dama, en el contexto de un sueño más extenso, ver que su nica hija, de quince años, yaca muerta en una caja. Con no poca gana de convertir a este fenómeno onírico en objeción contra la teoría del cumplimiento de deseo, ella misma columbró, no obstante, que el detalle de la caja tena que señalar el camino a una comprensión diferente del sueño. En el análisis se le ocurrió que en la tertulia de la tarde anterior la conversación haba recado en la palabra inglesa box y sus diversas traducciones al alemán: Schachtel {caja}, Loge {palco}, Kasten {cofre}, Ohrfeige {puetazo}, etc. Por otros fragmentos del mismo sueño pudo completarse esto: ella haba descubierto el parentesco de la palabra inglesa box con la alemana Bchse {cajita}, y la importune el recuerdo de que Bchse se usaba también como designación vulgar de los genitales femeninos. Con alguna indulgencia hacia sus conocimientos de anatomía topográfica pudo conjeturarse, as, que la hija en la caja significaba el fruto en el vientre materno. Tan pronto la esclarecí sobre esto, no negó que esa imagen onírica corresponda realmente a un deseo suyo. Como tantas mujeres jóvenes, en modo alguno se sintió dichosa cuando quedó grávida, y más de una vez hubo de confesarse el deseo de que su hijo muriera en el vientre; y aun, presa de furor después de una áspera escena con su marido, llegó a golpearse el vientre con los puños para atentar contra el hijo. La niña muerta era realmente, pues, cumplimiento de un deseo, pero de uno que haba abandonado desde hacía quince años, y no es maravilla entonces que el cumplimiento del deseo, tras una demora tan prolongada, no fuese ya reconocible. Entretanto mucho haba cambiado. El grupo a que pertenecen estos dos últimos sueños, que tienen por contenido la muerte de un familiar querido, ocupar nuestra atención más adelante, con motivo de los sueños típicos. Allí podré mostrar nuevos ejemplos de que, a pesar de su contenido no deseado, todos estos sueños tienen que interpretarse como cumplimiento de deseo. No a un paciente, sino a un inteligente jurisconsulto conocido mío, debo el siguiente sueño que me fue contado también con el propósito de disuadirme de una generalización apresurada en la doctrina del sueño de deseo. Sueño -me cuenta mi testigo- que, yendo con una dama del brazo, llego frente a mi casa. Allí aguarda un coche cerrado, un señor se encamina hacia m, se acredita como agente de policía y me exhorta a seguirlo. Le ruego que me deje un poco de tiempo para ordenar mis asuntos. Cree usted, acaso, que es mi deseo ser encarcelado?. Por cierto que no -debo concederle-. Conoce usted por ventura la acusación por la que lo prenderían?. S, creo que por infanticidio. Infanticidio? Bien sabe usted que ese delito sólo puede cometerlo una madre con su hijo recién nacido. As es. Y en qué circunstancias so usted? Que ocurrió el día anterior, al atardecer?. No querría contárselo; es un asunto delicado. Pero necesito saberlo, de lo contrario tendremos que renunciar a la interpretación del sueño. Entonces escuche usted. No he pasado la noche en mi casa, sino en la de una dama que significa mucho para m. Cuando nos despertamos por la mañana, ocurrió de nuevo algo entre nosotros. Entonces me dormí otra vez y so lo que usted sabe. Es una mujer casada?. S. Y no quiere usted engendrar un hijo con ella?. No, no; eso podría delatarnos. Entonces, no practican ustedes un coito normal. Recurro a la precaución de retirarme antes de la eyaculación. Puedo conjeturar que usted recurrió esa noche varias veces a ese arbitrio, y que después de repetirlo al amanecer ya no estuvo tan seguro de haberlo conseguido?. Muy bien podría ser. Entonces su sueño es un cumplimiento de deseo. Él le procura la tranquilidad de no haber engendrado un hijo o, lo que casi importa lo mismo, de haberlo matado. Me es fácil mostrarle el eslabón intermedio. Recuerde que das pasados hablamos sobre las dificultades del matrimonio y sobre la inconsecuencia de que se permita interrumpir el coito para que no d fruto, mientras que se pena como delito toda intervención hecha cuando el óvulo y el semen se han encontrado para formar un feto. A raíz de ello rememoramos también la querella medieval sobre el momento temporal preciso en que el alma es infusa en el feto, porque sólo desde entonces es admisible el concepto de asesinato. Sin duda usted conoce también la escalofriante poesía de Lenau [«Das tote Glck»] que equipara el infanticidio y la prevención de los nacimientos. En Lenau, cosa notable, he pensado hoy a media mañana como por azar. Es también una resonancia de su sueño. Y ahora quiero mostrarle un pequeño deseo que su sueño cumple colateralmente. Llega usted frente a su casa con su dama del brazo. Por tanto, la lleva al hogar de usted, mientras que en la realidad pasó usted la noche en casa de ella. Que el cumplimiento de deseo que constituye el núcleo del sueño se encubra en una forma tan desagradable responde quizás a más de una razón. Por mi ensayo sobre la etiología de las neurosis de angustia [Freud, 1895b], sabría usted tal vez que considero al coitus interruptus como uno de los factores causales en la génesis de la angustia neurótica. Así, no sería extraño que en usted hubiese quedado, después de repetir muchas veces ese tipo de coito, un sentimiento de malestar que ahora se introduce como elemento en la trama de su sueño. De esa desazón se sirve usted también para encubrir el cumplimiento de deseo. Por lo demás, la mención del infanticidio no quedó explicada. Cómo llega usted a ese delito específicamente femenino?. He de confesarle que hace algunos años estuve enredado en un asunto as. Tuve la culpa de que una muchacha buscara desembarazarse mediante un aborto de las consecuencias de una relación conmigo. No haba tenido yo participación alguna en la ejecución de ese atentado, pero durante mucho tiempo me asedió la lógica angustia de que el hecho se descubriese. Ahora comprendo: ese recuerdo aportó una segunda razón para que la sospecha de que usted haba ejecutado mal su artificio debiera serle penosa. Un médico joven que soy contar este sueño en mis cursos debió sentirse afectado, pues se dio prisa a resoñarlo, aplicando su esquema de pensamientos a otro tema. Das antes haba presentado su declaración de ingresos, enteramente en regla puesto que era muy poco lo que tena para declarar. Ahora bien, so que un conocido que vena de la sesión de la junta recaudadora se llegaba a l y le comunicaba que todas las otras declaraciones impositivas pasaban sin objeciones, pero la suya haba despertado general desconfianza y le impondrían una fuerte multa. El sueño es un cumplimiento de deseo apenas encubierto: ser considerado un médico de grandes ingresos. Nos trae a la memoria, dicho sea de pasada, la conocida historia de aquella doncella a quien desaconsejaron que aceptase a su pretendiente por ser hombre de genio colérico y que seguramente la tratara a golpes después de casada. Y respondió la doncella: Ojal ya me golpease! . Su deseo de casarse era tan vivo que aceptaba de buena gana las desazones que le pintaban como consecuencia de ese matrimonio, y aun las convertía en deseo propio. Si a los sueños de este tipo que ocurren con harta frecuencia y parecen impugnar directamente mi doctrina, puesto que tienen por contenido la denegación de un deseo o el cumplimiento de algo por cierto indeseado, los reno bajo el título de sueños de deseo contrario, echo de ver que se los puede reconducir en general a dos principios. A uno de estos no lo hemos mencionado todavía, aunque desempeña importante papel as en la vida de los hombres como en sus sueños. Una de las fuerzas impulsoras de esos sueños es el deseo de que yo me equivoque. Estos sueños sobrevienen por regla general en el curso de mis tratamientos cuando el paciente se encuentra en estado de resistencia contra m. Y con gran certeza puedo anticipar el surgimiento de uno de tales sueños después que he expuesto por vez primera al enfermo la doctrina de que el sueño es cumplimiento de deseo. Y hasta puedo esperar que a muchos de mis lectores les suceda lo mismo; estarán predispuestos a frustrar en el sueño un deseo sólo para cumplirse el deseo de que yo me equivoque. El último -y breve- sueño de este tipo que quiero comunicar vuelve a mostrar lo mismo. Una joven que consiguió seguir el tratamiento conmigo después de luchar contra la voluntad de sus familiares y de los especialistas llamados a consulta so: En su casa se le prohibía seguir visitándome. Invoca entonces ante m una promesa que le haba hecho, y era que en caso necesario la tratara aun sin paga; yo le dije: En asuntos de dinero no puedo tener miramiento alguno. En verdad no es fácil pesquisar aquí el cumplimiento de deseo, pero en todos los sueños de esta índole se encuentra, además del primer enigma, otro cuya solución ayuda también a resolver aquel. De donde provienen las palabras que ella pone en mis labios? Desde luego, jamás le dije algo semejante, pero uno de sus hermanos, y justamente el que ejercía la máxima influencia sobre ella, tuvo la gentileza de pronunciar esa sentencia sobre m. El sueño quiere entonces hacer de modo que el hermano gane la querella, y no es sólo en el sueño donde ella quiere hacerle justicia; ese es el contenido de su vida y el motivo de su enfermedad. Un sueño que, a primera vista, parece ofrecer particulares dificultades para la teoría del cumplimiento de deseo ha sido soñado e interpretado por un médico (A. Strcke, 1911): Tengo y veo en el índice de mi mano izquierda una afección primaria sifilítica en la última falange. Quizá queríamos renunciar al análisis de este sueño considerando que parece coherente y claro hasta en su contenido indeseado. No obstante, si no nos arredra la fatiga de un análisis, averiguaremos que afección primaria {Primraffekt} ha de equipararse a una prima affectio {primer amor} y que la ulceración repugnante resulte ser, según palabras de Strcke, un subrogado de cumplimientos de deseo recubiertos de un gran afecto. El otro motivo de los sueños de deseo contrario está tan a la mano que fácilmente se corre el peligro de no verlo, como a mí mismo me sucedió durante mucho tiempo. En la constitución sexual de un gran número de hombres existe un componente masoquista que ha nacido del trastorno hacia lo contrario {Verkebrung) del componente agresivo y sádico. Denominamos a tales hombres masoquistas ideales {ideelle Masochisten) cuando no buscan el placer en el dolor corporal que se infligen sino en la humillación y la mortificación psíquica. Es evidente sin más que estas personas pueden tener sueños de deseo contrario y de displacer que para ellos, empero, no son sino cumplimientos de deseo, satisfacción de sus inclinaciones masoquistas. Aduzco aquí uno de tales sueños: Un hombre joven que en otros tiempos haba atormentado mucho a su hermano mayor, al que estaba apegado homosexualmente, tiene ahora, después de haber experimentado un radical cambio de carácter, un sueño que consta de tres fragmentos: I. Que su hermano lo secaba. II. Que dos adultos se acaramelaban con intención homosexual. III. El hermano vendí la empresa cuya dirección l {el relator del sueño} se reservaba para su futuro. Del último sueño despertó con los sentimientos más penosos; sin duda es un sueño masoquista de deseo cuya traducción podría ser esta: Es de toda justicia que mi hermano atente contra m con esa venta, como castigo por todos los tormentos que tuvo que soportarme. Espero que los ejemplos aducidos han de bastar -hasta tanto surjan nuevas objeciones- para que parezca verosímil que también los sueños de contenido penoso deben resolverse como cumplimiento de deseo. Por otra parte, nadie juzgar fruto del azar el que en la interpretación de estos sueños, en todos los casos, se recaiga en temas de los que no se habla ni aun se piensa en ellos de buena gana. El sentimiento penoso que despiertan tales sueños es lisa y llanamente idéntico a la repugnancia que nos lleva a evitar -casi siempre con éxito- la consideración o menc6n de esos temas, y que debe ser vencida por cada uno de nosotros cuando nos vemos precisados a acometerlos a pesar de ello. Ahora bien, este sentimiento de displacer que se reitera en el sueño no excluye la existencia de un deseo; en todo ser humano hay deseos que no querría comunicar a otros, y deseos que no quiere confesarse a s mismo. Por otra parte, estamos autorizados a conectar el carácter displacentero de todos estos sueños con el hecho de la desfiguración onírica, y a inferir que están as desfigurados y el cumplimiento de deseo se disfraza en ellos hasta hacerse irreconocible porque hay una repugnancia, un propósito represivo contra el tema del sueño o contra el deseo inspirado por l. La desfiguración onírica aparece efectivamente como un acto de la censura. Ahora bien, daremos razón de todo lo que el análisis de los sueños de displacer ha traído a la luz s modificamos como sigue la fórmula destinada a expresar la esencia del sueño: El sueño es el cumplimiento (disfrazado) de un deseo (sofocado, reprimido). Nos restan todavía los sueños de angustia como subvariedad particular de los sueños de contenido penoso, y cuya aceptación como sueños de deseo tropezar con la máxima renuencia en las personas no esclarecidas. No obstante, puedo omitir aquí los sueños de angustia; no es un nuevo aspecto del problema del sueño el que se nos mostrara en ellos, sino que está en juego la comprensión de la angustia neurótica en general. La angustia, tal como la sentimos en el sueño, sólo en apariencia se explica por el contenido de este. Cuando sometemos a interpretación el contenido onírico, reparamos en que la angustia del sueño no puede justificarse por el contenido de este más que pueda serlo, por ejemplo, la angustia de una fobia por la representación de que ella depende. Es cierto que podemos caernos por la ventana, y por eso hay razones para que nos acerquemos a ella con precaución; pero esto no nos explica el que la angustia sea tan grande en la fobia correspondiente y persiga al enfermo mucho más allá de su ocasión real. Esta misma aclaración vale, entonces, tanto para la fobia cuanto para el sueño de angustia. En ambos casos la angustia solamente está soldada a la representación concomitante, pero brota de otra fuente. A causa de ese íntimo enlace de la angustia onírica con la angustia neurótica debo posponer aquí la elucidación de la primera hasta que aborde la segunda. En un breve ensayo sobre la neurosis de angustia (1895b) afirmó en su momento que la angustia neurótica brota de la vida sexual y corresponde a una libido desviada de su destinación y que no llegó a emplearse. Desde entonces esta fórmula se mostró cada vez más convincente. Ahora bien, de ella puede derivarse esta tesis: los sueños de angustia son sueños de contenido sexual en los que la libido que les corresponde se ha mudado en angustia. más adelante se nos presentar la ocasión de reforzar esta tesis mediante el análisis de algunos sueños de neuróticos. Además, en mis ulteriores intentos de acercarme a una teoría del sueño habré de referirme nuevamente a la condición de los sueños de angustia y su compatibilidad con la teoría del cumplimiento de deseo.