EPISTEMOLOGÍA DENTRO DE LA FILOSOFÍA

Otros esquemas

1. El materialismo y la dialéctica.


Acerca del materialismo existe la idea generalizada de que se trata de una doctrina reciente, acaso porque se le asocia directamente con la imagen de Carlos Marx. En realidad, la primera doctrina materialista en la historia es el atomismo griego. Éste, concebido por Demócrito, considera que el universo es una combinación de átomos de diferentes formas, indivisibles, y de cuya asociación puramente mecánica y fortuita surge la naturaleza material.
Conviene dejar establecido que, en sentido estricto, es René Descartes quien realizó una valiosa actividad de reordenación conceptual que le dio dimensión al materialismo genuinamente moderno.
Descartes parte de la “duda metódica” en su búsqueda de una estructura de pensamiento cuyas bases no descansen en supuestos indemostrados. En ese afán por descubrir la verdad, de todo debe dudar, excepto de su propia duda, de su pensamiento: si estoy pensando, infiero que existo (“Pienso, luego existo”).
Admite un dualismo de realidades: una realidad es material, corpórea (“res extensa”) y la otra es espiritual, pensante o racional (“res cogitans”), es decir, dos realidades absolutamente diferentes. De tal manera que serán materialistas todas las tendencias que se apoyen en la primera realidad, y espiritualistas las que se basen en la segunda de la dicotomía.
Durante el siglo XVIII se fortalece una posición mecanicista del materialismo, sobre todo con las figuras de Holbach y de La Mattrie, para quienes el alma, el espíritu y la mente únicamente son funciones corporales y todo proceso tiene su explicación por su causalidad y no por su finalidad.
En franca oposición a esta apreciación mecanicista, el siglo XIX ve nacer una nueva y doble orientación del materialismo, basada ésta en el pensamiento de Carlos Marx y que cobran forma en el materialismo dialéctico y el materialismo histórico.
El materialismo establece que el conocimiento corresponde a un ser de naturaleza material y que es, además, exterior e independiente de la conciencia. Manifiesta, así, una clara identificación con el realismo epistemológico cuando afirma que todo enunciado de conocimiento siempre tiene su referente en ser o cuerpo material.
Por otra parte, aunque al término dialéctica le han asignado diversos significados a lo largo de la historia, la contradicción es el sentido más subrayado en todas sus concepciones, asumiendo que la definición de algo implica necesariamente la definición de lo contrario: bueno-malo, día-noche, etc.
Es Hegel quien logra hacer coincidir lógica y ontológicamente a los binomios realidad-razón y sujeto-objeto. Para él, la realidad es una oposición de contrarios, producto de una razón. La contradicción es el motor del devenir de la razón o la idea, y siempre que algo deviene, lo hace en otro distinto de lo que es esencialmente en sí, objeto, constituyendo un puente para ese en sí, sea también un para sí, sujeto. El objeto es construido por el sujeto cuando éste lo conoce. “El objeto sólo existe en tanto que pensado distinto de mí.”
La dialéctica establece que existe una sucesión inalterable en el continuo fluir de contradicciones y aunque a Hegel comúnmente se le atribuyen los tres momentos clásicos de la dialéctica, tesis-antítesis-síntesis, fue Fichte quien utilizó originalmente esas expresiones.

Marx, por su parte, estructuró una dialéctica invirtiendo la concepción hegeliana, es decir, no en torno a la idea, sino a la materia, recalcando que el objetivo central de la dialéctica no es únicamente teorizar acerca de la realidad, sino transformarla revolucionariamente.
La dialéctica se sustenta básicamente en las leyes que Engels estableció en su materialismo dialéctico. Con este término, utilizado inicialmente por el ruso Georgi Plejanov, se conoce a una doctrina del conocimiento concebida con el propósito de negar y superar la correspondiente al materialismo mecanicista. Para ello, el materialismo dialéctico establece, fundamentalmente, que la materia se desarrolla, pues, dialécticamente, ya que considera a los fenómenos naturales como procesos.
Estos procesos se sujetan a tres principios básicos:
1. Ley del paso de la cantidad a la cualidad, según la cual en la naturaleza operan cambios, pero de manera global. En otras palabras: a una sucesión de modificaciones cuantitativas en la naturaleza, siguen naturales mutaciones cualitativas. Aquí se advierte la diferencia esencial entre el pensamiento de Engels y el de Hegel, pues para éste “los cambios son manifestaciones del espíritu”, mientras que para el prime-ro “los cambios son manifestaciones de la materia”. Tal es, en concreto, la inversión de los conceptos del idealismo hegeliano en relación al materialismo dialéctico.
Engels afirma que el movimiento es la forma de la existencia de la materia, y no duda en agregar que el pensamiento y la conciencia son producto del cerebro. Categórico, concluye en que el hombre es un mero producto de la naturaleza.
He citado en líneas anteriores a Engels sin desconocer, en modo alguno, las aportaciones de Marx. Lo que sucede es que fue precisamente Engels quien realizó el primer desarrollo teórico del materialismo dialéctico.
2. Ley de la interpenetración de los contrarios u opuestos. Engels opina que todo está lleno de contradicciones y consecuencias de carácter objetivo. Es decir, contra-dicciones y consecuencias que no dependen del sujeto, porque se dan fuera de él. Existe, así, una constante dinamicidad en la naturaleza debido a esa continua lucha entre los opuestos, produciéndose, a partir de esa dinamicidad, cambios que se traducen en evolución, misma que impacta tanto a lo social, como a lo natural.
3. Ley de la negación de la negación. Por medio de una serie de negaciones, dentro del dinamismo de las contradicciones, se propician nuevas integraciones de los fenómenos. Esto nos recuerda la conocida sucesión de los momentos de la dialéctica hegeliana:
En relación a esta última ley, existe una fuerte discusión acerca de su inaplicabilidad a las mismas tres leyes del materialismo dialéctico. Es decir que todo está sujeto al proceso dialéctico, excepto los propios principios de la dialéctica. Y es que, de aceptarse esta conclusión, tendría que aceptarse también que la base de los principios de la dialéctica se sustenta en una especie de dogma.

2. La epistemología genética

James Mark Baldwin (1861-1934), en la primera década del siglo XX, al elaborar la primera epistemología genética, analizó como modos genéticos del desarrollo mental a la memoria, la sensibilidad, la imaginación, el simbolismo, el lenguaje, la comprensión, el razonamiento, el juicio, etc.
Sin embargo, el concepto de epistemología genética se asocia casi automáticamente con el nombre de Jean Piaget (1896-1980), debido a los grandes avances que esta teoría ha tenido a partir de sus ideas. Piaget la define como “el estudio del conocimiento como una construcción continua analizando su evolución desde los niveles más elementales hasta los estadios superiores, llegando finalmente al conocimiento científico”.
Piaget enfatiza su interés en el estudio de los mecanismos de la inteligencia, de la percepción, etc., como recurso para su explicación causal.
Al igual que Baldwin, Piaget concibe la existencia de varios estadios del desarrollo cognoscitivo, con características específicas que obedecen a una serie de mecanismos de adaptación, mismos que, por medio de la actividad, permiten alcanzar nuevos equilibrios, explicándose así dicho desarrollo.
En contraposición a los empiristas e innatistas, afirma que el conocimiento, en sus orígenes no proviene de los objetos ni del sujeto en sí, sino de interacciones entre ambos y establece que ningún organismo es capaz de ofrecer una respuesta a un estímulo, si no posee un grado de sensibilidad específico para responder. Este grado de sensibilidad se construye por medio del aprendizaje y Piaget lo denomina nivel de competencia.
Aspectos muy importantes que aborda esta teoría son, entre otros:
§ La estructuración del conocimiento.
§ La coherencia interna del conocimiento.
§ La búsqueda de una validación genérica del conocimiento.
§ Las condiciones de generación del conocimiento.
Piaget identifica tres elementos en el acto de conocer: el sujeto, el objeto y la estructura. Establece que progreso de los conocimientos no se debe ni a factores hereditarios, ni al acopio de experiencias empíricas, sino a partir de un conflicto que surge entre la imagen del objeto y el objeto mismo. Ante el desajuste producido por el conflicto, el sujeto buscará lo que Piaget llama equilibración, resultado de una autorregulación.
Sin embargo, no se trata de equiparar al equilibrio con una balanza estática, inmóvil, sino entenderlo como actividad que realiza el sujeto para compensar las perturbaciones que recibe del exterior. Existen tres formas de alcanzar el equilibrio:
1. Por un proceso de reacomodación entre los elementos de la estructura.
2. Por integración de nuevos subconjuntos sucesivos.
3. Por re estructuraciones interna y transformación radical, un verdadero paso cualitativo.
El sujeto y el objeto constituyen una unidad indisoluble de naturaleza dialéctica, que al interactuar, dan origen a hechos.
Piaget concibe a la estructura cognitiva como una internalización de acciones y ope-raciones realizadas por el sujeto al interrelacionarse con el medio.
Consideró también, de manera primaria, la importancia de explicar cómo un sujeto pasa de un conocimiento simple a uno más complejo.
En este aspecto, vale la pena citar que Brodzinsky y Siegel, entre otros autores, aún considerando que la propuesta de Piaget constituye hoy por hoy la alternativa más completa para explicar el desarrollo cognitivo, estiman que no se trata específicamente de una teoría del desarrollo cognitivo, sino más bien de una teoría del desarrollo psicológico.
Tal afirmación ha propiciado que los críticos de Piaget propongan algunos enfoques distintos, entre los cuales puede citarse aquel en el que centralmente se considera la manera diferente como cada sujeto aborda la realidad que lo circunda. Esta nueva modalidad psicológica es conocida como teoría de los estilos cognitivos, totalmente relacionada con las diferencias individuales.
Algunas cuestiones de oposición permanente hacia la epistemología genética son las siguientes:
§ La afirmación en el sentido de que el desarrollo madurativo finaliza a la edad de 15 años, y a partir de esa edad, solo podrán adquirirse conocimientos desde un punto de vista cuantitativo, pero nunca cualitativo.
§ La escasa importancia que esta teoría concede al factor socio-cultural, elemento que, en sus últimas obras, el propio Piaget reconoce no haber considerado suficientemente.
Sin embargo, y al margen de cualquier crítica, la obra de Piaget no únicamente es trascendente, sino además muy voluminosa, ya que incursionó en diversas áreas del saber humano: psicología, epistemología, sociología, lógica, filosofía, educación, etc., y aunque él mismo nunca se consideró pedagogo, es indudable el gran valor y la influencia de su pensamiento en la fundamentación del ejercicio educativo en nuestros días.
Finalmente, no son pocos los que consideran que todos los problemas epistemológicos podrían formularse de modo que obtuviéramos respuestas precisas por medio de trabajo experimental, gracias al andamiaje investigativo proporcionado por la epistemología genética, teoría que, aseguran, intenta dar una explicación del desarrollo del conocimiento científico en general.
En todo caso, me parece que vale considerar que la epistemología genética no es, en modo alguno, la cosmovisión de un sujeto. Porque una cosmovisión no constituye un conocimiento científico. Acaso sí, un conjunto de principios que determinan su conducta.
Tal vez, el desarrollo de la ciencia, más tarde o más temprano, puede propiciar la convergencia de diversas cosmovisiones, lo que se traduciría en una realidad más integrada. La ciencia cumpliría, así, una función colateral a la que le es propia.